Renovación Narrativa en España: Siglo XX, de Unamuno a la Posguerra

La Novela Española en la Primera Mitad del Siglo XX

El Modernismo y la Generación del 98

A principios del siglo XX, la literatura española continuaba la estética realista y naturalista, enfocada en reflejar la realidad. Sin embargo, con el tiempo, surgieron dos tendencias divergentes:

Tendencia Modernista

Con escaso éxito, esta corriente priorizó los valores formales. Ejemplos incluyen Cuentos de Rubén Darío, Vidas sombrías de Pío Baroja y Femeninas de Ramón del Valle-Inclán.

Generación del 98

Este grupo de jóvenes escritores buscó renovar el lenguaje narrativo y regenerar la vida pública y social de una España percibida como atrasada cultural y económicamente. Rechazaron el Realismo, optando por un lenguaje más preciso y estético. Mostraron subjetivismo y una profunda preocupación artística, impulsando la renovación del estilo y las técnicas narrativas (perspectivismo, alteración del tiempo, diálogos abundantes, nuevos tipos de narrador y la aparición del personaje colectivo). Novelas clave de 1902, como La Voluntad de Azorín, Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja y Sonata de otoño de Valle-Inclán, marcaron estas innovaciones.

Novelistas de Principios del Siglo XX

José Martínez Ruiz (Azorín)

Miembro de la Generación del 98, Azorín difuminó la línea entre novela y ensayo, minimizando el argumento y enfocándose en el lenguaje. Destacó por su sencillez, precisión, voluntad artística y subjetivismo. Sus primeras obras, como La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, son autobiográficas. Posteriormente, revisó tipos literarios como Don Juan y Doña Inés.

Ramón del Valle-Inclán

Buscó un «arte total» que fusionara prosa, verso y teatro. Inicialmente modernista con Femeninas y las Sonatas, evolucionó hacia el esperpento con Tirano Banderas, deformando personajes para denunciar la realidad. El Ruedo Ibérico es otra obra destacada. Su etapa modernista se relaciona con el impresionismo, idealizando el paisaje. La etapa del esperpento se vincula al expresionismo, con personajes grotescos y uso de recursos como la cosificación y animalización.

Miguel de Unamuno

Figura clave de la Generación del 98, promovió la renovación literaria. Comenzó con obras realistas como Paz en la guerra, adoptando luego técnicas innovadoras en Amor y pedagogía. Creó las «nivolas», centradas en el interior de los personajes, con diálogos y monólogos interiores, paradojas, antítesis y un lenguaje preciso. Temas recurrentes incluyen la muerte, la fe y la existencia de Dios. Niebla, Abel Sánchez, La Tía Tula y San Manuel Bueno, mártir son sus «nivolas» más destacadas.

Pío Baroja

Otro autor esencial del 98, concibió la novela como una forma abierta donde el argumento cede ante episodios y anécdotas. Priorizó la invención, observación e imaginación, con un estilo simple y espontáneo. El árbol de la ciencia es su obra más representativa, reflejando su propia frustración. También destacan trilogías como La tierra vasca (Zalacaín el aventurero), La lucha por la vida (La Busca) y Memorias.

La Novela Novecentista o Generación del 14

Esta generación buscó la renovación influenciada por las vanguardias. Ramón Gómez de la Serna (El rastro) y otros autores como Gabriel Miró (El obispo leproso), Ramón Pérez de Ayala (Belarmino y Apolonio, Troteras y danzaderas) y Fernández Flores (El bosque animado) priorizaron la forma y la innovación.

La Novela del 27: de la Vanguardia a lo Social

Autores como Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala y Rosa Chacel evolucionaron de la vanguardia a una literatura social y política. Inicialmente, con obras vanguardistas como Cazador en el alba (Ayala), Estación, ida y vuelta (Chacel) y La venus mecánica (Díaz Fernández), se movieron hacia una literatura comprometida con El nuevo Romanticismo de Díaz Fernández, abordando luchas obreras y corrupción con un estilo realista.

La Novela del Primer Franquismo

Tras la Guerra Civil, surgieron la novela de vencedores (épica, como La fiel infantería de R. García Serrano) y la novela existencialista, que reflejó el malestar de la época con personajes desarraigados y técnicas como la narración en primera persona y el monólogo interior. Destacan La familia de Pascual Duarte de Camilo J. Cela, Nada de Carmen Laforet, La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes e Historia de una conversión de Javier Mariño. La literatura de los autores del exilio, aunque relevante, no se aborda aquí.

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