Recorrido por la Literatura Española: Realismo, Vanguardias y Época Contemporánea

El realismo y el naturalismo: la novela. La poesía y el teatro en la segunda mitad del siglo XIX

El siglo XIX estuvo marcado por la evolución de los procesos de industrialización, avances científicos, el auge de la burguesía (clase dominante en Europa) y la aparición del proletariado. Además, España se encontraba en un período conflictivo debido a las guerras, revoluciones, la proclamación de la I República, la restauración de la monarquía y la revolución de 1868, más conocida como “la Gloriosa”. En este contexto surgirán los movimientos opuestos al romanticismo: el realismo y el naturalismo.

El realismo surge en Francia (1830) y llegaría a España de manera tardía (1860). Su estética se basa en que el arte debe ser una forma de acercamiento a la realidad. En cuanto al estilo, este será sobrio y sencillo, alejándose de las exageraciones románticas. El género que mejor se amoldó a estas características sería la novela. La novela del realismo se caracterizó por una descripción minuciosa de la realidad y podemos distinguir entre novelas con protagonistas individuales y otros colectivos. El narrador será omnisciente y el estilo, indirecto libre.

Destacamos autores como José María Pereda (Peña arriba); Juan Valera (Pepita Jiménez) y, sobre todo, a Benito Pérez Galdós con su obra La fontana de oro.

Dividimos la obra de Galdós en tres etapas: la primera, centrada en las novelas de tesis (Doña Perfecta); la segunda, plenamente realista (Fortunata y Jacinta) y la tercera, de época espiritual (Misericordia).

Por otro lado, en Francia también surgió el naturalismo de la mano de Émile Zola, que defendía que el individuo está condicionado por su herencia genética y social.

Podemos destacar autores y obras como Emilia Pardo Bazán (Los pazos de Ulloa) y Leopoldo Alas Clarín con La Regenta.

En lo que respecta a la poesía, esa depuración del romanticismo se vería reflejada en diferentes movimientos como la poesía antirretórica de Ramón de Campoamor (Doloras) y la poesía grandilocuente de Gaspar Núñez de Arce. Aunque el movimiento más influyente sería el de la poesía intimista de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Bécquer aborda temas como la creación artística, el amor, la soledad y la muerte. Por otro lado, Rosalía de Castro compuso obras tanto en gallego (Cantares galegos, Follas novas) como en castellano (A orillas del Sar).

Finalmente, el teatro será el género que más se amolde a los gustos de la burguesía. Destacamos a José Echegaray con obras como El loco dios y El gran galeoto. Por otro lado, destacamos a Joaquín Dicenta con su teatro obrerista o proletario (El señor feudal). No podemos olvidar el teatro de Galdós con obras como La fiera o El abuelo.

En definitiva, este siglo supone una renovación para la narrativa y la poesía, y enormemente para el teatro. Su estética se basa en la objetividad y sencillez expresiva. La renovación continuará durante las primeras décadas del siglo XX con autores como Antonio Machado o Lorca. Estos cambios y movimientos se han producido a causa de la situación en España con el fin de denunciar su sociedad actual.

Literatura de fin de siglo: la generación del 98 y el modernismo. La novela y el teatro anterior a 1936

Entre 1885 y 1914 se produce una crisis en España. La situación empeora con el desastre de 1898 que supondrá la pérdida de sus últimas colonias. España había experimentado conflictos extremos como la Semana Trágica de 1909 o las huelgas generales de 1917. En 1914, España estaba sumergida en la Primera Guerra Mundial, aunque no involucrada directamente. Además, había sufrido numerosos cambios políticos con la abdicación de Alfonso XIII en 1931 y la proclamación de la Segunda República. También destacamos la Guerra Civil en 1936. Así surge el modernismo en Hispanoamérica y la generación del 98.

El modernismo manifestó un afán de renovación basado en el esteticismo. Sus orígenes se encuentran en el postromanticismo y los movimientos franceses del simbolismo y el parnasianismo. Su estilo se caracteriza por la presencia de lo sensorial a través de una rica adjetivación, un léxico preciosista y por el uso de símbolos.

El autor principal fue Rubén Darío con sus obras Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. En España destacamos a Manuel Machado (Alma), Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.

La generación del 98 se desarrolló en España a partir del desastre del 98 y del manifiesto publicado en 1901 por Azorín, Maeztu y Baroja, donde denunciaron la situación de España. El tema principal de sus obras será España y los problemas existenciales. Su estilo es natural y sencillo, alejándose de la pretensión retórica.

