La poesía española de posguerra (1939-1970): Tendencias y autores clave
La Guerra Civil marcó un punto de inflexión en la poesía española. El panorama tras la victoria franquista se caracterizó por la muerte de poetas como Machado y Lorca, el encarcelamiento de Miguel Hernández, el exilio de otros y la censura impuesta por el régimen.
Miguel Hernández
Su trayectoria poética evolucionó desde una etapa vanguardista con una compleja elaboración metafórica, como en Perito en lunas (1934), hacia una poesía más humanizada de corte clásico con influencias surrealistas en El rayo que no cesa, donde alcanza su madurez poética. En esta obra se consolida su tríptico temático: la vida, el amor y la muerte. Destaca su preferencia por el soneto y otras estrofas clásicas.
Finalmente, durante su encarcelamiento, compone la mayor parte del Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), donde aborda temas como su condición de prisionero y las consecuencias de la guerra.
Mientras tanto, los escritores exiliados continuaron su obra, explorando diversos caminos estilísticos.
1. La poesía de los años 40 y principios de los 50
La posguerra española estuvo marcada por la falta de libertad, la miseria y el hambre, lo que influyó en la literatura. Los poetas que permanecieron en España se dividieron en dos corrientes principales, según Dámaso Alonso: la poesía arraigada y la poesía desarraigada.
La poesía arraigada
En el centro de esta corriente se encontraban los garcilasistas, quienes se inspiraban en Garcilaso de la Vega y otros poetas del Siglo de Oro. Sus temas principales eran el sentimiento religioso y otros temas tradicionales como el amor, el paisaje y la belleza. Esta poesía se difundió a través de la revista Espadaña, con colaboradores como Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero.
2. La poesía social (años 50)
Hacia 1955 se consolida el realismo social en la literatura española. En poesía, autores como Blas de Otero y Gabriel Celaya abandonan su etapa existencialista para abordar los problemas humanos desde una perspectiva social. Su influencia se extendió a otros poetas que antes se adscribían a la poesía desarraigada.
Autores como Antonio Machado, Miguel Hernández, los hispanoamericanos Neruda y César Vallejo, e incluso Vicente Aleixandre con Historia del corazón, sirvieron de inspiración para estos poetas. Dentro de la preocupación por España y el objetivo de un realismo crítico, se tratan temas como la injusticia social, la alienación del hombre moderno, el mundo del trabajo y el anhelo de libertad y un mundo mejor.
Estilísticamente, esta poesía se caracteriza por un lenguaje claro y coloquial, dirigido a un público amplio.
2.1. Blas de Otero
La obra de Blas de Otero representa una síntesis de la poesía española desde el final de la Guerra Civil. A partir de finales de los 60, su obra adquiere un carácter más autobiográfico y se observa una búsqueda de nuevas formas expresivas. Su preocupación social se centra en la España de los años 50, denunciando su situación miserable sin caer en el pesimismo.
3. La Generación del 50
También conocidos como la Promoción de los sesenta, este grupo incluye poetas como Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez.
Su temática común se caracteriza por un retorno a lo íntimo: la reflexión sobre el paso del tiempo (la infancia y la adolescencia como un paraíso perdido), el amor, el erotismo, la amistad y la reflexión sobre la creación poética. Rechazan tanto el patetismo de la poesía desarraigada como el prosaísmo de algunos poetas sociales.
4. Los «Novísimos»
Este grupo incluye poetas como Pere Gimferrer, Luis Alberto de Cuenca y Leopoldo María Panero. Su obra se caracteriza por la avidez por las vanguardias mundiales, un vasto bagaje literario que incluye a poetas extranjeros como Eliot, Cavafis y Rimbaud, hispanoamericanos como César Vallejo, Neruda y Octavio Paz, poetas del 27 como Cernuda y Aleixandre, y otros poetas posteriores que, al margen de la poesía social, buscaban renovar el lenguaje poético.
Son inconformistas y disidentes tanto en lo personal como en lo político, pero como poetas, persiguen metas estéticas. El estilo es su principal preocupación, encontrando en el surrealismo una herramienta para romper con la lógica de un mundo absurdo.