La Dualidad Existencial en la Poesía de Miguel Hernández
La obra de Miguel Hernández se caracteriza por una profunda exploración de la experiencia humana, donde la muerte se entrelaza inevitablemente con la vida. Esta síntesis existencial, expresada magistralmente en Cancionero y romancero de ausencias y anticipada en Vientos del pueblo, revela los tres grandes temas de su poesía: el amor, la muerte y la vida misma. La poesía hernandiana recorre todas las fases del crecimiento del individuo, uniendo poéticamente vida y muerte en dos sentidos fundamentales:
- Desde una perspectiva existencialista, influenciada por el filósofo Heidegger.
- En un sentido solidario de la muerte como semilla, concepto que recuerda a Walt Whitman.
En los últimos poemas de Cancionero y romancero de ausencias, vida y muerte se abrazan en un paso fatalista. La vida retorna a través de la mujer, dadora de vida, un motivo recurrente en la obra de Hernández, cuyo símbolo principal es el vientre materno. Amor y muerte se unen para perpetuar la especie, concibiendo la vida de los seres humanos como semilla germinadora de una nueva existencia. En este ciclo vital, la muerte del poeta se convierte en una metáfora de la muerte de la España republicana.
Miguel Hernández, influenciado por Quevedo, añade en su época carcelaria la idea de que tanto la vida como la muerte son fuentes de vida. Su visión de la muerte no niega elementos religiosos, como se aprecia en la simbología del cementerio, los muertos y los esqueletos, representando la constancia del hombre.
Las Elegías: Un Canto a la Amistad y la Pérdida
El profundo sentimiento de amistad llevó a Miguel Hernández a escribir numerosas elegías dedicadas a familiares y amigos fallecidos. El poeta oriolano no pudo evitar sentir un gran dolor ante la vida y la muerte prematuras, vistas como parte del destino natural. Su sentimentalismo, precursor en la obra dedicada a Ramón Sijé, es un claro ejemplo de esta sensibilidad.
Simbología de Vida y Muerte: Una Red de Significados
Diversos símbolos en la obra de Hernández se relacionan con la dualidad vida/muerte a través de campos metafóricos e imágenes íntimas. Toda su obra gira en torno a los misterios de la vida: la generación y la muerte, por un lado, y el amor como fuerza destructora, por otro. Estas motivaciones se fusionan en la sacralidad de la vida, otorgando a su poesía un carácter místico, mágico y trascendente.
Huesos: Símbolo en Evolución
Los huesos, como símbolo de vida y amor, aparecen en todas las etapas de su obra, con un significado que evoluciona y se profundiza:
- Primer período creativo: Los huesos se asocian a la muerte.
- Segundo período: Se convierten en un impulso erótico.
- Tercer período: Surge la metonimia hueso-ser humano, simbolizando el impulso bélico.
- Cuarto período: El símbolo vuelve a vincularse a la muerte.
Lluvia: El Mito de la Muerte Floreciente
La lluvia, inicialmente una realidad natural, se transforma en metáfora (lluvia de luz) y, posteriormente, se asocia a la amada (Silbo de la sequía). Finalmente, la lluvia se vincula a contextos elegíacos, como la muerte de Sijé. En este contexto, la muerte se relaciona con el rayo como pena y angustia. Sin embargo, esta «lluviosa pena» también es salvadora y se asocia a la fecundidad y al amor, en contraste con el rayo, que simboliza la fatalidad destructora.
En su obra persiste un diálogo bipolar en el contexto amoroso: gozo-pecado, dolor-placer. Otra constante es la imagen de fatalidad amorosa, que oscila entre la destrucción y la salvación. La imagen de lluvia-llanto, presente en la elegía a Sijé, muestra cómo el amor ante el amigo muerto puede alcanzar su clímax.
La Tragedia de la Guerra y la Esperanza
En Vientos del pueblo, con el trasfondo de la transformación social proletaria, se encuentran descripciones que invitan al esfuerzo y al trabajo. En sus últimos poemas, la tragedia de la guerra se resuelve mediante el mito de la muerte que florece. La coincidencia del sentimiento y la imagen de la lluvia identifica a todos los muertos de la guerra, presentando una nueva referencia a la realidad que alcanza a toda la humanidad.
Esta imagen se complementa con la imagen mítica del agua sobre la lluvia, transformando el mundo en un testamento de la floreciente muerte. Miguel Hernández introduce la imagen del ala, símbolo de esperanza en la naturaleza a pesar de la adversidad. Finalmente, la simbología de casa-ataúd representa la destrucción familiar, donde la casa, espacio del amor, es asediada por la adversidad.
La Coherencia Final: Un Proceso de Reescritura
La coherencia en la obra de Hernández se alcanza tras numerosas correcciones, especialmente durante su contexto carcelario. Al no poder invertir el símbolo de la lluvia, la naturaleza cíclica vence a la muerte floreciente, elevándose a la categoría de mito de la esperanza del florecimiento con un valor colectivo.