Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
La evolución simbólica de Miguel Hernández (MH) es clara y manifiesta desde sus poemas iniciales, en los que el influjo del paisaje levantino es notorio. Así, los símbolos de la primera época, comprendida entre 1924 y 1931, son: el limonero, la higuera, el pozo, la tierra, el patio, la palmera; todos ellos de hondo enraizamiento vegetal, tomados de la naturaleza, hábitat donde acontece el suceder diario del poeta.
Perito en Lunas: Complicación Metafórica
La complicación comienza a detectarse en Perito en Lunas. El elemento esencial es la metáfora, una metáfora gongorina. El poeta-pastor acude al mundo real de su vida diaria para proveerse de material metafórico. La poesía se convierte en hermética, difícil de desentrañar. Quizá sea la luna el primer eslabón susceptible de comentario. El mencionado astro aparece en este primigenio poemario desprovisto de cualquier espíritu heredado del romanticismo, aunque en el tiempo de MH poseía cierta magia y proyectaba una luz que el propio poeta oriolano supo leer en Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre. Así vemos la presencia de la luna en varias octavas de la obra:
- En la octava dedicada a la palmera.
- En la dedicada a la granada, metaforiza a la luna como la creadora de este fruto.
- En otro momento, la luna aparece asociada a una noria de riego y el poeta hortelano consigue que descienda al pozo e ice el agua. Es una metáfora de la renovación circular de la vida.
La luna deja de ser plena para regenerarse y el poeta se pregunta sobre la misión que debe cumplir y para la que no encuentra respuesta.
El Rayo que no Cesa: Angustia y Deseo
En El rayo que no cesa, la voz rayo es símbolo de muerte, del mismo modo que lo fue silbo vulnerado, una forma de herir. Es también un símbolo de angustia como el cuchillo, la espada, el arado, fuerzas que descargan sobre el poeta y este no puede parar. Asimismo, el rayo representa el deseo amoroso. La sangre aparece también como una imagen simbólica de deseo sexual y este conjunto de símbolos convergerán en el del toro, figura en virtud de la cual se establece un paralelismo entre este animal y el poeta en función del destino trágico de dolor y muerte. Con el símbolo del toro quería trasladar al pueblo su deseo de que aquel siguiera su instinto natural, el de la búsqueda de la libertad. Pero la desilusión se va apoderando de él al apreciar cómo es un pueblo indiferente y hasta casi cobarde. La incultura y la brutalidad afloran. Al poeta no le basta con la bravura, quiere algo más hondo, más comprometido.
El clímax tanto poético como simbólico lo encontramos en la composición más trascendente de este poemario: Elegía. Hay en ella una aglutinación de palabras para expresar la extrema tristeza que el poeta siente por la muerte de su amigo y su deseo de volver a estar con él. La contrapartida a este puzzle es el buey, símbolo de la mansedumbre y servidumbre.
Viento del Pueblo: Bestiario y Denuncia
En Viento del pueblo congrega un bestiario (conjunto de bestias) compuesto por diversas especies portadoras de dos tonos oscilantes: por un lado, el orgullo y la valentía, la decisión y el arrojo manifiestos en el toro, el león y el águila; por otro, la humildad encarnada en el buey. La otra intencionalidad del poeta es la de confirmar que el hombre, o al menos aquel de su época, poseía un alto grado de indiferencia, incluso de cierta animalización a juzgar por la guerra y el odio despertado en ella. Es en este poemario de denuncia por primera vez se emplea el vocablo vientre entendido con dos acepciones: una, el coso materno; segunda, antesala de la muerte.
Cancionero y Romancero de Ausencias: Enlace de Símbolos
En Cancionero y romancero de ausencias enlaza símbolos humanos con naturales. Así, a su mujer la llama leona, la lluvia aparece asociada al llanto y al paso del tiempo. El vientre sigue siendo el lugar donde crece la vida, de esperanza y de continuidad existencial y de confianza en el futuro. Con la palabra boca materializa el poeta la pasión amorosa y al mismo tiempo es un elemento plural en tanto que aúna lo terrenal y lo sideral. La sangre aparece vista como origen, principio absoluto de vida, pero también génesis de los amantes. El mar presenta reminiscencias más manriqueñas que lorquianas. En Lorca era sinónimo de libertad, en MH es negatividad, muerte. El sol significa vida, alegría, luz, felicidad truncada que prioritariamente la vincula el poeta a su primogénito y a la perpetuación de la especie mediante el vientre femenino. Hijo de la luz y de la sombra es ejemplo de la transformación del amor físico en fuerza cósmica, con dos símbolos: día y noche, que representan la fuerza viril y femenina de la fecundación, al esposo y esposa. Aunque este volumen de poesía consolida la voz cárcel, esta había surgido ya en El hombre acecha, escrito en plena guerra civil.
Las Heridas del Poeta
MH llegó con tres heridas: la de la vida, la del amor y la de la muerte. Desde los inicios de su trayectoria creativa hasta el fatídico final, la tríada de heridas sostiene los versos hernandianos. El amor es un integrante clave de la biografía de MH. Comienza siendo sensual y sexual con un deseo irrefrenable salpicada de símbolos fálicos como la serpiente. Después un rayo herirá los temas de un amor pasional atormentado e insatisfecho, el amor como muerte. Su vivencia amorosa pasa por tres fases: la primera es un amor imposible (Maruja Mallo), la segunda platónico (María Cegarra) y la tercera, el definitivo, el de Josefina Manresa. La esposa es la amada y el hijo esperado, símbolo de la victoria de la República. Esa amada-esposa pasa a ser madre en Cancionero, de ahí el símbolo del vientre y del agua que son generadores de vida. La sed es símbolo de libertad. Trigo y sol fueron las dos últimas palabras que MH escribió en la pared de la cárcel de Alicante donde murió.