Racismo y Nacionalismo: Orígenes Ideológicos y Manifestaciones Actuales

Teoría y Práctica del Racismo: Sangre (Raza) y Suelo (Nación)

La raza blanca, personificada en los europeos —con sus grandes avances científicos y tecnológicos y su agresividad militar y comercial—, se erigió como un estereotipo ideal y perfecto. Resulta significativa la aparición de un modelo humano denominado «ario» que, además de ser rubio y tener ojos azules, supuestamente disponía de la perfección anatómica formal.

Este concepto se vio enriquecido y completado con los avances espectaculares en el terreno de la filología y con la abundantísima y floreciente investigación arqueológica. La equivalencia entre «ario» e «indoeuropeo» pasó a ser un lugar común. Los mitos raciales, entretejidos de teorías científicas (a menudo pseudocientíficas) y visiones místicas exaltadas, circularon a toda velocidad, amparados por los incipientes medios de comunicación de masas, accesibles cada vez en mayor medida a una población alfabetizada y ávida de lectura periodística y divulgativa. Tales mitos podían ser hábilmente explotados como recurso retórico en toda clase de discursos, panfletos, ensayos, en la lírica, la música, la pintura e, incluso, el ocultismo y las sociedades secretas.

La correspondencia exacta entre lengua, pueblo, raza y nación se perfiló como una situación casi «perfecta» que ya se habría logrado en remotos tiempos y lugares «sacros» en que la raza blanca formaba un todo unitario. En un momento en el que los nacionalismos exacerbados comenzaron a irrumpir en suelo europeo, ya en pleno Romanticismo, semejante equiparación contenía un potencial carácter explosivo que se manifestó dramáticamente de inmediato. A partir de esta primera aportación original, las tesis racistas se propagaron por toda Europa; sus defensores pertenecieron prácticamente a cualquier nacionalidad, aspecto que resulta sumamente interesante a la hora de vincularlo con los diversos nacionalismos.

Figuras Clave y Desarrollo Ideológico

Chamberlain no se oponía a los cruzamientos siempre que se tratara de razas «afines», a las que adjudicaba un «destino histórico» de trascendencia universal. Incorporó a sus teorías las tesis evolucionistas de Darwin en el sentido de la «lucha por la vida» y la «supervivencia de los más fuertes»: la raza es el resultado de la selección natural, algo que permite la reproducción de los mejor capacitados, lo que revierte, a su vez, en prueba de su superioridad. Para Chamberlain, existirían pueblos que actuarían como «abono» cultural de la historia, en tanto que otros serían los soberanos naturales de la misma.

El paso definitivo de la teoría a la práctica lo dieron precisamente Rosenberg y Darré, comprometidos con el régimen nacionalsocialista alemán desde sus orígenes y a cuya consolidación contribuyeron ambos de forma significativa desde posiciones diversas. De ellos procede la exaltación del «símbolo de la orgánica verdad germánica», representada en la cruz gamada, antiquísimo emblema indoeuropeo alusivo a los poderes de la luz, la fuerza y el movimiento. Rosenberg se decantó por el término racial «ario» como base de una nueva «civilización de señores», depositaria de una nueva estética, un nuevo orden y una nueva moral, renacidos de sus cenizas tras el paso devastador del cristianismo —considerado una religión servil romano-judaizante de los esclavos—. Proponía eliminar los elementos «indeseables» infiltrados en las sociedades europeas (especialmente en la raza aria germana), empezando por judíos y gitanos, y, en una gradación sutil, eslavos, dináricos, mediterráneos… Esta acción se dejaba a iniciativas posteriores, para emprender un repoblamiento con tipos «puros».

Propaganda y Difusión

La difusión masiva de estos principios se realizó en los medios de comunicación y a través del Ministerio de Propaganda dirigido por Goebbels. Hasta tal punto se llevó a cabo el adoctrinamiento que surgió un nuevo género literario y cinematográfico, el llamado «Blubo», apócope de Blut und Boden (sangre y suelo), en forma de novelas de ambiente rural y de películas de fuerte contenido sentimental y dramático.

Racismo y Nacionalismo: Una Relación Compleja

El nexo entre racismo y nacionalismo evidencia una relación ambigua, equívoca y polivalente. Ambos conceptos se complementan, reforzando sus significados respectivos siempre que se produzca su simbiosis, cuando uno sirve de soporte al otro. Para ello es necesario que la definición de los términos «nación», «pueblo» y «Estado» confluyan en un único ideal que trascienda lo meramente político para adentrarse por recodos metafísicos o incluso religiosos. Es la sublimación del inconsciente colectivo de un pueblo o de una raza. Así aparecen los postulados racistas nacidos en Europa y adscritos formalmente a la glorificación de la raza blanca, con todas sus derivaciones posteriores, como el culto al «WASP» (White Anglo-Saxon Protestant) en EEUU o el apartheid de Sudáfrica.


