La Poesía en las Tres Décadas Posteriores a la Guerra Civil: Miguel Hernández, Blas de Otero y Gil de Biedma
Entre 1936 y 1939, tanto en el bando republicano como en el nacional, se desarrolló una poesía de propaganda ideológica: el poema se convirtió en arma de lucha con la que se ensalzaba al dirigente, al compañero muerto y se atacaba al enemigo. Esta producción no se caracterizó, en general, por su calidad. Sin embargo, debe destacarse la figura de Miguel Hernández, cuya obra, iniciada antes de la contienda, alcanzó su madurez en estos años.
Miguel Hernández
Miguel Hernández nace en Orihuela (Alicante) en 1910. Sin estudios superiores, pronto se aficionó a la lectura y se dedicó a la creación poética. Se afincó en la capital y consiguió relacionarse con los círculos literarios. Se casó y tuvo dos hijos, el primero de los cuales murió al poco de nacer. Participó en la Guerra Civil como voluntario en el ejército de la República y, al finalizar la batalla, fue encarcelado y condenado a muerte. La pena le fue conmutada por la de cadena perpetua, pero enfermó de tuberculosis y murió en la cárcel de Alicante en 1942.
La poesía de Miguel Hernández gira en torno a tres núcleos temáticos: el amor, que es al principio un deseo insatisfecho que produce sentimiento, y más tarde aparecerá como una plenitud amorosa. El amor a su mujer y a su hijo se convierten en motivos habituales. Su segundo tema es el dolor y la muerte, provocados por sus vivencias personales y la realidad social. El tercer tema es la vida y la esperanza, en contraste con el tema anterior. La poesía de este autor refleja un profundo vitalismo. Aún cuando el compromiso social obliga a atacar duramente a los culpables del franquismo, surge la esperanza en un futuro mejor.
En su evolución poética, el autor fue incorporando diversas influencias, tanto de los clásicos como Góngora, San Juan de la Cruz o Garcilaso de la Vega, como de sus contemporáneos como Vicente Aleixandre. Dentro de su producción poética se pueden citar tres etapas: la primera corresponde a lo escrito antes de 1937, con obras como Perito en lunas, de inspiración gongorina y vanguardista. También escribe el poemario amoroso El rayo que no cesa (destaca la perfección de sus sonetos). Su segunda etapa abarca desde 1937 hasta 1938 y corresponde a la poesía comprometida con Viento del pueblo y El hombre acecha. Las estrofas clásicas como las cuartetas alternan con el verso largo como el endecasílabo y el alejandrino. En la última etapa, de 1939 a 1942, sus poemas son escritos en la cárcel y se recogen en su obra Cancionero y romancero de ausencias, sobre la ausencia de su mujer e hijo y también la ausencia de libertad.
Blas de Otero
En la década de los 50 triunfa la poesía social. Un grupo de poetas concibieron la poesía como medio de denuncia del dolor y las injusticias sociales y, en algunos, de lucha por el cambio social y político. La poesía social se caracterizó por su preocupación por la realidad y la vida colectiva. Se emplea un tono narrativo y un lenguaje cotidiano para llegar a un público más amplio. Entre varios poetas destaca Blas de Otero. En su poesía se distinguen varias etapas, aunque se reconocen como constantes su rebelión ante la injusticia y su ansia de paz. Aparte de obras primerizas, su primera etapa relevante corresponde a una poesía existencial con obras como Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. Estas obras, en las que prefiere el soneto, se caracterizan por el tono trágico y la actitud atormentada y angustiada del yo poético ante la muerte, la desolación del mundo y el silencio de Dios, a quien clama desesperado porque se siente abandonado por él. Con la obra Pido la paz y la palabra se incorpora a su segunda etapa, ya plenamente social. Se centra en los problemas del ser humano, en la denuncia de las injusticias y en la intención de conseguir superarlas. Uno de los temas es la capacidad de las palabras para hallar la paz. Continúa esta tendencia la obra Que trata de España. En sus últimos años cultiva una poesía experimental, de influencia surrealista, como en Historias fingidas y verdaderas.
Gil de Biedma
A mediados de la década de los 50 se publican las primeras obras de un grupo de poetas conocidos como la Generación de los 50, que llegará a su plenitud en los años 60. Estos creadores conciben la poesía como un proceso de conocimiento de la realidad, de sí mismos y también del lector. Su poesía está centrada en lo individual y lo subjetivo. Están influidos por poetas del 27, especialmente Guillén y Cernuda. Se puede destacar a Gil de Biedma. El tema principal de su obra poética es el paso del tiempo, vinculado con el recuerdo y el análisis de las experiencias personales desde la infancia a la madurez, evocados por el yo poético. Al paso del tiempo se une también el tema del amor y, además, en sus textos están muy presentes los espacios urbanos.
En cuanto a los rasgos estilísticos, la voz poética se dirige con frecuencia a un tú o un vosotros. En sus poemas de carácter meditativo y con inclusión de elementos narrativos y descriptivos, destacan el registro coloquial, el tono conversacional y la intertextualidad (citas y autocitas).
Su creación literaria está reunida en su obra Las personas del verbo, que está compuesta por Compañeros de viaje, donde aparece el mundo de la infancia, la adolescencia, la amistad y la ciudad. También el dolor y el sufrimiento en la historia de España. Otro libro es Moralidades, que recuerda el pasado y la nostalgia por todo lo perdido. A ello se une la reflexión sobre el tiempo histórico. Su último libro es Poemas póstumos, en él se intensifica la pesadumbre por el fluir inexorable del tiempo y la desilusión por lo no obtenido.