El viaje de Sacha Savarof en El mundo es ansí
El mundo es ansí, publicada en 1912, probablemente se inspiró en los viajes de Pío Baroja por Suiza e Italia en 1907. Durante este viaje, visitó Florencia, Milán y Ginebra, donde conoció a estudiantes rusos exiliados tras la Revolución de 1905. La novela narra la vida de Sacha Savarof, una mujer que se enfrenta a un mundo insatisfactorio con una psicología contradictoria, oscilando entre la abulia y la impulsividad. Sacha comparte características con otros personajes barojianos: inadaptabilidad, rebeldía, un ideal inalcanzable, el viaje como escape y un confusionismo de ideas.
Personajes secundarios y comparsas
La novela se centra en Sacha, alrededor de quien giran personajes secundarios y comparsas. Los secundarios son pocos: Klein y Velasco, sus maridos, representan elementos negativos; Arcelu, un atisbo de relación ideal, es el elemento positivo. El resto, como su amiga Vera, funciona por contraste, mostrando la seguridad de Vera frente a las dudas de Sacha.
La compleja caracterización de Sacha
La caracterización de Sacha es compleja. La conocemos a través del narrador, sus cartas y su diario. La percepción del paisaje refleja su estado anímico.
Etapas de la vida de Sacha
- Rusia: Infancia, adolescencia y el deterioro de su primer matrimonio.
- Ginebra: Estudios, noviazgo y primer año de matrimonio.
- Florencia: Reflexión y búsqueda, que culmina en su segundo matrimonio.
- España: Insatisfacción, desencanto, fracaso y huida. Esta etapa es la que nos interesa.
La experiencia española de Sacha
Alguien advierte a Sacha que España es un país realista, donde se duerme mucho y se sueña poco[4]. En una carta, Sacha describe su experiencia española: “Estimado señor, gracias por su interés y por su libro. Lo he leído con gran curiosidad, queriendo explicarme ese país tan poco amable para mí, y a quien sin embargo guardo cariño. He visto reflejada la vida española que tanto me ha perturbado: irregular, áspera, inexorable, y que, a pesar de esto, produce sentimientos caballerescos y bondadosos. Hay algo muy humano en España, que se impone en el recuerdo con cariño y simpatía, a pesar de su vida arbitraria, injusta y cruel”[5].
Este desencanto, provocado por la caída de un ideal adolescente (“estudiantes que, a fuerza de leer y no vivir, habían perdido la noción de la realidad”[6]), recuerda a desenlaces quijotescos.
El narrador reflexiona: “Hay en el horizonte de la vida algo luminoso para la juventud: el amor, la ilusión, la promesa de la felicidad. Con los años, esa luz se apaga y aparece un camino sin destino, un conjunto de necesidades incoherentes en el vacío”[7].
Sobre el amor (y la ficción), el narrador añade: “Hay en el amor, como en todo lo humano, una retórica que da vida a lo muerto y brillo a lo opaco. Es una mentira que, con la ilusión, parece verdad; una mentira que se defiende con cariño. ¿Para qué analizarla? Cuando la mentira es vital, se defiende con entusiasmo, pues es más útil que la verdad”[8]. (Don Quijote creía en Dulcinea y Sancho en su ínsula…)
El encuentro con lo español
El primer encuentro de Sacha con lo español se describe así: “Un español, pintor o sportsman, llamado Juan de Velasco, ha llegado al hotel. Es lo opuesto al pintor húngaro. Hace proyectos constantemente. No duda ni vacila. ‘¿Quiere ir a Nápoles? –dije–. Vayamos esta tarde’. Velasco tiene mucha energía. Me quiere convencer de ir a España a ver toros y procesiones. Dice que la violencia prepara para la vida”[9].
Paradójicamente, Sacha llega a España. Su impresión del paisaje: “Es un paisaje hidalgo, de caballeros”[10]. Luego, ve un escudo con tres puñales en tres corazones sangrantes y la leyenda: “El mundo es ansí”. Sacha reflexiona: “Todo es crueldad, barbarie, ingratitud. ¿Quién pondría un blasón tan triste? ¿Qué penas tendría?”[11]. Esta reflexión se repite en la novela.
