Al finalizar la Guerra Civil Española, nuestro teatro se encuentra con tres graves problemas: La crisis económica hace que solamente los más poderosos puedan asistir a las representaciones, y la censura impide todo contenido político crítico en las obras. Crisis en el teatro debido a la muerte y el exilio de grandes autores y a la sustitución del teatro por el cine. Durante las décadas de los 40, 50 y 60, en el teatro, van a influir los intereses comerciales y sobre todo la censura, que va a impedir la representación de las obras más innovadoras, o ideológicamente contrarias al régimen.
El teatro de la posguerra pretendía: entretener, el público prefería el esparcimiento a la evocación de la tragedia reciente, y transmitir ideología. La comedia burguesa entreténía y educaba mediante el elogio de la virtud. Este tipo de comedia se caracteriza por su perfecta construcción e intrascendencia, con dosis de humor y ternura. Entre los temas destacan: el amor y la exaltación de la familia, el matrimonio y el hogar, con personajes mayoritariamente burgueses. El teatro humorístico se aleja de la realidad inmediata. Destacan fundamentalmente dos autores: Enrique Jardiel Poncela. En sus obras teatrales predomina la despreocupación. Se caracterizan por la incorporación de un humor inverosímil, junto con elementos como la locura o el misterio, llenas de personajes en constante movimiento, lo que provoca risa. Estas representan una sociedad feliz cuyos objetivos son el amor y el dinero. Incluye en ellas el humor verbal (chistes, retruécanos) y el de situación (hechos ilógicos, disparatados). Obras suyas de este período son: Eloísa está debajo de un almendro, Una noche de primavera sin sueño,Los habitantes de la casa deshabitada.
Miguel Mihura. Pretendeidealizar la vida por medio de la humanización de sus personajes y el triunfo de la bondad y la ternura. Sus comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana, la vaciedad de los tópicos y las convenciones sociales que impiden al hombre ser feliz. Distorsiona la realidad por medio de la imaginación y la fantasía poética, y presenta un especial gusto por los asuntos policíacos. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa. El teatro existencialista, es un teatro pesimista, negativo, sin sentido a la vida y no se representa, ya que es crítico con la realidad. Las obras propias de este teatro tratan de representar los conflictos existenciales del ser humano (soledad, incomunicación, falta de sentido vital, melancolía, etc).
El teatro de Buero Vallejo marca el inicio de una nueva etapa para el teatro español, ya que supone una ruptura con los escenarios burgueses y lujosos de las comedias de evasión y con la temática de un teatro alejado de la realidad española.
Su estilo se caracteriza por personajes que encarnan actitudes opuestas en el modo de afrontar la vida. En cuanto al espacio escénico, destaca el efecto inmersión. Con este recurso pretende presentar al espectador la realidad tal y como la vive el personaje y, de esta forma, pueda identificarse con él. Describe minuciosamente los escenarios, los gestos, los movimientos y las actitudes de los personajes. Podríamos decir que es un teatro para ser leído. El lenguaje sencillo (para facilitar la comunicación con el público) y verosímil (para hacer creíble el argumento). el teatro realista y social que da testimonio de la situación injusta de la época con un tono desgarrado y una visión cercana al esperpento. Temas frecuentes en estos dramas son la intolerancia, la insolidaridad, la explotación de los trabajadores, la pobreza o el desarraigo de un personaje angustiado dentro de una atmósfera social opresiva. Algunos de las obras más representativas de este grupo son los siguientes: Los inocentes de la Moncloa, de Rodríguez Méndez; La madriguera, de Rodríguez Buded; El tintero, de Carlos Muñiz; La camisa, de Lauro Olmo, y Las salvajes de Puente Genil, de José Martín Recuerda. Este teatro realista de intención social tuvo muchas dificultades para ser representado a causa de la censura y la falta de apoyo de los empresarios teatrales y los espectadores, que preferían en su mayoría un teatro comercial. Hacia 1970 surge un teatro renovador y experimentalista en el que pierde importancia la acción y el texto literario en favor de otros elementos del lenguaje escénico: la luz, la expresión corporal, la escenografía, el sonido, el vestuario, etc. Lo grotesco, el absurdo, la deshumanización de los personajes y la crítica social son carácterísticas habituales en este tipo de obras que no consiguieron llegar al gran público. Uno de los autores más relevantes es Francisco Nieva, que cultiva un teatro vanguardista donde da cabida a lo onírico y lo simbólico con la intención provocar una catarsis en el espectador. Algunas de sus obras de esta época son: Es bueno no tener cabeza, Pelo de tormenta, El baile de los ardientes y Nosferatu. En realidad, su teatro será conocido en nuestro país a partir de 1976.