Semántica y Lexicología del Español: Origen, Formación y Significado de las Palabras

Semántica y Lexicología del Español

Definición de Palabra

Palabra es la unidad mínima separable, dotada de significado, que desempeña una función sintáctica. El concepto de separable supone que en la lengua hablada se puede aislar mediante pausas y en la escrita, con espacios en blanco. Las palabras pueden dividirse en otras unidades menores, los fonemas; pero éstos no son separables ni tienen significado. También pueden descomponerse en unidades menores dotadas de significación: los monemas, que pueden ser léxicos (lexemas) o gramaticales (morfemas). Pero no son separables ni desempeñan una función sintáctica:

cantábamos es una palabra

cant– y –ábamos no

Frente a los morfemas dependientes, que tienen que unirse forzosamente a un lexema para formar una palabra, están los morfemas independientes, que forman por sí solos una palabra con significado gramatical. Éste es el caso de los artículos, los adjetivos demostrativos, los pronombres relativos, las preposiciones, las conjunciones…

Este libro y aquel cuaderno son de la vecina

El Triángulo Semiótico

La palabra es un signo lingüístico y, por lo tanto, consta de significado y significante. Así, por ejemplo, la palabra mesa es un conjunto de fonemas (significante) que relacionamos con un concepto abstracto: “mueble que se compone de una tabla sostenida por varios pies” (significado). El significado deriva, por abstracción, de la realidad extralingüística, es decir, de las diversas mesas que existen. Este proceso, reducido a esquema, puede presentarse con el siguiente triángulo semiótico:

Significado (mueble con una tabla…); Significante (m+e+s+a) Realidad extralingüística (Diversas mesas reales)

Relaciones entre las Palabras: El Campo Semántico

Las palabras, según su relación con la realidad, se agrupan en campos semánticos. Campo semántico es el conjunto de palabras que designan aspectos de un mismo sector de la realidad y que son intercambiables en el discurso. Podemos hablar, por ejemplo, del campo semántico de las impresiones térmicas: caliente, frío, templado…

La extensión de los campos semánticos no está prefijada: son más o menos amplios según los intereses del hablante. Así, por ejemplo, los esquimales poseen gran número de palabras para designar todo lo relativo al hielo, cosa que no ocurre en nuestra lengua debido a la escasa incidencia de este elemento en la vida colectiva.

Lógicamente, un grupo de hablantes que siente especial interés por un aspecto de la realidad, amplía el campo semántico que hace referencia a él mucho más que aquellos otros a quienes les es indiferente. Por ejemplo, alguien que no tenga afición a los équidos utilizará la palabra caballo para designar a individuos muy distintos. En cambio, el aficionado o profesional distinguirá entre potro, potranco, caballo, yegua, jaca…. E incluso los designará, con mayor precisión aún, según el color del pelo u otras características físicas: hablará de alazán (de color rojo tostado), lucero (con una mancha en la frente), bayo (de color blanco amarillento), pío (blanco con manchas de colores), tordo (con pelo blanco y negro entremezclado)…

Por supuesto, una palabra puede pertenecer a campos semánticos distintos. Caballo pertenece al de los équidos, pero también al de los cuadrúpedos, mamíferos, animales domésticos, seres vivos…

A la hora de expresarse, el hablante elige dentro del campo semántico el término más idóneo. La propiedad y precisión de nuestro discurso dependerá de la mayor o menor amplitud de nuestros conocimientos léxicos.

Además de los diccionarios alfabéticos, existen otros, llamados ideológicos, que están ordenados por campos semánticos. Su manejo nos ayuda a hablar con propiedad y precisión.

Parece evidente que no se pueden establecer de forma fija las leyes que rigen el léxico de una lengua. Ello es debido a que se opera con un número ilimitado de elementos cuyas relaciones, además, son cambiantes.

