Las Dos Vanguardias según Calinescu
Estar en la vanguardia significa, con toda certeza, desempeñar un rol de liderazgo, lo cual es una cuestión de orgullo. En la década de 1870, en Francia, el término «vanguardia», aunque conservaba aún su significado político, llegó a designar al pequeño grupo de escritores y artistas avanzados, los cuales transfirieron el espíritu de crítica radical de las formas sociales al dominio de las formas artísticas.
Esta transferencia no implicó que los artistas se sometieran a una estrecha filosofía política o que se convirtieran en simples propagandistas (de hecho, para que la propaganda tenga efecto, tiene que recurrir a las formas de discurso más tradicionales, esquemáticas y simplistas). Lo que sí les interesaba hacer a los artistas de la nueva vanguardia —sin importar qué tanto simpatizaran con la política radical— era eliminar todas las tradiciones formales vinculadas al arte y disfrutar la libertad de explorar horizontes de creatividad completamente nuevos, los cuales habían sido anteriormente prohibidos. Ellos creían que revolucionar el arte era lo mismo que revolucionar la vida.
Una de las grandes diferencias entre las vanguardias es que los representantes de la vanguardia artística estaban en contra de las expectativas estilísticas del público general, al cual los representantes políticos intentaban ganar mediante el uso de propaganda. Allí estaban las semillas de un conflicto entre las dos vanguardias.
En Rimbaud (poeta francés, 1854-1891) tendieron a unificarse las dos vanguardias, lo cual, a pesar de no ser este el único caso, fue considerado un fenómeno. Poggioli afirma haber visto durante casi una década ambas vanguardias casi perfectamente unidas. Una de las primeras revistas modernas literarias, «La Revue Indépendante», fue probablemente el último órgano que reunió bajo la misma bandera a los rebeldes de la política y a los rebeldes del arte. Bruscamente después tuvo lugar el «divorcio de las dos vanguardias«.
Calinescu no comparte la idea de un divorcio brusco y total de las vanguardias, ya que la nueva vanguardia estuvo inspirada políticamente en más de una ocasión, y si bien los movimientos que las representaban no pudieron nunca unirse completamente, esto no quiere decir que las vanguardias estuvieran separadas por un gran abismo.
En cuanto a la vanguardia política, todas las doctrinas sociopolíticas orientadas hacia el futuro se consideraban vanguardistas. El término fue disputado por: saintsimonianos, fourieristas, anarquistas, marxistas, etc.
Mientras tanto, el significado artístico-literario de la vanguardia continuó desarrollándose permanentemente en Francia y pronto en otros países neolatinos.
Peter Bürger y la «Producción» de los Ready-mades de Duchamp
La «producción» es uno de los tres ámbitos que caracterizan al arte autónomo. La obra de arte autónoma se da individualmente. Es decir, el artista produce como individuo, por lo cual su individualidad es percibida no como expresión de algo, sino como singularidad radical.
En sus manifestaciones extremas, la vanguardia no propone una creación colectiva, sino que incluso niega radicalmente la categoría de la producción individual.
Cuando Duchamp firma en 1913 productos en serie (un urinario, un escurridor de botellas) y los envía a exposiciones, está negando la categoría de la producción individual. La firma, que conserva precisamente la individualidad de la obra, es el hecho despreciado por el artista al exhibir productos en serie a modo de burla, frente a toda pretensión de creación individual.
Es decir, Duchamp, al comprar un urinario (objeto completamente común, de lo cotidiano, y que de alguna forma puede ser tomado como un objeto vulgar), ponerle su firma y exhibirlo como obra de arte, lo que hace es burlarse de todo lo que hasta el momento había sido considerado como arte y, al mismo tiempo, logra escandalizar al burgués, lo cual era uno de los objetivos de la vanguardia.
A su vez, provoca que la sociedad se plantee una interrogante: ¿Quién es el que crea la obra de arte? ¿El que hizo el urinario o Duchamp, que le pone su firma? Este descubre que el mercado del arte, el cual le atribuye más valor a la firma que a la obra de arte, es una institución cuestionable.
Los ready-mades de Duchamp no son obras de arte, sino manifestaciones. La provocación no se encuentra en la forma y contenido de los objetos que firma, sino que reside únicamente en el contraste entre los objetos producidos en serie, por un lado, y la firma y exposiciones, por el otro.
A pesar de esto, una vez que el urinario firmado se acepta en los museos, la provocación no tiene sentido, se convierte en lo contrario. Ya no está denunciando al mercado del arte, sino sometiéndose a él; no destruye el concepto de la creación individual, sino que lo confirma.
Peter Bürger y la Noción de lo Nuevo en las Vanguardias
Peter Bürger comienza la noción de lo nuevo haciendo referencia a la obra de Adorno, la cual, si bien no es considerada una teoría de vanguardia, se basa en lo moderno, lo cual puede ser útil para comprender las vanguardias. De hecho, en el centro de la teoría de Adorno sobre lo moderno, se encuentra la categoría de lo nuevo. Piensa que la misma se apoya en la hostilidad contra la tradición que caracteriza a la sociedad burguesa capitalista.
La novedad como característica estética ha sido propuesta por los modernos desde hace mucho tiempo. Se pueden identificar tres tipos principales:
- Novedad como variación: Dentro de los estrechos límites de un género.
- Novedad como efecto calculado: Por ejemplo, en los efectos del «shock».
- Novedad como renovación de procedimientos: Dentro de una línea literaria dada, el procedimiento «automático» debe ser reemplazado por uno nuevo.
Sin embargo, ninguno de estos tres tipos de novedad coincide con lo que Adorno llama la caracterización de lo moderno. Para él, se trata de la ruptura de una tradición; esta ruptura debe ser radical con todo lo que hasta entonces se considera vigente.
Por lo tanto, se considerará que la singular ruptura histórica con la tradición, que caracterizó a los movimientos históricos de vanguardia, debe tomarse como el principio de desarrollo del arte moderno.
Adorno no es ajeno al hecho de que la novedad es la etiqueta bajo la cual el mercado ofrece a los consumidores siempre las mismas mercancías, es decir, sería algo superficial.
Su argumentación se hace discutible cuando afirma que el arte se apropia del mercado de los bienes de consumo. Por lo tanto, para él, «lo nuevo» es la duplicación en el ámbito artístico del fenómeno dominante en la sociedad de consumo. El arte, al igual que el mercado, está sometido a la presión de vender, seducir al consumidor con la «novedad» del producto.
Cuando el arte se acomoda a esa superficialidad de la sociedad de consumo, ya no se logra distinguir de la moda. Esta categoría pierde todo su valor cuando se descubre que los movimientos de vanguardia no solo pretenden romper con los sistemas heredados, sino también aspiran a la superación del arte en general.
Si bien el concepto de «lo nuevo» no es falso, tampoco es específico y apenas sirve para la clasificación de obras de vanguardia, no solo por ser general e inespecífico, sino también por no poder distinguir entre la moda y la innovación históricamente necesaria.