La mentalidad española
Sacha observa: “Los españoles tienen orgullo individual, pero no patriotismo. Creen que todo lo español es malo. Esta idea les deja en la ironía. Me asombra su falta de curiosidad”[12]. Una doncella, al oír que Sacha es rusa, dice: “Allí se vivirá como en todas partes”. Sacha piensa: “Qué sabiduría y falta de curiosidad”[13].
Sacha conoce a Arcelu, quien dice: “Soy aprendiz de todo, maestro de nada. Me gusta la técnica. Prefiero un manual de relojería al Quijote”[14].
La teoría de Arcelu sobre el carácter español
Arcelu cita al doctor Iturrioz: “En España hay dos tipos: el íbero (grave, fuerte) y el semita (astuto, hábil). El celta es neutro. El íbero dominó en la Reconquista; el semita, con la llegada de los moros. El íbero es el hidalgo; el semita, el cortesano. La España semítica triunfó. La ciudad sobre el campo. La aristocracia semítica es inculta. A mayor aristocracia, mayor miseria. El Quijote es semítico. Un íbero no se burlaría de Don Quijote. Se necesitaba el odio al idealismo para golpear a un hidalgo. La aristocracia semítica es ramplona. En España, la aristocracia va unida al latifundio, la usura, la torería, el caciquismo… y a la degeneración del pueblo”[15]. Aunque Sacha piensa que Arcelu habla demasiado, la teoría impacta.
El regreso a Rusia
Sacha regresa a un Moscú cambiado: “Unos fueron a Siberia, otros se suicidaron, la mayoría desapareció; los astutos progresaron. Los débiles perecieron. ¡El mundo es ansí! Recuerdo el escudo. La vida es crueldad, ingratitud… ¿Qué hacer? Hay que seguir hasta el final”[16].
Reflexiones finales
Baroja advierte: “Nuestras luchas, guerras, hambres y pestes, parecen las de los insectos. Tras la destrucción, se vive en la mediocridad. La inutilidad de la lucha por ideales que fracasan es triste. Pensar que todo es un juego del Eón es duro”[17].
Aquí encontramos a los Baroja, Cervantes, Nietzsche, Quijotes y Sanchos, “sin tiempo para trabajar en lo que los demás hacen, no para vivir, sino para alejar la muerte”[18].
Baroja concluye: “El español, poco práctico en lo material, es práctico en su vida; sanchopancesco en lo individual, quijotesco en lo colectivo”[19].
Sancho Panza: Una reinterpretación
La RAE define “sanchopancesco” como falto de idealidad, acomodaticio y socarrón. Error. Sancho es el labrador manchego, pobre, casado y con hijos, que busca escapar de la miseria. Representa al 80% de la población de la época, la más desventurada[20] (y que seguía siéndolo en tiempos de Baroja).
Sancho es bondad, justicia y honradez. Como gobernador, demuestra sentido común y justicia, ganándose el cariño y la admiración[21]. El episodio de Barataria muestra su emancipación[22]. A diferencia de los escuderos de las novelas de caballerías, Sancho vive sus propias aventuras[23]. ¿Hay mayor arrojo que servir a Don Quijote?
Sancho es orondo, reídor, ambicioso y glotón. Su lenguaje sentencioso y lleno de refranes caracteriza sus parlamentos. Es un autodidacta con don de lengua: un castellano saleroso y ocurrente[24]. Galdós y Baroja parecen escribir “como se habla”[25]. De ahí el aparente descuido estilístico que los eruditos critican.
El amor de Sancho por su jumento es conmovedor. Sus lamentaciones al perderlo nos llegan al alma[26].
Sancho es el personaje más complejo. No es que Don Quijote se “sanchifique”, es Cervantes quien lo hace[27]… y quizá nosotros con él.
Conclusión
Cervantes, como Baroja, llora a España, dominada por la insensatez. Su legado, rico en emotividad, tiene cada vez mayor dimensión humanística[28]. Baroja comparte esta lectura, aunque, como diría Sancho: “Cada uno ve la feria como le va en ella”.