Reforma y Contrarreforma
En el siglo XVI se produjo en Europa un movimiento de renovación espiritual entre cuyas manifestaciones se incluye la Reforma, que dio lugar al protestantismo. En 1517, Martín Lutero expuso sus 95 tesis en las que cuestionaba el alcance de las indulgencias papales y exhortaba a la Iglesia a retornar a las enseñanzas de la Biblia. Gracias a la imprenta, esas tesis se propagaron originando la Reforma protestante. Este movimiento acentuaba la experiencia religiosa individual, la búsqueda de Dios por el amor y los valores evangélicos, en oposición al ritual externo y a la sumisión a las autoridades de la Iglesia católica. La nueva devoción surgió entre sectores minoritarios cultos y urbanos, influidos por el humanismo, y cristalizó como el iluminismo o el protestantismo, que compartían la religiosidad interior y la libre interpretación de la Biblia. Ambas fueron perseguidas y reprimidas por la Inquisición. Las ideas que más repercusión tuvieron en España fueron las de Erasmo de Rotterdam, que defendía una religiosidad interior, la reforma del clero y el regreso a la Biblia, sin cuestionar la autoridad. En respuesta, la Iglesia organizó la Contrarreforma y convocó el Concilio de Trento, que fijó los principios del catolicismo y estableció las medidas de renovación. En España se habían introducido novedades, como la reforma de las órdenes religiosas y la creación de la Compañía de Jesús. La Inquisición publicó el Índice de libros prohibidos.
Creencias Colectivas
En una sociedad donde el miedo y lo sagrado impregnaban la vida cotidiana, se extendieron creencias que confundían lo religioso y lo mágico. Otro valor imperante fue la limpieza de sangre, que consistía en no descender de judíos o musulmanes. Los conversos fueron rechazados y discriminados en la obtención de dignidades y oficios, y la obsesión por esta limpieza evolucionó hacia la valoración y el orgullo del cristiano viejo. Estaba relacionado el sentimiento de la honra o apreciación pública de los méritos. Para la nobleza era un privilegio, pero también la reclamaron otros grupos, como la burguesía o los campesinos ricos. La amenaza de deshonra exigía una vigilancia constante, y en caso de producirse, se justificaba el recurso a la violencia. La honra dependía de la conducta de las mujeres, consideradas posesión masculina y sobre las que se podía ejercer el control y la violencia. La Iglesia intentó combatir la dimensión social de la honra y acentuar el valor de una conducta noble y virtuosa.
La Cultura en el Renacimiento
Tuvo lugar un cambio en la concepción del ser humano y en sus relaciones con Dios y con la naturaleza. Dotado de libertad, dignidad y capacidad de decidir sobre sí mismo, el hombre se situó en el centro del mundo (antropocentrismo). La base de la transformación de la cultura renacentista fue la valoración de la educación y la recuperación de las letras clásicas realizadas por los humanistas.
El Humanismo
Fue una corriente de pensamiento basada en los studia humanitatis, que imponían el aprendizaje del latín clásico, lo que permitió el acceso directo a las obras de la Antigüedad. La lectura de los autores antiguos llevó, en la creación poética, a su imitación, entendida como conocimiento de textos diversos y recreación personal. En las obras humanísticas, se exaltan la naturaleza y el placer; en ellas predomina una visión optimista y confiada del mundo. Los humanistas fueron muy apreciados, ya que participaban en el desarrollo de la vida urbana.
Humanismo y Renacimiento
A principios del XVI destaca la labor del cardenal Cisneros, impulsor de reformas culturales y espirituales, y fundador de la Universidad de Alcalá de Henares. Cabe mencionar la reivindicación y estudio de la lengua nacional. Asimismo, en algunos aspectos, durante el Renacimiento se produjo un resurgir del ideal caballeresco, fusionado en este caso con la cultura. El prototipo de caballero renacentista, hombre culto, noble, militar y poeta, se encarnó principalmente en España.
Fray Luis de León
Obra
La obra poética incluye 23 poesías originales, la mayoría en liras, y fue publicada en 1631 por Quevedo. Se trata de poesías morales, excepto unos pocos poemas religiosos. Sus fuentes son la poesía clásica de Horacio y de Virgilio, así como los textos bíblicos. En ellas se observa también la influencia del neoplatonismo y la filosofía estoica, que proponía la necesidad de vencer las pasiones para lograr la paz y la serenidad. La tranquilidad y el bien se pueden alcanzar a través del conocimiento de uno mismo, el tópico de vivere secum.
El Estilo
Destaca el uso de metáforas pertenecientes a campos asociativos relacionados con la naturaleza, las repeticiones de palabras, las anáforas, los cultismos latinos y los hipérbatos; también emplea el polisíndeton y el asíndeton.
San Juan de la Cruz
Obra Poética
La obra poética de San Juan (algunas poesías de arte menor -coplas, canciones a lo divino, romances, glosas- y tres poemas mayores) constituye un hito de la lírica occidental por su intensidad amorosa y excelencia literaria. La necesidad de expresar la unión con la divinidad por medio de un lenguaje que le resultaba insuficiente llevó a San Juan a incorporar motivos de varias tradiciones poéticas: la lírica tradicional, la clásica, la italianizante y la bíblica, especialmente el Cantar de los Cantares.
Obra en Prosa
La prosa de San Juan se compone de cuatro tratados místicos, que glosan los poemas mayores: Subida del monte Carmelo y Noche oscura comentan de forma incompleta Noche oscura del alma; y Cántico espiritual y Llama de amor viva se refieren a los poemas homónimos.