Poesía Española del Siglo XX: Modernismo, Generación del 27 y Posguerra

La Edad de Plata (1898-1936)

El período comprendido entre 1898 y 1936 es considerado la Edad de Plata de la literatura española. En esta época se desarrolla la obra de tres generaciones de escritores: la generación de fin de siglo, la generación del 14 y la generación del 27.

La Generación de Fin de Siglo

En la generación de fin de siglo, existieron dos direcciones estéticas:

  • Modernismo: Como reacción al realismo, busca crear un universo imaginario, habitado por la belleza, el exotismo y la sensualidad, como medio de evasión. Llegó a España de la mano de Rubén Darío. Este movimiento cultiva principalmente el género lírico y busca una nueva expresión con un nuevo lenguaje, rechazando la retórica anterior.
  • Generación del 98: La disconformidad con el modernismo se acentúa tras el desastre de 1898. Encabezados por Miguel de Unamuno, destacan Pío Baroja y Azorín. También destacan autores como Antonio Machado y Valle-Inclán. De Antonio Machado, sobresalen las obras Soledades y Campos de Castilla.

Este período se sitúa entre el comienzo del siglo y la Primera Guerra Mundial.

La Generación del 14 (Novecentismo)

En torno a la figura de Ortega y Gasset surgen los novecentistas, que defendían la modernización de España y criticaban la exaltación sentimental y la subjetividad de la generación de fin de siglo. Propugnaban como ideal el arte puro. La fecha de 1914 señala el comienzo de la Primera Guerra Mundial, y destacan en esta generación Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez. Esta literatura estaba destinada solo a hombres cultos, generalmente pertenecientes a la burguesía. Se caracteriza por utilizar un lenguaje complejo, cuyo ideal era “el arte por el arte”. Destacan la obra de Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado, entre otras muchas, y Ramón Gómez de la Serna, quien introduce las vanguardias en España e inventa la greguería (metáfora + humorismo). Esto es lo que Miguel Hernández extrae principalmente de esta generación: la gracia de la greguería para explorar y atrapar la realidad.

Para conseguir la poesía pura se buscará la palabra exacta y la eliminación de lo accesorio.

La Generación del 27

Generación con intereses afines a Juan Ramón Jiménez que se reunieron en esta fecha coincidiendo con el tricentenario de la muerte de Góngora. Los principales integrantes fueron Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre y Rafael Alberti, entre otros.

Podemos encontrar dos corrientes de autores:

  • Poesía Pura: Pedro Salinas (La voz a ti debida) y Jorge Guillén (Cántico). Éstos se caracterizan por la creación de poemas breves, la ausencia de sentimentalismo y el uso de un lenguaje riguroso y poético, cuyo fin es la belleza.
  • Vanguardias: Rafael Alberti (Marinero en tierra), Federico García Lorca (Poeta en Nueva York), Luis Cernuda (Los placeres prohibidos), Vicente Aleixandre (La destrucción o el amor) y Miguel Hernández (Perito en lunas). Estos poetas persiguen la libertad imaginativa.

Epígono del 27: Miguel Hernández

Aunque pertenece a una generación histórica posterior a los poetas del 27, Miguel Hernández (1910-1942) se incluye a menudo en este grupo por la afinidad estética y personal que tuvo con ellos. La influencia de Góngora se percibe en su primera obra, Perito en lunas (1933). Más tarde publica El rayo que no cesa (1936), donde emplea estructuras métricas clásicas, como el soneto o los tercetos encadenados.

En esta obra se aprecia el proceso de rehumanización de la poesía del 27: el amor es el centro de sus versos, en los que se emplean elementos simbólicos de origen natural.

La Guerra Civil trae el compromiso a su producción en Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939), que avanza progresivamente hacia una mayor amargura. Su último libro, Cancionero y romancero de ausencias (1938-1940), incluye muchas de las composiciones escritas por Miguel Hernández en prisión, lugar en donde muere.

