Poetas de la Generación del 27: Tradición y Vanguardia en la Lírica Española

La Generación del 27: Tradición y Vanguardia en la Lírica Española

El equilibrio integrador del grupo se confirma cuando se observan gustos comunes, que van del escritor más actual hasta el poeta “primitivo”. Por una parte, sabemos cómo les influyen los movimientos de vanguardia; no obstante, tienden a frenar las estridencias, a cribar las innovaciones. Al respecto, Guillén decía que una generación tan innovadora no necesitaba negar a sus antepasados remotos o próximos para afirmarse. Veamos algunos de sus modelos, yendo hacia atrás en el tiempo. De la generación anterior, es evidente el magisterio de Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna. Más tarde, apuntan su admiración por Unamuno o los Machado. Y no menor fue el entusiasmo por Rubén Darío. Del XIX les llega la influencia de Bécquer, perceptible en el comienzo de casi todos y también después: Sobre los ángeles de Alberti incluye un hermoso homenaje a Bécquer. Y un verso de las Rimas es el título de un libro de Cernuda: Donde habite el olvido. De los clásicos, el primer nombre que surge es Góngora, pero las huellas que dejan en sus obras Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Quevedo y Lope de Vega van más allá de los estudios que de ellos realizaron como profesores y críticos.

Tradición y Vanguardia: Una Fusión Innovadora

Y esto nos lleva a otro punto: junto a una estética cultísima, hay en ellos una honda veneración por las formas populares: el Romancero, el Cancionero tradicional, las cancioncillas de Gil Vicente, de Juan del Encina, etc. Están presentes en Lorca, Alberti, D. Alonso, G. Diego… En suma, asombra cómo la asimilación de formas anteriores, su respeto por la tradición, no contradice esa inmensa labor en la renovación de la lírica española.

Evolución Poética de la Generación del 27

En cuanto a su evolución conjunta, podemos advertir tres etapas, aunque los poetas no las cumplen en la misma medida ni al mismo tiempo:

Primera Etapa: Hasta 1927

Se nota presencia de tonos becquerianos, junto a resabios posmodernistas, aunque pronto se deja sentir el influjo de las vanguardias: ultraísmo, creacionismo (Gerardo Diego). A la vez, el magisterio de Juan Ramón Jiménez los orienta hacia la “poesía pura”. Lo que pretendían era depurar el poema de la anécdota humana, de toda emoción que no fuera estrictamente artística. El gran instrumento de este arte “puro” fue la metáfora, con audacias nuevas que han aprendido de Juan Ramón Jiménez o de otros vanguardistas. Por ello se les tildó de herméticos, de deshumanizados. Pero no se debe exagerar tal deshumanización. Lo humano había entrado por otras puertas (Bécquer, por ejemplo). Influjo esencial lo constituyó la lírica popular que discurre por la poesía de Lorca, Alberti… desde el principio. Paralelamente, su interés por la perfección formal los conduce hacia los clásicos. El cultivo de estrofas tradicionales se aprecia entre 1925 y 1927 en Versos humanos, de G. Diego; Cal y Canto, de Alberti; Cántico, de J. Guillén. Y así se desemboca en el fervor por Góngora. Dámaso Alonso afirmaba que Góngora favorecía el culto por la imagen, la ambición universal que todos tenían por el arte y el enorme intervalo que querían poner entre poesía y realidad.

Segunda Etapa: De 1927 a la Guerra Civil

Comienza a notarse el cansancio por el formalismo y se inicia así el proceso de rehumanización, más rápido en unos que en otros; pero todos quieren una comunicación más cordial. Ello coincide con la irrupción del surrealismo, opuesto a la “poesía pura”. Ahora pasan a primer término los más hondos sentimientos humanos: el amor, el ansia de plenitud, las frustraciones, las inquietudes existencialistas o sociales. Comienza una nueva poesía española, humana y apasionada. Es obvio que los tiempos han traído nuevas sensaciones: Lorca había dicho que su Poeta en Nueva York incorporaba un acento social a su obra. Y, en efecto, los aspectos sociales que se ven en la novela entran también en la poesía. Más aún: Alberti, Cernuda o Prados adoptarán una concreta militancia política; y de forma más o menos activa, todos se mostrarán partidarios de la República al estallar la guerra.

Tercera Etapa: Después de la Guerra Civil

Pasa la Guerra Civil: Lorca ha muerto; los demás -salvo Dámaso Alonso y Gerardo Diego- parten a un largo exilio. En él, Guillén iniciará en 1950, con Clamor, un nuevo ciclo poético, atento al dolor humano. En España, la poesía deriva hacia un humanismo angustiado, de tonos existenciales, cuya muestra más intensa es Hijos de la ira de Dámaso Alonso. Vicente Aleixandre escribe Historia del corazón, notable giro hacia una concepción del poeta como solidario, como “una conciencia puesta en pie hasta el fin”.

Legado de la Generación del 27

La concesión del Premio Nobel en 1977 a Vicente Aleixandre fue, en cierto modo, la confirmación de la importancia de todo un grupo que ha dado a la lírica española una nueva Edad de Oro.

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