Realismo Social en la Literatura Española de Posguerra: Características y Obras Clave

El Realismo Social en la Literatura Española de Posguerra

En la década de los cincuenta, la censura se relaja, lo que permite la aparición de novelas en las que la denuncia de la pobreza, la persecución y la injusticia son los temas predominantes. Es la novela del llamado Realismo social. La novela social dominará entre 1951, fecha de La colmena de Camilo José Cela, y 1962, fecha de la aparición de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, con autores como Ignacio Aldecoa, José Manuel Caballero Bonald, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Goytisolo. Todas presentan rasgos comunes: solidaridad con los humildes y oprimidos, inconformismo social y deseo de cambios sociales.

Tendencias dentro del Realismo Social

Suelen establecerse dos tendencias dentro del realismo social en función de que la denuncia social sea explícita y adquiera el compromiso de intentar cambiar la sociedad o carezca de ella o esté atenuada:

1. El Objetivismo

Consiste en limitarse a registrar la pura conducta externa de individuos o grupos y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones. La crítica aparece implícita o está atenuada, limitándose a dar cuenta de los hechos sin emitir juicios de valor. Se denomina objetivismo, y tiene sus raíces en la novela estadounidense. La colmena de Camilo José Cela y El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio son los ejemplos más evidentes de esta tendencia.

Rasgos del Objetivismo

Algunos rasgos del objetivismo serían los siguientes:

  • Pretensión de que la figura del narrador desaparezca o, al menos, sus intervenciones se reduzcan lo máximo posible. Se intenta registrar los comportamientos de los personajes, reproducir sus conversaciones como lo haría una cámara cinematográfica, de modo que sea el lector el que deduzca las conclusiones.
  • Predominio del diálogo, pues ofrece de forma directa la conducta y los pensamientos de los personajes evitando la aparición del narrador. Los personajes quedan así caracterizados por sus palabras, hechos o actitudes externas.
  • Condensación espacial y temporal: los lugares suelen ser únicos o cambiar poco; además la trama argumental ocurre en breves periodos de tiempo (uno o varios días).
  • Se eligen protagonistas individuales representantes de una clase social, pues se trata de encarnar en ellos los problemas del mundo que se describe. Se puede hablar de un protagonismo colectivo, pues la novela carece de un protagonista que articule el relato.
  • Por otro lado, no existe una gran trama narrativa que se desenvuelve paulatinamente, sino multitud de pequeñas historias o meras anécdotas, del conjunto de las cuales deriva la trascendencia de la novela.
  • Los temas entroncan con la voluntad testimonial de la novela, destacando la infructuosidad, la soledad social y la guerra como recuerdo y en sus consecuencias. Así, aparecerán retratados obreros, campesinos, aunque también burgueses desocupados que se limitan a “vivir la vida” de un modo más placentero. Aparecerá el mundo rural con sus duras condiciones de vida, pero también el mundo obrero urbano, en expansión con la llegada de los primeros emigrantes que llegan a trabajar a las ciudades, y la vida ociosa de la burguesía.

2. El Realismo Crítico

Denuncia las desigualdades e injusticias desde posturas dialécticas; es decir, comentando e interpretando. Comparte muchos de los rasgos del objetivismo: condensación espacio-temporal, protagonista colectivo, narración lineal… incluso utiliza muchas veces el principio objetivista de la desaparición del narrador, en lo que es una manera hábil de esquivar la censura (se presentan los hechos y no se opina sobre ellos, pero hablan por sí mismos). Pero en las obras del realismo crítico hay una crítica social más explícita. Se trata de un realismo en el que subyacen unas ideas políticas y filosóficas expresadas a través de personajes, obreros, campesinos, habitantes de los barrios marginales. Central eléctrica, de López Pacheco, es una muestra de esta corriente, constituyendo una valiente denuncia sobre la apropiación que realiza el capitalista sobre el trabajo de los obreros.

No siempre es fácil distinguir entre escritores objetivistas y del realismo crítico, pues difícilmente se logra la objetividad absoluta y porque en todos ellos hay una intención crítica más o menos explícita.

