Los gustos del público burgués del momento determinan en gran medida la orientación del teatro anterior al 36. Suele hablarse de dos grandes tendencias: teatro de éxito comercial y teatro renovador.
El primero, destinado a satisfacer las exigencias del público, es, en general, un teatro costumbrista, cómico o melodramático que rehúye los planteamientos ideológicos y continúa con las formas dramáticas tradicionales. El segundo, a contracorriente de los gustos de la época, renovador en las formas y en los temas, hubo de esperar muchos años para ser valorado en su justa medida. (2) En la línea del teatro comercial pueden distinguirse tres corrientes: Comedia burguesa (Jacinto Benavente), teatro poético y teatro cómico. (3) El teatro renovador está representado especialmente, entre otros, por las figuras de Valle-Inclán y García Lorca, los dos grandes dramaturgos de este período.
La comedia burguesa de Benavente (4)
Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) escribíó y estrenó cerca de 200 obras y fue el autor de mayor éxito de la época. Sus obras se caracterizan por el dominio de los recursos escénicos y la habilidad y el ingenio de los diálogos (a él le corresponde el mérito de haber desterrado del teatro el estilo grandilocuente y declamatorio del drama posromántico). La mayor parte de su producción, que tiene como escenario los salones y ambientes de la burguésía y la alta sociedad, plantea como tema la crítica amable, irónica y superficial de algunos vicios y defectos de las costumbres burguesas. (5) Sus obras más importantes son: El nido ajeno (1894), sobre la situación opresiva y discriminatoria de la mujer casada en la sociedad española de la época; Gente conocida (1896), La comida de las fieras (1898), La noche del sábado (1903), Rosas de otoño (1905), críticas suaves de los convencionalismos y valores de la sociedad burguesa. Pero sin duda su obra más famosa es Los intereses creados (1907), con Crispín (encarnación del sentido utilitario e interesado de la vida) y Leandro (que representa el idealismo) como protagonistas. La acción se sitúa en el Siglo XVII y aparecen en escena personajes de la Commedia dell’ Arte como Polichinela y Arlequín. Señora Ama (1909) y La malquerida (1913) son dos obras también conocidas del autor, dos dramas de ambiente rural.
El teatro poético (6) En los primeros años de siglo tuvo gran aceptación este teatro escrito en verso, al estilo modernista, sonoro y musical con temas de carácter histórico: exaltaciones de grandes hechos o personajes del pasado. Los principales cultivadores de este teatro fueron: Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas (1911)) y Eduardo Marquina (Las hijas del Cid (1908)). También dentro de este tipo de teatro podemos incluir las obras Juan de Mañara (1927), La Lola se va a los puertos (1929) de los hermanos Manuel y Antonio Machado.
El teatro cómico (7) Gran éxito de público tuvo también este teatro, basado casi siempre en la presentación de costumbres y tipos populares. Los autores más representativos fueron Carlos Arniches (La señorita de Trevélez (1916)), Serafín y Joaquín Álvarez Quintero (El patio (1900), El genio alegre (1906)) y Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo (1918), su obra más famosa, parodia de los dramas históricos neorrománticos y del teatro poético en verso de principios de siglo).
El teatro renovador (8) Este teatro, que en aquel entonces fracasó en sus intentos de atraer al público, es hoy, sin duda, el más apreciado. Los dos autores más importantes de este tipo de teatro fueron: (9)
Valle-Inclán, autor de poesía, teatro y novela, siempre con una actitud renovadora y antirrealista. Suelen distinguirse dos periodos en su producción: el modernista y el de los esperpentos. Sus dos obras teatrales más conocidas son: Divinas palabras (1920), tragicomedia de aldea, ambientada en Galicia, en un mundo rural de pasiones elementales; y Luces de bohemia (1920), el primer esperpento. Con este nombre designa Valle un tipo de teatro basado en la deformación sistemática de la realidad. La deformación alcanza a los personajes, al lenguaje y a los escenarios. Todo ello con intención de reflejar el absurdo de la realidad y la vida española de la época. Esta obra es una sátira deformada y caricaturesca de la vida española de comienzos de Siglo XX. También escribíó teatro modernista (Cuento de Abril (1909). (10)
García Lorca compuso importantes obras teatrales, especialmente a partir de 1930. El tema central de sus obras es “el conflicto entre la realidad y el deseo”. Este conflicto nace del choque entre un individuo y las fuerzas externas que ahogan o impiden su realización personal. Obras suyas son La zapatera prodigiosa (1930), María Pineda (1927), Doña Rosita la soltera (1936); pero por encima de todas ellas destacan tres tragedias que representan la plenitud de su teatro: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Esta última representa el conflicto entre el autoritarismo de Bernarda Alba y el deseo de libertad de sus cinco hijas, condenadas por la madre a ocho años de luto y reclusión en la casa. La obra termina con el suicidio de la hija menor al intentar rebelarse y la sumisión de las demás a la voluntad materna. (11)
Otros autores de importancia que merecen ser destacados son Unamuno (El otro, (1932) centrado en el problema de la personalidad), Azorín (Brandy, mucho brandy (1927)), Jacinto Grau (El señor de Pigmalión (1921)), Ramón Gómez de la Serna (Los medios seres, Escaleras), Rafael Alberti (El hombre deshabitado (1930), Alejandro Casona, que estrenó antes de la guerra dos obras: La sirena varada y Nuestra Natacha, aunque su obra más importante la estrenó después de la guerra; y Enrique Jardiel Poncela, representante de un teatro cómico caracterizado por situaciones inverosímiles y por diálogos ingeniosos. En algunos aspectos se acerca al teatro del absurdo. Antes de la guerra estrenó entre otras obras: Una noche de primavera sin sueño (1927), Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936).
