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Los poemas de MH, en sus años de aprendizaje (1924-1931), presentan unas imágenes tomadas de su entorno de Orihuela. En palabras de José Luis Ferris, éstas son “el limonero, el pozo, la higuera, las pitas o el patio”. Perito en lunas (1933) ”. Consta de 42 octavas reales a la manera del Polifemo de Góngora. El homenaje al poeta del culteranismo se ve en algunas citas y en el verso final de “(Gallo)”, extraído de las Soledades gongorinas: “a batallas de amor, campos de pluma”. Entre los símbolos, aparece el toro, con el significado de sacrificio y de muerte”). La palmera, elemento paisajístico mediterráneo, es comparada con un chorro: “Anda, columna; ten un desenlace / de surtidor” Por otra parte, hay en este primer libro de Miguel Hernández imágenes y símbolos muy de su tiempo, como cuando califica a las veletas de “danzarinas en vértices cristianos / injertadas: bakeres más viudas”, en alusión a la bailarina Josefina Baker, también negra y viuda. Y un aire a Poeta en Nueva York (1929-1930), de Lorca, tiene donde abundan los símbolos referidos al sexo masculino: “su más confusa pierna, “remo exigente”. El rayo que no cesa (1936) El tema del poemario es el amor y sobre él van a girar todos los símbolos que aparecen. Así, el rayo, que es fuego y quemazón, representa el deseo, enlazando a su vez con nuestra tradición literaria La sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho femenino, según podemos observar en un soneto como “Me tiraste un limón, y tan amargo”. La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada (Josefina Manresa) se traduce en la pena, uno de los grandes asuntos de este libro El carácter ambivalente de la amada, que, como en Garcilaso, enciende el corazón y lo refrena, lo apreciamos en el soneto “Fuera menos penado si no fuera / nardo tu tez para mi vista, nardo”, tan audaz en el uso de la epanadiplosis, en donde la amada queda representada mediante metáforas de signo suave (nardo, tuera, miera), o bien a través de otras imágenes que recuerdan lo áspero Todos estos temas quedan resumidos en “Como el toro he nacido para el luto”,en el que hay un paralelismo simbólico entre el poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico al dolor y a la muerte, su virilidad, su corazón desmesurado, la fiereza, la burla y la pena.No todos los poemas de El rayo que no cesa son así. Algunos nos hablan de una relación sexual más plena, por lo que hay críticos que no los identifican con Josefina Manresa, sino con una relación fugaz que Hernández tuvo con Maruja Mallo. Nos estamos refiriendo a “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, poema que expresa una entrega servil hacia la amada y al soneto “Por tu pie, tu blancura más bailable”. Como podemos apreciar, el símbolo clave de estos dos poemas es el pie y ambos acusan la influencia de Residencia en la tierra (1935), de Pablo Neruda.Viento del pueblo (1937) . El este libro hay un desplazamiento del yo del poeta hacia los otros. Así, pues, viento es voz del pueblo encarnada en el poeta: “Vientos del pueblo me llevan,Al pueblo cobarde y resignado, que no lucha, se le identifica con el buey El león, es la imagen de de la rebeldía y del inconformismo.La mirada del poeta se vuelve, solidaria, hacia los que sufren. De ahí poemas como “El niño yuntero”, que desde su nacimiento es “carne de yugo”La contraposición entre ricos y pobres se da en “Las manos”, poema en el que están simbolizadas las que para Miguel Hernández eran las dos Españas. Tras su matrimonio con Josefina Manresa ya no se canta tanto a la amada como deseo, sino que ahora se pone el acento en su maternidad. El símbolo, por tanto, va a ser el vientre; de ahí que en el comienzo de la “Canción del esposo soldado” leamos: “he poblado tu vientre de amor y sementera”. El hijo futuro será la prolongación de los nuevos esposos y la esperanza de una España mejorEl título El hombre acecha (1939) en virtud de la cual el hombre es un lobo para el hombre. Nos vamos a encontrar el tema del hombre como fiera y, . Todo ello lo podemos observar en la “Canción primera”.Del libro merecen destacarse los poemas que tratan de los desastres de la guerra. Las dos Españas, enfrentadas, aparecen en “El hambre”, puesto que el poeta dice luchar “contra tantas barrigas satisfechas” La sangre, que en El rayo que no cesa significaba el deseo, es ahora lisa y llanamente el dolor, ”. A su vez, en “El tren de los heridos” la muerte viene simbolizada por un tren que no se detiene más que en los hospitales, centros del dolor humano El amor a la patria queda de manifiesto en “Madre España”, a la que se siente unido el poeta “como el tronco a su tierra”. Se cierra este poemario con la “Canción última”, un claro homenaje a Francisco de QuevedoCancionero y romancero de ausencias, obra póstuma, se abre con elegías a la muerte del primer hijo del escritor, Manuel Ramón, fallecido en 1938 a los diez meses; éste es evocado mediante imágenes intangibles: “Ropas con su olor, / paños con su aroma”; “lecho sin calor, /sábana de sombra”. La esperanza, no obstante, renace con la venida de un nuevo hijo que llevará por nombre Manuel Miguel: a él, que vino al mundo a principios del 39, van destinadas las tristísimas “Nanas de la cebolla”. En ese nuevo hijo queda simbolizada la pervivencia del poetaEn la cárcel, la pasada guerra es como un mal sueño que ha sembrado España de muertos y de presos En la cárcel Miguel Hernández sigue añorando a su amada La muerte, simbolizada aquí por el mar, como en Jorge Manrique, empieza a ser la única certeza para el poeta: “Esposa, sobre tu esposo