Poesía y Novela Española: Desde Juan Ramón Jiménez hasta la Posguerra

Juan Ramón Jiménez y la Generación del 27

Una de las grandes voces poéticas del siglo pasado fue Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Nació en Moguer (Huelva) en 1881 y estudió con los jesuitas en el Puerto de Santa María. En 1900 se trasladó a Madrid a “luchar por el modernismo”, pero la muerte de su padre le provocó algunas crisis. En 1912, de vuelta en Madrid, entró en contacto con los jóvenes del 27, de quienes fue mentor. Se casó en 1916 con Zenobia Camprubí. Tras la Guerra Civil, se instaló en Puerto Rico, donde fue profesor universitario. Falleció en 1958. Escribió para la inmensa memoria. La triple sed que se manifiesta en su obra nos sirve para diferenciar sus etapas:

  • Primeramente, los primeros libros sencillos, poesía “vestida de inocencia”. Renegó más tarde de sus primeros libros de poemas Ninfeas y Alma de violeta. En posteriores incluiría Rimas (1902), Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1904), Baladas de primavera y Elegías (1907).
  • Más tarde, la etapa sensitiva (hasta 1915) en la que adoptan ropajes modernistas, en la línea de modernismo intimista: La soledad sonora (1911), Pastorales (1911), Laberinto (1913), Poemas mágicos y dolientes; Melancolía, Sonetos espirituales y Platero y yo.
  • Viene luego la etapa intelectual. Los recursos y temas modernistas darán paso a la concentración formal, conceptual y emotiva, en una poesía personalísima.

La lírica juanramoniana ejerció influencia sobre los jóvenes poetas del 27. Juan Ramón Jiménez influyó en los poetas del 27 y apoyó la publicación de sus primeros poemas en la revista Índice. El novecentismo lo eligió como prototipo de poeta puro y será el que influirá a los jóvenes poetas del 27 para que acendren su estilo.

La Novela de la Generación del 27

El clima cultural en el que surge la joven novelística de la Generación del 27 se caracteriza por una actitud antirrealista y por un decidido afán experimental. Toda la narrativa del 27 se puede ordenar en dos grandes vertientes: la novela lírico-intelectual (Benjamín Jarnés, Antonio Espina, Mauricio Bacarisse, Francisco Ayala, Pedro Salinas) y la novela humorística (Jardiel Poncela, Edgar Neville).

La Novela de la Guerra Civil

Durante la contienda, la literatura se pone al servicio de los ideales, de manera que encontramos novelas que apoyan a ambos bandos: el nacional y el republicano. Finalizada la guerra, muchos autores se van al exilio y otros permanecen en España sometidos a la censura. Mención aparte merece Ramón J. Sender, que en 1935 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su novela Mr. Witt en el cantón.

La Guerra Civil provoca una ruptura muy profunda: quedan rotas o abandonadas las tendencias renovadoras y experimentales. El contexto no era propicio a experimentaciones narrativas: aislamiento cultural, falta de maestros, censura, auge de las traducciones para llenar el vacío editorial, éxito de la novela evasiva o la novela de guerra, exaltación de los vencedores, pero que fue censurada por motivos morales. Ni siquiera las propuestas más próximas de Ramón Pérez de Ayala, Gabriel Miró o Benjamín Jarnés tienen continuación. Parece como si la novela de posguerra entroncara con el realismo del siglo XIX.

La Generación del 14 y el Novecentismo

LA GENERACIÓN DEL 14 Y EL NOVECENTISMO

El novecentismo fue un movimiento cultural impulsado por grandes ensayistas: José Ortega y Gasset (1883-1955) y Gregorio Marañón (1887-1960), desde Madrid, y Eugenio D’Ors (1883-1954), desde Cataluña. Ante el dilema de europeizar España, planteado por Unamuno, esta nueva generación tiene clara voluntad europeísta.

Sus principales características son:

  • La superación más pronunciada de los patrones narrativos y estilísticos del realismo: a veces, por el lirismo; otras, por la ironía y el humor; por el intelectualismo del enfoque o por la deshumanización.
  • El antirromanticismo: huida del sentimentalismo, del tono apasionado. Alejamiento de los enfoques más dramáticos del 98, hacia otros más rigurosos y serenos del “problema de España”.
  • La superación del modernismo, hacia una expresión más sobria o más pura.
  • La búsqueda de la solidez intelectual: pulcritud y equilibrio. Gusto por la obra bien hecha. La literatura para minorías.

Ramón Pérez de Ayala y la Novela Intelectual

Ramón Pérez de Ayala (Oviedo; Madrid, 1961) es el mejor representante de la novela intelectual. Entre sus obras destacan las novelas protagonizadas por Alberto Díaz de Guzmán: La pata de la raposa y Troteras y danzaderas, ambientada en la bohemia madrileña con Teófilo Pajares; y las novelas poemáticas de la vida española: La caída de los limones.

También escribió novelas de temas universales en las que los personajes encarnan ideas o actitudes vitales y la novela se aproxima al ensayo, como Belarmino y Apolonio.

Gabriel Miró y la Novela Lírica

Gabriel Miró (1879-1930) es el máximo representante de la novela lírica. En sus novelas, la acción deja de ser el elemento fundamental y pasa a ser soporte para sus espléndidas descripciones. Destacan Las cerezas del cementerio, Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso. En ellas, Oleza es un universo opresivo, lleno de intransigencia moral y religiosa y de fanatismo.

La Novela Vanguardista y Ramón Gómez de la Serna

Las técnicas narrativas se alimentan del nuevo perspectivismo y el collage del cubismo o del simultaneísmo; la novela adoptará rasgos, técnicas y contenidos propios del arte nuevo: vitalismo, intrascendencia, antimimetismo o antirrealismo, experimentación… Desde el siglo XIX, la novela ha sido el género burgués más leído. El mejor representante de la novela vanguardista es Ramón Gómez de la Serna. Para él, el mundo era un circo grotesco, solo describible en términos del humor con un poso de amargura. Cultivó lo extravagante, lo grotesco y defendió las nuevas corrientes vanguardistas. Hacia 1910 creó la greguería. Como novelista, se desinteresó por el argumento, que sustituyó por cuadros, divagaciones… Su carácter crítico y sarcástico se ve reflejado en obras como El chalet de las rosas (1923). Escribió un libro de memorias en dos volúmenes, titulado Automoribundia y Nostalgias de Madrid (1955).

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