El género principal será el ensayo, destacando Vida de don Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno y Castilla de Azorín. En la novela destacamos a Unamuno con Niebla o San Manuel Bueno, mártir, y a Pío Baroja con El árbol de la ciencia. En poesía destacamos a Antonio Machado, dividiendo su producción en tres etapas: el periodo modernista (Soledades, galerías y otros poemas); la etapa castellana (Campos de Castilla) y la filosófica (Nuevas canciones).

En el teatro podemos distinguir dos grandes tendencias: la comercial y la innovadora.

Teatro Comercial

  • Teatro poético: destacando los hermanos Machado (Lola se va a los puertos), Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) y Francisco Villaespesa.
  • Comedia burguesa: de Jacinto Benavente, destacando La malquerida.
  • Teatro cómico: busca entretener al espectador y destacamos las producciones de los hermanos Álvarez Quintero y Carlos Arniches (El patio). Por último, dentro del teatro cómico hay que destacar el teatro de astracán de Muñoz Seca.

Teatro Innovador

Destacan Unamuno (Fedra), Azorín (Angelita) y, sobre todo, Valle-Inclán. La producción de Valle puede dividirse en tres etapas: el ciclo mítico (Las comedias bárbaras), el ciclo de la farsa (La marquesa Rosalinda) hasta su mayor logro, el esperpento (Luces de bohemia).

Por último, hay que destacar la producción poética de la generación del 27, con autores como Alberti, Max Aub y, sobre todo, Federico García Lorca, que devolvería su dignidad al teatro español.

En conclusión, la generación del 98 es un grupo de escritores españoles que critican la situación en España, y el modernismo, un movimiento latinoamericano, que busca la autenticidad y la libertad de expresión.

El novecentismo y la generación del 14: el ensayo, la novela novecentista. Juan Ramón Jiménez

 

Antes y después de la I Guerra Mundial (1914-1918) se produjo un periodo de gran creatividad artística donde los intelectuales buscaron una nueva forma de expresión alejada de las estéticas de finales del siglo XIX. En España, ese afán por la modernización y la rebeldía se reflejó en dos movimientos fundamentales: el novecentismo y las vanguardias.

El novecentismo o generación del 14 estuvo compuesto por un conjunto de intelectuales que propusieron una reflexión sobre la necesidad de modernizar España apostando por el europeísmo. Sus principales características son el rechazo al sentimentalismo y la apuesta por el intelectualismo literario, dirigidas a una minoría intelectual.

Entre los géneros cultivados sobresale el ensayo. El autor más destacado es José Ortega y Gasset, con obras de carácter político y social (La rebelión de las masas), y humanístico (La deshumanización del arte), donde se recogerán las características estéticas del grupo, como el arte puro y la eliminación de contenido sentimental. También mencionamos a Eugenio D´Ors (que puso nombre al movimiento) con sus glosas, que fueron recopiladas en libros como Glosari y Nuevo glosario. Otros ensayistas destacados serían Manuel Azaña y Gregorio Marañón.

En cuanto a la novela, fusionan lo ensayístico con lo narrativo. Podemos destacar diferentes subgéneros como la intelectual de Ramón Pérez de Ayala (Tigre Juan), la novela lírica de Gabriel Miró (El obispo leproso), la novela de humor de Fernández Flores (El bosque animado) y la deshumanizada de Benjamín Jarnés.

En poesía se rompe con la tradición modernista. La gran figura de la lírica novecentista es Juan Ramón Jiménez (1881-1958), quien plantea su poesía como una búsqueda de belleza y de eternidad.

Él mismo divide su obra en tres etapas: sensitiva, donde pasa del posromanticismo becqueriano (Arias tristes) a un modernismo sensorial (La soledad sonora). La segunda etapa sería la intelectual. Se abre con Diario de un poeta recién casado y se cierra con La estación total. Por último, su tercera etapa, la suficiente (años de exilio). Destacan Animal de fondo y Dios deseado y deseante. 

Finalmente, Ramón Gómez de la Serna introduciría algunos movimientos de vanguardia en España, como el futurismo, aunque destacó por sus Greguerías. Su originalidad y afán creador lo definen como un eslabón entre el novecentismo y las vanguardias. 

En conclusión, los novecentistas trajeron novedades, pero no supusieron una ruptura total con respecto a la literatura anterior, sino una «depuración». Por el contrario, los movimientos de vanguardias sí supusieron un corte más radical en la historia de las artes.


Tema 4. Las vanguardias en Europa, España e Hispanoamérica

Antes y después de la I Guerra Mundial (1914-1918) se produjo un periodo de gran creatividad artística donde los intelectuales buscaron una forma de expresión nueva, alejada de las estéticas de finales del siglo XIX. En España, ese afán por la modernización y la rebeldía se reflejó en dos movimientos fundamentales: el novecentismo y las vanguardias.