Elementos Constitutivos del Léxico Español

El léxico de una lengua es el caudal de palabras que la integran. Resulta de un largo proceso desarrollado a lo largo de la historia. Cada vocablo ha ido sufriendo las alteraciones pertinentes hasta adaptarse a las características fonológicas del idioma.

La base léxica fundamental procede siempre de la lengua madre, pero existen además otras muchas palabras de origen diverso.

El léxico es algo vivo y en permanente movimiento, nunca llega a fijarse de forma definitiva. Constantemente se incorporan nuevas palabras exigidas por las necesidades de cada época, al tiempo que van cayendo en desuso las que ya no son de utilidad o han sido sustituidas por otras.

El Léxico Español: Sus Orígenes Latinos

Las dos terceras partes de las palabras españolas proceden directamente del latín. Según la forma en que se han incorporado, pueden ser de tres tipos:

  • Voces patrimoniales. Son las más antiguas. Se transmitieron a través de la lengua hablada o latín vulgar. Durante el periodo de formación del castellano, experimentaron gran número de transformaciones de acuerdo con las leyes fonéticas que lo distinguen de otras lenguas romances. Son las más representativas y abundantes:

mensa —> mesa, filiu—> hijo, ianuario —> enero, terra —> tierra,

nova —> nueva, amicu —> amigo, civitate —> ciudad

  • Voces semicultas. Proceden también de la lengua latina hablada, pero tienen reminiscencias cultas. Muchas de ellas se introdujeron a través de la predicación y las ceremonias religiosas. No conservan íntegramente la forma latina, pero tampoco han seguido la evolución normal del castellano:

saeculo —> siglo (la evolución normal hubiera dado sejo)

virgine —> virgen (la evolución normal hubiera dado vergen)

capitulo —> cabildo (la evolución normal hubiera dado cabejo)…

  • Voces cultas. Los escritores las tomaron del latín literario. Conservan su forma primitiva con las alteraciones imprescindibles:

magnu —> magno, sacru —> sacro, voluntate —> voluntad,

optimu —> óptimo, candidu —> cándido, pontifice —> pontífice

Algunas palabras latinas han originado dos castellanas, una culta o semiculta y otra vulgar. Se llaman dobletes:

fosa —> fosa y huesa, frigidu —> frígido y frío, laicu —> laico y lego,

integru —> íntegro y entero, signu —> signo y sino,

famelicu —> famélico y jamelgo

Voces Extrañas al Latín

Los diversos pueblos que ocuparon la península fueron dejando su huella en el léxico. Así, encontramos palabras de diferentes orígenes:

Prerromanas. Proceden de las diversas lenguas que se hablaban en la península antes de su romanización: balsa, perro, sarna

Griegas. La mayor parte llegaron al español a través del latín: filosofía, música, poesía, idea, fantasía, orégano, sepia, evangelio, apóstol, parábola

Otras, tomadas directamente del griego, se introdujeron en tiempos más recientes. Son numerosos los helenismos empleados por la ciencia y la técnica: electricidad, oftalmólogo, cefalalgia, economía, rinoceronte, otorrinolaringólogo, biblioteca, metro

Germánicas. En la época de las invasiones bárbaras se incorporaron al latín vulgar y, de ahí, pasaron a las lenguas romances: guardar, robar, ganar, falda, escarnecer, fresco, ropa, rico, esquila, parra, espía

Muchas pertenecen al vocabulario militar: guerra, yelmo, dardo, espuela, bandera

En la onomástica española encontramos bastantes germanismos: Rodrigo, Álvaro, Fernando, Gonzalo, Alfonso, Adolfo, Ramiro… y las terminaciones –ez, -iz de los patronímicos: López (hijo de Lope), Rodríguez (hijo de Rodrigo)…

Árabes. El elemento árabe es, después del latino, el más abundante en el léxico español, con más de 4.000 palabras: acequia, taza, jarra, jofaina, ajedrez, jarabe, auge, mezquino, azul, carmesí, ojalá, hasta, fulano, mengano….

