Teatro Español: Evolución y Tendencias desde la Posguerra

Introducción

Dada su índole de espectáculo, cuya representación depende muchas veces de compañías privadas, el teatro sufrió un duro control de la censura que se dejó sentir en todos los géneros literarios. Por ello, el panorama general de los escenarios españoles es bastante desolador.

Años 40 y Primera Mitad de los 50

También en el género dramático se produce una ruptura tras la Guerra Civil. Valle-Inclán y García Lorca han muerto; Alejandro Casona, Rafael Alberti y Max Aub están en el exilio; Miguel Hernández, encarcelado, no estrenará más. La única herencia del pasado la constituye Benavente y Arniches.

El teatro que predomina es el de la alta comedia de raíces benaventinas, es un teatro dirigido al público burgués defensor de los valores tradicionales. También es tradicional la forma, muy clásica y sencilla. La crítica más benevolente ha destacado siempre la preocupación de estos autores por la arquitectura de la obra, lo que se valora cuando no hay otros aspectos que resaltar.

Los representantes de esta corriente, entre otros, son:

  • José María Pemán: La casa (1946)
  • José López Rubio: Celos del aire (1950)
  • Juan Ignacio Luca de Tena: Don José, Pepe y Pepito (1952)
  • Edgar Neville: El baile (1952)

Otra línea la representa el teatro cómico, que va desde los veinte estrenos de Enrique Jardiel Poncela, iniciándose con Eloísa está debajo de un almendro (1940), hasta el teatro de Miguel Mihura, el teatro del absurdo.

1949 es un año crucial para la escena española. Se estrena Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo.

El Teatro Social: Segunda Mitad de los 50 y Primera de los 60

A mediados del decenio, comienza a aparecer un teatro comprometido, donde aparece reflejada la sociedad circundante, cuyas injusticias y desigualdades se convierten en un tema fundamental. Alfonso Sastre es uno de sus máximos representantes con obras como Muerte en el Barrio (1955) y La Cornada (1960). Menos directas son las obras de Antonio Buero Vallejo, como Hoy es fiesta (1955) y Las cartas boca abajo (1957). Otros autores serán:

  • Carlos Muñiz: El tintero (1961)
  • Lauro Olmo: La camisa (1962)
  • José Martín Recuerda: Las salvajes en Puente de San Gil (1963)
  • José María Rodríguez Méndez: Los inocentes de la Moncloa (1960)

La temática de estas obras es característica del teatro social. Todas abordan problemas: la burocracia deshumanizada y la esclavitud del trabajador, la situación de los obreros que se ven forzados a emigrar, la brutalidad de unos aldeanos, las angustias de unos jóvenes opositores…

Junto a un realismo directo y elemental, el autor se apoya en recursos y lenguaje de sainete. En cambio, se observa una estilización expresionista de la realidad con fines críticos y cierto simbolismo de aire kafkiano.

Este teatro chocó en numerosas ocasiones con la censura, por ello se le llama un teatro de la sombra. El caso de Alfonso Sastre, que no pudo poner en escena parte de su obra, es paradigmático.

En los años 60 se produjo la recuperación de un dramaturgo de los del 27, Alejandro Casona, con La dama del alba.

La Renovación Frustrada de los Últimos Años: De la Segunda Mitad de los 60 a Nuestros Días

Van apareciendo durante la década de los 60 y, sobre todo, en los 70 varios autores que hacen una renovación del lenguaje y las técnicas dramáticas. Tropezaron con los obstáculos de la censura y, en muchos casos, con el rechazo de un público no demasiado formado ni exigente. Algunos dramaturgos alcanzaron cierto éxito, como Manuel Martínez Mediero, con El bebé furioso o Las hermanas de Búffalo Bill, o Francisco Nieva, con las obras que él denomina el teatro furioso.

En estos últimos años se ha asistido a una recuperación del teatro anterior a la Guerra Civil. Otra preocupación ha sido la de los autores y obras de teatro inmediatamente anterior, que no se pudieron representar; los dos mayores éxitos son Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandango, de Rodríguez Méndez, y Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca, de Martín Recuerda.

El autor de mayor resonancia ha sido Antonio Gala. Sin duda, el fenómeno más interesante ha sido la proliferación de los grupos independientes (Tábano, Els Joglars, La Cuadra, Teatro Lliure…). Han supuesto una renovación en el lenguaje dramático y un aire distinto para la escena española. Frente a ello, un nuevo fenómeno de teatro de tipo musical, que comenzó con Jesucristo Superstar, siguió con El diluvio que viene y continúa hasta ahora con Evita y otras.

Recientemente, hemos asistido al éxito de dos hombres dedicados al teatro como son Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano, y Adolfo Marsillach, con Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, y José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro.

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