Luces de Bohemia en el contexto histórico y literario de su época
Luces de Bohemia (1920) es la obra teatral donde Valle-Inclán (1866-1936) inaugura el género del esperpento. Aunque en la etapa en que se escribe la obra ya está activa una generación posterior de escritores, la Generación del 14, la obra se sitúa, por sus carácterísticas y por su autor, en la época literaria que se ha dado en llamar del Modernismo y de la Generación del 98, época que comprende, para la literatura española, los años entre 1895 y la primera Guerra Mundial.
Los años que median entre 1895 y la primera Guerra Mundial (1914-19) suponen una encrucijada para el mundo occidental: se alcanza la cima del proceso de expansión colonial iniciado en el XIX y se gestan los conflictos que han de modificar profundamente el equilibrio de fuerzas mundiales y que llevarán a la Primera Guerra Mundial.
Desde finales del XIX, una serie de descubrimientos llevan a un profundo replanteamiento del pensamiento científico. Se resquebrajan los presupuestos sobre los que se había asentado la ciencia moderna y que habían culminado en el pensamiento positivista, destacando el auge de las corrientes irracionalistas, vitalistas, espiritualistas, existencialistas… Corrientes como el existencialismo, el psicoanálisis y el marxismo repercutirán en la literatura del momento, cada vez que el escritor intenta dar salida a los estratos más profundos de su ser o expresar las angustias y las miserias humanas.
La crisis del pensamiento científico y filosófico encuentra un notable paralelismo en las profundas transformaciones que se operan en las artes durante los primeros lustros del Siglo XX. Surgen movimientos que rompen violentamente con los presupuestos artísticos vigentes hasta entonces.
La España del Siglo XX recibe una doble y penosa herencia del siglo anterior: es un país dividido entre tradicionalistas y progresistas, y es un país en franca decadencia: mientras otras naciones afianzan su Imperio colonial, España lo ha ido perdiendo. El desastre del 98 constituye un fuerte aldabonazo en muchos espíritus. Se cobra conciencia de la debilidad del país y se buscan sus causas en los problemas internos que España arrastra desde hace tiempo. Algunos hombres eminentes claman por una política de regeneración del país (Joaquín Costa).
Así las cosas, la crisis generalizada de fin de siglo conduce a tendencias renovadoras mezcladas con un cierto pesimismo. Es el signo del Modernismo. La crisis europea es en España más dura si cabe. Todo ello dará lugar al surgimiento de corrientes de ideas de tipo inconformista o disidente, en parte con un marcado signo antiburgués que, por lo que toca a la literatura en nuestro país, se manifiesta en el rechazo del Realismo y prosaísmo anteriores y en la búsqueda de nuevos caminos. Sin embargo, la renovación se realiza desde diferentes posturas.
Unos se preocupan ante todo por el arte. Su despego de un mundo materializado y gris les lleva a buscar la belleza, lo raro, lo exquisito, y señalán su inconformismo con formas de vida bohemia. Otros se resisten al puro esteticismo y se enfrentan directamente con los diversos aspectos de la decadencia española, analizando sus causas. Será una literatura preocupada fundamentalmente por los problemas de España.
Esta dicotomía se ha resuelto adscribiendo a los primeros al Modernismo y a los segundos a la generación del 98, pero se ha discutido mucho esta división ya que las dos posturas se solapan en muchas ocasiones, tomando rasgos una de la otra, por lo que resulta muy difícil encasillar a los autores en una u otra. Fruto de su época, Luces de Bohemia presenta carácterísticas de ambos movimientos y es también un fiel reflejo del contexto histórico en que se gestó: la crisis de fin de siglo se prolonga en España con las revueltas obreras y campesinas, con hechos históricos que desembocarán en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), el advenimiento de la Segunda República (1931-1936) y la Guerra Civil Española (1936-1939). Los rasgos del contexto histórico determinarán fuertemente el sentido de crítica que domina la obra: crítica hacia los políticos, la policía, las instituciones; el enfrentamiento entre los mundos de la bohemia y de la burguésía; aparecen las vicisitudes históricas y sociales del momento, se hace referencia a la historia más inmediata de España
En Luces de Bohemia se observa claramente una denuncia de la miseria material y moral de España como consecuencia de la corrupción política a la que se alude con nombres propios de cargos políticos destacados tanto de conservadores como liberales (Maura, García Prieto,…), y también con sus representantes burócratas (el Ministro, Dieguito, Serafín,…); a la vez que se critica el nepotismo como práctica política habitual (el Ministro – Serafín (“es mi padre”), “García Prieto es un yerno más”) y la connivencia ya que la Acción Ciudadana era una asociación represora que colaboraba con el poder. Todo ello lleva al descubrimiento de la realidad española, es decir, el tema de España, uno de los favoritos del 98: una España descontenta.
También la estética modernista y del 98 está presente en la obra. De la primera se toma la figura de los bohemios, opuestos a los representantes del poder, aparecen algunos personajes modernistas, reales (Rubén Darío) y de ficción (Marqués de Bradomín), aunque en general en la obra se ve como algo bastante caduco. Más elementos propios de la generación del 98 aparecen en la obra: la crítica social y política, el tema de España, el tema de la muerte y el sentido de la vida…
En conclusión, debemos entender a Valle-Inclán como un autor de síntesis. Nos encontramos ante una de las grandes figuras de la literatura española de todos los tiempos.
Modernismo y 98 en Luces de Bohemia
Luces de Bohemia es una obra que presenta numerosos rasgos propios tanto del Modernismo como de la llamada Generación del 98, pues es un título que se incluye dentro de ambos movimientos literarios. Del Modernismo sería conveniente aclarar que hay dos etapas, una primera muy vital, sensorial, interesada por lo aristocrático y lo oriental, y muy colorista que apenas se ve reflejada en Luces de Bohemia, y una segunda etapa mucho más existencialista, pesimista y nihilista(escéptica), que es la realmente bohemia, y por tanto, la que se ejemplifica en esta obra. Pese a ser ambas etapas tan distintas entre sí, no dejan de pertenecer ambas a un mismo movimiento literario, que es el Modernismo. De hecho, hubo muchos autores como Rubén Darío o el propio Valle-Inclán, que trabajaron en las dos etapas del Modernismo. Del movimiento modernista, y concretamente de su segunda etapa, Luces de Bohemia destaca por el uso de acotaciones literarias con lenguaje muy refinado y sensorial, las escenas ambiguas o nihilistas (rechazo de los valores culturales, morales y políticos) y también la admiración hacia espacios modernos, urbanos y cosmopolitas. De la Generación del 98 cabe destacar los diálogos con lenguaje vulgar y coloquial, pero también preocupación por los problemas endémicos de la sociedad española, y una tendencia al existencialismo. Además se valora el paisaje típico castellano, destacándose Madrid como su núcleo y sus calles como escenario, pues es allí donde se desarrolla la acción de Luces de Bohemia.
Las carácterísticas del Modernismo son las siguientes:
-Destacan las acotaciones literarias, que al tener un lenguaje culto y refinado hacen de Luces de Bohemia una novela casi irrepresentable. Se describen sensaciones y olores o ruidos que no pueden representarse sobre un escenario, de ahí que se califique esta novela como una ‘novela dialogada’ o ‘novela irrepresentable’.
-Otro rasgo de la segunda etapa del Modernismo es el empleo en las acotaciones literarias de un lenguaje cuidado, muy sensorial y lleno de cultismos o bien neologismos, lo cual contrasta claramente con el lenguaje puramente coloquial de muchos diálogos.
-Hay además un gran número de escenas triviales y situaciones completamente nihilistas, muy absurdas o irrelevantes, que generan desconcierto en el lector.
-Por último destaca la admiración que siente Valle-Inclán hacia todo el mundo moderno, cosmopolita y urbano. De esta manera se entienden las referencias continuas a ciudades como París o Londres.
Centrándonos ahora en las carácterísticas de la Generación del 98, podemos destacar los siguientes aspectos:
-En los diálogos se emplea un lenguaje vulgar, excesivamente coloquial, que contrasta con el alto grado de refinamiento que alcanzan las acotaciones literarias.
-Otro rasgo es la preocupación por grandes interrogantes que el ser humano, desde un punto de vista existencialista, puede llegar a plantearse: la fugacidad de la vida, la cercanía de la muerte, el veloz paso del tiempo…
-También se observa una crítica negativa a la degradación moral, social y cultural que vive la sociedad española de principios del Siglo XX. Esto es precisamente lo que critica Max Estrella, el protagonista de la obra.
Por último, cabe tener en cuenta que Luces de Bohemia es una novela que se enmarca dentro de los años veinte, y por tanto no es extraño que sus principales influencias sean tanto la Generación del 98 como el Modernismo, cuyas carácterísticas ya se han comentado.
Evolución de la obra de Valle-Inclán. Justifica la inclusión de Luces de bohemia en la etapa que le corresponde
La obra literaria de Valle-Inclán sigue una evolución que le lleva de un Modernismo elegante y nostálgico de tiempos pasados hasta una literatura de hondo contenido crítico basada en la distorsión de la realidad. Pese a lo que pudiera parecer, este cambio operado en sus obras a lo largo de los años viene uniformado por una misma postura ante la vida, una postura estética que se aleja de las formas burguesas, en lo social, y de las formas realistas, en lo artístico.
La evolución de la obra de Valle es tanto más llamativa por cuanto no presenta fracturas importantes, a pesar de su evidente disparidad. Existe un verdadero abismo entre las Sonatas y el Ruedo Ibérico, pero bajo todas las diferencias se aprecia siempre la mano de un genio único, aunque diverso, plural e inagotable.
Nuestro autor cultiva los tres grandes géneros tradicionales con singular acierto: narrativa, lírica y teatro aunque con frecuencia no se ajusta a lo preceptivo en cada uno de ellos. Su prosa tiene profundos rasgos líricos, su teatro presenta descripciones y acotaciones propias de la novela, etc. Si hasta fechas recientes se venía minusvalorando su obra en verso, en la actualidad ha habido una revalorización. Podemos hacer un intento de clasificación de las obras de Valle, siguiendo a Fernando Lázaro Carreter, en tres etapas. Veámoslas con más detalle.
1. Etapa modernista o de Modernismo canónico (hasta 1907, aproximadamente).- En el año 1895 edita Valle-Inclán el volumen de cuentos Femeninas, obra con un manifiesto predominio del esteticismo modernista. Entre 1902 y 1905 escribirá Valle sus cuatro Sonatas, novelas en las que prevalece la exaltación de un mundo decadente visto con mirada nostálgica. Entre 1897 y 1904 escribirá diferentes obras (Flor de santidad) unidas por el nexo de una ambientación en la Galicia primitiva y mítica, donde la mezcla perfecta de lo real y lo legendario, de lo aristocrático y lo popular es moneda de curso ordinario. Técnicamente, seguimos con la coincidencia con el Modernismo en lo referente a cultivo de los valores formales.
2. Etapa de transición (1907-1920).- A este período pertenecen dos trilogías esenciales en la obra de Valle-Inclán: las Comedias bárbaras y las novelas de La Guerra carlista. Las Comedias bárbaras fueron escritas entre 1907 y 1922 (Ágüila de Blasón, Romance de lobos y Cara de plata). En ellas nos ofrece el autor de nuevo una ambientación en el mundo rural gallego, aunque en estos momentos nos presenta ese mundo como dominado por la miseria y la brutalidad. El punto de vista del autor se debate entre la nostalgia por lo ya perdido y la crítica de dicho mundo. En La Guerra carlista (Los cruzados de la causa, el resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño), escrita entre 1908 y 1909, nos encontramos de nuevo con el contraste, en este caso, entre el canto al heroísmo y la denuncia de la brutalidad.