La Posguerra (1939-1975)

La Guerra Civil (1936-1939) provoca en la literatura española una crisis debido a la muerte de algunos autores. A partir de 1939 podemos encontrar la llamada poesía de los vencedores, cuyos temas más frecuentes son el amor, la religión y el imperio. En 1944 aparece la poesía desarraigada, representada por Hijos de la ira de Dámaso Alonso.

Dentro de la poesía de la posguerra también se desarrolla la poesía social, volcada a la inmensa mayoría, los poetas del 50, enmarcados dentro del realismo, y destacan por su originalidad la poesía de la experiencia, que se ciñe a la realidad, y la poesía experimental, los llamados Novísimos, poetas de los 70 que se caracterizan por la libertad de formas y la influencia de los medios de comunicación.

Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández

A lo largo de toda la obra de Miguel Hernández, observamos el uso continuado de diversos símbolos como reflejo de su mundo poético.

En su obra de juventud, Perito en Lunas, la simbología adquiere una posición muy importante, ya que en ella se reflejan los estados de ánimo del autor y sus sentimientos, estableciendo metáforas: la sandía, la noria, etc. Pero el elemento al que más importancia le da en esta obra y en toda su obra poética es la luna, que cobra diferentes significados.

La luna en Perito en lunas significa la armonía, la circularidad, lo perfecto; está reflejada en diferentes poemas. Otro elemento o elementos simbólicos son los colores, que representan el estado de ánimo del autor; destacan los colores azules, que hacen referencia al Mar Mediterráneo y al cielo, que representan la libertad; el color amarillo representa lo pálido y poco vivo. Otro símbolo al que Miguel Hernández da mucha importancia es la higuera, árbol frutal que simboliza la virilidad y la masculinidad, debido a la semejanza del fruto con los órganos genitales masculinos.

En su otra obra de juventud, El rayo que no cesa, el símbolo de mayor importancia es el rayo. El rayo simboliza, en la Grecia Antigua, el instrumento del que se valía el dios Zeus para hacer cumplir su voluntad, pero también significa la unión sexual entre el cielo y la tierra. Para el poeta, el rayo es la desestabilidad y la inquietud amorosa. El poeta debe vencer esa fuerza para poder encontrarse con la amada.

Otro símbolo es la muerte, que se repite en varios poemas. La muerte representa el fin del dolor espiritual y carnal. La muerte contrasta con la libertad que el autor pretende. El amor simboliza los deseos del poeta de conseguir a la amada; desea libertad a la hora de actuar y poder dar rienda suelta a su amor, no quiere represiones o limitaciones de castidad.

El color blanco representa la belleza de la amada, la pureza, metaforizado con la almendra y su piel. Por último, el elemento simbólico que tiene más importancia para el poeta es el toro, que representa la virilidad, la indomabilidad y la libertad ansiada, que contrasta con el buey; esta antítesis es empleada en la obra Viento del pueblo, como reflejo de la sumisión de muchos al mando fascista.

En las obras siguientes a El rayo que no cesa se observa un cambio de temática: pasa de los sentimientos de amor y desenfreno al compromiso social debido a la guerra civil. La primera de estas obras es Viento del pueblo. En este caso utiliza símbolos de animales: las fieras representan a los fascistas; los bueyes son aquellos que se dejan matar y que se someten; y los leones y las águilas representan a los republicanos. También aparece el olivo, como símbolo de paz y libertad.

Otra obra que trata sobre la guerra civil es El hombre acecha, pero en esta obra se observa un tono más pesimista, ya que Miguel Hernández ya ha conocido la muerte de cerca.

Su última obra fue Cancionero y romancero de ausencias, que la escribió cuando estaba en la cárcel. La simbología de esta obra la podemos observar en el poema “Las nanas de la cebolla”, donde aparece el vientre femenino, como símbolo de fecundidad, esperanza y futuro; así como la luna de nuevo, esta vez representando al pecho femenino. Por último, aparece la cebolla, como símbolo del hambre que sufren su hijo y su mujer.

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