Relatos Cortos de Quim Monzó: Sátira y Reflexiones de la Sociedad Contemporánea
1. Invasión Sutil
En el Hostal Punta Marina de Tossa, el protagonista de la historia (el propio narrador) pasa el tiempo intentando convencerse de que un hombre catalán es, en realidad, japonés, simplemente porque tiene la fobia de que los inmigrantes nos invadirán. Concluye que, si todos invaden como ese ‘japonés’ del restaurante, será difícil evitarlo.
2. Una Brecha en el Infinito
Ramírez-Guardunha y Coscolla (hijo de portugués y catalana) ha descubierto la cuarta dimensión y la ha construido en una maqueta de tubos y botellas de plástico. Al principio, sus amigos se muestran escépticos ante la factibilidad del invento, pero cuando Ramírez, aconsejado por el narrador, vende el invento, su amigo científico se plantea que podría ser verdad. Cuando se da cuenta, ya es demasiado tarde: una modelo que se fotografiaba con la maqueta para una campaña publicitaria desaparece por arte de magia. Deciden eliminar la maqueta por precaución y la queman. Por otra parte, Ramírez siente remordimientos por haber ‘eliminado’ a esa chica y decide casarse (para mantener a su pobre familia) con su hermana pequeña, que es un poco lenta. Por suerte, se casa con una mujer que le conviene, le deja hacer lo que quiere y es muy callada, pero fue muy ingenuo al irse a vivir con ella sin conocerla. Además, al cabo de un tiempo, Ramírez confiesa que ha vuelto a construir la maqueta, y Comajustans (el amigo físico) se interesa más de lo que se preocupa por sus efectos criminales.
3. El Mejor Amigo
Un buscador de setas choca por casualidad con un extraterrestre mientras busca setas por el bosque. Este, curioso, no se asusta y mantiene la compostura. Empieza a hablar con aquel ser extraño que se hace llamar ‘sexòfor’ y le confiesa que no tiene cara y que no es solo uno, sino que son muchos los que han adoptado esa forma humana dentro de la carcasa metálica. Además, uno tiene un instrumento muy útil: un traductor de lengua instantáneo que le permite hablar catalán sin ninguna dificultad. Al cabo de un rato de conversación, se presenta un campesino con un perro y una escopeta de dos cañones bajo el brazo. El extraterrestre se asusta ante el perro, ¡le repele! (el campesino se marcha). De repente, se oye un silbato en señal de que es hora de que se vaya su compañero sexòfor. El protagonista le pide algo al ser extraño para poder probar que lo ha conocido, y este, molestado por las preguntas estúpidas de aquel hombre, le dice: <<¡Tenga en cuenta la demografía! Déjese de ortodoxias y de florituras morales. Ahora están preocupados por la falta de pisos y les agobia la búsqueda de piso. ¡Pero no saben lo que es buscar planeta!>>. Al final, se revela que quien explica la historia lo hace ante un funcionario que lo escribe en una declaración de la policía. Pero para el protagonista, lo más importante de toda aquella historia es que descubrió un gran secreto de los extraterrestres o sexòfors: ¡les daban miedo los perros!