3. Etapa de los esperpentos (1920-1936).- Hacia 1920 todas sus obras, narrativas o teatrales, presentarán rasgos esperpentizadores en mayor o menor medida. El esperpento es la respuesta ética y estética de Valle que refleja y denuncia la realidad miserable y deformada de la España de los años 20 y 30. Es el propio Valle el que da el nombre de esperpentos a cuatro obras(Luces de bohemia –1920-, Los cuernos de don Friolera –1921-, Las galas del difunto –1926- y La hija del capitán –1927-) A esta etapa pertenecen también las novelas Tirano Banderas (1926) y la trilogía El ruedo ibérico (La corte de los milagros –1927-, Viva mi dueño –1928- y Baza de espadas –1932-). Max Estrella, el protagonista de Luces de Bohemia, representa en gran medida la evolución de su autor desde las posturas bohemias del Modernismo, al compromiso activo con los más desfavorecidos. Las luces brillantes de la bohemia se están apagando y un violento contraluz reflejará la sociedad española de los años veinte, sumida en el oscurantismo religioso, los abusos de poder de los políticos y la ignorancia de un pueblo que detestaba la cultura y la inteligencia. El teatro esperpéntico de Valle irrumpe como teatro innovador en la escena española de principios del Siglo XX dominada por una dramaturgia oficial e inmovilista, que goza de la aceptación del público burgués. Valle-Inclán no se doblegó a los prejuicios estéticos del momento, y optó por desafiar las limitaciones de diverso tipo que presentaba el teatro de la época. Por ello, durante mucho tiempo se pensó que los esperpentos de Valle-Inclán no eran verdadero teatro, sino «novelas dialogadas», y que al menos en su mayoría eran irrepresentables. Tras las experiencias renovadoras de las concepciones escénicas, Valle-Inclán se descubre como la figura máxima del teatro español, así como un verdadero vanguardista que se anticipó considerablemente a las nuevas tendencias del teatro mundial.
Carácterísticas del esperpento y su reflejo en “Luces de Bohemia”
El ESPERPENTO es una técnica teatral propia de Valle-Inclán que pretende deformar la realidad, y para ello la tergiversa, con el fin de criticar la situación de España y denunciar entre otras cosas, la corrupción política, la degradación de la moral en la sociedad en la que vive y las injusticias sociales. El propio Valle-Inclán define en Luces de Bohemia qué es el esperpento, planteándolo como “un espejo cóncavo que deforma la realidad”.
La solidez de la técnica del esperpento se debe a dos factores fundamentales, que son en primer lugar la realidad histórica de la época de Valle y en segundo lugar, la literaturización(Este recurso consiste en el uso de material procedente de otras obras propias o no, o bien de personajes extraídos del mundillo de la literatura).
De la primera cabe destacar que la vida de Valle-Inclán se desarrolla en la España del último tercio del Siglo XIX, esto es, la época de la Restauración monárquica. Se trata de una época ciertamente convulsa, caracterizada por la inestabilidad social, las desigualdades y la corrupción. Valle-Inclán observa esta realidad y la refleja en Luces de Bohemia, que es su obra maestra. De hecho, muchos personajes de la novela están basados en amigos y conocidos del propio Valle-Inclán.
Tal es el caso de Max Estrella, quien sin ir más lejos está basado en el escritor bohemio y amigo de Valle-Inclán, Alejandro Sawa.
De la segunda cabe destacar el gran patrimonio cultural y literario que posee Valle-Inclán, y que demuestra constantemente. En la obra, el autor incluye a otros autores y escritores de su época tales como el modernista Rubén Darío o Alejandro Sawa. Además, Valle-Inclán incluye también personajes que ya aparecen en novelas anteriores, como el Marqués de Bradomín, al cual conocimos años atrás cuando aparecíó en las cuatro Sonatas que se publicaron en 1904. Por si fuese poco, Valle-Inclán también parodia algunas célebres escenas de la literatura clásica. Un ejemplo de esto último es la escena final del cementerio, en la cual la conversación que mantiene el marqués de Bradomín y Rubén Darío nos recuerda a la que cierra la obra de Hamlet, de Shakespeare.
Enunciada ya la definición y las bases del esperpento, es ahora el momento de centrarse en las carácterísticas principales.
-La primera de ellas es la distorsión de la realidad. Valle-Inclán distorsiona la realidad para señalar lo más grotesco y criticar así la falta de apoyo a la cultura en España. Un ejemplo de esta distorsión de la realidad es el momento en que Max Estrella es encarcelado simplemente por atreverse a pensar de forma diferente a la del resto.
-La segunda carácterística es la degradación de los personajes. Para ello, Valle-Inclán emplea algunos recursos, como es la animalización, la cosificación o la muñequización. La animalización consiste en atribuir a los personajes cualidades propias de bestias y animales (Don Latino ladra como un perro). Mediante la cosificación se atribuyen a los personajes cualidades propias de cosas u objetos (los bohemios son melenas y los policías son bultos). Por último, la muñequización hace referencia a que el autor observa a sus personajes desde un plano superior, y por tanto los trata como marionetas a las que puede manipular según su voluntad.
-Además, otra carácterística del esperpento es la ironía constante. Hay humor ácido y negro en la obra. Un ejemplo sería cuando Max le pregunta al sereno si él es Santa Lucía, la patrona de los ciegos, y si le permitirá recuperar la vista.
-También el desgarro lingüístico: uso constante del habla coloquial, de la lengua hablada: expresiones, vocablos, modismos considerados como ordinarieces o groserías.
-Por último, otra carácterística del esperpento es el uso de contrastes, la contraposición de ideas irrelevantes con momentos de gran transcendencia. Un ejemplo es cuando una pobre mujer que ha perdido a su hijo llora ante el cuerpo del niño mientras los transeúntes que la observan la califican de exagerada y victimista.
En conclusión, el esperpento deforma la imagen que tenemos de la realidad para mostrárnosla auténtica: la grotesca y absurda vida española contemporánea. La distorsión de personajes, espacios y acciones, producen en el espectador risa, horror y sorpresa a un tiempo.
Los temas de Luces de Bohemia
La obra no plantea un único tema, sino varios al mismo tiempo y sin contradicciones entre ellos, puesto que el gran problema es la carencia de valores de la sociedad española, ejemplificada en una serie de ambientes, discusiones y comportamientos individuales a través de una estética muy particular.
Luces de Bohemia (1920) se divide en quince escenas, cuyo tema gira en torno a las relaciones entre el ciego y pobre escritor Max Estrella y un amplio abanico de personajes, la mayoría de ambientes miserables y marginales, de entre los que destaca el más miserable de todos, Latino de Hispalis, que al quedarse con un billete de lotería premiado de Max, recién fallecido, provoca indirectamente la muerte de la familia de Max, desesperada por la situación de pobreza extrema. Valle se inspiró en la figura del novelista sevillano Alejandro Sawa quien murió pobre, ciego y loco dejando inédita su mejor obra, para crear el personaje protagonista Max Estrella.
La obra es una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en una España deforme, injusta, opresiva, absurda; una España donde no encuentran sitio la pureza, la honestidad o el arte noble. Otros esperpentos son Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán, publicados juntos por su autor en 1930 con el título de Martes de Carnaval.
En la obra se denuncia la situación histórico-social: el hambre y la corrupción política. Un tema evidente es la problemática histórica y social, cuyas referencias son numerosas, por ejemplo, el hambre, las manifestaciones multitudinarias. En la obra se dice “corren por la calle tropeles de obreros. Resuena el golpe de muchos cierres metálicos” o “El pueblo que roba en los establecimientos públicos”. Frente a las manifestaciones y a las organizaciones obreras aparecen organizaciones patronales amparadas por la policía y el Gobierno, un ejemplo, la Acción Ciudadana.
Otro tema muy importante es la muerte. Se trata de un tema señalado, por ejemplo, en las llamadas al suicidio. El preso catalán, Rubén Darío y Max Estrella hablan de la muerte. En la escena del velatorio Rubén Darío y el Marqués de Bradomín hablan también sobre ella. No hay que olvidar al niño muerto en los brazos de su madre. La obra presenta una estructura circular, en la primera escena encontramos la invitación al suicidio colectiva que hace a su familia y la obra termina cerrándose en la muerte misteriosa de la madre y la hija.
Además, a través de los personajes, vemos distintas formas de afrontar la muerte: Max es partidario del suicidio, sin ninguna creencia religiosa. El preso catalán se resigna ante ella. Rubén Darío la supera con el consuelo de la vida eterna, ya que se declara creyente. El Marqués de Bradomín y Rubén Darío la ven como algo con lo que evitar el horror de perecer sin esperanza en el cuarto de un hotel.
Otro tema importante es la religión. Son numerosas las escenas donde se hacen alusiones religiosas. El preso catalán (escena 6) se llama Mateo que significa “mano de Dios”. Max llama Saulo al anarquista y le encomienda la misión de predicar una nueva religión.
En cuanto a las acotaciones (indicadores que da el autor haciendo referencia a la acción, los personajes y lo que conlleva el desarrollo de la escena), son de carácter literario. Desde la primera escena se indica en las acotaciones la aparición de la luz (“Media cara en reflejo y media en sombra”,”luz de acetileno”, “luz de la candileja”). Otras indicaciones o acotaciones son más concretas, como si nos describiesen un cuadro, por ejemplo “Sobre las campanas negras la luna clara”
La obra presenta una simetría. Las escenas se pueden dividir en dos grupos. Ambos grupos de escenas se encuentran en el mismo lapso temporal: doce horas. En las doce primeras horas tiene lugar el recorrido madrileño del poeta y su muerte. En las tres últimas relata el anticlímax que se forma tras la muerte del poeta. La simetría de la obra también se encuentra marcada por las apariciones del preso catalán; primero como prisionero. También encontramos, a lo largo de toda la obra referencias a la capa empeñada de Max y las invitaciones al suicidio, todo lo cual contribuye a dotar el texto de simetría.
Otro aspecto que llama la atención de la obra es la reducción temporal, lo que contribuye a acrecentar el sentimiento trágico. En cuanto al espacio, la acción teatral se desarrolla en Madrid, en diversos escenarios, que solo adquieren sentido visto en conjunto.
En la obra encontramos un gran número de personajes: 54 según la lista del Dramatis personae. Algunos de estos personajes están inspirados en la vida real. Como personaje real cabe destacar a Rubén Darío. Como personajes basados en la vida real, Don Gay Peregrino es Ziroballo, Max Estrella es Alejandro Sawa, Zaratustra es el librero y editor Gregorio Pueyo, Soulinake es Ernesto Bark. Máximo Estrella es el personaje principal de la obra. El libro nos lo presenta como un bohemio, ciego, pálido y calvo que posee una hermosa barba con mechones de canas. Es un gran poeta al que no se le reconoce el talento, por lo que está hundido en la miseria. No obstante, es muy consciente de su situación e intenta afrontarla con humor e ironía. Además se destaca su constante oposición a las injusticias y su afición a pasar las horas en la taberna, ahogando las penas con alcohol en compañía de sus amigos. Estaba inspirado en Alejandro Sawa.
De la crítica de Luces de Bohemia no se libra nadie, desde la monarquía hasta el último plebeyo, pasando por la estéril bohemia: la queja es, así, total y aparece por primera vez una crítica colectiva. La obra constituye una feroz sátira política y social de la España del momento, un mundo de injusticia, miseria, estupidez, arbitrariedad y violencia, sin más salida que la muerte. Los sucesos históricos se proyectan de manera grotesca; de este modo, evidencian su carácter absurdo, aunque presentan consecuencias serias y aun desastrosas. El público, al analizarlos distanciadamente, aprenderá a ser crítico.