Son de esta procedencia muchas palabras que empiezan con el artículo árabe –al: alcachofa, alcantarilla, almíbar, albóndiga

Hay también topónimos: Benicarló, Guadalquivir, Medinaceli….

Voces de Otras Lenguas Modernas

Ya en la Edad Media empezaron a introducirse muchos vocablos franceses; luego este proceso fue en aumento. En el Siglo de Oro comenzó la llegada de los italianismos. El influjo de la lengua inglesa no se inició hasta el siglo XVIII; en tiempos recientes ha sido –y sigue siendo– enorme.

También hay que tener en cuenta la aportación léxica de las tierras hispanoamericanas y de otras lenguas peninsulares.

Galicismos (voces de origen francés): afán, ciprés, ligero, joya, mensaje, jamón, dama, hotel, finanzas, explotar

Italianismos: escopeta, centinela, escolta, piloto, esbelto, fachada, cornisa, novela, capricho, batuta, ferroviario, ópera, piano

Anglicismos: bistec, confort, mitin, líder, yate, fútbol, cheque, camping, pijama, túnel

Voces indígenas de Hispanoamérica: café, cacao, barbacoa, chocolate, cacique, maíz, caoba, chicle, ocelote, coca, tiburón, tabaco

Voces catalanas: nao (nave), faena, paella, capicúa

Procedimientos para la Formación de Nuevas Palabras

La lengua necesita constantemente crear nuevas palabras para enriquecerse y adaptarse a las exigencias de expresión. Existen varios mecanismos. Lo más habitual es partir de vocablos ya existentes, mediante la derivación y la composición.

Derivación

La formación de derivados es el procedimiento más frecuente. Se obtienen añadiendo a la raíz de la palabra primitiva prefijos (van delante) o sufijos (van detrás):

a-, an– (negación): apolítico, afasia, atípico, analfabeto

ante– (anterioridad): anteponer, antesala, anteproyecto

anti– (oposición): antinatural, antidisturbios, antifeminista

bi-, bis– (dos veces): bisabuelo, bimotor, bisílabo

con-, co– (compañía) conllevar, compartir, cooperar

contra– (oposición): contrarreforma, contraponer, contradecir

des-, de– (negación): desaparecer, desacostumbrar, demérito

en– (interioridad): embalsamar, enterrar, enharinar….

entre– (situación intermedia): entreacto, entresacar, entremezclar

ex– (dirección hacia fuera): exponer, exclaustrar, expropiar

extra– (fuera de): extraordinario, extraoficial, extramuros

hiper-: (superioridad): hipermétrope, hipertensión, hipertrofia

hipo– (inferioridad): hipocentro, hipocondria, hipodérmico

in– (negación): indefinido, inauténtico, incompleto

inter– (situación intermedia): interponer, interurbano, interrelación

post– (posterioridad): posgraduado, posguerra, posdata

pre– (anterioridad): prever, precursor, prehistoria

re– (repetición): recaer, repasar, renacer

sub– (debajo de): subrayar, submarino, subdesarrollo

Algunos de los sufijos más fecundos son:

  • Sufijos de sustantivos:

-aje: aterrizaje, aprendizaje, abordaje

-ancia: fragancia, tolerancia, repugnancia

-ante: comediante, maleante, veraneante

-ción: exhibición, combinación, reclamación

-dad: brevedad, antigüedad, seriedad, prosperidad

-dor: embaucador, corregidor, adorador

-ero: cocinero, carpintero, revistero, tablero

-ez, -eza: madurez, sensatez, nobleza, entereza

-ista: masajista, telefonista, publicista

-ura: estrechura, frescura, dulzura

  • Sufijos de adjetivos:

-able: amable, respetable, habitable

-ado: afortunado, anaranjado, acobardado

-ano: asturiano, mundano, herreriano

-ar: nuclear, familiar, celular

-ense: abulense, matritense, turolense

-eño: madrileño, malagueño, aguileño

-iento: hambriento, ceniciento, calenturiento

-ino: argentino, granadino, agustino

-izo: enfermizo, primerizo, huidizo

-oso: versoso, fabuloso, engañoso

-udo: peludo, narigudo, barbudo

  • Sufijos de verbos:

-ear: agujerear, jalear, apalear

-ecer. florecer, oscurecer, abastecer

-ificar: electrificar, santificar

-uar: exceptuar, conceptuar, evaluar

Extraordinaria importancia tienen los sufijos aumentativos, diminutivos y despectivos. Su valor es esencialmente estilístico: veinte eurazos es la misma cantidad de dinero que veinte euritos; pero la actitud el hablante es distinta.

