Tendencias del Teatro Español a Principios del Siglo XX: Tradición y Renovación

El Teatro Español de Principios del Siglo XX: Entre la Tradición y la Vanguardia

El teatro español de principios del siglo XX está marcado por el gusto del público que acude a las salas: la burguesía. Esta marca el estilo del espectáculo, tanto en lo ideológico como en lo puramente estético. Así, vemos cómo el teatro español del primer tercio del siglo se reparte, a grandes rasgos, en dos grandes tendencias:

El Teatro que Triunfa: Teatro Costumbrista

Continuador del drama posromántico de finales del XIX (Echegaray). En él se enmarcan:

La Comedia Burguesa: Jacinto Benavente

En su primera obra, El nido ajeno, muestra una actitud crítica que le valdrá el apoyo de la inquieta juventud del momento (Azorín llega a incluirlo en la nómina del 98), que lo proclama como el renovador del lenguaje teatral, oponiéndolo a la grandilocuencia de Echegaray. Sin embargo, la obra resulta ser un fracaso estrepitoso, y Benavente opta por sacrificar su carga crítica en favor de un teatro que se amolde a los límites impuestos por el público burgués, con el que consigue un gran éxito que le acompañará incluso en la posguerra. Pese a que en 1922 se le concede el Premio Nobel de Literatura, la crítica joven le aparta, acusándole de conservador y “ñoño”. Lo que es cierto es que la gran labor de Benavente, dentro del marco teatral español, es la de haber propuesto un teatro sin grandilocuencia, con una fina presentación de ambientes cotidianos. Destacan su habilidad escénica, su ingenio y la fluidez de sus diálogos (Los intereses creados). Continuadores de Benavente: Luca de Tena y Calvo Sotelo.

Un Teatro en Verso

De carácter neorromántico y con aportaciones formales del Modernismo (verso sonoro, efectos coloristas). Orientación tradicionalista destinada a exaltar los ideales nobiliarios y los grandes hechos del pasado. Representante principal: Eduardo Marquina.

Un Teatro Cómico

Con predominio de un costumbrismo igualmente tradicional. La comedia costumbrista y el sainete son los géneros más cultivados. Destacan los hermanos Álvarez Quintero y Carlos Arniches, quien a partir de 1916 (tragedia grotesca) incluye en su observación de las costumbres una incipiente crítica ante las injusticias sociales, que llega a adquirir gran agudeza en obras como La Señorita de Trévelez o Los Caciques. Dentro de este primer bloque, debemos mencionar el nuevo género creado por Pedro Muñoz Seca: el astracán. El absurdo y lo descabellado entra en escena con el único objetivo de arrancar la carcajada: La venganza de don Mendo.

El Teatro Renovador

La innovación se busca aportando nuevas técnicas y adoptando nuevos enfoques ideológicos.

Primeros Renovadores

En este grupo debemos situar, en primer lugar, a algunos autores del 98, como Unamuno, que destaca por sus dramas de ideas, caracterizados por sus diálogos densos y sus escasas concesiones escénicas, o Azorín, que se decanta por un teatro antirrealista. Una mención especial dentro de este grupo merece don Ramón María del Valle-Inclán, cuyo teatro constituye uno de los monumentos dramáticos más destacados y originales del teatro europeo contemporáneo. Su obra evoluciona desde las Comedias bárbaras (novelas dialogadas), pasando por las farsas y los dramas, hasta la creación del esperpento. El esperpento responde a una concepción del drama según la cual la única manera de reflejar la realidad y el carácter absurdo de la misma es su deformación. Luces de Bohemia es el primer y más logrado esperpento de Valle. En él, el autor, junto a la sátira social y política, expresa su personal visión de la tragedia en la sociedad contemporánea.

Segunda Generación de Renovadores

La irrupción de las Vanguardias y, posteriormente, la Generación del 27, marcarán nuevos impulsos renovadores. El primero de ellos lo protagoniza el pionero del vanguardismo español: Ramón Gómez de la Serna. Su obra dramática destaca por su gran innovación, quedando casi en su totalidad sin representar. Ya dentro de la Generación del 27, además de Lorca, Alberti o Salinas, escriben teatro otros autores contemporáneos a la nómina poética: Alejandro Casona, Miguel Hernández o Max Aub. La dramática de la generación destaca por una depuración del teatro poético, por la incorporación de las formas vanguardistas y por el firme propósito de acercar el teatro al pueblo.

Federico García Lorca (tragedia rural) es, sin duda, el autor más representativo de este grupo. Su teatro, eminentemente poético, presenta un lenguaje repleto de imágenes y deliberadamente alejado del habla cotidiana y coloquial. Los temas clave del teatro de Lorca giran en torno al conflicto entre los impulsos de libertad y realización personal frente a las fuerzas externas que intentan ahogarlos. El resultado es siempre la frustración, que recae sobre la mujer (protagonista de la mayor parte de los dramas lorquianos). Algunas de sus obras más representativas son: Yerma, La casa de Bernarda Alba, Mariana Pineda y Bodas de sangre.

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