Luces de Bohemia y la realidad política y social
Luces de Bohemia es una obra profundamente renovadora desde el punto de vista teatral y de denuncia desde el punto de vista social. Toda la crítica ha destacado el aire de protesta que el esperpento encierra. Se aproxima así Valle a las inquietudes de la generación del 98, preocupados por la decadencia de España. La obra refleja el clima de violenta agitación social y de represión, de estado de excepción permanente que desde la Semana Trágica (1909) al periodo revolucionario de 1917-19 marcan las primeras décadas del siglo. Valle Inclán presenta ese malestar social motivado por unas injusticias agudísimas, la explotación y miseria creciente de las clases trabajadoras, que comienzan a organizarse y a luchar. Con voluntad de denuncia se presenta el hambre y las miserias del pueblo, una constante en la época. Las manifestaciones tumultuarias, con asalto y saqueo de tiendas, se reflejan en la obra. Y con ellas la violencia de los empresarios para atajarlas. De especial fuerza es la protesta ante la represión policial (la muerte del obrero catalán condenado a morir en la aplicación de la Ley de fugas o la muerte del niño a consecuencia de la represión callejera). De este modo, se critica la acción del gobierno y de la policía que incluso amparaba a organizaciones patronales como la Acción Ciudadana que participaba protegiendo a los esquiroles o cargando contra los manifestantes.
En lo estrictamente político, se muestra la descomposición del sistema en que se había sustentado la Restauración. Tal visión incluye críticas a políticos de diversos signos: Castelar, Romanones y, especialmente, el conservador Maura. Tampoco el rey Alfonso XIII se libra de las ironías. Se arremete de diversos modos contra el mal gobierno y contra la corrupción. Se fustiga el capitalismo y el conformismo burgués. Y a la Iglesia, que aparece apoyando el poder establecido.
Pero la corrupción se extiende no sólo en los políticos más poderosos o a la prensa que recibía sobornos de éstos, sino también a los miembros más miserables de la sociedad (D. Latino de Hispalis).
Otro aspecto que merece la pena señalar es la crítica a una religiosidad tradicional y vacía (escena II) y la crítica de figuras, escuelas o instituciones literarias (burlas a la Real Academia, al Modernismo tardío o a escritores concretos: Galdós («Don Benito el Garbancero»).
También Valle-Inclán pasa revista a un conjunto de «vicios hispánicos» que aparecen inherentes a nuestro país: la superficial patriotería -que no es sino el complejo de inferioridad de país atrasado frente al extranjero- y el triunfalismo oficial que tanto se avivaría en las guerras coloniales.
En conclusión, Valle cuestiona los puntos más críticos de la España de su tiempo: la corrupción generalizada, la secular pobreza y la miseria del pueblo español; así como la falta de ideales y de amor por la cultura. En suma, todo parece llevarnos, en conjunto a aquella frase suya que ya conocemos: «España es una deformación grotesca de la civilización europea». Y Valle-Inclán no propone soluciones, es más bien un grito de protesta y de denuncia contra una sociedad cuyos valores han desaparecido y que han convertido el mundo en un esperpento.
Los personajes de Max Estrella y don Latino en Luces de Bohemia
En Luces de Bohemia aparecen más de cincuenta personajes (suman un total de cincuenta y cuatro). Ello, añadido a la gran variedad de escenarios, ha servido como argumento para calificar esta obra como una novela ‘dialogada’ o incluso ‘irrepresentable’.
Los personajes son muy variados, pues los hay de todas clases sociales. (Poderosos, oprimidos, trabajadores, bohemios, marginados…). La mayoría de ellos pertenecen a las clases medias y bajas, pero lo que todos tienen en común es su mediocridad. Todos comparten un mismo sentido negativo y pesimista sobre la vida, que es fruto del desencanto y que no da cabida a la esperanza. Son personajes con problemas, pero que no aspiran a solucionarlos. Los personajes principales de esta obra son Max Estrella y Don Latino de Hispalis.
Respecto a Max Estrella, aunque es una proyección del propio Valle, sus rasgos básicos los toma a partir de la figura de Alejandro Sawa, periodista andaluz amigo personal del autor que murió en 1909 y que ha sido considerado como la personificación de la bohemia por parte del vanguardista Ramón Gómez de la Serna. Sus similitudes con Max Estrella son numerosas: ambos eran escritores, estaban casados con mujeres francesas y murieron ciegos, locos y en la más absoluta miseria tras recibir una carta donde se prescindía de sus servicios en el mundo del periodismo.
El personaje de Max Estrella hemos de definirlo como un poeta totalmente bohemio, tanto por su forma de pensar y actuar como por su forma de vestir. Es alguien totalmente diferenciado del resto; pese a que es ciego, parece que es el único que es capaz de ver y entender la degradación moral y las injusticias de la sociedad en la que vive. En un principio parece alguien sensato, que se guía por principios de nobleza y justicia y critica lo que no es ético.
Sin embargo, a lo largo de la novela se nos muestran algunos de sus vicios. Realmente Max Estrella es un personaje que además de tener errores y defectos, es víctima de llamativas contradicciones. Así por ejemplo, en las últimas escenas Max sucumbe a los vicios que siempre había criticado, pues acepta un soborno del ministro y se desentiende de su familia, sin importarle que ésta sufra hambre y miseria.
En definitiva, Max Estrella, aunque alcanza momentos de indudable grandeza, es un personaje que acaba siendo manipulado, que pierde su dignidad y se deja llevar por una tendencia nihilista, existencialista y muy autodestructiva cuyo final no puede ser otro que la muerte. De hecho, Max acaba solo, pobre y abandonado en la calle, rodeado de miseria y pasando frío.
En cuanto al personaje de Don Latino de Hispalis, éste resulta también particularmente interesante, no sólo porque es el principal compañero y adulador de Max Estrella, sino porque en realidad él encarna todos los defectos y vicios que Max critica. Don Latino de Hispalis, cuyo nombre proviene del barrio latino de París y de la ciudad de Sevilla, es un personaje ruin y miserable, que carece por completo de valores y únicamente actúa por dinero. Es un ser falso e hipócrita que estafa, engaña y manipula a los demás sin importarle nada más que su propio beneficio. Es, probablemente, el personaje más esperpéntico de toda la obra. Cínico, parásito, desleal y canalla, apenas hay en él un resto de dignidad. Es el bohemio golfo que se arrima como un perro, al bohemio heroico, al que no duda en adular, burlar y robar. Don Latino es un mediocre intelectual que admite no entender la poesía de Rubén Darío o también se veobligado a incorporar las ocurrencias de otros personajes, especialmente de Max. Don Latino ofrece una visión conservadora, reaccionaria, de personaje que acata el sistema.
Tradición y vanguardia en la poesía de MH
El poeta del pueblo o el poeta del corazón, Miguel Hernández, fue uno de los poetas más importantes de la literatura española del Siglo XX. En primer lugar, por su espíritu humilde y comprometido, y en segundo lugar, por su innovadora poesía que a la vez reproduce la tradición popular y los rasgos más importantes de muchos otros autores y corrientes estilísticas. Llevado a la muerte por sus ideales republicanos y la falta de apoyo, Miguel Hernández nunca perdíó la esperanza de construir un mundo mejor, algo que nos transmite en su poesía.
La importancia de sus poemas yace, pues, en la influencia que reciben y a su vez, en la influencia que produjeron una vez muerto el poeta, ya que sus méritos no fueron reconocidos en vida. Su obra poética constituye toda una evolución de su vida, por lo tanto, hemos de reconocer los estilos y gustos literarios del poeta.
Miguel Hernández tuvo como primera inspiración la literatura oral de tipo popular, pero por otro lado, también leía a los autores cultos, y con el tiempo, tiende a la innovación y creación de un estilo propio. Veamos la tradición de su poesía en cuanto a tres ejes.
En primer lugar cabe destacar que encontramos en su obra influencias de la literatura española. Su primera etapa fue de costumbrismo regionalista, y a ésta añadió propio sentimentalismo: la identificación emocional del propio poeta con la naturaleza. Encontramos influencias en sus primeros poemas de Juan de la Cruz y Fray Luis de León, que combina con la poesía renacentista y con la poesía pastoril. El rayo que no cesa es una reelaboración pagana y sensual de la poesía con todas esas influencias, además del petrarquismo de Garcilaso y el existencialismo de Quevedo. Su poesía amorosa anterior a la Guerra Civil se forja en la tradición del amor cortés, y sus primeras obras, están impregnadas de un toque modernista siguiendo a Rubén Darío. Por otro lado, tiene influjos de Unamuno, Machado y Juan Ramón Jiménez, a quienes lee con asiduidad. Pero en esta etapa de formación de una voz poética propia tampoco rechaza a algunos autores ROMánticos como Bécquer, Espronceda o Zorrilla. En Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras aparece una alusión a Calderón de la Barca, y también encontramos vestigios de Lope de Vega. Pero sobre todo, tiene influencias en su primera etapa de la poesía de Luis de Góngora, que se mantiene hasta el último poema de El rayo que no cesa.
En segundo lugar, Miguel también sigue la línea de la vanguardia y el Surrealismo. Aunque sus contactos con las vanguardias fueron escasos, bebe de algunas de sus carácterísticas. Utiliza un lenguaje surrealista antes de tener que dirigirse al pueblo llano en su libro Vientos del pueblo. Pero después de esta etapa de poesía “rebelde”, Hernández escribe a la ausencia de libertad y de esperanza, a los enamorados que no pueden estar juntos, a la inseguridad del futuro… etc. Precisamente a finales de 1935 utiliza algunas imágenes extravagantes, y muestra un conflicto entre la mortalidad y la fuerza pasional de vivir, y por su cambio ideológico, vemos una evolución, abandonando así el tradicionalismo social y conformista. En definitiva, en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno.
Finalmente, Hernández bebe del neopopularismo, que obtiene por la tradición oral y además, sus lecturas: del folklore español y de recreaciones cultas de otros poetas que realzaban la lírica tradicional, y de aquí sacó inspiración de su contemporáneo Federico García Lorca. Hernández dio a su poesía una valoración inmediata, de comunicación con la vida, y la tradición popular persiste, en mayor o menor grado, a lo largo de toda su producción literaria. Este es pues, el estilo del poeta pastor, con influencias variadas que dotan a su poesía de una tradición necesaria y además con la creación de su propia voz poética.
En definitiva, en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo moderno, lo tradicional y lo renovador, en una síntesis ejemplar de la estética en las décadas de los años 20 y 30 del Siglo XX español. De la etapa de pureza estética de la inmensa minoría juanramoniana se pasará a la de la inmensa compañía. Por sus orígenes populares y por su decantación hacia el arte popular más accesibles a los españoles de su tiempo, reelabora y reconstruye las formas populares de los romances y de las cancioncillas tradicionales. La reutilización de la poesía tradicional enfatiza su proceso de rehumanización: pasa del yo al nosotros y regresa al yo íntimo de los últimos tiempos.
Trayectoria poética de MH: la evolución de su poesía
Los amantes de las clasificaciones incluyen a Miguel Hernández entre el conjunto de poetas que configuran la denominada GENERACIÓN DE 1936.
La brevedad de su vida no impide observar distintos influjos, planteamientos y evolución en su poesía. De hecho se observa en Miguel Hernández que cada etapa es bastante diferente a la anterior. Son apenas diez años de producción poética pero podemos distinguir en ella varios periodos.
A. ETAPA DE APRENDIZAJE. Sus primeros poemas reflejarán el entorno en que se mueve y sus preocupaciones, eso es: sus despreocupaciones. Vive inmerso en una naturaleza viva, y ella es quien le dicta los temas sobre los que ha de hablar: pastores, corderos, ríos, barrancos, noches silenciosas; árboles, flores, aves. Difícil encontrar en sus estos textos primerizos otra cosa que imitación de sus fuentes y deseo de escribir poemas, aunque algunos tuvieron la suerte de ser publicados. El contacto con la naturaleza lo convierte en un archivo viviente, conocedor exhaustivo de los elementos naturales («Soneto lunario»). Es frecuente la figura de un pastor o pastora (influencia de Virgilio y Garcilaso). Utiliza todo tipo de metros, ritmos, figuras o rimas.