Algunos sólo se aplican a los sustantivos; otros, a los adjetivos, y otros, a ambas categorías gramaticales. Ocasionalmente pueden llevarlos los adverbios: despacito, prontito, deprisita

  • Aumentativos:

-azo: perrazo, animalazo, cochazo

-ón: hombrón, caserón, bonachón

-ote: librote, gordote, grandote

  • Diminutivos:

ito: pisito, sillita, guapito

-illo: arbolillo, rubillo, Manolillo

-ico: pajarito, pañuelito, majico

-uelo: picaruelo, riachuelo, aldehuela

-cito: avioncito, pastorcito, pobrecito

-cillo: cuentecillo, jovencillo, rinconcillo

-zuelo: ladronzuelo, bribonzuelo, portezuela

-ín: pequeñín, baldosín, peluquín

  • Despectivos:

-aco: pajarraco, libraco

-acho: hilacho, ricacho, poblacho

-ajo: colgajo, pequeñajo

-astro: poetastro, camastro

-uco: mujeruca, puebluco, casuca

Composición

Consiste en unir dos o más palabras para formar una nueva. En los compuestos perfectos el significado de los elementos integrantes se ha fundido. A veces no sufren ninguna alteración formal: abrelatas, cumpleaños, camposanto, quitasol, claroscuro, saltamontes, correveidile, cubrecama, quitamanchas… En otras ocasiones experimentan alguna pequeña modificación: carricoche, agridulce, patitieso, altibajo

Son compuestos imperfectos aquellos cuyos miembros mantienen una total independencia. Suelen ir unidos por guiones: coche-cama, histórico-artístico

Onomatopeya

Es otro sistema, menos frecuente, de crear palabras nuevas. Los fonemas que las integran sugieren acústicamente el objeto o acción a que aluden: tictac, rasgar, bomba, chirriar, borbotón, quiquiriquí, cloquear

Préstamo Lingüístico

Es habitual que las lenguas en contacto se “presten” palabras unas a otras. Ya hemos visto que el léxico español ha ido nutriéndose de voces foráneas. A veces resultan imprescindibles para designar realidades o conceptos inexistentes en una comunidad; otras, son innecesarias. Los préstamos se incorporan al sistema de la lengua que los recibe mediante alteraciones mayores o menores. A cada paso, vemos que se van haciendo familiares entre nosotros palabras como restaurante, estrés, parqué, voleibol, fútbol

Cuando estas voces no se han asimilado a la lengua receptora, se denominan extranjerismo.

En ocasiones, no se toma una palabra de otro idioma sino que se imita su estructura, es decir, el procedimiento por el que ha sido creada. Este fenómeno se denomina calco lingüístico: Así, espejismo (de espejo) sería calco del francés mirage (de miroir). A menudo se trata de una traducción literal: balompié (de football).

