Tendencias y Autores Clave de la Novela Española Posterior a 1939

1. Orientaciones de la Narrativa Después de la Guerra Civil

La novela española de posguerra se ve sometida a tres factores condicionantes de importancia capital:

  • Factor social: La pobreza imperante en una España destruida y dividida entre vencedores y vencidos.
  • Factor intelectual: La censura, unida al aislamiento, imposibilitó la importación de textos de autores extranjeros simpatizantes con la República.
  • Ruptura cultural: La guerra supuso una brusca ruptura de la línea de continuidad con la cultura de la época republicana. Las obras de los grandes innovadores (Proust, Joyce, Faulkner, etc.) tardaron en volver a ser de lectura habitual.

España se vio sometida a un desconocimiento de la literatura europea y norteamericana del momento. Así, en los años cuarenta se creó una nueva tradición literaria, que rompió claramente la continuidad con el pasado reciente. Coexistieron en esta década varias tendencias:

  • Novela nacionalista
  • Realismo tradicional
  • Tremendismo, unido a una visión existencialista
  • Tendencia humorística o fantástica

En los cincuenta se incorporaron técnicas del objetivismo norteamericano y la orientación preponderante fue la del realismo social. Las innovaciones narrativas del siglo XX y la influencia de la novela hispanoamericana se dejaron notar en la novela experimental de los años sesenta. A partir de los años setenta, la novela dejó de responder a rasgos comunes y se caracterizó por la variedad de modelos y la multiplicidad de temas. Además, la creación de importantes premios literarios (Premio Planeta, Premio Nadal, etc.) influyó en las formas y estilos de las novelas, con una tendencia a hacer concesiones a lo comercial, dejando a veces de lado la originalidad.

2. La Novela de Posguerra (1939-1950)

La desorientación cultural de los primeros años de la posguerra fue muy acusada en el campo de la narrativa. La novela de los años anteriores a la guerra no pudo servir de modelo, exceptuando la obra de Baroja que, en algunos casos, sirvió de ejemplo para ciertos narradores de la llamada Generación del 36. Fue una época de búsqueda, de tanteo (novela psicológica, poética, simbólica, etc.).

Por una parte, encontramos la novela nacionalista (La fiel infantería, de Rafael García Serrano; Madrid, de corte a cheka, de Agustín de Foxá) que defendía los valores tradicionales del franquismo. Una actitud de evasión y cierto desencanto encontramos en la novela humorística (El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez). Junto a estas tendencias destaca la neorrealista, que tomó como modelos a Baroja y Galdós, y que analizó la vida de las familias de la burguesía, representada por Juan Antonio de Zunzunegui (¡Ay… estos hijos!), Ignacio Agustí (los cinco volúmenes de La ceniza fue árbol), o José María Gironella, más próximo a la novela nacionalista (Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos, Ha estallado la paz).

2.1 Tremendismo y Existencialismo

En 1942 aparece La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y en 1945, Nada de Carmen Laforet. Estas dos obras marcaron el camino a seguir por otros novelistas. La primera inaugura el tremendismo, presentando una selección de los aspectos más duros de la vida española. Nada, por la que Carmen Laforet recibió el Premio Nadal, mostraba la Barcelona de 1944 en un ambiente sórdido, de ilusiones fracasadas, una realidad cotidiana irrespirable con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste. Una línea (tristeza y frustración) que también se observa en la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada (1947).

Sin conexión con la narrativa europea, se dio un enfoque existencial a ese reflejo de la vida cotidiana, basado en la tristeza, la frustración, la soledad, la inadaptación y la muerte. Los personajes son seres marginales y desarraigados que encarnan el malestar del momento, pero sin denuncia social o política, imposible por la acción de la censura.

3. El Realismo Social en la Novela (1951-1962)

La novela social fue la corriente dominante entre 1951, fecha de publicación de La colmena de C. J. Cela y 1962, fecha de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Lo social ocupó un lugar importante en la literatura española contemporánea. Pero es a partir de 1951, con La colmena de Cela —a la que debe añadirse La noria de Luis Romero, de la misma fecha—, cuando, coincidiendo con una mínima apertura del régimen de Franco, unas generaciones de jóvenes escritores comenzaron a señalarse objetivos y caminos comunes en los distintos géneros, en lo que se ha llamado el social-realismo.

El arte debía ser una representación de la realidad, la literatura, un instrumento de transformación del mundo, de ahí que se planteara la necesidad de un arte de “urgencia”, orientado a una reclamación acuciante de justicia. La creación artística debía ser “un acto moral” y “útil”, y debía dirigirse a un público lo más amplio posible. El camino (1950) y Mi idolatrado hijo Sisí (1953), ambas de Delibes, señalan con ojos críticos parcelas de la realidad española.

En 1954 se dio a conocer un conjunto de autores, nacidos entre 1925 y 1931, que recibieron las denominaciones de Generación del 50 o Generación del medio siglo: Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Juan García Hortelano, etc. Los temas narrativos más recurrentes fueron:

  • La dura vida del campo (Los bravos de Jesús Fernández Santos, Fulgor y sangre de Ignacio Aldecoa, ambas de 1954).
  • El mundo del trabajo (La zanja, de Alfonso Grosso, de 1961).
  • Las panorámicas urbanas (La colmena y La noria, junto a La resaca, de Juan Goytisolo, de 1958).
  • Novelas sobre la joven burguesía desocupada (Juegos de manos, de 1954, de Juan Goytisolo; Tormenta de verano, de 1962, de Juan García Hortelano; Entre visillos, de 1957, de Carmen Martín Gaite).