B. ETAPA DE AFIRMACIÓN. Hernández sabe que debe evolucionar. Sabe que aquellos que él tenía como maestros no están de moda. La generación del 27 ha desarraigado al Modernismo para siempre, y ahora prima el lenguaje metafórico sobre el lenguaje lineal, la poesía lírica sobre la narrativa, Guillén sobre Darío, Góngora por encima de todos. El influjo de Jorge Guillén es definitivo en el joven Hernández, que ve en el primero un modelo de perfección formal. Tras un trabajo incansable para convertirse en poeta publica Perito en lunas, compuesto por 42 octavas reales. La crítica, o lo olvidó o lo cuestiónó. Era entonces Miguel el hombre de la tierra que tendía a las formas de expresión más cultas y estaba superando una tragedia: la del hombre sin cultura que aspiraba a ella. Este libro era un intento en su camino hacia la consagración como poeta: su primer paso que resultó fallido. Con todo, a su favor hay que considerar: 1º) Miguel encuentra el camino de la imagen a través de un léxico culto que no le era ajeno y no debe considerarse postizo. 2º) Se ha esforzado para ajustar su pensamiento a la estrofa clásica octava real, lo que supone un ejercicio intenso de condensación y reflexión poética. 3º) En el estrecho margen de la octava ha incluido la mayor parte de sus asuntos poéticos -todo lo referido a la huerta oriolana- y lo ha hecho con tintes vanguardistas. 4º) Ha incorporado también temas apenas abordados por los poetas de su época -como el sexo- que lo convierten en un pionero. 5º) Ha descubierto el valor simbólico de la luna, a través de la cual establecerá relaciones con los cuernos del toro, la sandía, el pozo, la hogaza, el barril, el retrato, la noria, la navaja, el huevo, el horno, etc., bien alejados de los tópicos ROMánticos. Seguirán presentes elementos de la naturaleza y aparecen las metáforas sexuales (la morena: sexo viril en erección; «cero sobre cero»: los testículos; «Holanda espuma»: la eyaculación; la higuera: sexo del poeta; dedo/anillo y río/puente: el acoplamiento….). En el terreno religioso mantiene una profunda lucha interna con los preceptos que le impone la religión en materia de sexo. Tras conocer a Josefina compone los primeros poemas amorosos (»Primavera celosa»)
C. ETAPA DE CONFIRMACIÓN. En Madrid, se encuentra casi sin querer con uno de los temas que van a dejar honda huella en su poesía: el toro. No es un asunto novedoso pero ahora se renueva para vivificar su poesía. El amor y la imagen del toro llevan implícitas, además, la de la muerte, que cobra una importancia definitiva. A finales de 1935 da por concluido El rayo que no cesa donde encontramos la célebre «Elegía a Ramón Sijé» (el amigo muerto).Desde el título se observa la intención de deslumbrar y hacer que se le preste atención perdurable. Y lo consigue. Son 30 poemas que giran en torno a su destino como hombre, y éste se fundamenta en torno a dos pilares: amor y muerte. El amor que lo lleva en volandas, y la muerte que lo espera para llevárselo. Eros y Tánatos se dan la mano en El rayo que no cesa. El poeta está enamorado, y este amor, que no puede llevar a sus últimas consecuencias, ese amor que no puede concretar carnalmente, le produce una profunda pena a la cual tampoco da plena rienda suelta. Miguel se encuentra en una etapa de crisis espiritual. No olvida la religiosidad recibida en el colegio. Conoce los mejores poemas amorosos de nuestra lírica clásica. Pero su pasión es fuerte, y amenaza con romper barreras, con desbordar los límites permitidos por las enseñanzas católicas. El instinto le pide consumar su amor, («Ya se desembaraza y se desmembrá») pero sigue inhibido por la tradición religiosa que probablemente su amada Josefina (miembro de la congregación de las Hijas de María) le pone por delante para frenar sus ímpetus. Al final pasa de la angustia de vivir como pecado las tentaciones carnales que le alejaban de Dios, a una valoración positiva del amor de mujer. El amor divino es sustituido por el amor humano. La estrofa dominante en el libro es el soneto, y sin duda, el molde del soneto servía también para limitar externamente el ardor que lo devoraba por dentro. Los símbolos de la etapa son el rayo y el cuchillo, provocadores de heridas y de muerte.
D. ETAPA DE DERIVACIÓN. Ya habían entrado en la poesía hernandiana los elementos sustanciales que la habían de nutrir. Ya había revitalizado el soneto. Ya conocía el significado de la muerte que se lleva a los seres queridos. Sólo le faltaba consumar el amor. Pero Miguel Hernández es ya también un hombre que no sólo está atento a su interior, sino que también empieza a sentirse comprometido con los hombres menos favorecidos de su tiempo. De la soledad por la ausencia de Josefina pasa a la compañía de los hombres y mujeres que tienen puntos de vista sociales con los que no se puede permanecer en estado neutro. Y se liberará por fin de los yugos de la religión. Cuando estalla la guerra, Miguel se convierte en el poeta del pueblo. La poesía es el arma que sí sabe manejar. Y lo va a demostrar en Viento del pueblo (1937). El libro se abre con una elegía a su amigo Federico y lo continúa con otros 24 textos de diferentes matices: la arenga militar en «Vientos del pueblo me llevan», el recordatorio de la servidumbre secular de los hombres sencillos en «El niño yuntero», el reclamo propagandístico para enrolarse en las filas republicanas en «Llanto a la juventud», el canto a la mujer bélica e ideológicamente activa, el agradecimiento a aquellos extranjeros que murieron defendiendo las fuerzas republicanas, la condena a quienes ayudaron a las tropas nacionales, el ensalzamiento del trabajo manual, la lucha como paso previo a la felicidad familiar. Con esta obra inicia la vuelta a la sencillez del verso, relegando al olvido los rebuscamientos conceptuales. Recoge para sus imágenes y metáforas elementos de la vida agrícola y campesina en general. Se reencuentra consigo mismo y con lo que más conoce y quiere: la vida rural (ejemplo de ese retroceso son «El niño yuntero» y «Aceituneros»). En Viento del pueblo cambia el tono. Ahora es el del hombre que habla a sus compañeros de fatigas. El de quien, sabiéndose pueblo, ocupa un estrado de cierto privilegio. Un privilegio que no utiliza en su propio bien, sino por el del colectivo social en el que se incluye. Se cerrará esta etapa con El hombre acecha (1938), libro dedicado a Pablo Neruda. Consta tan sólo de 19 poemas. El tono del conjunto puede considerarse continuación de Vientos del pueblo. Se pueden clasificar los poemas de esta obra en los siguientes grupos: a)combativos, b) sociales c) políticos y d) de afiliación. El libro refleja la posición que el poeta va asumiendo ante los hechos que se avecinan, esto es, ante la derrota final en la guerra. El poeta pasa poco a poco del tono amargo y desesperanzado a una situación anímica de relajación ante la impotencia.
E. ETAPA DE DESPEDIDA. En 1939 publica Cancionero y romancero de ausencias. Supone el último legado, la despedida poética de Miguel Hernández e incluye poemas bellísimos en los que predominan tres temas fundamentales: el amor, la ausencia y la muerte. Directa o indirectamente manifiesta la tragedia en que se ve envuelto: muerte de su primer hijo, hambre, separación de los seres queridos, pérdida de la guerra, condena a muerte, cárcel, enfermedad. No consigue eliminar su dolor, aunque sí mantener la esperanza durante algún tiempo, el suficiente para resumir en el nuevo hijo las ansias de eternidad, de libertad, de felicidad. Todo el libro muestra al poeta herido por las tres heridas -la de la vida, la de la muerte, la del amor- que se resumen en una sola: la del amor que traspasa las barreras del tiempo y del espacio. Ni la guerra, ni la cárcel, ni el odio, ni la depresión podrán triunfar sobre el interminable deseo de amar. Amar en plenitud, con amor de padre y de madre como se advierte en las célebres «Nanas de la cebolla», con amor de hijo, con amor sexual.
En contraste con el uso de la poesía popular en su primera época, en la que predominaba el juego metafórico y la búsqueda de efectos estéticos, ahora la poesía es el cauce del desconcierto emocional, cauce profundo que se une a la situación del poeta, y que, por tanto, no responde a intento alguno de imitar formas populares. En el estilo domina la desnudez y la concentración. En sus poemas se formulan metáforas muy singulares, en las que sobresale la proyección de lo trágico y del dolor.
El compromiso social y político en la obra de Miguel Hernández
La vida y la obra de Miguel Hernández están caracterizadas por su compromiso social y político que de forma gradual, irá aumentando conforme se sucedieron en la década de los años 30 tanto situaciones personales del autor como hechos históricos en España.
Miguel Hernández nace en una familia humilde que vive del campo y en la que recibe una educación católica. En su orientación literaria jugó un papel muy importante su amigo Ramón Sijé, que junto la citada educación religiosa le llevaron a una tendencia literaria clasista, es decir, a una obra marcada por una ferviente fe religiosa, como vemos en el hecho de que su primera obra de teatro fuera un auto sacramental.
En ésta primera época, Miguel Hernández se caracteriza por una actitud conservadora y conformista, expresando que la manera de llegar a Dios es a través del trabajo, y critica las acciones revolucionarias campesinas y obreras. Esta tendencia queda reflejada en su poesía en las obras Perito en Lunas, en Imagen de tu huella y sobre todo en los poemas sueltos que escribe hasta la primera mitad de la década de los 30. Éstos son poemas con temas clásicos tratados de éste modo, como son la naturaleza, la muerte, el amor y el odio, temas que vemos en poemas como Lagarto, mosca, grillo… o en Un carnívoro cuchillo
Pero con la llegada de la República, esta tendencia conservadora empieza a cambiar. Miguel Hernández comienza a pensar en el más débil, en el obrero, y busca una mejor calidad de vida del más débil a través de la alfabetización, de la enseñanza. Este es el primer compromiso social de Miguel Hernández, que mantendrá hasta su muerte. Buscará llegar al obrero y culturizarlo a través de una poesía sencilla, de modo que éste lo entienda y piense sobre su vida. Es una poesía dirigida, como el propio Hernández indica: “para la inmensa mayoría”; será a partir de éste momento cuando comience la poesía social del poeta. Este cambio de mentalidad se verá muy influenciado por la crisis religiosa que sufre en este momento. Esta época de tránsito la veremos reflejada en la obra El rayo que no cesa, siendo el mejor ejemplo el poema suelto Sonreídme, donde el autor se aparta de las creencias religiosas a las que ha estado sujeto desde su juventud.
Ya con posterioridad a influencia de Alberti y Neruda, jugará un papel muy importante en la evolución política de Miguel Hernández, que, impulsado por los hechos que acontecen a la segunda mitad de los años 30, pasará a una actitud en la que busca defender y dignificar al hombre del campo, buscando concienciarlo de sus derechos y alentarle a conseguirlos. En ésta actitud el origen humilde y campesino de Miguel Hernández jugará un papel muy importante, utilizando incluso en su poesía experiencias para denunciar la situación del hombre del campo. Es precisamente en éste momento y sumido en el contexto histórico, cuando comienza el compromiso político de Miguel Hernández. Compromiso en el que Miguel Hernández no busca poder o un cargo político, sino conseguir la dignidad de los más débiles a través de la denuncia social por medio de la poesía.
En el momento en el que estalla la Guerra Civil, el poeta se decanta por el bando republicano, que es el que se identifica con los pobres. Miguel Hernández consideraba su poesía como arma para conseguir esa dignificación del más débil, por lo que elaborará una poesía de guerra, es decir, de aliento y propaganda a su causa. Por lo tanto vemos que su mayor compromiso político y social tiene dos detonantes: uno personal, como es la amistad de otros autores como Neruda o Alberti, y otro histórico, que es el comienzo de la Guerra Civil. Sus dos obras más significativas en el aspecto social y político pertenecen a ésta época:
Vientos del pueblo y El hombre acecha.
