El Teatro Español Posterior a 1936: Tendencias, Rasgos y Autores
Contexto Histórico
La sublevación militar de 1936, que contó con el apoyo de las élites económicas, de la influyente Iglesia Católica y de los fascismos de Alemania e Italia, desembocó en una Guerra Civil que acabó con la rendición del bando republicano en 1939. La guerra fue cruenta; tras su conclusión, los vencedores desarrollaron una intensa política de represalias y muchos vencidos se exiliaron para no regresar jamás, rompiendo abruptamente con un periodo de gran esplendor cultural, artístico y literario. Las muertes de Machado, Lorca o Miguel Hernández y el exilio de Cernuda, Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset representan claramente la situación.
Tras la Guerra Civil, España era un país incapaz de acometer su recuperación y aislado por su apoyo al fascismo. Esta situación se alargó durante ese largo decenio de miseria, hambre, represión y aislamiento internacional bajo un férreo control sociopolítico que se extendió hasta la muerte del dictador Franco. En 1953, España firmó un tratado de colaboración con EEUU y se instalaron en España las bases militares norteamericanas a cambio de ayudas para garantizar la apertura internacional de la dictadura y la recuperación económica. Estas ayudas y un cambio en las políticas económicas a partir de 1959, conllevaron el inicio de la industrialización, que acrecentó contrastes entre áreas rurales y urbanas, produciendo una masiva emigración hacia las ciudades o hacia otros países, especialmente en la década de los 60. Las ciudades adquirieron dinamismo y los españoles se fueron incorporando paulatinamente a la sociedad de consumo. Desde los años 60 se generalizó una tímida oposición en algunos sectores laborales y universitarios. Se plantearon nuevas propuestas políticas y se iniciaron reivindicaciones de los nacionalismos. No obstante, los cambios fueron muy lentos y no fue hasta la muerte de Franco cuando se asentaron los cimientos de la sociedad democrática actual.
En el terreno cultural y literario, tras la Guerra Civil, gran parte de los escritores que contribuyeron al florecimiento de los años anteriores, o habían muerto o se habían exiliado. Por ello, y por los condicionamientos que la férrea censura imponía, se ha podido hablar de una «desertización cultural» y, por tanto, literaria. Predominaba en aquellos primeros años una literatura evasiva, o al servicio de las ideas de los vencedores.
Hablaremos en las próximas líneas de la paulatina recuperación de nuestra literatura en un país exhausto y roto por la guerra. Algunas obras se convirtieron en alternativa a la literatura dominante. La crítica acepta comúnmente como títulos claves en este sentido:
- Novela: La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela (1942).
- Poesía: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso (1944).
- Teatro: Historia de una escalera, de Buero Vallejo (1949).
Tras la guerra continuaron los condicionamientos para el género dramático en dos sentidos: comerciales (las compañías seguían representando para un público burgués) e ideológicos (limitaciones extraordinarias propiciadas por la censura). Existió, de esta forma, un teatro visible y otro soterrado que intentaba responder a nuevas exigencias estéticas y sociales. Podemos reconocer distintas etapas y tendencias en el teatro a partir de la guerra:
- La posguerra: años 40 y 50, continuación de tendencias tradicionales y búsqueda de otros caminos hacia derroteros existenciales.
- A mediados de los 50, un teatro realista y social.
- Años 60 y 70, un teatro experimental, de gran carga crítica.
Etapas y Tendencias del Teatro Español Postguerra
1. La Posguerra (Años 40 y 50)
Al acabar la guerra, unos autores se exiliaron (Casona, Alberti, Max Aub), otros habían muerto (Valle-Inclán, Lorca), a otros se les notaban los años (Benavente, Arniches)… A esto se unió un público burgués que pedía trivialidades; los escenarios se nutrieron de comedias extranjeras de escasa calidad… El panorama no era muy halagüeño.
Podemos distinguir en esta época:
- Teatro continuista de la alta comedia benaventina, muy del gusto burgués; así, Pemán, Luca de Tena, Edgar Neville… Se trataba de obras de salón, dramas de tesis con una amable crítica de costumbres unida a la defensa de los valores espirituales tradicionales. La obra solía estar bien construida, el diálogo cuidado y a veces utilizaban nuevas técnicas escénicas.
- Teatro cómico, quizás el más interesante, con Jardiel Poncela (Eloísa está debajo de un almendro, 1940) y Miguel Mihura (Tres sombreros de copa). Estos autores se propusieron renovar la risa, con un teatro inverosímil, audaz, con un humor disparatado y poético. Ambos son considerados precedentes del teatro del absurdo, pero en su tiempo no les acompañó la aceptación del público.
Miguel Mihura
Miguel Mihura inauguró un tipo de humor irracional para denunciar lo absurdo de la vida cuando fundó en 1941 la revista La Codorniz. Este mismo tipo de humor caracteriza a su obra más reconocida Tres sombreros de copa (estrenada en 1952, pero escrita veinte años antes). Aunque siguió usando el humor y la crítica a las convenciones, el resto de sus obras se ajustaron a los gustos del público burgués: Maribel y la extraña familia, Ninette y un señor de Murcia, El caso de la mujer asesinadita, etc.
- Corriente existencial, precedente del posterior realismo social; una línea inconformista y preocupada que inició Buero Vallejo en 1949 con Historia de una escalera y consolidó Alfonso Sastre en 1953 con Escuadra hacia la muerte. Estamos ante un intento de poner freno a la trivialidad dramática de la época, pero sin olvidar la estrecha vigilancia ejercida por la censura en todos los aspectos de la vida y la cultura españolas, especialmente en el teatro; una obra podía ser suspendida en cualquier momento, por lo que los empresarios se ajustaban a obras de gusto burgués siguiendo la estela de Benavente.
2. El Realismo Social (Mediados de los 50)
Desde 1955 en adelante, la vigilancia de la censura se relajó notablemente y un nuevo público joven y universitario comenzó a pedir otro teatro. Se fraguó el realismo social.
Se trató de un teatro de protesta que tuvo en Sastre a su principal teorizador. Las obras abordaban temas muy concretos: la deshumanización burocrática, la esclavitud del trabajador, las miserias de los estudiantes, los obreros emigrantes… En definitiva, las injusticias sociales y la alienación. El dramaturgo denunciaba, protestaba y se quejaba en la obra, vehículo de crítica y de reflejo social.
La técnica escénica tuvo mucho que ver con el realismo, aunque abundaron los matices: formas expresionistas con aire kafkiano como El tintero de Carlos Muñiz; realismo esperpéntico como Las salvajes en Puente San Gil de Martín Recuerda; la realidad con aires de sainete como La camisa de Lauro Olmo. Fueron muchas las obras de este tipo que no llegaron a los escenarios. Ello nos daba pie, anteriormente, a hablar de un teatro soterrado.