Racismo Contemporáneo: Xenofobia y Etnocentrismo

Nacionalidad: «Raza» vs. «Nación» en el Marco Jurídico

La conjunción jurídica más problemática entre «raza» y «nación» se manifiesta en el modo de adquisición de la nacionalidad. Existen dos principios fundamentales:

  • Ius soli (derecho «según la tierra»): La nacionalidad se adquiere por haber nacido en el territorio de un Estado determinado, siempre que este así lo reconozca expresamente en su ordenamiento jurídico interno.
  • Ius sanguinis (derecho «según la sangre»): La nacionalidad se adquiere en virtud de la condición nacional de los ascendientes. Esto puede generar conflictos de nacionalidad, por ejemplo, en casos de nacimiento en un país extranjero siendo ambos o uno de los progenitores de otra nacionalidad.

Corresponde a la discrecionalidad de cada Estado la determinación del modo de adquisición o pérdida de la nacionalidad. Sin embargo, si la nacionalidad de los padres implica además la pertenencia a otra «raza» (según percepciones sociales), la cuestión se hace más compleja, pues adquiere nuevos matices derivados de factores históricos, sociales, culturales y psicológicos.

Resurgimiento de Conceptos y Nuevos Desafíos

En momentos en que en el seno de los Estados modernos se asiste a una efervescencia de los nacionalismos y de la etnicidad, y en el marco de las relaciones internacionales se advierte la irrupción masiva del fenómeno de la emigración y los desplazamientos forzosos, así como de los genocidios (más o menos encubiertos), el emparejamiento de vocablos como «raza» y «nación», que parecía un tanto anticuado, vuelve a resurgir. Este resurgimiento presenta caracteres nuevos, aunque conserva varios de sus rasgos permanentes: violencia, discriminación y fanatismo.

Se habla de «emigración visible» en Francia, en alusión al color de la piel. El papel del extranjero en la sociedad cobra una relevancia inusitada: es alguien a quien se teme y no se desea, pero a quien no se puede ignorar, llevando a fenómenos como la «guetización» de la sociedad. El extranjero (xenos) fue históricamente el enemigo en las sociedades primitivas (europeas, americanas, asiáticas, africanas, oceánicas), encarnando la «diferencia», término yuxtapuesto u opuesto al sentimiento nacional de «pertenencia» a un grupo social homogéneo. En la actualidad, «extranjero» es, en términos generales, todo aquel que no posee la ciudadanía o el estatuto jurídico de derechos y deberes del Estado en el que vive.

Diferenciando Racismo, Xenofobia y Etnocentrismo

Equiparar racismo a xenofobia equivale a incurrir en una confusión terminológica profunda, aunque las consecuencias prácticas de ambas tendencias puedan resultar similares.

  • El racismo es la exaltación de una raza determinada, considerándola superior. Esta actitud no tiene por qué ser necesariamente hostil hacia todo extranjero, siempre que este presente los rasgos raciales considerados «correctos». En este sentido, el racismo sería transnacional, supranacional o incluso intencional: su interés sería en primer lugar «biológico», siendo la política un simple medio para asegurarlo.
  • La xenofobia (mezcla de odio y temor al extranjero) alude a la pertenencia a una comunidad política o histórica determinada de carácter nacional. Las diferencias percibidas serían fruto de una combinación de elementos culturales, religiosos, lingüísticos, económicos, etc.

Aquí surge uno de los debates más serios de finales del siglo XX y principios del XXI: el que enfrenta la vigencia de los postulados de la Ilustración y los derechos humanos como cúspide visible y base de un futuro orden político de alcance mundial que garantice unos mínimos de libertad, igualdad, justicia y bienestar para toda la humanidad. Se busca respetar la genuina diversidad y pluralidad del género humano, reconociendo que no todas las culturas admiten estos valores de la misma forma y, cuando lo hacen, contemplan maneras diversas de implantación.

En este sentido, el etnocentrismo —el hecho de que cada pueblo piense que él está en posesión del planteamiento verdadero en estos temas— es un reproche que actualmente podría ser aplicado a todas las culturas y a todos los nacionalismos.

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