La primera se escribe a comienzos de la guerra, y la segunda a finales, por lo que son dos obras con una actitud muy diferente por parte del autor. Es la poesía impura, alejada de las vanguardias y asentada en el Surrealismo.
En la primera obra poética, Miguel Hernández toma una actitud luchadora y alentadora, con optimismo en la victoria y alentando a los obreros a luchar contra las personas que les aprisionan y explotan. Miguel Hernández se siente pueblo, y como él, luchará desde las trincheras por sus derechos. Es una poesía comprometida con la búsqueda de la libertad, y que exalta la figura de la patria. Trata de transmitir valentía a los soldados, utilizando lo que él considera su mejor arma: la palabra. Los obreros podrán morir en la guerra, pero morirán con el valor que Miguel Hernández ha buscado desde un principio que consigan: la dignidad.
El poeta pasará a la figura plural, la figura del nosotros, con el fin de arengar a sus compañeros y los incite a luchar por los valores de la solidaridad. Para reflejar este compromiso social y político, Miguel Hernández empleará símbolos del obrero, como es el trabajo, la sangre o el sudor, y utilizará otros como el martillo para incitar a la lucha en busca de los valores comentados y, sobre todo, de la libertad del pueblo llano. Utilizará una forma sencilla para llegar a todo el pueblo. Finalmente el poeta luchará por conseguir una España en la que todo el mundo tenga los mismos derechos para las siguientes generaciones y así lo dejará reflejado en ambas obras.
En la segunda obra citada, el poeta refleja una actitud pesimista y desalentadora, debido al momento en el que la escribe, ya en las últimas fases de la guerra. Lamenta el amor hacia la patria con la inminente derrota en la guerra. En esta obra veremos la frustración del autor, expresando lo más íntimo de él mismo, de su identidad, marcando el destino de la muerte por las consecuencias de la guerra. Pero Miguel Hernández mantendrá una pequeña esperanza en la victoria a través del amor a su país, intentando negar la derrota total.
Por lo tanto, vemos que el fuerte compromiso social de Miguel Hernández tiene, desde que abandona la motivación religiosa, una faceta cultural hacia el obrero. Mientras tanto, su compromiso político se une con su compromiso social, en la lucha por conseguir la dignidad, la libertad y los derechos de todos los trabajadores de España. Ambos compromisos, como hemos visto, están muy influenciados por los motivos personales del autor y sobre todo por los hechos políticos que caracterizan la época.
Las imágenes y los símbolos en la poesía de MH
El lenguaje poético de Miguel Hernández experimenta una serie de cambios a lo largo de la trayectoria del poeta, en estrecha relación con las etapas por las que atraviesa, y que son:
• Una primera etapa dominada por la poesía pura de Perito en lunas. Con un lenguaje próximo al gongorismo, por la dificultad de su metamorfismo creado a partir de elementos pertenecientes al lenguaje del mundo de la naturaleza.
• Una segunda etapa que corresponde a la poética neorromántica de El rayo que no cesa. Es un lenguaje que mezcla el gongorismo con el lenguaje propio de la expresión del dolor que causa el amor.
• Una tercera etapa motivada por la situación política y social, que da lugar a la literatura de urgencia de Viento del pueblo y El hombre acecha. Utiliza un lenguaje directo y claro de la poesía que tiene como finalidad defender la libertad, la clase trabajadora.
• Una última etapa caracterizada por su encarcelamiento y la soledad, que da lugar a la poesía intimista de Cancionero y romancero de ausencias. Con un lenguaje propio de la lírica tradicional, sencillo y directo, como vehículo apropiado para la expresión de un sentimiento auténtico, que en esta ocasión se corresponde con el dolor, la soledad, el amor y la esperanza.
Una carácterística fundamental del lenguaje poético de Miguel Hernández es la utilización de una serie de símbolos que aparecen en todas sus etapas creativas. Pero, como también el lenguaje y la métrica, estos símbolos adquieren diferentes significados y connotaciones en estrecha relación con la evolución temática de su poesía.
Estos símbolos son: a. Huesos b. Lluvia c. Luna d. Rayo e Toro f. Viento g Tierra h.Luz / Sombra
a. Huesos
La utilización del símbolo de los huesos es una constante en la poesía de Miguel Hernández. En su primera etapa creativa, se citan los huesos cuando el poeta trata el tema de la muerte.
En el período amoroso, este símbolo pasa a designar el impulso erótico, en relación con la amada y con el deseo sexual no satisfecho.
En el período bélico, este símbolo pasa a identificarse con la fuerza de las tropas, que el autor trata de mantener.
Por último, en su última etapa, este símbolo expresa principalmente la ausencia de la amada.
b. Lluvia
La lluvia también es una de las metáforas constantes en la obra de Miguel Hernández. En su primera etapa, este elemento se identifica con el fenómeno natural fundamental para la vida, elemento del que depende la vida del agricultor.
En el período amoroso, la lluvia hace referencia a la pena y al dolor que provoca el amor:
También, la lluvia se relaciona con el dolor producido por la muerte de un ser querido, como se refleja en la Elegía Primera, dedicada a Federico García Lorca.
En los poemas de la etapa bélica, la lluvia se asocia con el esfuerzo del trabajador, y se identifica con el sudor.
En otros poemas de la misma etapa, la lluvia se transforma en símbolo apropiado para avivar los ánimos de los soldados.
En el período carcelario, este símbolo vuelve a ser la imagen del dolor, ahora un dolor por verse alejado de todo y de todos, con el inevitable recuerdo de las personas amadas.
En otros poemas del ciclo, la lluvia es también la esperanza que proporciona el recuerdo de todo lo vivido y el deseo del reencuentro con sus seres queridos:
c. Luna
Símbolo fundamental en la obra poética de Miguel Hernández, la luna adquiere dos significados claramente diferenciados.
En su primera etapa, la luna como astro y sus fases se relacionan con el paso del tiempo y con el ciclo de la vida.
Después de esta etapa, cuando aparece la luna es siempre signo de fatalidad, de muerte, opuesta, en muchas ocasiones, a la claridad y al sol.
d. Rayo
El símbolo del rayo aparece en la poesía de Miguel Hernández en su etapa amorosa. En ella, el rayo es siempre el dolor, la pena amorosa, y suele asociarse a otros símbolos, como el cuchillo, la navaja o la espada.
En los poemas de la etapa bélica el rayo pasa a expresar la fuerza.
En su última etapa, el rayo es símbolo del recuerdo de la amada, recuerdo feliz, pero también doloroso, ya que su recuerdo es lo único que tiene de ella.
e. Toro
Otro de los símbolos carácterísticos de la poesía de Miguel Hernández no es el toro, que —como el resto—, experimenta una evolución de acuerdo con la etapa por la que el poeta atraviesa. En el primer período, el toro se asocia con la muerte.
En el período amoroso, el toro adquiere una doble interpretación. En libertad es símbolo de virilidad, pero en la plaza, se asocia a la fatalidad.
En el período bélico, el toro se opone al buey, y éste simboliza al pueblo explotado, a quien el poeta intenta ensalzar y unir ante la necesidad de la guerra.
f. Viento
El viento como símbolo aparece en todas las etapas de la poesía de Miguel Hernández, y en cada una de ellas con significados diferentes. En la primera etapa, el viento es fenómeno atmosférico, relacionado siempre con la naturaleza que rodea al poeta.
En el período amoroso el viento simboliza la mujer amada.
En la etapa bélica, el viento es la fuerza del pueblo y la voz del poeta, que se identifica con el viento como vehículo de transmisión de sus ideales. En contraste, en el período carcelario, el viento se asocia al odio y al rencor.
g. Tierra
La tierra es otro de los símbolos que experimenta una notable evolución en la poesía de Miguel Hernández. En un primer momento, la naturaleza se asocia a la naturaleza y al mundo del trabajo.
En la etapa amorosa, la tierra se relaciona con el amor.
En la etapa bélica, la aparición de la tierra remite a los pobres.
En su última etapa, la tierra se asocia a la pérdida irreparable del hijo.
Los temas de la poesía de MH
En Miguel Hernández destacan, sobre todos, tres temas: el amor, la vida y la muerte. No obstante, también es muy importante el tema de la naturaleza, que marcará sus primeros poemas. Cabe destacar que, aunque en cada etapa de su producción poética domina un tema sobre los demás, todos se desarrollan a lo largo de su trayectoria.
A) El tema de la naturaleza: Domina en la 1ª etapa y está relacionada con la experiencia vital de Miguel Hernández, que nace y vive en un ambiente rural. Tres vertientes:
1.- La naturaleza real como entorno vital: la poesía sensorial.
En su primera etapa, la naturaleza abarca el paisaje y los elementos cotidianos de su existencia. La naturaleza es la protagonista del poema. Se trata de una naturaleza real, que muestra la capacidad de observación y descripción del poeta. Gran observador, describe con fidelidad lo que conoce: el paisaje oriolano y los componentes de la vida rural, incorporando metáforas puras. No es el locus amoenus ficticio de los poetas clásicos. Aparecen también alusiones y escenas mitológicas que imitan a los clásicos.
2.- La naturaleza relacionada con Dios. Cosmovisión católica en la que se entrelaza el poder de la naturaleza y la religión. Tiene que ver con el ambiente en el que vive: Orihuela, sede de la diócesis, tiene una atmósfera religiosa y conservadora. Concibe la naturaleza como obra de Dios. La naturaleza es símbolo de la pureza y de la divinidad, frente a lo artificial de la ciudad (tópico de «alabanza de aldea y menosprecio de corte»).
3.- La naturaleza relacionada con la invención del lenguaje. Naturaleza y hermetismo literario: la poesía pura. Tras su viaje a Madrid, escribe en 1932 Perito en lunas, lleno de acertijos poéticos, apoyada en lo neogongorino y en la adivinanza. En los poemas se destacan objetos sencillos de la naturaleza y de la vida cotidiana. Están todos unidos por la metáfora lunar, de manera que todos los objetos son descritos por sus formas lunares, por su parecido con la luna y las fases lunares. La luna como modelo de comportamiento de la naturaleza: ciclo vital, exaltación de la vida y representación de la fecundidad. Panteísmo hernandiano
En la 2ª etapa, la naturaleza (la tierra, las labores agrícolas, ganaderas y mineras) sirve para situar su reivindicación social, del lado de los trabajadores asalariados y de los más necesitados. En la 3ª etapa (desde 1938), la naturaleza simboliza la libertad. En la 4ª etapa (Cancionero y romancero de ausencias) la naturaleza aparece como locus amoenus, totalmente retórico, donde se enlazan los enamorados.
B) El tema del amor. El amor es el tema fundamental de la poesía de Miguel Hernández: a la naturaleza, a Dios, a la mujer, al hijo, a los amigos, al pueblo, a la vida. El tema amoroso domina en la 2ª etapa, pero es una constante de su poesía que adopta diferentes formas:
1.- El despertar sexual y la lucha religiosa. En sus primeros poemas (1ª etapa) encontramos referencias a la sexualidad, en ambientes mitológicos imaginarios que entran en lucha con su religiosidad (su poesía religiosa está marcada por la oposición entre espiritualidad y sexualidad). Busca la renuncia a la sexualidad, pero también canta al deleite humanos, celebrando alternativamente a Dios y a Eros (imitación literaria).
2.- El amor-lamento y el amor-ilusión de la tradición literaria; el amor herida. El amor primero (1ª etapa) hacia una mujer (probablemente real), lo expresa en los primeros momentos dentro de la tradición literaria: el amor inhóspito inspirado en el amor cortés del Siglo XV y los poemas bucólicos petrarquistas del XVI. La metáfora de la herida, propia del lenguaje del amor pasión de los cancioneros medievales y de la mística, se convierte en símbolo de la existencia en Miguel Hernández.