4. Nosotros Dos
Este hombre se pasa los fines de semana pensando en él, haciendo una división entre su cuerpo y su mente como si fueran dos partes separadas pero, al mismo tiempo, totalmente indivisibles. Durante el transcurso del cuento, al hombre le molesta la conciencia, una voz que habla constantemente y le importuna con comentarios inapropiados. Pero, al mismo tiempo, sabe que cada consejo que la conciencia le da es lo que realmente él quiere hacer (evidentemente, porque él, aparte de ser su cuerpo, también es su propia conciencia). Dibujando una puerta con una tiza mágica que, al parecer, se abre a otro mundo (que ya había visto hacer a un niño frente al Museo Marítimo y que él no había logrado abrir), intenta deshacerse de su propia conciencia y la engaña. La hace pasar primero y, cuando está dentro, cierra la puerta. Pero entonces se da cuenta de que tiene un vacío dentro y se asusta. De repente, vuelve a oír la voz característica diciéndole: <<¡Ya te decía que no iría muy lejos! […]>>. Y así hace la reflexión de que, aunque le moleste, necesita el vínculo entre su conciencia y su propio cuerpo. Y entonces se pregunta cómo es que no se aburre los fines de semana…
5. No se Admiten Coronas
Un chico (que vendía cintas de terciopelo) era más que conocido, pero no llegaba a ser amigo del protagonista, que narra la historia. Este chico decide que, con el dinero que gana de su negocio, construirá su propia tumba, un gran edificio lleno de los equipamientos necesarios para cuando se muera (como las de los faraones, dice él). El chico le dice al protagonista que quiere que él y su primo lo entierren allí, aunque las autoridades no lo permitan. Además, dejó un teléfono con línea para llamar en caso de que tuviera problemas a la hora de ‘subir al cielo’. Y sí, al poco tiempo aquel chico murió, y el protagonista y el primo de Terrassa hicieron todo lo que tenían que hacer y luego sellaron la puerta con materiales preparados y de acuerdo con las instrucciones recibidas. Pero, al poco tiempo, el protagonista recibió una llamada de su amigo muerto que, preocupado, se quejaba de que en el cielo no le dejaban llevar el tocadiscos. El protagonista le dijo que era normal, porque allí ya debía haber de todo y que lo que tenía que hacer era mantenerse quieto y aguantar la respiración (para que pudiera subir al cielo) y colgó el teléfono de golpe. El protagonista todavía piensa que, tal vez, a su amigo le pasó algo gordo.
6. El Testamento de la Hiena
A ‘la hiena’ le habían delegado asesinar a un funcionario. Pero, por tonto, se dejó engatusar por las palabras engañosas y de confianza de aquel y acabó encerrado en prisión. Allí dentro, hace una reflexión sobre su nombre: <>. Le costó mucho conseguir el privilegio de poseerlo; de los tres, él era el más adecuado para quedárselo. Entonces piensa que lo que sería mejor, quizá, sería dar el nombre a otra persona libre para que aquella pudiera aprovecharlo, que un nombre como ese no podía quedar desconocido entre las rejas de la prisión. ¡Y así el eco del nombre <> estaría presente inmortalmente!
7. Cero a Malthus
Los japoneses habían inventado el suero: una sustancia que mantiene a una persona totalmente sana ‘eternamente’, pero no puede evitar que envejezca. En la sociedad de la Barcelona de 1995, el suero lo utilizaba todo el mundo. Esto causó que las autoridades tomaran medidas para que no hubiera un exceso de personas en el mundo. Decidieron que a cualquier abuelo de 75 años que no fuera ni hubiera sido de gran importancia para la historia de la humanidad se le aplicaría una especie de eutanasia. El tío Valentín era uno de esos viejos. Busca razones que justifiquen que él es suficientemente importante para tener una prórroga y permanecer más tiempo vivo. Pero al final, se da cuenta de que no puede hacer nada. Los de ‘la última compañía’ (los individuos que preparan psicológicamente a los que se han de morir) convencen con una gran promesa al tío Valentín, que al final se resigna a ser ‘asesinado’. Ni el protagonista ni su mujer se preguntan por qué la sociedad condena con esa crueldad a su propia población ni si realmente es justo el ‘juicio final’…
8. Todo Espíritu
A un individuo le dicen que es fantasma, que todo el sentido de su existencia es inútil (su familia, sobre todo) y que debe empezar a adaptarse a su nuevo estado civil. E incluso le dicen que puede dar gracias de no ser un vampiro, que eso causa problemas a la familia, y ser fantasma no.
