Tendencias de la Novela Española: Posguerra, Realismo Social, Experimentalismo y Actualidad

III.- La Novela de Posguerra

El ambiente de vacío y desorientación cultural propio de los años 40 es muy acusado en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas con contenido social o fuera de la ortodoxia católica, así como las obras de los exiliados. Es una época de búsqueda, de tanteos.

Algunos autores, pertenecientes al bando vencedor y que ya habían publicado antes de la guerra, gozaban del favor del régimen y hubieran podido servir de puente entre ambas etapas (así, los falangistas Rafael García Serrano y Rafael Sánchez Mazas), pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco. Otros, como J. Antonio Zunzunegui o Darío Fernández Flórez, alcanzarían cierta resonancia dentro de un realismo tradicional.

Novela en los Años 40: Novela Existencial

Dos fechas suelen señalarse como indicios del arranque del género de la novela existencial: 1942, con La familia de Pascual Duarte, de Cela, y 1944, con Nada, de Carmen Laforet. Estos dos novelistas reflejan de forma amarga la vida cotidiana de posguerra, pero sin llegar a la denuncia social, cosa que la férrea censura hace imposible. Sus grandes temas serán la soledad, la inadaptación, la muerte… Es sintomática la presencia de personajes marginales y desarraigados, desorientados y angustiados. Todo ello revela el malestar del momento, pero sin salir de la esfera de lo personal, de lo existencial.

Autores y obras: Los ya mencionados más Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada (1948) y Aún es de día (1949). También podemos citar a Gonzalo Torrente Ballester, con Javier Mariño (1943).

Novela en los Años 50: El Realismo Social (1950-1962)

La colmena (1951) de Camilo José Cela, obra de protagonista colectivo, ambientada en un Madrid de posguerra sumido en la miseria económica y moral, supone un cambio importante y ha sido señalada como precursora de la nueva corriente. Los novelistas de la generación del 50 intentan dar testimonio de sus recuerdos de la guerra, de los conflictos de la vida colectiva española, de los ambientes concretos del trabajo en las diversas profesiones… y, al igual que los poetas, pretenden con sus obras producir un cambio en la sociedad.

Esta novela supera a la existencialista en la innovación técnica y, sobre todo, en la actitud ideológica. Por un lado, adopta un compromiso ético, un testimonio crítico y una denuncia social; por otro, recurre en algunas novelas (otras siguen un realismo bastante tradicional) a las técnicas del cine y de la novela norteamericana o neorrealista italiana, coetáneas suyas.

Los escritores que cultivan este tipo de novela utilizan un narrador oculto, como una cámara cinematográfica, que se limita a presentar los hechos y dejar actuar a los personajes con diálogos constantes. La obra cumbre de esta corriente es El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio.

La otra corriente, dentro de la novela social, sería el realismo crítico, que no se limita a reflejar objetivamente la realidad, sino que pone de relieve las miserias e injusticias con ánimo de denuncia. Una obra muy representativa de esta tendencia sería La mina, de Armando López Salinas.

Autores y obras:

  1. Jesús Fernández Santos (1926-1987) inaugura, según la crítica, el realismo social con su novela Los bravos (1954), en la que muestra la miseria de la posguerra en un pequeño pueblo controlado por un cacique.
  2. Ignacio Aldecoa (1925-1969) fue también un gran escritor de cuentos. Destaca por su compromiso ético, la verosimilitud de sus historias y la precisión y belleza de su prosa. En sus obras narra el dramatismo y la tensión del hombre en su lucha con la vida, el destino o el trabajo. Obras: El fulgor y la sangre (1954), Con el viento solano (1956); y Gran sol (1957).
  3. Rafael Sánchez Ferlosio (1926) refleja en El Jarama la falta de ilusión y de sentido en la vida de unos jóvenes madrileños de clase trabajadora que pasan un domingo en un merendero del río.
  4. Carmen Martín Gaite (1925-2000) muestra en Entre visillos (1958) la opresión de las mujeres bajo la losa de las estrictas convenciones sociales de la época.
  5. Juan Goytisolo (1931) denuncia en varias de sus novelas de esta época la absurda vida desocupada y abúlica de la juventud burguesa. Obras: Juegos de manos (1954), Duelo en el paraíso (1955); y La isla (1961).
  6. Ana María Matute (1926) escribe en esta época Fiesta al noroeste (1953), Pequeño teatro (1954); y Primera memoria (1960).

La Novela Experimental de los Años 60

En los años sesenta y hasta 1975 aproximadamente, aunque no se abandona completamente la crítica y la preocupación social, prima la experimentación. El argumento pierde importancia, surgen nuevas formas de puntuación y tipografía, el lenguaje es más barroco y se emplean nuevas técnicas como el contrapunto (acciones paralelas), el perspectivismo (puntos de vista distintos sobre la realidad) y el monólogo interior (transcripción del pensamiento del personaje tal como fluye). El personaje suele estar en conflicto consigo mismo buscando su identidad o en lucha con el medio social que trata de destruirlo. La novela que inaugura este nuevo ciclo es Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos. Otras novelas representativas de esta tendencia son, entre otras, las siguientes: Si te dicen que caí, de Juan Marsé, Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, y Señas de identidad, de Juan Goytisolo. En 1974 se publica una original novela, Escuela de mandarines, de Miguel Espinosa, quien usa abundantes recursos formales pero siempre al servicio del argumento. Su autor parodia y satiriza de forma alegórica todas las instituciones franquistas y anticipa la vuelta a la narratividad.

La Novela a Partir de 1975

Desde 1975 hasta hoy, la novela adquiere un gran auge, pues es el género que despierta más atención del público y la crítica. Nos encontramos, como en la lírica, con un panorama plural por la diversidad tanto de tendencias como de autores; ahora bien, casi todos tienden a recuperar el interés por el argumento y el placer por contar una historia. Se prefiere, asimismo, el orden cronológico lineal, el lenguaje natural, la ambientación en un espacio urbano y el protagonista individual. Este suele ser un ser desvalido, inseguro, desorientado, que busca su propia identidad y ha perdido la fe en valores que expliquen el mundo de una manera óptima y con garantías. Esta vuelta a la narratividad tuvo en 1975 dos importantes exponentes: Cerbero son las sombras, de Juan José Millás, y La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza. Podemos señalar algunas de las tendencias principales: la novela histórica, la de aventuras, la novela de la memoria y el testimonio, la policíaca y de intriga, la novela de reflexión intimista, etc. Hay que tener en cuenta que durante esta época democrática coexisten escritores de las décadas anteriores (Cela, Miguel Delibes, Ana María Matute, Martín Gaite, Juan Marsé, Goytisolo) con una promoción de nuevos novelistas, entre los que cabe citar (además de Mendoza y Millás) nombres como los siguientes: Muñoz Molina (Plenilunio), Javier Marías (Corazón tan blanco), José María Merino, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Vázquez Montalbán, Pérez Reverte, Almudena Grandes, Javier Cercas, etc.

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