3.- El amor-dolor, que va de la tradición a la realidad. El amor por Josefina Manresa (1934) le lleva a reelaborar la poesía religiosa del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz en clave erótica con influencias del amor idealizado de Petrarca; surge así El rayo que no cesa, en la 2ª etapa, su primer libro de sonetos amorosos. Se trata de un amor real, concreto, enlazado ya para siempre con la relación carnal. La experiencia del rechazo hace que el vitalismo de su poesía genere, por impotencia, el dramatismo de esta etapa: las ganas de vivir, transformadas en ansias de amar, chocan con una moral provinciana y estrecha que rechaza el goce erótico produciendo la vena trágica, la llamada pena hernandiana.
4.- El amor-alegría; el amor-fraternidad. Tras el matrimonio con Josefina Manresa (1937) y la noticia de su próxima paternidad, el amor en la 3ª etapa se hace un amor gozoso. El amor-alegría también se observa en su última etapa, especialmente en los poemas dedicados a su segundo hijo (Nanas de la cebolla). En la etapa de la guerra también encontramos poemas de amor fraternal hacia el pueblo, buscando la igualdad y la justicia.
5.- El amor-odio. Domina en las poesías de los últimos años de la guerra (3ª etapa), con la visión del hombre como amenaza para el hombre. El pánico es tal entre todos los combatientes que la naturaleza se encoge, desaparece y sólo queda el terror de la guerra, el odio, que se extiende a todos los hombres. El bestiario de ferocidad y cobardía que se asignaba al enemigo en Viento del pueblo se generaliza en El hombre acecha (1937-1939): el hombre es un lobo para el hombre.
6.- El amor-esperanza. Pero Miguel rechaza esta visión y busca la esperanza. En la poesía de su 4ª etapa busca superar la muerte y la miseria mediante la esperanza y de ahí el anhelo de vida. Su poesía se vuelve intimista, se rehumaniza. Cancionero y romancero de ausencias es una especie de diario lírico en que la ausencia (de justicia, de amor y de libertad) se constituye en el centro del poemario, pero aún así Miguel Hernández. Supera su amargura y culmina con un canto de esperanza y victoria de sus ideales. Sus últimos poemas están destinados al amor, aúna concepción del amor intimista y realista. Un amor entendido idealistamente como amor-esperanza, en unos poemas protagonizados por su mujer (como esposa y como madre), con una sutil carga erótica, y por sus hijos (el que murió a los diez meses y el que seguía vivo). El amor por su mujer y sus hijos transciende y se convierte en amor fraternal, amor a todos los hombres.
C) Los temas de la vida y la muerte. Junto con el amor, la vida y la muerte forman la triada temática de la poesía de Miguel Hernández. Tema dominante en la 3ª etapa, con la poesía de la guerra, es también una constante poética que se observa de diferentes formas en las distintas etapas:
1.- La muerte como parte de la vida. En su obra se suceden las fases del crecimiento del individuo: la ingenuidad de la infancia, la contemplación del entorno natural, la religión de su ambiente cultural, los enamoramientos, el despertar de la conciencia y el sexo, la lucha por los ideales y el choque contra la adversidad y la muerte. Poéticamente, vida y muerte se aúnan en dos sentidos: el sentido existencialista de Heidegger el hombre es un ser nacido para la muerte, vivir es un ir muriendo a cada instante (Quevedo) y el sentido solidario de la muerte-semilla de Whitmann: el hombre es un ser que vela por la especie y que permanece en ella. Vida y muere se unen definitivamente en los últimos poemas de Cancionero y romancero de ausencias (4ª etapa): Amor y muerte aparecen unidos para que la vida del ser humano se perpetúe como especie, se vence a la muerte en cuanto engendramos. La vida de los seres humanos se entiende como semilla germinadora de nueva vida; es el ciclo vital de los hombres y del universo. Los muertos son símbolo de permanencia y constancia de la especie humana.
2.- Las elegías. El sentimiento de amistad llevó a Miguel a escribir numerosas elegías por familiares o amigos muertos. La muerte aparece tempranamente en la vida de Miguel Hernández, con la muerte de tres de sus hermanas siendo niñas: vida y muerte prematura como destino de la naturaleza. Destaca la Elegía a Ramón Sijé muerto a los 22 años (Diciembre de 1935).
En definitiva, la constancia temática vida, amor y muerte crea numerosos campos metafóricos e imágenes personales en su poesía. Toda su obra gira en torno a los misterios de la vida, la generación y la muerte: el amor como síntoma de vida, luz, claridad y lo más elevado de la perpetuación de la especie, por un lado, pero, por otro, la otra cara de la realidad, el amor como destrucción, la muerte, la sombra, la oscuridad y lo más bajo del oprobio humano. Estos motivos centrales (vida, amor y muerte) se funden en la sacralidad de la vida orgánica, coincidiendo con las religiones primitivas.
Vida y muerte en la poesía de MH (esto puede ir también dentro de los temas)
a. La muerte, parte de la vida
El mundo poético de Miguel Hernández se define como el del amor y la muerte, junto a la vida. Son los tres grandes temas de la poesía de Hernández. O las variantes de un único tema, el amor.
En su obra se suceden todas las fases del crecimiento del individuo: desde los balbuceos y la ingenuidad de la infancia hasta los momentos de contemplación y fascinación del entorno natural, de la religión de su ambiente cultural, los enamoramientos, el despertar de la conciencia y el sexo, la lucha por los ideales y el choque contra la adversidad y contra la muerte acechante. Y, poéticamente, vida y muerte se aúnan en dos sentidos: uno, el sentido existencialista:
• el hombre es un ser nacido para la muerte
• otro, en el sentido solidario de la muerte semilla: el hombre es un ser que vela por la especie y que permanece en ella.
Tras el inicial canto entusiasta a la vida, y con el paso fatalista y trágico de su destino, vida y muerte se abrazan definitivamente en los poemas últimos de Cancionero y romancero de ausencias.
La vida que retoña, la mujer que proporciona la vida es un motivo recurrente en la poesía hernandiana. El símbolo que acude es el vientre materno.
Eros y Thánatos -amor y muerte- aparecen unidos para que la vida del ser humanos se perpetúe como especie. Se es vencedor de la muerte en cuanto engendramos. La vida de los seres humanos, como la sangre y el amor, y como la muerte, se entiende como semilla germinadora de nueva vida. En el ciclo de la existencia de la especie humana y del universo, la propia muerte del poeta , ofrecida y cantada por él mismo, es la vida de España, de la España republicana, de la España leal.
Hernández recoge la idea quevedesca de que «vivir es un ir muriéndose a cada instante», pero añade que tanto la vida como la muerte prodigan vida. La visión de la muerte en MH no nos ahoga en el Nihilismo (negación de todo principio religioso, político y social)ni nos conduce a creencias del más allá, o del cielo. La visión de la muerte que transmite poéticamente MH alcanza a la prolongación del ser en la especie. Los cementerios, los muertos, los cadáveres, los esqueletos serán símbolo de permanencia y constancia de la especie humana.
b. Elegías
El sentimiento a la amistad condujo a MH a escribir numerosa elegías por familiares y amigos muertos. Más que un lamento por la pérdida de un ser querido, son un reflejo emotivo de un ambiente en el que la muerte no era lamentablemente nada insólito (tres hermanas menores de MH murieron siendo niñas): vida y muerte como destino de la naturaleza.
c. Símbolos de vida y muerte
c.1 Huesos, símbolo de vida y amor
Aparecen menciones de huesos en todas las etapas de MH. El significado evoluciona y se va dotando de profundidad. Evocan tanto la vida como la muerte:
– En su primer período creativo se citan huesos naturales cuando aparece la imagen de la muerte.
– En el período amoroso, los huesos pasan a ser uno de los centros del impulso erótico.
– En el período bélico, surge la metonimia hueso-ser humano, y simboliza el impulso épico, el empuje de los combatientes republicano. Se le añade también un valor de germinación y de resurrección.
– En el período de las prisiones, el símbolo invierte su significado y se dirige hacia la
muerte. Los huesos serán el centro de la ausencia erótica y, a la vez la imagen de la atracción amorosa.
c.2 Lluvia, el mito de la muerte que florece
El primer uso de la palabra lluvia, en el período de poesía de naturaleza, es como una realidad natural.
En el período existencial-amoroso (1934-19359) será la «lluvia amorosa sobre la vida seca» del poesta. En el contexto amoroso, la lluvia es amor y el efecto de la lluvia es la amada.
En contextos elegíacos la lluvia se asocia a la pena por la muerte de un ser querido, otro tipo de pena amorosa. Con motivo de la muerte de Sijé, relaciona la lluvia con el rayo como pena, pesadumbre y angustia. La lluviosa pena es fatalidad absoluta de la muerte del amigo, a cuya novia se le irá acrecentando la pena cada día. Pero también la lluviosa pena es salvadora, frente al rayo que no lo será: se trata de la amada salvífica, es la memoria salvadora. Parecía negativa la lluvia, pero sigue siendo asociada líricamente con la fecundidad transferida al amor (seguir vivo en el recuerdo de los que le quisieron).
En el contexto bélico y de transformación social proletaria la metáfora se desarrolla hacia descripciones de la exaltación del esfuerzo y del trabajo.
La imagen de la lluvia aparece en poemas dedicados al hijo muerto y en otros que hablan de los muertos de la guerra. Se refiere tanto a la muerte personal como a la muerte colectiva. Es la prueba poética de que MH cuando escribe no se refiere sólo a él mismo o a su familia inmediata. Lo veremos cuando la imagen de la lluvia es la esperanza mítica del agua sobre la tumba; de la muerte nace la vida: la muerte que florece.
Muerte y vida es la dialéctica constante en la obra de MH. Sus símbolos cambian de significado, porque en ellos, como en la vida, interiormente late lo positivo y lo negativo.
El Realismo mágico y su plasmación en “La casa de los espíritus”
El Realismo mágico es un movimiento literario hispanoamericano que nace como vía de experimentación de nuevas formas narrativas. El Realismo mágico se desarrolló muy fuertemente en las décadas del ’60 y ’70. Los iniciadores serían Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier quienes, durante los años 40 y 50 sentarían las bases y carácterísticas del nuevo estilo. Posteriormente Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, años 50 y 60 respectivamente. Ya en los años 80 dentro de la generación del post-boom podemos destacar a Isabel Allende y Laura Esquivel.
El Realismo mágico se puede definir como la fusión de lo mágico en la vida real. Elementos como la magia, la fantasía, el mundo de los espíritus pasan a formar parte de la cotidianidad. Es una forma de escribir en la que se funden la realidad con elementos fantásticos, mágicos y fabulosos, de modo que no son por sí mismos el elemento fundamental del argumento, sino una parte más del entorno en el que el autor sitúa su obra. Esencialmente es una literatura de contrastes, en la que la circunstancia mágica sirve de contrapunto a situaciones cotidianas. Su finalidad no es la de suscitar emociones sino más bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad.
La crítica no se ha puesto de acuerdo a la hora de valorar “La casa de los espíritus” como representativa del Realismo mágico. Las carácterísticas heredadas de esta corriente que utiliza Isabel Allende en su novela responden a las expectativas de los lectores europeos, deslumbrados previamente por el boom hispanoamericano. Pero, pese a que lo real se presenta de forma más convencional en “La casa de los espíritus”, también se encuentran en esta novela elementos mágicos:
– Mezcla de lo natural con lo sobrenatural, presentando lo uno con los otro con total normalidad. Las catástrofes telúricas forman parte de la dinámica natural de Latinoamérica.
– Multiplicidad de narradores: narración en tercera persona, expresión de la subjetividad por medio del narrador en primera persona, empleo del discurso indirecto libre.
– Frente al intelectualismo de los narradores del “Realismo mágico” del “boom”, en LCDE se apela a las emociones del lector, los valores morales se recalcan desde un punto de vista maniqueo.