En cuanto a técnica y estilo, estas novelas se caracterizaron por una estructura sencilla, con predominio de la narración lineal. La acción solía estar concentrada en un corto período de tiempo, a veces en un solo día, o menos, como en El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio. Los novelistas del realismo social mostraron preferencia por las novelas de personaje colectivo (La colmena, La noria, Los bravos, Dos días de setiembre, etc.) y por las de personaje representativo, tomado como síntesis de clase o de un grupo. Poseían un enfoque objetivista de la realidad. Otra característica es la importancia del diálogo, con una apropiada variedad de registros. El lenguaje es como el de una crónica periodística, desnudo, sencillo, directo.

4. La Renovación de las Técnicas Narrativas en la Década de los Sesenta

La publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, supuso el inicio de la tendencia renovadora en la novela española. En la base de esa renovación técnica de nuestra narrativa está la obra de algunos de los novelistas más importantes de la literatura del siglo XX: James Joyce, Marcel Proust, Franz Kafka, W. Faulkner; así como el influjo ejercido por el “nouveau roman” francés o la narrativa hispanoamericana.

4.1 Nuevos Procedimientos Narrativos

4.1.1 El “Punto de Vista”. La Posición del Autor

Continúa la “desaparición” del autor, la búsqueda de cierto objetivismo. Pero se da gran importancia al punto de vista, siendo éste único o múltiple. Único, si se reduce el enfoque a un solo personaje; múltiple, si la historia se enfoca, alternativamente, desde diversos personajes. Ésta última adquiere especial relevancia e interés, y es lo que se dio en llamar el perspectivismo. Progresivamente irá reapareciendo el autor omnisciente en algunas novelas.

4.1.2 El Tratamiento de la Anécdota

La anécdota, el argumento, se reduce al mínimo. La novela de este momento da entrada a lo imaginativo, lo alucinante, lo irracional o lo onírico (Kafka, Faulkner…).

4.1.3 Procedimientos de Estructuración

En la estructura externa desaparece el capítulo y predomina la “secuencia”, separadas entre sí por espacios en blanco, sin numerar. En la estructura interna, destaca el uso del contrapunto, la técnica caleidoscópica, el desorden cronológico y el flash-back, estructuras caóticas donde el lector interviene ordenando los datos que obtiene, violentas elipsis en el desarrollo de la acción y la ausencia de desenlace, lo que se conoce como novela abierta.

4.1.4 Los Personajes

Retorna el análisis de personajes individuales, normalmente en conflicto consigo o con la realidad que lo rodea, personajes zarandeados o anulados por su entorno.

4.1.5 Las Personas de la Narración

El relato en tercera persona no corresponde inevitablemente a la omnisciencia, puede ser el punto de vista de un personaje. La primera persona se presta para un detenido análisis del protagonista. Abundante uso de la segunda persona, bien a un tú que es un personaje al que el autor se refiere, bien un tú autorreflexivo.

4.1.6 Diálogo y Monólogo

Disminución del diálogo, cobrando fuerza otros procedimientos como el estilo indirecto libre y el monólogo interior (en ocasiones se utiliza el procedimiento del “flujo de conciencia”).

4.1.7 Las Descripciones

Ahora, la descripción no tiene sólo función ambientadora, sino que adquiere valor en sí misma y los objetos descritos cobran tanta importancia como los personajes o los sucesos.

4.1.8 Renovación Estilística

Se generaliza el lenguaje poético, lenguaje enriquecido que potencia la expresión artística. La sintaxis es compleja, dejando paso a la exploración de nuevas posibilidades de la frase. La novela es como un cajón de sastre en el que cabe todo: prosa poética, fotos, dibujos, documentos históricos, textos periodísticos.

4.1.9 Autores y Obras

Los novelistas que participan de esta renovación de la narrativa son los “mayores” que habían comenzado su creación en años anteriores y los nuevos narradores que se incorporan ahora. Hay que destacar los siguientes:

  • Los mayores: Camilo J. Cela (San Camilo 1936, 1969), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario, 1966) y Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B., 1972), contribuyen al alejamiento del social-realismo o de la novela social.
  • Además de esas tres novelas destacan: Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos; Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo; Volverás a Región (1967), de Juan Benet; El mercurio (1968) de José María Guelbenzu.

5. Recuperación de la Narratividad

En 1975, Eduardo Mendoza publica La verdad sobre el caso Savolta, que supone, olvidando en parte el experimentalismo, un retorno al gusto de contar historias y que, aunque mantiene muchas de las características de la novela renovadora, incide en la trama, la peripecia argumental y carga de intriga el argumento, iniciando así un proceso de acercamiento al lector y un considerable éxito de público en la narrativa de los últimos años. Es la misma línea que siguen narradores como Juan García Hortelano (El gran momento de Mary Tribune, 1972) o Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur, 1979), entre otros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *