La Rehumanización en la Poesía de la Generación del 27
La década de los años 30 constituyó un periodo convulso en las sociedades occidentales. Los poetas de la Generación del 27 manifiestan un interés por los temas humanos y adoptan una actitud de compromiso con los problemas de su tiempo. De ese modo, se intensifica el proceso de rehumanización iniciado en las composiciones neopopularistas de la etapa precedente.
Poesía Surrealista
El interés por lo humano hace que los escritores vuelvan sus ojos al surrealismo, movimiento de vanguardia que escudriña los sentimientos íntimos del hombre. Esta tendencia se nutre de dos corrientes de pensamiento: la teoría del psicoanálisis de Freud y la doctrina de Marx. Ambas pretenden la liberación del ser humano. El surrealismo pretende revelarnos una realidad superior, ofreciendo una imagen totalizadora del ser humano. Para alcanzar ese objetivo, recurre a diversas técnicas, como la escritura automática.
Los libros más representativos de esta tendencia son:
- «Pasión de la tierra» (Aleixandre)
- «Sobre los ángeles» (Alberti)
- «Un río» (Cernuda)
- «Poeta en Nueva York» (García Lorca)
- «La voz cautiva» (Emilio Prados)
Neorromanticismo
También pervive el interés por la tradición clásica, centrado en la figura de Bécquer. Para Pedro Salinas, el amor es un acontecimiento que enriquece a los enamorados y los colma de plenitud. En sus libros «La voz a ti debida» y «Razón de amor», concibe la pasión amorosa como una experiencia intelectual, distante del sentimentalismo romántico y desligada de lo anecdótico. El carácter intelectual se manifiesta en rasgos de estilo conceptista, como los juegos de palabras, las paradojas o las metáforas ingeniosas.
La poesía amorosa de Cernuda figura en: «Un río, un amor», «Los placeres prohibidos» y «Donde habite el olvido» (1932-1933). El asunto que desarrolla en composiciones posteriores es la frustración por la imposibilidad de cumplir sus expectativas amorosas. En «Los placeres prohibidos» reivindica su derecho a gozar de un amor (homosexual) que los convencionalismos de la época no veían con buenos ojos y que, pese a su carácter perecedero, para el autor dignifica al hombre. La última obra, «Donde habite el olvido», debe su título al penúltimo verso de la Rima LXVI de Bécquer: en ella nos muestra cómo el olvido de fracasadas experiencias amorosas deja en el ánimo un poso de desesperación y amargura.
Otros poetas que cultivan esta tendencia son: Federico García Lorca, Prados y Manuel Altolaguirre.
Poesía Social y Política
El compromiso cívico con la realidad conflictiva del momento se manifiesta en esta tendencia. Durante la Guerra Civil, algunos adoptan posturas a favor de la causa republicana, contribuyendo con poemas a la creación de un cancionero y romancero de guerra: El poeta en la calle, De un momento a otro y Entre el clavel y la espada (Rafael Alberti); Llanto en la sangre y Cancionero del pan y el pescado (Emilio Prados). Tras el conflicto bélico, abandonan esa posición beligerante.
Etapa de Posguerra (a partir de 1936)
Al finalizar la Guerra Civil, el grupo se dispersa: la mayoría marcha al exilio y permanecen en España Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. En ellos vamos a encontrar dos tendencias:
Poesía Clasicista
Gerardo Diego, con Amazona, Amor solo y Canciones a Violante, retoma el clasicismo formal que había impregnado parte de las producciones de los poetas del 27 en la década de los años 30 (búsqueda de la armonía y el equilibrio, empleo del soneto) y se erige en un referente de la poesía arraigada de la posguerra, que exalta las glorias del pasado imperial español.
Poesía Desarraigada
El resto de los integrantes padece un sentimiento de desarraigo. Los que sufren el destierro alternan en sus composiciones diatribas contra los vencedores y la denuncia del materialismo del mundo moderno con la evocación nostálgica de la patria perdida, la añoranza de los amigos y las ansias de regresar: es el caso de Rafael Alberti, Pedro Salinas y Jorge Guillén.
En España, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre muestran una desazón existencial que enlaza con la caótica visión del mundo de la poesía desarraigada de la posguerra (Blas de Otero, Gabriel Celaya, Victoriano Crémer). A Miguel Hernández se le considera como epígono de la Generación del 27. Dominador de la época y caracterizado por sus tonos angustiados, alterna versos de apurado estilo con otros que expresan la fuerza del grito. La producción de su última etapa, escrita durante la Guerra Civil, supone un antecedente extraordinario de la poesía social; un lenguaje desgarrado y emotivo impregna los libros Vientos del pueblo y El hombre acecha.