– La muerte está presente, es una prolongación de la vida, los muertos y los vivos conviven con naturalidad sin que se produzca extrañeza.
– En LCDE, el final de la novela enlaza con el principio y las anticipaciones y retrospecciones son frecuentes. Aunque no se puede hablar de una distorsión temporal, la autora desliza en la obra elementos que remiten a una cierta concepción cíclica que, sin embargo, no afecta al texto en su conjunto. La novela nos ofrece rasgos identificativos de lo latinoamericano sin llegar a la visión mítica de los autores mágico-realistas del “boom”.
– La violencia se presenta tal y como ocurre en la vida cotidiana, produciendo la sensación de una sociedad primitiva. En LCDE no se investiga en la condición humana como se había hecho en las novelas mágico-realistas del “boom”, pero sí se expresan, como en ellas, sin puritanismos ni prejuicios, los desórdenes morales, la injusticia social, el asesinato.
– Presencia de elementos fantásticos e insólitos. Lo oculto se hace visible, se relaciona el mundo real con el irreal introduciendo lo fantástico o lo insólito sin romper la perspectiva de la narración realista. Los personajes perciben lo extraño con la misma normalidad que lo común: objetos que se mueven, fantasmas que deambulan por la casa…
– Se insertan aspectos misteriosos e irracionales en la vida cotidiana: costumbres, premoniciones, supersticiones, elementos mitológicos… En algunas ocasiones se produce un sincretismo entre magia y religión. Aparecen como increíbles los avances tecnológicos (el teléfono, el automóvil, la navegación aérea), pero la levitación y las premoniciones forman parte de lo cotidiano.
– Elementos imaginarios. Los escenarios en La casa de los espíritus son más realistas y menos imaginarios que en la novela del “boom”. En cuanto a los sueños, la línea entre la imaginación y realidad queda más difusa.
– Las hipérboles y exageraciones remiten a un mundo primitivo. Fruto de ello es la presencia de una sensualidad desenfrenada.
– Frente al pesimismo de los autores del “boom”, Isabel Allende, en la voz de Alba al final de la novela, deja una puerta abierta a la esperanza.
Para terminar, es necesario constatar que insertar LCDE en la tradición del Realismo Mágico y sobre todo ponerla en relación con la obra más representativa de este movimiento, Cien años de Soledad de G. García Márquez, es válido, ya que a simple vista, hay entre ambas muchos elementos en común. Sin embargo, todas estas coincidencias, no deben llevar a la conclusión de que la novela de Isabel Allende sea un simple plagio de la obra de García Márquez. La propia Isabel Allende constata que no interesa la fantasía propia de los de hadas, sino la inclusión en la historia narrada de la imaginación y lo exotérico para explicar y sentir mejor la realidad.
Rasgos temáticos y formales de la nueva narrativa hispanoamericana y su reflejo en La casa de los espíritus (Isabel Allende en el marco de la narrativa hispanoamericana de fines del Siglo XX)
La obra de Isabel Allende se desarrolla en el marco de referencia de la literatura hispanoamericana, concretamente dentro del movimiento que se ha dado en llamar el “post-boom” o la Generación de 1980, si bien presenta rasgos que la acercan a la generación anterior, la del boom hispanoamericano. En los años sesenta del Siglo XX, la narrativa hispanoamericana experimentó una considerable renovación en sus apartados temáticos y formales, renovación que influirá en la literatura española de los años posteriores y que fue reconocida internacionalmente. Es lo que se conocíó como el “boom” de la novela hispanoamericana. Los autores que integran este movimiento tienen las siguientes carácterísticas comunes:
– La temática gira alrededor de problemas existenciales como: la soledad, la falta de comunicación, la muerte y el sentido sagrado del cuerpo; Búsqueda de lo que es el ser humano dentro de unos contextos sociales, políticos, económicos y culturales determinados; etc.
– En el aspecto formal reelaboran y elevan a su máxima perfección los procedimientos formales desarrollados por la narrativa europea y norteamericana de la primera mitad del Siglo XX (Joyce, Faulkner, Kafka, etc.). Así, por ejemplo, al monólogo interior le añaden la descripción de sueños y alucinaciones; o complican las estructuras novelísticas con muchos personajes diferentes, acciones paralelas, cambios del punto de vista de la narración, etc.
– Su lenguaje se distingue por el afán de experimentar, por su anticonvencionalismo (desorden de la expresión), y por incorporar palabras y recursos tomados del folclore y las culturas indígenas. – Recrean el Realismo mágico que es carácterístico de la idiosincrasia americana. Consiste en profundizar en ciertos aspectos de la realidad que se perciben como mágicos o maravillosos, borrando los límites entre lo real y lo imaginario.
Autores significativos de este “boom” narrativo son: Gabriel García Márquez (premio nobel de literatura y que con “Cien años de soledad”, ejemplo principal del uso del Realismo mágico, revoluciónó la novela contemporánea); Mario Vargas Llosa (reciente premio nobel de literatura 2010, autor de importantísimas novelas entre las que podríamos destacar “Conversaciones en La Catedral”, “La fiesta del chivo”, “La ciudad y los perros”, etc.); Julio Cortázar (cuya novela “Rayuela” supone un claro ejemplo de las renovaciones técnicas referidas a la estructura de la novela); Juan Rulfo (precursor en “Pedro Páramo” de algunos de los elementos carácterísticos del Realismo mágico).
La obra de Isabel Allende, por ser de publicación posterior a la de los autores nombrados anteriormente (ya estamos hablando de la década de los 80), no suele ser encuadrada estrictamente dentro del término “boom”, sino en lo que algunos estudiosos llaman “post-boom”. Pero podemos decir que “La casa de los espíritus” es una novela “hija” de todo lo señalado anteriormente y que refleja muchos de los elementos definitorios de la nueva narrativa hispanoamericana:
1. En La casa de los espíritus, Isabel Allende busca su inspiración en lo cotidiano de la realidad latinoamericana. La idea de que la Historia y la vida son enigmáticas e incomprensibles había llevado a los autores del “boom” a escribir novelas enciclopédicas y totalizadoras que en el “posboom” son sustituidas por narraciones que presenta una imagen de la realidad comprensible dentro de los antiguos esquemas de sociedad patriarcal y oligárquica. Por tanto, se aleja de la actitud universalista del “boom” que intenta indagar en las profundidades del individuo.
2. Si bien la narración posee una estructura circular con retrospecciones y anticipaciones, se encuentra muy distanciada de los experimentos estructurales, muchas veces indescifrables, de los autores del “boom” que proponen novelas como rompecabezas a veces difíciles de encajar. La casa de los espíritus sigue básicamente un esquema más convencional de cronología lineal próxima a la novela realista tradicional en la que lo realmente relevante es la trama: la crónica de la familia Trueba-del Valle a lo largo de casi cuatro generaciones.
3. Como casi toda la narrativa de Isabel Allende, La casa de los espíritus se distancia tanto de la alta literatura innovadora de los autores del “boom” que llega a convertir su novela en un melodrama agregando componentes de la narrativa folletinesca: el amor clandestino de Blanca y Pedro Tercero, el matrimonio de conveniencia de Blanca y el conde Jean de Satigny, las violaciones de Pancha García por Esteban Trueba y de Alba por Esteban García, la muerte por accidente de Nívea y Severo del Valle…
4. El compromiso político y social que identifica la narrativa “posboom” se expone en esta novela a través de los casi cien años de la historia de Chile que transcurre paralela a la crónica familiar: el ejercicio del poder y posterior desmoronamiento de la antigua oligarquía representada por el personaje de Esteban Trueba, la manipulación de las elecciones, los opositores de izquierdas como Pedro Tercero, el triunfo del presidente socialista Salvador Allende y su destitución por el golpe militar del general Pinochet, el exilio de blanca y Pedro Tercero… La casa de los espíritus recupera la corriente de novela social latinoamericana que los escritores del “boom” habían abandonado en su tendencia hacia lo cosmopolita y universal.
5. Los personajes son protagonistas que forman parte de la vida cotidiana con los atributos de los individuos de carne y hueso que habitan los lugares de Latinoamérica: Esteban Trueba, el patriarca, es déspota, autoritario, colérico, violento; Jaime es generoso, tierno, solidario; Nícolás, estrafalario, aventurero, espiritual; Pedro Tercero García, pasional, subversivo, íntegro; Amanda, independiente, existencialista… Por otro lado los personajes carecen de complejidad psicológica y están caracterizados desde una perspectiva moral maniquea debido a la inclinación de Isabel Allende por los valores éticos. No se plantean cuestiones profundas ni la angustia de vivir como había ocurrido en las novelas del “boom”.
6. La acción transcurre en la hacienda Las Tres Marías y la casa de la esquina de la capital incorporando un espacio urbano, como es propio de la literatura del “posboom”, además de otras cualidades de la cultura urbana que forman parte de la vida de los personajes: clara socorre a numerosos indigentes, Amanda experimenta con las drogas, Nícolás recibe clases de flamenco… La casa de la esquina, la urbe, representa el espacio de la libertad y la modernidad frente a lo rural donde prevalecen las tradiciones y las diferencias de clase.
7. Los escritores del “boom” muestran su incredulidad ante el hecho de que el amor pueda ser la base en la que asentar la existencia del ser humano, en una perspectiva de soledad e imposibilidad de comunicación del individuo. En cambio, en LCDE, el amor es uno de los temas fundamentales (Clara y Esteban Trueba, Blanca y Pedro Tercero, alba y Miguel), de tal forma que se presenta como una fuerza capaz de cambiar las estructuras políticas y sociales. Isabel Allende hace mayor hincapié en el amor como motor para cambiar el mundo que en la ideología.
8. Muchos de los autores del boom repudiaban el humor en la novela, dado que consideraban que la realidad contradice el humor. Sin embargo, en esta obra el humor se incluye como integrante de la comunicación cotidiana, especialmente por sus rasgos surrealistas, absurdos, de ruptura de lo esperado o de los juegos polisémicos. Por ejemplo, Clara siendo niña cuestiona las creencias católicas tradicionales en una misa abarrotada de feligreses en un Jueves Santo, a lo que siguen las invectivas del fanático párroco. También hace acto de presencia, en algunas ocasiones, la ironía (como cuando se asegura que el coche de Severo del Valle «se desplazaba a la velocidad suicida de quince y hasta veinte kilómetros por hora»).
9. Con la narrativa “posboom” lo femenino adquiere lugar destacado. La mujer adquiere aquí un papel pleno e, incluso, preponderante. No solo se trata de que sean personajes destacados (la línea generacional que formarían Nívea, Clara, Blanca y Alba), sino que son personajes fuertes y complejos frente a los personajes débiles y simples de los hombres en general. En LCDE los personajes protagonistas son mujeres (Clara, Alba, Blanca…) y la perspectiva que se adopta para mostrar a los personajes masculinos es femenina y crítica (Esteban Trueba es violento y machista; Esteban García, el resentido que encuentra en la maldad su venganza. Además, para Clara y Alba la escritura es una forma de dar sentido a sus vidas en una sociedad opresiva y patriarcal). Isabel allende reivindica la literatura como instrumento de protesta contra la opresión.
10. La posición vital de los escritores del “boom” es de pesimismo ante su sentimiento de impotencia para poder comprender el caos del Universo y ante la incapacidad para cambiarlo. Los autores del “posboom” perciben el cosmos más ordenado y muestran una imagen más tranquilizadora de la realidad. Expresan su optimismo ante un futuro esperanzador a través de la lucha feminista, política y social: Alba después de haber sido violada por Esteban García decide olvidar la venganza y poner el acento en la vida de la hija que espera. Esta actitud personal de Alba viene a simbolizar la confianza de Isabel Allende en el futuro tanto para su país, Chile, como para afrontar la vida.
11. Si para los escritores del “boom” el lenguaje es el protagonista de la escritura, en el “posboom” se trata de reproducir su uso en la realidad por lo que se coloquializa y se vuelve más sencillo. En La casa de los espíritus la prosa es fluida y natural, con una sintaxis de periodos breves, poco complejos y un léxico sencillo y coloquial.
