Una Tarde Inolvidable: Preparativos para una Cena Romántica

Una Tarde Inolvidable

Preparativos para una Cena Romántica

Amanda entró en casa balanceando la bolsa de compra. Irradiaba felicidad. Del exterior le llegaba el trino de los pájaros que cantaban al sol de la primavera. Su alianza de oro brillaba a la luz. Llevaba apenas tres meses casada y estaba ansiosa por preparar una cena íntima para darle una sorpresa a Cameron. Las largas horas que pasaba en el hospital le impedían cocinar a menudo, a pesar de que, como cualquier recién casada, disfrutaba haciéndolo. Esa tarde le habían cancelado dos citas inesperadamente y pensaba preparar una cena refinada, laboriosa y memorable. Una cena para tomar con vino y…

Entró en la cocina canturreando, lo cual, siendo una mujer reservada, era una extraña muestra de emoción en ella. Sonriendo satisfecha, sacó de la bolsa una botella del Borgoña preferido de Cameron. Leyó la etiqueta sonriendo al recordar la primera vez que compartieron una botella de vino. Cameron se había mostrado tan romántico, tan atento, tan perfecto para ella en ese momento.

Al echar un vistazo al reloj vio que aún quedaban cuatro horas para que su marido llegara, tiempo suficiente para preparar la cena exquisita, encender las velas y sacar la… «Primero», decidió, «subiré al piso de arriba para quitarme el traje y los zapatos. Guardada tenía una finísima túnica de seda en difuminados tonos de azul. Esta noche no quería ser la psiquiatra, sino la mujer enamorada».

La casa estaba escrupulosamente limpia y decorada con gusto, cosas ambas que Amanda lograba sin esfuerzo. Al subir las escaleras su mirada se posó un momento en un jarrón de cristal Baccarat y de pronto deseó haber comprado flores. Tal vez llamaría a la floristería para que le enviaran un ramo. Su mano se deslizaba suavemente por la barandilla brillante. Sus ojos, por lo general serios e incisivos, tenían…

El encuentro con Booth

—Un esnob, entonces. En fin, está en su derecho, como todo el mundo. Puede que podamos hablar de otra cosa. ¿Qué opinión le merece la política exterior de la actual administración…

—No especialmente —Ariel le devolvió una franca sonrisa. Algo que creía dormido se agitó levemente en el interior de Booth—. Sobre todo, con alguien que lo desprecia. Dentro de un momento me preguntará si he pensado dedicarme a algo más serio, y yo probablemente tendré que ponerme desagradable… mi agente me ha aconsejado que me muestre encantadora con… Booth percibió la sencillez que irradiaba de ella y sintió…

—¿Es eso lo que está haciendo?

—En este momento no estoy tratando… —apuró su champán—, con usted no es fácil mostrarse encantadora.

—Veo que es usted observadora —dijo Booth—. ¿También es buena actriz?

—Sí, lo soy. No merece la pena dedicarse a algo si no se hace bien. ¿Qué me dice de los deportes? —ella balanceó su vaso vacío—. ¿Cree que los Yankees tienen alguna oportunidad este…

—Si refuerzan el medio campo… —no era una mujer cualquiera, decidió Booth. Cualquier otra actriz que optara a un papel protagonista en uno de sus filmes, lo habría cubierto de halagos y habría enumerado todos sus trabajos delante de una cámara—. Ariel… —Booth tomó una copa de champán de la bandeja de un camarero que pasaba por allí y se la tendió a Ariel—. El nombre le sienta bien. Una sabia elección.

Ella sintió una nítida punzada de emoción que parecía proceder del modo en que él pronunciaba su nombre.

—Se lo diré a mi madre.

—¿No es un nombre artístico?

—Mi madre estaba leyendo La Tempestad cuando se puso de parto. Es una mujer muy supersticiosa. De haber sido niño, me llamaría Próspero —encogiéndose levemente de hombros, Ariel bebió un sorbo de champán—. Bueno, Booth —empezó, decidiendo que ya era hora de tutearlo—. Se apartó un mechón…

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