Niveles Léxicos

La lengua de los distintos grupos sociales tiene, junto a muchos rasgos comunes, otros específicos. Estas peculiaridades afectan, claro está, al léxico. Según el uso social de los vocablos, cabe distinguir varias clases:

Cultismos. Ya hemos visto que se llaman así aquellas voces, casi siempre procedentes del latín, que mantienen su forma originaria sin haber sufrido apenas modificaciones. Aunque estas palabras cultas al principio eran usadas sólo por una minoría, algunas se fueron haciendo de uso común: pálido, solitario, artículo, hospital… Pero el término cultismo se utiliza a menudo en un sentido distinto, para referirse a aquellos vocablos no habituales en el idioma que maneja sólo una minoría culta: contingente, anómalo, inédito, abstruso, fatídico, sepelio, obsoleto, abstraer

Vulgarismos. Son palabras inadmisibles para la norma culta que sólo utilizan personas de escasa formación: amoto, afaitar, haiga (haya), Madriz, poblema, ojebto

Tecnicismos. Son voces utilizadas específicamente en la lengua propia de un oficio, arte, industria o ciencia. Su principal ventaja es la precisión: con ellas se designa algo muy concreto. Resulta imprescindible evitar las confusiones; por eso no es frecuente que una palabra pueda significar varias cosas distintas o se utilice en sentido figurado, como ocurre en la lengua cotidiana.

Algunos tecnicismos más elementales se han difundido a través de los medios de comunicación: antibiótico, inflación, infarto de miocardio

Pero hay muchos que siguen siendo desconocidos para el profano: ácido acetilsalicílico, partenogénesis, osteoblasto, galvanoplastia, hemistiquio, cimborrio

Eufemismos y Tabúes Verbales

Existen determinadas acciones, procesos o partes del cuerpo de los que no se suele hablar directamente por delicadeza.

Las palabras que los designan se convierten en verdaderos tabúes, es decir, deben ser evitadas porque resultan duras y malsonantes. Pero, como a veces hay que aludir forzosamente a ello, se impone la necesidad de buscar un eufemismo, o sea, una expresión más delicada que se refiera a esa realidad de forma indirecta. El eufemismo tiene por objeto desdibujar la imagen, borrar en la mente del interlocutor el sentido de lo que se dice.

Cada cultura tiene sus propios tabúes y los correspondientes eufemismos. En nuestra sociedad los más habituales son:

  • Lo relativo al sexo.
  • Determinadas funciones fisiológicas cuya denominación se considera poco delicada. El lugar a ellas destinado ha sido objeto de una larga serie de eufemismos que se han ido desgastando y han debido ser sustituidos por otros menos malsonantes: retrete, váter, inodoro, servicio, lavabo
  • Expresiones que puedan resultar hirientes, sobre todo cuando se refieren a defectos fisiológicos o mentales, situaciones de marginación social o por la carga ideológica que comportan. En estos últimos tiempos proliferan eufemismos como hipoacústico (sordo), minusválido (inválido), deficiente mental (subnormal), hogar infantil (hospicio), empleada del hogar (criada)…
  • Muchas veces la simple cortesía nos impide decir de alguien que está gordo o que es viejo o feo, y empleamos expresiones como grueso, fuerte, llenito, maduro, entrado en años, poco agraciado

La Significación de las Palabras y los Valores Semánticos

Polisemia

Se produce cuando a un solo significante le corresponden varios significados. Es un fenómeno muy frecuente en todas las lenguas.

La mayor parte de las palabras pueden adquirir variados matices, pero se llaman propiamente polisémicas las que presentan significados muy distintos:

Me he hecho un corte en la mano

La corte española se trasladó a Madrid

Hay temporal en el golfo de Vizcaya

Tu primo es un golfo

Las palabras polisémicas sólo pueden interpretarse adecuadamente teniendo en cuenta el contexto.

El diccionario académico recoge todas las acepciones de cada voz, tanto las que sólo difieren ligeramente como las que son muy distintas. Es indispensable elegir en cada momento la acepción adecuada.

Sinonimia

Es el fenómeno inverso: varios significantes con un mismo significado. Si se sigue un criterio estricto, apenas existen sinónimos perfectos porque casi siempre difieren en algún matiz. Algunos se acercan más a esa identidad y son intercambiables en cualquier contexto; se dan, sobre todo, en el lenguaje técnico o científico: cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo (tipo de estrofa), glóbulo blanco o leucocito.