En conclusión, LCDE es una novela político-social, con destacada presencia de lo femenino, donde la trama, narrada con sencillez, ocupa un importante papel. Todo ello justifica su pronto éxito y gran aceptación.
Análisis de los protagonistas de La casa de los espíritus
Análisis de los principales personajes femeninos de LCDE
Por LCDE desfila una multitud de personajes sobre lo cual Isabel Allende declaró que, para construirlos, se sirvió de su experiencia teatral y vital (Isabel Allende se inspira en personalidades históricas o en familiares representativos de su vida.) y procuró que cada uno de ellos tuviera una biografía completa, un carácter definido y una voz propia. Y eso lo podemos ver, en muchos de los personajes masculinos y femeninos que aparecen en la novela, ya que la mayor parte de ellos son personajes complejos que maduran y cambian sus inquietudes con los sucesos de la novela.
Los personajes, descritos con mucha claridad, representan fielmente las carácterísticas propias de una sociedad patriarcal, donde el varón mantiene un sistema autoritario, pero el eje de la vida de la familia está marcado por mujeres de distintas generaciones, que cumplen un papel protagonista e ilustran la lucha por la liberación femenina. El proceso de toma de conciencia está subrayado en el relato con el valor simbólico de sus respectivos nombres: Nívea, Clara, Blanca y Alba, sinónimos de la luz, de pureza, de lo celestial y también de lo paranormal. Y queda sin bautizar el esperado retoño de Alba (en el epílogo).
Estas mujeres se encuentran entre dos mundos enfrentados: las clases acomodadas y las asalariadas. Pero su rol más importante es el de socavar el régimen familiar machista y patriarcal. Las mujeres-esposas son cada vez más independientes y autónomas, menos sumisas a sus cónyuges o parejas y menos obedientes al patrón, autoritario. Las inclinaciones extravagantes y esotéricas y su apariencia despreocupada no caen en el escapismo, sino en un ejemplar y práctico compromiso con las posiciones feministas, que propugnaban el sufragio universal desde principios de siglo.
NÍVEA
CLARA Clara, la hija menor de los del Valle, constituye el eje de la acción durante la primera parte de la novela. Es bondadosa, sensible, sin intereses por lo material, siempre con una presencia enigmática. Tiene poderes sobrenaturales, que desarbolan a su marido, pero su rasgo más peculiar es la clarividencia: ve el mundo oculto y predice eventos. Dedicada a estos menesteres, llena la casa de espíritus y no se ocupa de las tareas del hogar. Esto permite que su cuñada Férula, que la termina adorando, vaya a vivir con el nuevo matrimonio y lleve las riendas domésticas. Etérea como su físico, representa un mundo dominado por la espiritualidad, la creatividad y el instinto femenino. De ahí su desapego de lo material.
Clara hereda de su madre, Nívea, la clara conciencia de justicia social: ayuda al necesitado y transmite sus ideales sufragistas y feministas entre las campesinas, que los entienden como una rareza más de la señora. Clara protege a los pobres y analfabetos: enseña a los campesinos en la escuela que construye en el fundo, y conciencia también a Blanca a quien dice: «Justicia, y no caridad, necesitan, hija».
Cuando su marido expulsa de la casa a su hermana Férula, Clara lo castiga con su mutismo. No hay historia de desamor, ni transgresión a la tradición conyugal: de hecho, aunque no le habla, lo acompaña en los actos sociales cuando es nombrado senador. Sus diarios, aquellos «cuadernos de anotar la vida», sirven de hilo conductor principal para rehacer el pasado y redactar la novela.
BLANCA En todas las generaciones de La casa de los espíritus existen fuertes y sublimadas relaciones entre madres e hijas; su comunicación profunda y amorosa transgrede los límites del tiempo y continúa más allá de la muerte. Blanca, primogénita de Clara y Esteban Trueba, entabla desde los cuatro años una intensa relación con Pedro Tercero, que con el tiempo pasará del cariño infantil al amor adolescente y adulto.
Cuando Pedro Tercero y Esteban Trueba chocan por sus posiciones ideológicas, Blanca no renuncia a su amor y se enfrenta a su padre. Embarazada de Pedro Tercero, es obligada a casarse con el conde Jean de Satigny. Pronto abandona al conde, con el que no consuma jamás su relación marital, y regresa al hogar familiar donde lleva una vida sencilla y austera. Incluso ha de pedir dinero y vender enseres y joyas para subsistir. Durante muchos años oculta a su hija Alba la identidad de su padre y vive su independencia de manera sencilla y decidida. Cuando se precipita el asedio militar, ayudada por su padre, Blanca se exilia a Canadá con su gran amor, Pedro Tercero, cuya vida peligra en su país.
ALBA Es un personaje clave en la segunda parte de la novela por su papel interno en la confección de la obra y por ser el motivo de la reflexión del patriarca Trueba al final de su vida.
Alba se habituó a convivir con lo sobrenatural desde pequeña junto a su abuela Clara; sin embargo, ella no ha heredado sus poderes metapsíquicos. Son otros tiempos. Es la cuarta generación: un escalón más de la autonomía de la mujer. Alba va a la universidad y se adhiere directamente a los revolucionarios con una actitud de compromiso y riesgo, y se enamora de Miguel, un revolucionario pobre, pero que estudia también en la universidad. Desde niña, Alba recibe el afecto mimoso de su abuelo y todo su amor. En el tratamiento del amor, Alba también es el personaje que articula los dos ámbitos de la novela: el colectivo de la Historia y el personal de lo afectivo. Y es que el amor hace cambiar y acercar posturas entre los enemigos más acérrimos; la repetición de la frase «Porque {Blanca/Alba} me lo pidió» es el comienzo del respeto y la tolerancia (y el afecto) entre Pedro Tercero y el senador Trueba.
Alba sufre prisión y tortura durante la barbarie golpista. Así y todo, supera las adversidades y, en el epílogo, Alba se erige en la clave de interpretación de la novela ya que nos aclara que ella ha recopilado y redactado casi todo lo que hemos leído Y formula un deseo: un mundo mejor para su hija nonata.
En LCDE también aparecen otras mujeres que, no siendo protagonistas, desempeñan un papel significativo. Nos referimos a Férula, Amanda y Tránsito Soto. (EXPLICAR)
Férula
Es la hermana de Esteban Trueba. Vive toda su juventud al lado de su madre enferma y sirviendo a los pobres. Mujer devota y creyente, solitaria, de carácter sufridor y servil teme a su hermano. Tiene sentimientos de amargura por su penosa situación. Se hace amiga de Clara – a quien llega a amar como si fuera su hermana- y se muda a su casa. El resultado es un conflicto con Esteban; ambos compiten por el amor de Clara. En un golpe de ira, este la saca de su casa. Años después, Férula se aparecerá a los miembros de la casa y Clara anunciará gracias a sus dotes visionarias que Férula acaba de morir en soledad.
En conclusión, LCDE es una novela político-social, con destacada presencia de lo femenino, donde la trama, narrada con sencillez, ocupa un importante papel. Todo ello justifica su pronto éxito y gran aceptación.
Caracterice un personaje masculino y uno femenino de LCDE
Por LCDE desfila una multitud de personajes sobre lo cual Isabel Allende declaró que, para construirlos, se sirvió de su experiencia teatral y vital (Isabel Allende se inspira en personalidades históricas o en familiares representativos de su vida.) y procuró que cada uno de ellos tuviera una biografía completa, un carácter definido y una voz propia. Y eso lo podemos ver, en muchos de los personajes masculinos y femeninos que aparecen en la novela, ya que la mayor parte de ellos son personajes complejos que maduran y cambian sus inquietudes con los sucesos de la novela.
Los personajes, descritos con mucha claridad, representan fielmente las carácterísticas propias de una sociedad patriarcal, donde el varón mantiene un sistema autoritario, pero el eje de la vida de la familia está marcado por mujeres de distintas generaciones, que cumplen un papel protagonista e ilustran la lucha por la liberación femenina.
ESTEBAN TRUEBA
SEVERO DEL VALLE
JAIME Y NícolÁS
Pedro GARCÍA
Pedro SEGUNDO GARCÍA
Pedro TERCERO GARCÍA
Miguel
ESTEBAN GARCÍA
En conclusión, LCDE es una novela político-social, con destacada presencia de lo femenino, donde la trama, narrada con sencillez, ocupa un importante papel. Todo ello justifica su pronto éxito y gran aceptación.
Aspectos políticos y sociales reflejados en “La casa de los espíritus”
Isabel Allende recrea en LCDE la vida de la familia Trueba-del Valle a lo largo de cuatro generaciones. La novela reconstruye la historia de un país latinoamericano, que apunta a Chile, desde principios del Siglo XX hasta el tercer cuarto del siglo, con la evolución de una estructura social arcaica a otra más moderna con sus desigualdades sociales, su inestabilidad política, la corrupción en las votaciones, la reforma agraria, el Golpe de Estado y la involución política.
Algunos de los personajes están inspirados en personalidades históricas o en familiares de la propia autora: el Poeta podría ser Pablo Neruda (famoso poeta chileno galardonado con el Premio Nobel); la figura de Pedro tercero García nos recuerda al cantautor Víctor Jara, asesinado tras el Golpe de Estado de Pinochet por sus ideas políticas (es muy famosa su canción “Te recuerdo, Amanda”); el candidato y presidente remiten a Salvador Allende, muerto tras el Golpe de Estado de Pinochet y tío de la novelista; etc.
Las alusiones en la novela a la historia del Chile de los años 70 (y más concretamente a la destitución y muerte del presidente Allende por el Golpe de Estado de Pinochet) son constantes y precisas (especialmente en los capítulos finales)
En la novela se retratan todas las clases sociales de Chile cuya repercusión en la política fue progresiva a lo largo del siglo pasado. Las diferencias sociales provocan conflictos y, definitivamente, la lucha de clases perfectamente sintetizada en la novela.
El modelo social que prevalece en la novela es el de la oligarquía terrateniente (representado por Esteban Trueba y su hacienda), sustentada por un modelo socioeconómico latifundista y un deplorable comportamiento moral caciquil (recordemos la violación de Pancha García a manos del patrón a los 15 años de edad).
La clase social baja (el campesinado) es víctima del anquilosado sistema de la hacienda. Es una clase en general sumisa y resignada que padece los mayores atropellos de manos de los oligarcas (ej: vejaciones a Pedro Segundo, y en general a los indígenas que trabajan en las posesiones de esteban Trueba). Carece de espíritu de rebelión, acepta sin cuestionamiento lo impuesto por la tradición o por el tiempo (sumisión acentuada en el caso de las mujeres, que sufren una doble discriminación, por su estatus y por su género). Pero también surgen en ella voces discrepantes que propagan ideas revolucionarias marxistas (sector representado por Pedro tercero y por Miguel)
Para terminar, no podemos obviar la presencia en la novela de dos instituciones de poder como el Ejército (representado en la obra en la figura de Esteban García, el nieto bastardo de Trueba, y relacionado con los golpistas); y la Iglesia (representada en varias vertientes, desde la más retrógrada e inmovilista – el padre Restrepo- , a la más politizada -el padre José Dulce María)
A la presencia del poder institucional de la Iglesia, se unen la pervivencia de las supersticiones indígenas y el naciente espiritismo.
Tenemos, por tanto, una novela que rastrea en una compleja realidad social y política como es la chilena (y la hispanoamericana) del que pocos sectores se escapan, aunque habría que reprochar a la autora cierto maniqueísmo en la presentación de los personajes que encarnan estos temas. Ella se encarga en que los que defienden las causas más justas aparezcan como agradables y los contrarios plana y plenamente siniestros, creando así un mundo simple, aunque cruel, pero con una mirada esperanzadora hacia el futuro.