El primero, destinado a satisfacer las exigencias del público, es, en general, un teatro costumbrista, cómico o melodramático que rehúye los planteamientos ideológicos y continúa con las formas dramáticas tradicionales. El segundo, a contracorriente de los gustos de la época, renovador en las formas y en los temas, hubo de esperar muchos años para ser valorado en su justa medida. (2) En la línea del teatro comercial pueden distinguirse tres corrientes: Comedia burguesa (Jacinto Benavente), teatro poético y teatro cómico. (3) El teatro renovador está representado especialmente, entre otros, por las figuras de Valle-Inclán y García Lorca, los dos grandes dramaturgos de este período.
La comedia burguesa de Benavente (4)
Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954) escribíó y estrenó cerca de 200 obras y fue el autor de mayor éxito de la época. Sus obras se caracterizan por el dominio de los recursos escénicos y la habilidad y el ingenio de los diálogos (a él le corresponde el mérito de haber desterrado del teatro el estilo grandilocuente y declamatorio del drama posromántico). La mayor parte de su producción, que tiene como escenario los salones y ambientes de la burguésía y la alta sociedad, plantea como tema la crítica amable, irónica y superficial de algunos vicios y defectos de las costumbres burguesas. (5) Sus obras más importantes son: El nido ajeno (1894), sobre la situación opresiva y discriminatoria de la mujer casada en la sociedad española de la época; Gente conocida (1896), La comida de las fieras (1898), La noche del sábado (1903), Rosas de otoño (1905), críticas suaves de los convencionalismos y valores de la sociedad burguesa. Pero sin duda su obra más famosa es Los intereses creados (1907), con Crispín (encarnación del sentido utilitario e interesado de la vida) y Leandro (que representa el idealismo) como protagonistas. La acción se sitúa en el Siglo XVII y aparecen en escena personajes de la Commedia dell’ Arte como Polichinela y Arlequín. Señora Ama (1909) y La malquerida (1913) son dos obras también conocidas del autor, dos dramas de ambiente rural.
El teatro poético (6) En los primeros años de siglo tuvo gran aceptación este teatro escrito en verso, al estilo modernista, sonoro y musical con temas de carácter histórico: exaltaciones de grandes hechos o personajes del pasado. Los principales cultivadores de este teatro fueron: Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas (1911)) y Eduardo Marquina (Las hijas del Cid (1908)). También dentro de este tipo de teatro podemos incluir las obras Juan de Mañara (1927), La Lola se va a los puertos (1929) de los hermanos Manuel y Antonio Machado.
El teatro cómico (7) Gran éxito de público tuvo también este teatro, basado casi siempre en la presentación de costumbres y tipos populares. Los autores más representativos fueron Carlos Arniches (La señorita de Trevélez (1916)), Serafín y Joaquín Álvarez Quintero (El patio (1900), El genio alegre (1906)) y Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo (1918), su obra más famosa, parodia de los dramas históricos neorrománticos y del teatro poético en verso de principios de siglo).
El teatro renovador (8) Este teatro, que en aquel entonces fracasó en sus intentos de atraer al público, es hoy, sin duda, el más apreciado. Los dos autores más importantes de este tipo de teatro fueron: (9)
Valle-Inclán, autor de poesía, teatro y novela, siempre con una actitud renovadora y antirrealista. Suelen distinguirse dos periodos en su producción: el modernista y el de los esperpentos. Sus dos obras teatrales más conocidas son: Divinas palabras (1920), tragicomedia de aldea, ambientada en Galicia, en un mundo rural de pasiones elementales; y Luces de bohemia (1920), el primer esperpento. Con este nombre designa Valle un tipo de teatro basado en la deformación sistemática de la realidad. La deformación alcanza a los personajes, al lenguaje y a los escenarios. Todo ello con intención de reflejar el absurdo de la realidad y la vida española de la época. Esta obra es una sátira deformada y caricaturesca de la vida española de comienzos de Siglo XX. También escribíó teatro modernista (Cuento de Abril (1909). (10)
García Lorca compuso importantes obras teatrales, especialmente a partir de 1930. El tema central de sus obras es “el conflicto entre la realidad y el deseo”. Este conflicto nace del choque entre un individuo y las fuerzas externas que ahogan o impiden su realización personal. Obras suyas son La zapatera prodigiosa (1930), María Pineda (1927), Doña Rosita la soltera (1936); pero por encima de todas ellas destacan tres tragedias que representan la plenitud de su teatro: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Esta última representa el conflicto entre el autoritarismo de Bernarda Alba y el deseo de libertad de sus cinco hijas, condenadas por la madre a ocho años de luto y reclusión en la casa. La obra termina con el suicidio de la hija menor al intentar rebelarse y la sumisión de las demás a la voluntad materna. (11)
Otros autores de importancia que merecen ser destacados son Unamuno (El otro, (1932) centrado en el problema de la personalidad), Azorín (Brandy, mucho brandy (1927)), Jacinto Grau (El señor de Pigmalión (1921)), Ramón Gómez de la Serna (Los medios seres, Escaleras), Rafael Alberti (El hombre deshabitado (1930), Alejandro Casona, que estrenó antes de la guerra dos obras: La sirena varada y Nuestra Natacha, aunque su obra más importante la estrenó después de la guerra; y Enrique Jardiel Poncela, representante de un teatro cómico caracterizado por situaciones inverosímiles y por diálogos ingeniosos. En algunos aspectos se acerca al teatro del absurdo. Antes de la guerra estrenó entre otras obras: Una noche de primavera sin sueño (1927), Usted tiene ojos de mujer fatal (1933), Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936).