Realismo y Naturalismo en la novela del siglo XIX

La novela realista y naturalista del siglo XIX

El Realismo

El Realismo, surgido en Francia a mediados del siglo XIX, se extendió por Europa hasta finales del siglo XX. Sin romper radicalmente con el Romanticismo, se distanció de él hasta oponérsele. En España, su llegada tardía engendró obras maestras. La segunda mitad del siglo XIX fue convulsa: el capitalismo triunfante, la revolución industrial y un incipiente movimiento obrero. La Revolución de 1868 («La Gloriosa») dio paso a la Primera República, breve, y luego a la Restauración, con prosperidad económica y falsa democracia.

El Realismo se caracteriza por la observación minuciosa de la realidad próxima al autor: tiempo contemporáneo, lugares conocidos, conflictos frecuentes (dificultades económicas, adulterio, ascenso social). La novela, género predominante, adquirió una forma que perdura: extensos relatos con multitud de personajes de todos los estratos sociales (la burguesía protagonista), narrador omnisciente, estructura cronológica y lineal, y finales cerrados. Destacan técnicas como el estilo indirecto libre y el monólogo interior.

En Francia, Flaubert, autor de Madame Bovary (obra cumbre del realismo), lideró el movimiento. El Realismo se expandió por Occidente (Dickens en Inglaterra, Tolstoi en Rusia). En España, La Gaviota de Fernán Caballero, novela de tesis tradicionalista, fue pionera. Obras de mayor calidad literaria son las de José María de Pereda (Peñas arriba y Sotileza). Juan Valera, autor prestigioso (Pepita Jiménez, Juanita la Larga), es un caso particular. Benito Pérez Galdós, gran narrador, recorrió varias etapas: novela de tesis, histórica, novelas contemporáneas, naturalismo y novela espiritualista. Fortunata y Jacinta es su obra maestra. Leopoldo Alas «Clarín», con La Regenta, historia de adulterio, creó otra gran novela realista. Emilia Pardo Bazán, intelectual destacada, escribió Los pazos de Ulloa, retrato descarnado de la sociedad rural gallega: aristocracia decadente, burguesía corrupta y pueblo miserable.

El Naturalismo

A mediados del siglo XIX, con raíces en el Realismo, surge en Francia el Naturalismo, radicalizando sus posturas. Protagonizan las clases bajas: obreros, prostitutas, mendigos. Basado en el determinismo materialista, con fines críticos y de denuncia, observa minuciosamente ambientes sórdidos, busca verosimilitud y objetividad, y el narrador casi desaparece. Émile Zola (Germinal, Nana) creó y representó el movimiento. En España, el ateísmo inherente al Naturalismo limitó su desarrollo. Su influencia se observa en la herencia genética, el mundo de la mendicidad en Galdós (Misericordia), Clarín (Su único hijo) y Pardo Bazán (La madre naturaleza). Vicente Blasco Ibáñez, con Cañas y barro y Arroz y tartana, describe crudamente la vida de agricultores valencianos, y se le puede considerar naturalista.

Conclusión

Realismo y Naturalismo, a pesar de valoraciones cambiantes, establecieron la verosimilitud, el análisis psicológico y la observación como elementos fundamentales de la literatura contemporánea, creando novelas memorables.

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