Otros, aunque a simple vista significan lo mismo, expresan matices diferentes y no se pueden utilizar de manera indistinta: son sinónimos parciales. Hacer, efectuar, llevar a cabo, producir, fabricar, construir… pueden considerarse sinónimos y como tales actúan en muchas ocasiones; pero no es posible decir realiza una tortilla o produce una buena acción.

Otras veces, los sinónimos pertenecen a registros lingüísticos distintos: despachurrar / aplastar, enterrar / inhumar, padre / progenitor, cárcel / trena

El hablante debe elegir en cada circunstancia el sinónimo más apropiado.

Antonimia

Dos o más palabras son antónimas cuando expresan ideas opuestas. Presenta alguna variante:

Palabras contrarias. Entre una y otra existen posibilidades intermedias: guapo / feo, limpio / sucio, amar / odiar

Es frecuente la utilización de prefijos para crearlas: mérito / demérito, hacer / deshacer, humano / inhumano

Palabras complementarias. No existe ninguna otra posibilidad: hombre / mujer, vivo / muerto, solo / acompañado

Palabras recíprocas. Una implica necesariamente a la otra: comprar / vender, marido / mujer, anfitrión / invitado

Homonimia

Es la igualdad entre dos o más palabras que tienen distinto significado: judía (legumbre) / judía (mujer de una determinada religión), gato (animal doméstico) / gato (máquina para levantar pesos)…

Dentro de las palabras homónimas pueden distinguirse dos variantes:

Homógrafas. Tienen la misma ortografía y la misma pronunciación: Se oía un canto bellísimo / Se dio un golpe con el canto de la librería

Homófonas. Se pronuncian igual, pero su ortografía es distinta: El aya dormía al niño / Esta haya la plantó mi padre.

Contexto y Situación

Las palabras adquieren su verdadero sentido en el acto de la comunicación. Para interpretarlas es preciso tener en cuenta el contexto lingüístico en que aparecen y la situación extralingüística en que se emite y recibe el mensaje.

Acabamos de ver que muchos vocablos tienen significados muy distintos que sólo pueden distinguirse por el contexto: Voy a comerme una manzana / Ese portal está en la manzana siguiente. La significación de manzana queda perfectamente aclarada por el contexto lingüístico. Si éste no bastara para deshacer la ambigüedad, habría que recurrir a la situación: ¡Esta manzana es enorme! Podría referirse, en principio, a cualquiera de las dos realidades antes aludidas. Todo dependería de que lo dijéramos ante una suculenta fruta o en mitad de una calle.

Aun en el caso de que no se trate de palabras polisémicas, hay que tener en cuenta el contexto y la situación para captar todos los matices. La situación nos ofrece una serie de datos que ahorran muchas palabras: Míralo bien, Vámonos de aquí, No digas eso, Será mejor hacerlo ahora… Estas frases sólo se pueden entender viendo el objeto, lugar, acción o tiempo a que se refiere el hablante. Son muchas las palabras que tienen un valor ocasional y que se utilizan de manera económica cuando es innecesario especificar detalles que están a la vista.

Denotación y Connotación

Muy a menudo, las palabras no expresan pura y simplemente un concepto objetivo, sino que evocan en la mente del receptor ideas, sensaciones, sentimientos… Se cargan de resonancias ajenas a la palabra en sí misma, pero ligadas a ella por un motivo u otro

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Se llama denotación al sentido estricto de un vocablo. Connotación es el cúmulo de evocaciones que nos sugiere.

La pura denotación no es demasiado habitual. Prácticamente sólo se da en el lenguaje técnico y científico, que busca por encima de todo ser objetivo y preciso: El NO de la península se ve afectado por un fuerte anticiclón.

La lengua coloquial –y mucho más la literaria– se carga de sugerencias y valoraciones subjetivas. Incluso aquellos términos que expresan el grado puro de un concepto adquieren en determinadas ocasiones valores extraconceptuales. Viejo, referido a una persona, significa simplemente “de mucha edad”. Pero puede tener connotaciones afectivas: Mi vieja no decía nada, pero le temblaban las manos. O despectivas: Se ha casado con un viejo.

