La evolución del teatro español del siglo XX estuvo determinada por la Guerra Civil y sus consecuencias. Durante la contienda se desarrollaron distintas orientaciones dramáticas tanto en la zona nacional como en la republicana. A partir de 1939, el panorama escénico quedó marcado por el exilio de autores y la desaparición de dramaturgos que murieron durante esos años.
Desde mediados del siglo XX, las dramaturgias se vieron influidas por las innovaciones teatrales europeas, especialmente por dos tendencias: el teatro del absurdo y el teatro de la crueldad.
Posguerra
Después de la Guerra Civil, continuó la dramaturgia anterior a la contienda y predominó un teatro de evasión. Este teatro cumplió dos funciones básicas: entretener al público y transmitir la ideología dominante. La transmisión de la ideología se realizó mediante la negación de las aportaciones más relevantes del teatro de preguerra, el estreno de obras que exaltaban los valores de los vencedores y la programación de autores clásicos como referentes de épocas gloriosas. En la posguerra, el Estado y la Iglesia establecieron un férreo control sobre las obras nuevas y los repertorios, lo que desarrolló la consiguiente autocensura en los dramaturgos. Otra modalidad de censura la ejerció la crítica. La actividad teatral fue muy abundante, pero mediocre.
Comedia burguesa
Esta tendencia dramática, evolución de la alta comedia, cumplió la función de entretener y educar. Se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con dosis de humor, ternura y amabilidad. Las obras suelen dividirse en tres actos, poseen minuciosas acotaciones y sus parlamentos muestran cualidades estilísticas. Sobresale el tema del amor para exaltar la familia, el matrimonio, etc. Ideológicamente, suele hacer gala de neutralidad. Sus personajes pertenecen a la burguesía. Autores destacados son Jacinto Benavente, José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo y José López Rubio.
Teatro de humor
En el teatro de humor, alejado de la realidad inmediata, destacan obras como: Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Un marido de ida y vuelta y Eloísa está debajo de un almendro.
Teatro en el exilio
Desarrollado especialmente en México y Argentina, presenta diferencias estéticas con el cultivado en España. En este teatro fue relevante la tarea escénica y didáctica de directores e intérpretes. El interés artístico llevó a los autores exiliados a incluir novedades vanguardistas en sus obras.
Rafael Alberti
Cultivó un teatro político, pero gran parte de su obra se caracteriza por la presencia de elementos poéticos, desde el lenguaje y los símbolos empleados hasta la incorporación de pequeñas estrofas. El adefesio, obra grotesca y poética, plantea el tema de la intolerancia del poder.
Teatro vanguardista
Herederos del teatro del absurdo y el teatro de la crueldad, Fernando Arrabal y Francisco Nieva, han creado originales dramaturgias con dificultades de aceptación en el panorama teatral español. Una obra destacada es El cementerio de automóviles.
Teatro simbolista
Conocidos como “nuevos autores”, se contraponen a la estética realista con un simbolismo que les sirve para referirse a un ámbito universal. Las obras del “nuevo teatro” se caracterizan por un acentuado carácter vanguardista, un marcado pesimismo y el frecuente uso de la simbología animal. Aparece recurrentemente el tema del poder opresor, así como elementos provocadores relacionados con la sexualidad, un lenguaje agresivo y la violencia física y verbal. Una obra representativa es El último gallinero.
Década de los sesenta
Herederos de la comedia burguesa
En los años sesenta triunfó el teatro representado por la nueva comedia burguesa, que llega al más alto grado de evasión posible. Es un teatro inmovilista, que repite esquemas del pasado, con personajes alejados de las circunstancias sociales del momento.
Jaime de Armiñán es autor de comedias de enredo con golpes de ingenio en los que combina una leve crítica de circunstancias con dosis de ternura y humor.
Juan José Alonso Millán crea un teatro disparatado, tanto por sus situaciones como por sus diálogos. Destacan también Jaime Salom y Alfonso Paso.
El teatro independiente
A finales de los sesenta, el teatro universitario se transformó en el teatro independiente. La independencia del teatro suponía el rechazo del espectáculo conservador mediante la elaboración de una estética peculiar y un intento de autofinanciación.
Grupos de teatro como Els Joglars, encabezado por Boadella, Els Comediants, Dagoll Dagom, Tricicle, La Fura dels Baus, Los Goliardos, etc., son los más conocidos.
Hacia finales de los años setenta se impuso el teatro de calle, en el que disminuyen los elementos verbales en beneficio de los paraverbales.
Superada la transición política, estos grupos, cuyo fin era socavar con sus textos una situación política opresiva, dejaron de tener interés y desaparecieron progresivamente. El poder público subvencionó a grupos de trabajo estables con programas de actuación a largo plazo, y los grupos independientes buscaron mayor formación, comenzaron a cuidar su producción y se integraron paulatinamente en los sistemas habituales de promoción.