El término vanguardia se designa durante la Primera Guerra Mundial y afectará a todos las manifestaciones del arte. Está formado por diferentes formas de expresión denominadas como ismos. Destacamos ciertos aspectos comunes: rompen con las estéticas previas, creatividad, originalidad y el gusto por la experimentación (nuevos temas). También destacar su irracionalidad, rebeldía y provocación.

Respecto a las vanguardias europeas, destacamos en primer lugar el futurismo fundado por el italiano Marinetti. Busca nuevas formas de belleza en la acción, el movimiento y la velocidad, reflejando la modernidad. El cubismo llega de las artes plásticas con Pablo Picasso y George Braque. Buscan descomponer la realidad y recomponerla con formas geométricas. En poesía tenemos a Apollinaire, que descarta descripciones y contenido sentimental empleando juegos de palabras y caligramas. El dadaísmo, fundado por Tristan Tzara, busca destruir el lenguaje anulando la lógica. El expresionismo, con origen alemán, presenta cierto compromiso social y político al reflejar el horror de la Primera Guerra Mundial. Y finalmente, el surrealismo, impulsado por Andrés Bretón, que será su movimiento que busque penetrar en lo irracional y lo subconsciente. Influirá a poetas como Pablo Neruda o los poetas del 27.

Las vanguardias europeas influirán en el arte de España e Hispanoamérica. En Hispanoamérica destacamos el creacionismo, impulsado por Vicente Huidobro, que asentó las bases del movimiento, destacando por su obra Altazor. Vinculado con el cubismo, rechaza el estilo modernista y tiende hacia la poesía pura. El ultraísmo, impulsado principalmente por Guillermo de la Torre, está más relacionado con el futurismo. Tenía como objetivo eliminar los sentimientos y preferencia por la realidad moderna.

Destacamos también autores hispanoamericanos como César Vallejo o Pablo Neruda y otros ismos como el estridentismo mexicano o el simplismo peruano, con menor repercusión pero con influencia en la poesía negra de Nicolás Guillén.

Respecto a España, en su primera fase optimista, triunfarán movimientos como el ultraísmo y el creacionismo y encontramos a la figura de Ramón Gómez de la Serna con sus greguerías. Más tarde llegará la etapa de la rehumanización del arte con el surrealismo, menos radical pero influyendo en algunos autores del 27 y dejándonos creaciones como Poeta en Nueva York de Federico García Lorca.

En conclusión, si a partir de 1914 los novecentistas consiguen una depuración de la literatura anterior, las vanguardias suponen un corte más radical en la historia del arte y abren el camino a una inmensa renovación de la literatura.


Tema 5. La generación del 27. Características y trayectoria poética. El teatro lorquiano.  

Las primeras décadas del siglo XX se caracterizan por ser un periodo muy convulso con la dictadura de Primo de Rivera (1923), la proclamación de la segunda República (1931) y la guerra civil española (1936- 1939). La generación del 14 y las vanguardias asentarán las bases a una promoción de poetas de gran calidad denominada generación del 27. 

Los principales autores de este grupo fueron Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Luis Cernuda. Destacamos también a las sinsombrero, la voz femenina del movimiento, como Ernestina de Champourcín, Josefina de la Torre y Concha Méndez.

Estos autores están influenciados por Ortega y Gasset (La deshumanización del arte) y por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez. Distinguimos tres etapas de su producción poética:

La primera, vanguardista y de poesía pura, con un arte alejado del sentimiento y donde también se configura el neopopulismo con autores que cultivan la lírica popular y tradicional. También influenciados por Góngora y Garcilaso.

La segunda, donde se inicia un proceso de rehumanización junto a la influencia del surrealismo. Destacamos Poeta en Nueva York de Lorca y Los placeres prohibidos de Cernuda.

Y finalmente, tras la guerra civil, se siguen dos líneas: los que se quedan en España, cuya poesía deriva hacia un humanismo angustiado, y los exiliados, cultivando la nostalgia de la patria perdida.

Centrándonos en la renovación poética, destacamos el uso de metáforas irracionales y el uso del verso libre. En cuanto a la temática, abordan temas de vanguardia y tradicionales como el amor, la muerte, el paisaje y la soledad.

Destacamos a Pedro Salinas con su obra La voz a ti debida, a Jorge Guillén con Cántico o Clamor, a Gerardo Diego con Imagen (vanguardista) o Dámaso Alonso que sobresale con Hijos de la Ira. También tenemos a Vicente Aleixandre con La destrucción o el amor, a Rafael Alberti con Marinero en tierra (neopopulista) o Sobre los ángeles y finalmente a Luis Cernuda con La realidad y el deseo.

