Temprano, al día siguiente por la tarde, me escurríó sudor de los párpados
mientras pegaba un cartel de Van Gogh al reverso de la puerta. El Coronel,
sentado en el sofá, juzgaba si el cartel estaba derecho y contestaba mis
interminables preguntas sobre Alaska:
—¿Cuál es su historia?
—Es del pueblo de Vine Station. Su novio está en Vanderbilt, con
beca. No sé mucho sobre su familia.
—¿Y de verdad le gusta?
—Supongo. No le ha sido infiel, lo que es ganancia.
Y así sucesivamente. También Seguir leyendo “El coronel” »