9. Vengo para dar Fe
La prima Amelia era propensa a coger enfermedades. Tras saber que por el pueblo rondaba un vampiro, la tuvieron muy protegida, pero debido a su tozudez de llevar galletas a los vecinos, fue atacada por él y la mató. El alcalde daba toda la responsabilidad a la familia para evitar que esta también se convirtiera en vampira y no dejaba que la enterrasen. Los hijos del protagonista aconsejaron que le clavasen una estaca en el corazón y le cortasen la cabeza. Decidieron hacer un acta, y el distribuidor de gas del pueblo y la criada de abajo serían los testigos (así no acusarían a quien lo hiciera de asesino). Pero, ¿quién hacía ese acto tan macabro? Se iban dando responsabilidades, incluso se lo proponen a los niños, y al final decide hacerlo el protagonista, que solo termina clavando la estaca. Sabiendo cómo lo habían hecho todo, y con el acta, el alcalde les dejó enterrar a la prima Amelia. Suerte que no se siente culpable de haber hecho esa barbaridad…
10. La Batalla del Cinco de Mayo
En el pueblo de Santa Rita, cada cinco de mayo se celebraba una fiesta muy importante (la derrota de los franceses ante el ejército mexicano). Lo hacían allí porque, al parecer, la montaña cercana tenía la misma silueta, casi la misma altura y el mismo nombre (el monte de Guadalupe de Puebla) donde se produjo la batalla. La gente del pueblo colaboraba en reconstruir esos momentos, pero cada año se destacaba un hecho muy peculiar que se remarcó más que nunca durante aquella vez: los que querían hacer de franceses necesitaban dinero para el ‘traje’ y los que hacían de mexicanos podían ir ‘harapientos’ sin tener que gastar ni un duro. El problema fue que los que iban bien alimentados eran los que hacían de franceses y los muertos de hambre eran los que hacían de mexicanos. Ese año, el Sr. Laurencez (Amador) le había robado la novia al Gral. Zaragoza (Nicanor Andere). Como ambos estaban muy enfadados, se pelearon de verdad y ganaron los franceses (gran contradicción, y ahora, ¿qué le diría el alcalde al periodista America Arakelian?). El Gral. Zaragoza, que quedó bastante herido (sobre todo de la nariz), estaba ingresado en el hospital. El alcalde y el periodista americano fueron a verlo y lo encontraron con Adela, la prometida de Amador García. Ella dijo que lo que había hecho Amador era imperdonable y que la había cambiado por Nicanor. Esto hizo que el alcalde se pudiera defender sobre esa gran contradicción histórica y dijera que, aunque en la batalla los franceses ganaron, quien ganó de verdad fue el Gral. mexicano, que logró la mujer que amaba.
11. La Rebelión de las Cosas
Un día, de repente, las cosas empiezan a hacer lo que quieren. Ya no cumplen las tareas que tenían asignadas y empieza a fallar todo lo que estaba construido a base de ellas. Los electrodomésticos ya no funcionan, las plumas estilográficas vierten la tinta de golpe, los botones ya no hacen el trabajo de aguantar camisas… y los clavos ya no mantienen firmes las estructuras, y menos aún el cemento… Todo se convirtió en un caos y un miedo tan terribles que todo el mundo huyó hacia la naturaleza porque sabían que allí no había ningún invento artificial que pudiera hacer alguna ‘trastada’. Allí, dejaron de lado todas sus leyes morales y legales. Con la excusa de que habría mucha gente que se moriría, empezaron a ‘reproducirse’ con todo el mundo, pensando que algún día volverían a surgir las antiguas normas. Al final, se cita la historia de un chico que intentó, hasta que no pudo dominar su máquina de escribir, explicar aquella gran rebelión de las cosas.
12. Deporte y Ciudadanía
Un equipo de fútbol nacional juega contra otro que le está dando una paliza de 2 a 0. En los últimos seis minutos del partido, entra un jugador blanco extranjero y marca tres goles para el equipo nacional, que termina ganando el partido. Se habla sobre el contrato de futbolistas extranjeros y que los partidos que están respaldados por el estado siempre ganan y que, por tanto, sería mejor declarar ganador a aquel que no ha obtenido la victoria.
13. La Luna en Casa
Juan tuvo un día una gran idea: quería llevar la luna a su habitación y hacer que la adornara con su luz. El invento más apropiado fue el de transportarla con espejos (hicieron una campaña de recogida y recibieron suficientes). Y construyó el recorrido de la imagen de la luna hasta una palangana que tenía sobre la cómoda de la habitación. Al principio, pareció que a su padre no le gustaba mucho, pero entonces Joanet lo convenció, le hizo ver que era importante y muy bonito poder ver cada día la luna reflejada en ese cuenco lleno de agua. Su padre lo comprendió, recuperaron la cordialidad y la comprensión entre los dos. Al final, incluso el padre le acaba aconsejando que le cambie el agua cada día (¡como si fuera un pez!).
