El Teatro Comercial
Tras la desaparición o exilio de los grandes innovadores de la primera mitad del siglo, en el teatro predomina una comedia burguesa con un tono elegante y temas costumbristas. Estas comedias presentan rasgos de humor o toques trágicos, según convenga. Sus autores iniciaron su actividad teatral en tiempos de la República y alcanzaron el éxito en los años 40 y 50.
En los años 50 y 60 se impone un teatro comercial, con leves toques críticos, una buena construcción dramática y calidad en los diálogos. Destaca especialmente Alfonso Paso, quien exponía las miserias y alegrías de la clase burguesa, renovando el teatro de humor. Introduce en su teatro elementos absurdos, diálogos convencionales pero inverosímiles, con una mezcla de ternura y humor. Juan José Alonso Millán continúa la tradición del teatro de humor, convirtiéndolo en una fórmula convencional que encadena situaciones disparatadas.
La Marea Realista. El Teatro Social de los 50
El estreno de Historia de una escalera supuso un giro en el teatro de posguerra. Introdujo el drama social, enraizado en la realidad española del momento. Con ella comienza “LA MAREA REALISTA”. Destaca el “GRUPO ARTE NUEVO”, contrario al teatro de evasión y de exaltación patriótica. Entre ellos, Alfonso Sastre defendió un teatro comprometido en el que la ideología política y el compromiso social se impusieran a la finalidad estética. Algunas de sus obras fueron censuradas.
La Segunda Ola del Realismo (Años 60)
Los autores de los 60 recogen la herencia del realismo social en obras que denuncian la injusticia social, las malas condiciones de los trabajadores y los barrios marginales. Usaban un lenguaje popular, a veces desgarrado y violento. Ejemplos de esta corriente son: La camisa (1962) de Lauro Olmo, Vagones de madera (1958) de José María Rodríguez Méndez, y tragedias grotescas como Flor de otoño (1972) de José Martín Recuerda, y Las secas cañas del camino, historia de una maestra a la que expulsan de un pueblo; Las arrecogías del Beaterio de Santa María Egipciaca (1970).
El Teatro Experimental
Las nuevas fórmulas frente al teatro convencional, con lenguaje y elementos escénicos diferentes, llegan del teatro experimental, principalmente de:
- Fernando Arrabal (1932), teatro del absurdo, de inspiración surrealista, cuyas obras pertenecen al “teatro pánico”, presidido por la libertad creadora y un tono provocador. Ejemplos: Pic-nic (1959).
- Francisco Nieva (1927), quien rompe con el realismo, utilizando espacios escénicos fantásticos y un especial cuidado del vestuario. Ejemplos: Sombra y quimera de Larra (1976); Delirio del amor hostil (1978).
El Teatro Innovador a partir de los 70
En los últimos años de la Dictadura, la censura actuó con dureza contra el teatro. Sin embargo, el teatro independiente se convirtió en un factor de lucha contra el régimen franquista. Se recurre a la alegoría, a los símbolos y a la complicidad con los espectadores, creando un teatro innovador, paralelo a la novela y la poesía del momento. Se utilizan recursos vanguardistas y experimentales, formas alegóricas y simbólicas. Se crea un espectáculo total en el que el texto es solo un elemento más y un pretexto para la representación. Este teatro es llevado a escena por grupos independientes, que adaptan los textos o los crean colectivamente. En los años ochenta surgen nuevas formas de espectáculo teatral y otros se dedican a un teatro alternativo, escenificado con escasos medios, basado en textos experimentales y representado en las llamadas salas alternativas.
El Teatro del Fin del Siglo
José Sanchis Sinisterra, teatro independiente y fundador del Teatro Fronterizo y Moby Dick (1983); o se refieren a episodios históricos, como la conquista de América.
Fermín Cabal (1948). Colaboró con Tábano. Regresó al teatro de autor con Tú estás loco, Briones.
José Luis Alonso de Santos (1942). Empezó en el teatro independiente: ¡Viva el duque, nuestro dueño! (1975), obra que refleja las grandezas y miserias de la España imperial con un toque esperpéntico.
Fernando Fernán Gómez (1921-2007). Las bicicletas son para el verano, 1982, que fue llevada al cine; y su adaptación del Lazarillo de Tormes (1990).
Antonio Gala (1936), que condensa algunas de las tendencias del teatro anterior, pero desarrolla un teatro de gran personalidad que llega hasta finales de siglo y más.
En los años 80 siguieron representándose nuevas versiones de nuestro teatro del Siglo de Oro en los escenarios españoles.
La Dramaturgia de Antonio Buero Vallejo
Buero Vallejo (1916-2000) sufrió las consecuencias de la guerra civil, pasó varios años en prisión, ingresó en la Real Academia (1971) y fue Premio Cervantes (1986).
Su teatro evoluciona, respondiendo a una filosofía humanista que refleja las preocupaciones esenciales del hombre y defiende la libertad.
En Historia de una escalera (1949), sirviéndose de ciertos ingredientes del teatro costumbrista y de la comedia de moda, compone un drama existencial, en el que la escalera de la casa de vecindad contempla cómo tres generaciones se ven en la imposibilidad de mejorar su situación económica y social. La escalera, que no conduce a ninguna parte, es el símbolo de la inmovilidad, que acaba fatalmente con los deseos de los personajes.
En la siguiente obra, En la ardiente oscuridad, utiliza la ceguera como un elemento simbólico; la ceguera física se convierte en una crítica de la ceguera moral de los que no quieren ver la miseria en que viven. También son ciegos los protagonistas de El concierto de San Ovidio.
También adquieren un valor simbólico los espacios en que se desarrolla la acción. El tragaluz se sitúa en un sótano. De ambiente claustrofóbico es también La fundación.
Escribió dramas históricos, que recrean personajes y sucesos de la historia de España, de los que se expresan sus preocupaciones sobre la libertad, la verdad o la justicia: Un soñador para un pueblo.
Los protagonistas del teatro de Buero son caracteres complejos, que sufren, se transforman y se adaptan a las distintas situaciones. Se suelen clasificar en activos, que actúan con egoísmo e incluso con crueldad para conseguir sus propósitos, y contemplativos, víctimas de una situación que no pueden cambiar, ya que su espíritu soñador les hace chocar con un mundo imposible, que les conduce al fracaso.