Obras Clave del Realismo Social

La colmena de Camilo José Cela (1951)

Será esta novela, publicada por primera vez en Buenos Aires en 1951 –pues la censura había prohibido su publicación en España a causa de sus pasajes eróticos-, la que abra el camino de la novela social, aunque algunos autores rebaten este membrete por no encontrar en la novela ninguna ideología de acción. No obstante, sí que hay en la novela esas aportaciones significativas que harán suyas los autores “sociales”. Así, aparece la fragmentación de la acción en secuencias de diferente extensión, en la que cada una de las secuencias se centra en un momento puntual de la vida del personaje; la desaparición de la fábula; la desmitificación del héroe (marcado por su angustia existencial); el protagonismo colectivo; reducción espacio temporal (resultado del acceso del héroe colectivo al relato); la visión caleidoscópica; una historia con retrocesos al pasado debido a la reducción espacio temporal y a la importancia de la memoria; el relato abierto; la voluntad de objetividad, etc.

La colmena trata de la incertidumbre de los destinos humanos, remarcando motivos como el hambre, el dinero, el sexo, el recuerdo de la guerra en el contexto social de la España de aquella época… Carece la novela de una sólida trama pues, como ya se ha dicho, el relato es la sucesión de una serie de secuencias de diferente extensión que se centran en la descripción, física o moral, de un personaje, o bien en la narración de los pequeños actos de su vida cotidiana. La novela constituye un fresco de la vida cotidiana de Madrid en la posguerra, un Madrid triste y hambriento, con muchas sombras y pocas luces, con el vicio escondido, con el estraperlo aflorando, y las pequeñas derrotas de hombres y mujeres que viven con poca esperanza.

La novela cuenta retazos de las historias de múltiples personajes que se desarrollan en el Madrid de los primeros años del franquismo. Fue llevada al cine bajo la dirección de Mario Camus en 1982, en película donde el propio Cela participó como guionista y actor.

La novela, con influencia de **Manhattan Transfer de John Dos Passos, se desarrolla durante dos días y medio del Madrid de posguerra de 1942. Sin embargo, la temporalidad del relato aparece dislocada, pues no sigue un orden cronológico lineal en la sucesión de los capítulos (de hecho si el lector quiere ordenar cronológicamente los capítulos debería seguir el siguiente orden: I, II, IV, VI, III, V, FINAL). Cada capítulo consta de un número variable de secuencias de corta extensión, que desarrollan episodios que están mezclados con otros que ocurren simultáneamente. Lo importante es la suma de los mismos, que conforma un conjunto de vidas cruzadas**, como las celdas de una colmena, mostrando la angustia existencial del hombre devorado por las grandes ciudades. Las vidas de los protagonistas pertenecen a una colectividad empobrecida física y moralmente, obsesionada por el dinero, el hambre, el sexo y el miedo que lucha por sobrevivir las dificultades de la posguerra.

La crítica ha señalado también que las frases son cortas y sencillas, de limitado vocabulario, dado que se pretende comunicar de forma directa y viva un contenido.

El Jarama (Premio Nadal, 1955) de Rafael Sánchez Ferlosio, Premio Cervantes

Es esta la novela objetivista española por antonomasia. Se trata de la crónica de un día –dieciséis horas- de asueto dominical de un grupo de jóvenes junto al río Jarama, al que han acudido para bañarse, y donde coinciden con otros excursionistas. Cerca de allí hay un merendero en el que se reúnen gentes de más edad. Casi desaparecido el narrador, la base de la obra la constituyen los intrascendentes diálogos de los personajes, reproducidos casi como si se tratara de la transcripción de una grabación magnetofónica. De esas conversaciones se desprende una visión crítica de la vida española, trivial y anodina, por su falta de grandes metas, esperanzas ni ilusiones y el tedio existencial que sienten. Todo ello contrasta con los viejos del merendero, supervivientes de la Guerra Civil, la cual, precisamente, había resultado encarnizada a orillas del Jarama. Esta inacción se ve rota por la inesperada muerte de una joven ahogada en el río, lo que da cierta trascendencia existencial a la novela: por una parte sí provoca cierta reacción de sus amigos, pero que se contrarresta nuevamente por la tediosa rutina de los representantes oficiales. Lucita muere y el Jarama sigue y seguirá fluyendo, queda contrastada la fugacidad de la vida con la imperturbabilidad de la naturaleza. El autor presenta el contraste que existe entre la superficialidad e intrascendencia de las acciones y conversaciones de la ciudad, frente a la autenticidad y superioridad de la naturaleza.

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