Los motivos por los que un vocablo se carga de connotaciones son ilimitados: pertenencia a un determinado grupo social, profesional o regional; relación con un ambiente; empleo previo en una canción o película, etc. Veamos algunos ejemplos variados:

                        Te espero a las cinco en punto de la tarde

                                   (tiene resonancias taurinas)

                        Tengo morriña.

                                   (evoca lo gallego)

                        Habrá que racionar el pastel

                                   (evoca los años de la posguerra)

                        No iré a la oficina; hoy voy a hacer novillos

                                   (evoca el mundo escolar)

                        ¿Adónde vas, rostro pálido?

                                   (evoca las películas de indios)

            A veces el significado real de la palabra queda en segundo plano y prevalece el valor connotativo. Así, por ejemplo, el término jeque designa a un mandatario árabe, pero en la mente de todos evoca la idea de la riqueza y el lujo; lo mismo ocurre con rajá.

            Algunos vocablos encierran en sí mismos unas determinadas connotaciones, de las que no se puede prescindir: charlatán, chiflado, gandul

            Todos estos matices tienen gran importancia en el habla cotidiana, pero mucha más en la literatura. Sólo captaremos la esencia de un texto cuando evoque en nuestra mente las connotaciones que el autor pretendía. A ello se añade, claro está, las que cada lector genera de forma individual.

            Leemos esta estrofa de un poema de Juan Ramón Jiménez:

                                               Tristeza dulce del campo…

                                               La tarde viene cayendo;

                                               de las praderas segadas

                                               llega un suave olor a heno.

Vemos que las palabras que lo integran tienen valor, más que por su sentido recto, por las connotaciones de nostalgia, melancolía, suavidad… que evocan en nosotros.

            El lenguaje publicitario se sirve a cada paso de la connotación para reforzar su capacidad de convencer. Si a unos calcetines se les llama Ejecutivos es para que los asociemos inmediatamente a la imagen del hombre activo y triunfador que se mueve en las esferas del poder.

El cambio semántico

La relación entre significado y significante es arbitraria, pero nadie puede alterarla individualmente; sólo cambia con el paso del tiempo y por obra de la colectividad.

Las palabras que designan conceptos anacrónicos van cayendo en desuso: mesnada (conjunto de vasallos que servían a un señor feudal), brial (prenda de vestir), loriga (parte de la armadura)…

Otras veces, permanece el significante pero varía el significado. Así, por ejemplo, en el castellano medieval catar significaba “mirar”, y hoy quiere decir “probar”; guisar era “preparar algo”, y hoy se restringe exclusivamente a “preparar comida”; recordar significaba “despertar”, y hoy es “rememorar”…

Importantes agentes del cambio semántico son la metáfora, la metonimia y la sinécdoque, llamadas en conjunto tropos, palabra de origen griego que significa “cambio, giro, vuelta”. No sólo son figuras retóricas empleadas en la literatura sino también uno de los recursos de formación del lenguaje.

Metáfora. Consiste en dar el nombre de una cosa a otra por la semejanza que se advierte entre ellas. Se llama sierra a una determinada herramienta por el parecido que tiene con una cadena de montañas. El mismo proceso metafórico se ha producido con la pata de la mesa, el ojo de la cerradura, la red de transportes, la cabeza de ajos, el lomo del libro, el puente que se da entre dos fiestas…

Metonimia. Consiste en dar el nombre de una cosa a otra por las relaciones de proximidad que existen entre ellas. Así, llamamos jerez a un vino que procede de dicha población; espada, al torero que mata con esa arma; corneta, al soldado que toca ese instrumento…

Sinécdoque. Consiste en emplear el nombre de una parte para designar el todo, o a la inversa. Por ejemplo, denominamos transistor a un aparato en el que hay una pieza que se llama así; con el nombre de la parte hemos designado el todo.

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