Teatro Español a Principios del Siglo XX: Tendencias y Autores

A principios del siglo XX seguían triunfando las tendencias teatrales de finales del XIX. El teatro neorromántico de Echegaray y el teatro realista de Galdós tenían un gran apoyo popular y triunfaban por encima de las tendencias renovadoras de otros autores. El denominado teatro comercial contaba con la burguesía como público fiel y su finalidad era distraer sin más, es decir, los autores de este tipo de teatro no planteaban grandes conflictos morales en sus obras, sino argumentos más o menos amables dirigidos a la elegante clase media de principios de siglo. El público mostraba preferencia por el costumbrismo, representado por la alta comedia o por el sainete (madrileño o andaluz). Además, en esta época se desarrolla un teatro poético de tendencias evasivas cuyo argumento estaba completamente alejado de los problemas contemporáneos.

El Teatro Comercial

La comedia burguesa de Benavente

Este autor propuso un teatro sin grandilocuencia, sin excesos, con atención preferente a los ambientes cotidianos. Su obra supone una crítica amable de los ideales burgueses. Así sucede en sus obras Lo cursi, Rosas de Otoño y Los intereses creados.

El teatro en verso

Supone ante todo la presencia en los escenarios del arte verbal modernista. Destacan como autores de este teatro Francisco Villaespesa con El alcázar de las perlas y La leona de Castilla, y Eduardo Marquina con Las hijas del Cid y En Flandes se ha puesto el sol.

Podríamos incluir también a los hermanos Machado, que triunfaron con La Lola se va a los puertos, una de las siete obras que escribieron juntos.

El teatro cómico

Los tipos y ambientes castizos que habían sido la materia de los cuadros costumbristas del Romanticismo vuelven ahora a la escena de la mano de autores como los hermanos Álvarez Quintero que presentan en sus obras la imagen de una Andalucía superficial, tópica e incluso falseada en obras como La reina mora, El ojito derecho, El patio, Las de Caín, etc.

Carlos Arniches también se incluye en este teatro con sainetes de ambiente madrileño, y con obras que él denomina «tragedia grotesca», en las que se mezcla lo risible y lo conmovedor. Destaca La señorita de Trévelez.

El Teatro Innovador

Muchos son los autores que pretenden hacer un teatro diferente en estos años, y en la mayoría de los casos cosecharon un rotundo fracaso con sus obras.

El teatro en la Generación del 98

Estos autores (Unamuno, Azorín, Valle-Inclán) pretenden hacer un teatro que sirva como cauce para la expresión de sus conflictos religiosos, existenciales y sociales.

  • Miguel de Unamuno se acerca al teatro para expresar los conflictos humanos que le obsesionaban. Sus obras eran dramas de ideas expuestas a través de diálogos, en que la acción es prácticamente inexistente. Podemos destacar Fedra, Raquel encadenada y El otro.
  • Azorín rompe con la realidad y apuesta decididamente por el Surrealismo. Los temas principales son el paso del tiempo, la muerte y la felicidad. Entre sus obras destacan Old Spain y la trilogía Lo invisible.
  • Gómez de la Serna escribió obras teatrales impulsado por un deseo antiteatral, obras para ―el que no quiera ir al teatro‖. Destaca Los medios seres.
  • Alejandro Casona pone en escena un teatro más renovador que los anteriores. Destacan La sirena varada y Otra vez el diablo.
  • Valle-Inclán. Su obra teatral suele agruparse en los ciclos de mito, farsa y esperpento. En el primero, se agrupan varias obras bajo los títulos de Comedias bárbaras y Divinas palabras, cuya acción transcurre en una Galicia mítica e intemporal. El ciclo de la farsa consta de cuatro piezas situadas en un espacio más ―ridículo‖ propio del siglo XVIII (jardines, rosas, cisnes): La marquesa Rosalinda, Farsa y licencia de la reina castiza. Por último, en el ciclo del esperpento se incluye su obra maestra Luces de Bohemia (1920), la cual define este género: la tragedia es un género demasiado noble para recoger aquel ambiente.

El teatro en la Generación del 27

Aunque la mayor parte de la producción del 27 está constituido por poesía, varios componentes de la generación se vieron tentados por el teatro. Son interesantes las obras escritas por Salinas (El dictador), Rafael Alberti (El adefesio), Miguel Hernández (El labrador de más aire).

  • Será Federico García Lorca el mayor representante de la tendencia teatral de esta generación. Su obra puede agruparse en tres bloques:
  • Primeras piezas teatrales: En 1920 estrena El maleficio de la mariposa, obra de influencia modernista sobre el amor entre una cucaracha y una mariposa, que inaugura ya el tema fundamental de la dramaturgia lorquiana: la insatisfacción amorosa, obra con la que fracasó. Tuvo más éxito con Mariana Pineda. A estas dos obras se unen las farsas trágicas sobre amores desgraciados de La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín.
  • Teatro vanguardista: La técnica surrealista le vale para explorar en los instintos ocultos del hombre. Así en El público (incompleta) Lorca defiende el amor como un instinto ajeno a la voluntad, que se manifiesta de formas muy diversas, entre ellas, la homosexual; y critica a una sociedad que condena a todo el que es diferente.
  • Etapa de plenitud: Lorca escribe durante los años treinta obras teatrales que sí alcanzan el éxito comercial: Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera y La casa de Bernarda Alba, cuyo rasgo común de todas ellas es el protagonismo de las mujeres y el tema de la marginación social.

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