Tema 4 –
Modernismo y Generación del 98.
Modernismo y Generación del 98.
1.- LA GENERACIÓN DE FIN DE SIGLO
Está conformada por escritores nacidos en torno a 1870. A pesar de tratarse de autores pertenecientes a un mismo movimiento literario con una voluntad común de renovación, la crítica ha señalado la existencia de dos direcciones estéticas: los modernistas y la generación del 98. Los modernistas rechazan la realidad en la que viven y esta disconformidad la expresan de forma indirecta mediante la evasión, la búsqueda de la belleza o las actitudes como la bohemia o el aislamiento (se refugian en su ‘torre de marfil’); la generación del 98 muestra esa disconformidad con su tiempo de una forma directa, mediante la oposición y la crítica, y lo expresan con un lenguaje sencillo y claro. A pesar de ello, los límites entre no son tan claros, ambos movimientos nacen de la misma actitud: la insatisfacción ante el panorama de la literatura y ante la realidad social española y el Modernismo es el lenguaje generacional también de muchos escritores de la generación del 98.
2.- EL Modernismo
Tiene su origen en Hispanoamérica, en 1900, y se inicia en España con la llegada en 1892 del nicaragüense Rubén Darío. Significó una renovación estética sobre todo del lenguaje poético, que surge de una síntesis del parnasianismo (representado por Théophile Gautier) del que toma la noción del ‘arte por el arte’, el gusto refinado y la perfección formal y del simbolismo (representado por poetas como Verlaine, Rimbaud o Mallarmé) del que recibe el gusto por la música, la sinestesia y todo tipo de imágenes sensoriales). También está presente la intimidad del poeta (en este sentido enlaza con el posromanticismo de Bécquer y Rosalía de Castro) mediante sentimientos que unas veces son vitalistas y alegres, y otras, tristes y melancólicos.
La renovación estética que pretenden se orienta hacia tres aspectos que constituyen los rasgos esenciales de la estética modernista:
La sensorialidad, la perfección formal y las ambientaciones irreales y exóticas. Con respecto a la sensorialidad hay que decir que este tipo de poesía apela a los sentidos con imágenes de gran belleza visual, mediante la musicalidad del lenguaje (aliteraciones, palabras esdrújulas, cultismos, etc.) y por medio de la evocación de elementos sensoriales (colores, sonidos, aromas) o de objetos preciosos, instrumentos musicales o flores, etc. Se presenta el lado refinado de la naturaleza (cisnes, ruiseñores, etc.) que puede aparecer asociado a lo decadente, como hermosas ciudades en ruinas. Esta importancia de los sentidos se percibe también en el tratamiento de temas como el amor, que suele presentarse revestido de elementos sensoriales que lo llevan hacia el erotismo. La perfección formal se manifiesta a través de un léxico culto, neologista o recuperado de épocas pasadas. En la poesía, la meta de la métrica estará en el ritmo y en la musicalidad con la adopción de metros poco usados, como el alejandrino, y la recuperación de estrofas clásicas, pero innovándolas, como los sonetos. La importancia del ritmo se percibe también en el desarrollo de la prosa poética o lírica. Mediante la creación de ambientaciones irreales y exóticas muestran su insatisfacción hacia el mundo que les envuelve, y, de ahí, ese afán por escapar y evadirse mediante el tratamiento de temas de la mitología griega, el exotismo oriental y las civilizaciones antiguas. Muestran también una actitud de malestar y rechazo hacia la sociedad y al modo de vivir capitalista (sensación constante de soledad, de crisis espiritual en la que se exalta lo irracional, el misterio, la fantasía, el sueño, la melancolía, la tristeza). El cosmopolitismo (París), los temas americanos (cultivo de temas indígenas) y la búsqueda del ‘arte por el arte’ también están presentes.
La sensorialidad, la perfección formal y las ambientaciones irreales y exóticas. Con respecto a la sensorialidad hay que decir que este tipo de poesía apela a los sentidos con imágenes de gran belleza visual, mediante la musicalidad del lenguaje (aliteraciones, palabras esdrújulas, cultismos, etc.) y por medio de la evocación de elementos sensoriales (colores, sonidos, aromas) o de objetos preciosos, instrumentos musicales o flores, etc. Se presenta el lado refinado de la naturaleza (cisnes, ruiseñores, etc.) que puede aparecer asociado a lo decadente, como hermosas ciudades en ruinas. Esta importancia de los sentidos se percibe también en el tratamiento de temas como el amor, que suele presentarse revestido de elementos sensoriales que lo llevan hacia el erotismo. La perfección formal se manifiesta a través de un léxico culto, neologista o recuperado de épocas pasadas. En la poesía, la meta de la métrica estará en el ritmo y en la musicalidad con la adopción de metros poco usados, como el alejandrino, y la recuperación de estrofas clásicas, pero innovándolas, como los sonetos. La importancia del ritmo se percibe también en el desarrollo de la prosa poética o lírica. Mediante la creación de ambientaciones irreales y exóticas muestran su insatisfacción hacia el mundo que les envuelve, y, de ahí, ese afán por escapar y evadirse mediante el tratamiento de temas de la mitología griega, el exotismo oriental y las civilizaciones antiguas. Muestran también una actitud de malestar y rechazo hacia la sociedad y al modo de vivir capitalista (sensación constante de soledad, de crisis espiritual en la que se exalta lo irracional, el misterio, la fantasía, el sueño, la melancolía, la tristeza). El cosmopolitismo (París), los temas americanos (cultivo de temas indígenas) y la búsqueda del ‘arte por el arte’ también están presentes.
La poesía modernista
Dentro de la poesía modernista, además del nicaragüense Rubén Darío, quien ejercíó una gran influencia en los poetas españoles (sus obras más destacadas son Azul, Prosas Profanas y Cantos de vida y esperanza), pueden enmarcarse también autores como Manuel Machado (corriente intimista y melancólica del Modernismo), Francisco Villaespesa y Marquina. Junto a ellos, se incluyen algunas obras de Antonio Machado (Soledades, galerías y otros poemas) y de Juan Ramón Jiménez (Elejías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes).
2.2.- LA PROSA MODERNISTA
La renovación estética del Modernismo también se extiende a la prosa. La sensualidad, la idealización y estilización de la realidad son la base de las Sonatas de Valle-Inclán y de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, cimas de la prosa modernista por la acumulación de recursos retóricos y sensaciones, por su evasión de la realidad cotidiana y por su atmósfera de nostalgia y melancolía.