14. El Arca de Noé
Los chicos de bachillerato elemental siempre se esforzaban por formar peñas que los interrelacionasen. Un grupo de cuatro, ofendidos por los insultos que recibían a causa de sus apellidos peculiares (Esteve Passarell, Joan Conill, Pere Colom y Emili Roqueta), decidieron unirse y formar un grupo. Al principio, parecía que eran unos cerrados y tenían un nivel de exigencia de apellidos muy elevado. Pero, a medida que el grupo se fue haciendo mayor y tenía más adeptos que se querían hacer socios, empezaron a aceptar a todos hasta que solo tres no lo eran, y para evitar que entonces aquellos fueran importantes, se disolvió el grupo de ‘El Arca de Noé’.
15. Filomena Ustrell (1916-1962)
Nació en Berga. De muy pequeña se quedó huérfana de padre porque aquel, después de arruinarse el negocio, se mató con el vicio. Su madre aguantó viva hasta que ella se casó. Filomena se casó con un hombre reservado, sin ningún tipo de vicio malo aparente. Al poco tiempo se le murió la madre, y al cabo de tres meses, su marido. Pero había quedado embarazada, así que tuvo un hijo al que educó muy bien y le dio todo lo que pudo. Sin embargo, era pequeño y raquítico, y siempre recibía palizas de sus compañeros de clase. Para que se defendiera, su madre lo entrenó duro haciéndolo chutar a un saco colgado de un cerezo. Después de eso, fue uno de los chicos más temibles de toda la escuela. Entonces se aficionó al fútbol y llegó a ser un gran futbolista con el nombre de Felipó-la-Barrera o Barrera (a pesar de querer llamarse Sánchez, que quedaba más ‘internacional’). Él siempre reconoció que todos los méritos de estar donde estaba eran gracias a su madre.
16. Refinamientos de Ultramar
El shilayo (camina erguido, nada en posición horizontal y mide unos 50 cm, ah, y tiene cinco dedos en las manos) se come crudo en pocos minutos porque, si no, se vuelve agrio. Hay que pescarlo un día antes de comerlo y normalmente se utiliza para cocinar cuando hay invitados. El ritual para cocinarlo es muy elaborado: quien lo come se sitúa dentro de una sala. Entonces, ponen en marcha al shilayo y las muchachas lo persiguen hasta que queda aturdido. Entonces lo pasan por las brasas y, cuando está quemándose, los invitados lo golpean con unas raquetas especiales y lo vuelven a tirar a las brasas. Entonces, cuando todavía está medio vivo y está sufriendo como un condenado, se le parte por la mitad y se lo saborea, no con rapidez pero tampoco con lentitud, porque al cabo de unos minutos se vuelve incomible. Al no tener una época de celo, los machos liberan unos malos olores que hacen que los consumidores se tapen con unas estrechas bandas de tela con vetas en cada punta que les tapan la nariz y se atan en la nuca. El conjunto de ceremonias y accesorios es encantador y, según el narrador, este tipo de tradiciones casi extinguidas no pueden desaparecer porque son una importante manifestación del arte popular del hemisferio occidental.
17. La Sociedad Consumida
En la sociedad occidental se ha puesto tan de moda llevar una anilla en la nariz que casi se puede decir que es obligatorio, porque quien no la lleva sufre unas desventajas muy importantes para su economía doméstica. El problema es que, como hay tanta demanda, a mucha gente se le estropea o no la consigue comprar, y luego pagan las multas que deben pagarse por no llevarla. Al final, el tío Oleguer consigue que se puedan fabricar ellos mismos las anillas para evitar el colapso en el mercado y la mala calidad del producto (que puede ser de acero inoxidable, platino, plata y oro). Y hace una reflexión final: <>, pero, en el fondo, continuarían siendo jaulas.