Finalmente, destacamos a Federico García Lorca con éxito como Romancero Gitano o Poeta en Nueva York (influenciado surrealismo). 

También destaca por su teatro identificando tres etapas: sus primeras piezas teatrales con Mariana Pineda o farsas trágicas como La zapatera prodigiosa. En su segunda fase, apreciamos lo más relevante a partir de 1930 con Bodas de sangre, Yerma o La casa de Bernardo Alba. En cuanto a su estilo, su obra está impregnada de un lenguaje poético y simbólico.

En conclusión, al iniciarse la guerra, todos se separan y hasta que la poesía y el teatro vuelvan a desarrollarse sin censura pasarán 40 años. Supondrá el broche maestro de la renovación lírica y el punto final a un período conocido como la Edad de Plata de nuestras letras.


Tema 6. La lírica y el teatro posteriores a 1936

Tras la guerra civil, el panorama cultural se había afectado por la situación de posguerra. A la hambruna y la censura les sumamos la muerte de grandes autores como Machado o Lorca y el exilio de Juan Ramón Jiménez o Max Aub. Algunos autores de la generación del 27 (Dámaso Alonso, Aleixandre) se quedan en España junto con la regeneración del 36 (Luis Rosales) y dramaturgos como Miguel Mihura y Jardiel Poncela configurando el nuevo panorama literario.

En lo que respecta a la poesía, las revistas como Garcilaso o Espadaña perfilarán las dos tendencias predominantes: la poesía arraigada y la desarraigada. La primera se desentiende de los problemas del hombre. Podemos destacar a Luis Felipe Vivancos y a Luis Rosales. La poesía desarraigada (centrada en los problemas del hombre, rehumanizando la poesía). Dámaso Alonso inaugurará esta tendencia con Hijos de la ira, también podemos destacar a Blas de Otero, Victoriano Crémer y José Hierro. Otras tendencias serán la poesía pura de Pablo García Baena y el postismo de Carlos Edmundo de Ory.

En los años 50 la poesía desarraigada derivaría en la poesía social. Esta corriente se inaugura en 1955 con la publicación de Cantos Íberos de Gabriel Celaya y Pido la Paz de Blas de Otero. 

En los años 60 podemos destacar a autores como Ángel González y Claudio Rodríguez. 

Con la entrada de 1970 surgirán los novísimos. Destacan Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Tras la dictadura distinguimos tendencias como el culturalismo (Luis Alberto de Cuenca), la poesía épica (Julio Llamazares), el minimalismo (Jaime Siles) y la poesía de la experiencia con Benjamín Prado y Luis García Montero.

Con respecto al teatro, durante las décadas de los 40, los 50 y los 60 podemos encontrar dos tendencias predominantes: el teatro visible y el teatro soterrado. El primero consistirá en una continuación del teatro burgués con autores como José María Pemán y Lucas de Tena. En los años 50 encontramos el teatro de evasión cuyo mayor representante será Miguel Mihura con Tres sombreros de copa. También podemos destacar a Enrique Jardiel Poncela con Eloísa está debajo de un almendro. Con respecto al teatro soterrado. Este se estrena con Historia de una escalera de Buero Vallejo. Otras obras de Buero Vallejo serían El Tragaluz y El sueño de la razón. Debemos destacar también a Alfonso Sastre con su teatro de denuncia como vemos en Escuadra hacia la muerte. 

En los años 60 y 70 surgiría el teatro de vanguardia. Podemos destacar El cementerio de automóviles de Francisco Arrabal y Pelo de tormenta de Francisco Nieva.  

Con la llegada de la democracia surgirá un teatro que aborda las realidades de la época como en La estanquera de Vallecas de José Luis Alonso de Santos y ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra. A comienzos del siglo XXI predominará la línea realista con un toque de denuncia social, como en obras de Juan Mayorga y Paloma Pedrero.

En definitiva, tanto la poesía como el teatro se vieron afectados por las condiciones históricas, aunque esto no impidió que las nuevas formas de expresión encontraran su cauce adaptando sus estéticas.


Tema 7. La novela española desde 1939 a 1975.  

La guerra civil española (1936- 1939) supone una ruptura con los modelos culturales anteriores. Esto supone un empobrecimiento y declive en nuestra literatura, donde apreciamos dos líneas: La literatura del exilio, destacando a Rosa Chacel, con Memoria de Leticia Valle, a Ramón J Sénder, o a Francisco Ayala. Mientras, la interior se ve marcada por la censura, reflejando un afán de originalidad y la búsqueda de nuevas formas de expresión.

