Uno de los aspectos que hemos de destacar en la poesía de Miguel
Hernández es la presencia continua de imágenes y símbolos. Para acercarnos haremos un recorrido por sus distintas obras. Los poemas de Miguel Hernández, en sus años de aprendizaje, presentan unas imágenes tomadas directamente de su entorno de Orihuela. El limonero, el pozo, la higuera, las pitas o el patio. Tales símbolos se perciben con claridad en el po “Insomnio”.La imagen del poeta pastor, que siempre acompañara a Miguel Hernández, queda bellamente reflejada en “cuclillas ordeño”.
“Lujuria” y “Es tu boca”, dos poemas de esta etapa inicial, tratan temas de la poesía fernandina. “Lujuria” nos habla del deseo erótico bajo una poesía bucólica. Así mismo “Es tu boca” presenta parte de un rostro femenino a través de dos metáforas, en las cuales unas veces predomina lo blando y suave y otras apuntan hacia lo frío, lo duro y lo cortante. Esta antítesis nos recuerda el titulo de un poemario de Vicente Aleixandre.
Perito en Lunas consta de 42 octavas reales a la manera de Góngora. El homenaje al poeta se ve en algunas citas y en el verso final. Los poemas son suerte de adivinanzas, de “acertijos líricos” cuya solución hay que buscarla en los títulos que no aparecían en al primera edición. Entre los símbolos, aparece el toro, el significado de sacrificio y de muerte.
La palmera elemento paisajístico mediterráneo, es comparada con un chorro.
Por otra parte, hay en este primer libro de Miguel imágenes y símbolos de su tiempo, y un aire a Poeta en Nueva York, de Lorca tiene “Negros ahorcados por violación”, donde abundan los símbolos referidos al sexo masculino. El rayo que no cesa tema fundamental el amor y sobre el van a girar todos los símbolos que aparecen. Así el rayo que es fuego, representa el deseo, enlazando a su vez con tradición literaria. La sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho femenino, según podemos observar en un soneto como “Me tiraste un limón, y tan amargo”. La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada se produce en la pena, uno de los grandes asuntos, la amada queda representada mediante metáforas de signo suave o a través de otras imágenes que recuerdan lo áspero. Todos estos temas quedan resumidos en “como el toro he nacido para el luto”, una especie de imagen concluyente; hay un paralelismo simbólico entre el poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico al dolor y a la muerte, su virilidad, su corazón desmesurado. No todos los poemas son así, algunos nos hablan de una relación sexual mas plena, por lo que hay críticos que no los identifican con Josefina Manresa, sino con una relación fugaz que Hernández tuvo con la pintora Maruja Mallo, refiriéndonos a “me llamo barro aunque Miguel me llame”, poema q expresa una entrega hacia la amada.
Viento del pueblo ejemplifica, muy a claras, lo que es poesía de guerra, poesía como arma de lucha. Hay un desplazamiento del yo del poeta hacia los otros. Así, pues viento es voz del pueblo encarnada en el poeta: pueblo cobarde y resignado que no lucha, identificado con el buey. El león es la imagen de la rebeldía y del inconformismo. La mirada del poeta, solidario, hacia los que sufren. De ahí poemas como “El niño yuntero”. La contraposición entre ricos y pobres se da en las manos poema en el que están simbolizadas las que para M. Hernández eran las dos España. Según el poeta “unas son las manos puras de los trabajadores”. Las otras son “unas manos de hueso lívido y avariento”. Tras su matrimonio con Josefina Manresa, ya no se canta tanto a la amada como deseo, sino que se pone el acento en su maternidad. El símbolo, por tanto, es el vientre. El hijo futuro será la prolongación de los nuevos esposos y la esperanza de una España mejor.
El hombre acecha recuerda la máxima latina homo homini lupus, el tema del hombre como fiera y, en consecuencia colmillos y garras: Garra como símbolo de fiera. Fiera, como símbolo de la animalización regresiva del hombre, a causa de la guerra y del odio: todo ello lo podemos observar en la “canción primera”.
Del libro merecen destacarse los poemas que tratan de los desastres de la guerra. Las dos España, enfrentadas, aparecen en El hambre”. La sangre que en el Rayo que no cesa significaba el deseo, es ahora el dolor. A su vez, la muerte viene simbolizada por un tren que no se detiene más que en los hospitales, centros del dolor humano. El amor a la patria queda de manifiesto en “Madre España”, a la que se siente unido el poeta. Se cierra este poemario con la Canción ultima”, un claro homenaje a Quevedo. Cancionero y romancero de ausencias, obra póstuma, se abre con elegías a la muerte del primer hijo, Manuel Ramón, fallecido en 1938. La esperanza, no obstante, renace con la venida de un nuevo hijo, que llevara por nombre Manuel Miguel: a el van destinadas las tristísima “Nanas de la cebolla”. En la cárcel Miguel Hernández sigue añorando a su amada. En definitiva, advertimos que, como queda dicho al principio, la presencia de imágenes y símbolos es fundamental para comprender la obra de Miguel Hernández y, a la vez, la convierte en una poesía muy elaborada que alcanza las más altas cotas de nuestra literatura contemporánea