En la novela de los años 40, a causa de la censura, nos encontramos con varias tendencias novelísticas: La novela de los vencedores, destacando obras como Checas de Madrid de Tomás Borrás. La novela realista y psicológica, donde apreciamos a Ignacio Agustí con Mariana Rebull, y finalmente, la novela existencial, donde lo más relevante es La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela o Nada de Carmen Laforet.

En la novela de los años 50, la censura se relaja y aparece la novela social donde se denuncia la sociedad. Destaca La Colmena de Cela. Se incorporan en tendencias narrativas extranjeras: el conductismo norteamericano, el objetivismo francés o el neorrealismo italiano. Distinguimos dos tendencias: el neorrealismo con Ignacio Aldecoa (El fulgor) y la novela social con Los bravos de Jesús Fernández Santos.

En los años 60 surge la novela experimental experimentando una profunda renovación temática a causa de: el cansancio del realismo social dominante, de la publicación de Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos, el impacto de la novela hispanoamericana y las aportaciones de novelistas extranjeros. Las nuevas técnicas narrativas son: La posición del narrador, el tratamiento de la anécdota, los procedimientos de estructuración y el desorden cronológico, cambios en el protagonista, la metanovela y las técnicas narrativas.

Finalmente, en los años 70,coincidiendo con los últimos años del régimen, desaparece la censura. Con Gonzalo Torrente Ballester se inicia la recuperación de los pilares de la narración. Destacaremos principalmente a Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta, que será un foco de inspiración.

En definitiva, la narrativa española experimenta una notable evolución gracias a escritores relevantes. Con la democracia, la novela será lo más vendido, donde destacará Eduardo Mendoza. A raíz de esto, la narrativa se presenta más heterogénea con respecto a tendencias y autores.


Tema 8. La novela a partir de 1975. La renovación de la novela

Con la llegada de la democracia en 1975 se abre un periodo nuevo en nuestra historia. La desaparición de la censura y el acercamiento a Europa permitiría un mayor intercambio cultural y un gran ambiente de libertad. Se recuperaron obras prohibidas y la narrativa de los exiliados. Por lo tanto, consideraremos la fecha de 1975 como el inicio de una nueva corriente literaria.

En esta época se tenderá a la simplificación de las estructuras narrativas y a la recuperación del argumento, la trama y los personajes. Destacaremos a los autores del 68, ya que servirán de puente entre la novela experimental y las nuevas tendencias surgidas.

Los novelistas del 68 se componen por una serie de autores nacidos en la posguerra. Se abandona el experimentalismo y aparecen autores como Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Vázquez Montalbán, Soledad Puértolas y Adelaida García Morales. Destacamos dos novelas que llevarán a la nueva forma de narrar: La saga/fuga de J.B. (Torrente Ballester) y La verdad sobre el caso Savolta (Eduardo Mendoza).

Con la entrada de los años 80, habrá un incremento de las escritoras cómo Almudena Grande, Dulce Chacón, Elvira Lindo, Rosa Montero y Lucía Etxebarria.

Observamos numerosas tendencias de la época: La metanovela como vemos en El desorden de tu nombre (J. José Millán). La novela lírica, como en La lluvia amarilla (Julio Llamazares). La novela histórica, como El manuscrito carmesí (Antonio Gala) y La Ciudad de los prodigios (Eduardo Mendoza). En lo que respecta a la novela de intriga, destacamos las obras de Vázquez Montalbán. Por otro lado, la novela de pensamiento como Todas las almas de Javier Marías. Por último, habría que destacar a la novela neorrealista en obras como Héroes (Ray Loriga) e Historias del Kronen (José Ángel Mañas).

Los novelistas más destacados son: Eduardo Mendoza con obras como El misterio de la cripta embrujada o Sin noticias de Gurb, donde actualiza ambos géneros. Su obra más ambiciosa será La ciudad de los prodigios. Por otro lado, Antonio Muñoz Molina destaca por el rigor en la construcción de sus novelas como El Jinete polaco. Javier Marías, cuyas novelas se distinguen por la presencia de temas obsesivos, destacando Todas las almas y Mañana en la batalla piensa en mí. Y finalmente, representando la voz femenina con obras de gran calidad, tenemos a Almudena Grandes. Relatar historias desde la guerra civil hasta nuestros días como vemos en Inés y la alegría.

En definitiva, la llegada de la democracia trajo consigo un ambiente de libertad y la vuelta a la narración tradicional, dando paso a un gran número de escritores. Un periodo que continúa hasta nuestros días con muchos de aquellos autores y voces nuevas que tienen mucho que decir.

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