MODERNISMO Y 98:
El término modernismo fue aceptado por los autores nuevos, entendido como culto a la belleza, búsqueda del ideal, rechazo de la mediocridad…En las letras hispánicas, el modernismo tiene su cuna en Hispanoamérica, donde se había iniciado una renovación estética en dos direcciones: renuncia a la retórica del romanticismo hispanoamericano y como reacción espiritual frente al materialismo y deshumanización del mundo, recuperación del romántico europeo. El florecimiento de la literatura modernista hispanoamericana vendrá de la mano de Rubén Darío y José Martí. Se distinguen dos fases en el modernismo español: el modernismo militante o polémico y el modernismo asimilado o domesticado. Durante los primeros años de siglo el modernismo conoce su época de esplendor. Pero el apogeo modernista es efímero, aunque su huella perdura durante mucho tiempo. Se habla de modernismo asimilado cuando los autores modernistas pasan a ocupar un lugar central en el mercado y en los escenarios teatrales. A partir de 1913, fecha en la que Azorín utilizó el concepto de Generación del 98 para referirse a los nuevos escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se refugiaban en el esteticismo como rechazo del mundo, y aquellos que mostraban una actitud crítica ante la realidad, defendían la necesidad de cambios y adoptaban un compromiso social y político explícito. Estos últimos constituían la Generación del 98. La mayoría de los nuevos escritores tienen en común su actitud rebelde frente a los valores burgueses. El socialismo de Unamuno, el anarquismo de Martínez Ruiz y Baroja, el carlismo de Valle-Inclán… No es ajeno a la crisis del pensamiento positivista ni a las contradicciones que en la conciencia burguesa genera una sociedad en acelerado cambio.
Con el paso de los años, la inutilidad práctica de sus esfuerzos y su integración social atenúan hasta la desaparición ese radicalismo de juventud. Pasan a un primer plano en los textos el paisaje, las viejas ciudades, el tedio vital, los personajes insensibles e indolentes… Pero todo ello no es un rasgo particular de los escritores españoles, sino que se trata de un fenómeno general en las letras europeas de esta época.
RASGOS GENERALES DE LA LITERATURA DE PRINCIPIOS DE SIGLO:
Aunque las actitudes de los autores de finales de XIX y principios del XX son muy variadas, manifiestan inquietudes comunes de índole espiritual y social. De estos escritores destaca su afán por ser originales, la rareza e incluso la extravagancia. El modernista manifestaba no solo su deseo de provocar, sino también su oposición al asfixiante conformismo. El artista sentía al margen de la sociedad.Existe un paralelismo entre la rebelión romántica contra la sociedad posterior a la primera revolución industrial y su expresión en el campo de las ideas, el pensamiento de la Ilustración y la que se produce ahora frente al desarrollo capitalista. Paralelamente al gusto romántico por las épocas pretéritas los modernistas vuelven los ojos al pasado medieval o a la Grecia clásica. Este primitivismo los lleva a revalorizar lo antiguo, pero no como una recuperación del pasado, sino renegando de la historia y deseando encontrar la verdad en lo imperecedero. Los considerados miembros de la Generación del 98 defienden un nuevo mito: el de la antimercantil, austera y espiritual Castilla, en la que ven la esencia de España y donde buscan antiguos valores en trance de desaparición.Toledo es el escenario de dos de las novelas más representativas de principios de siglo: “Camino de perfección”, de Baroja, y “La voluntad”, de Azorín. Esta ciudad anclada en el pasado y por la que el tiempo parece no transcurrir manifiesta tanto la conciencia de decadencia como la fascinación ejercida por la idea de la muerte. El decadentismo es otro rasgo del arte modernista. Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso. La crítica antimodernista usaba el epíteto decadentes de forma denigratoria, pero los nuevos escritores asumen orgullosamente la decadencia y presentan la evidencia de la nada que aguarda como un signo de rebeldía ante una civilización que exalta el triunfo y la apoteosis de lo material. Esa impresión de decadencia afecta a gran parte de los nuevos escritores. Se extiende una sensación de hastío vital (estado depresivo)
, que expresa en el escepticismo, el pesimismo, la insatisfacción, el descontento, la desconfianza en los gobernantes…Al lado de la angustia, el dolor y la muerte, es muy frecuente en la literatura modernista la aparición del erotismo, expresión máxima del anhelado vitalismo. El amor puede ser apacible y el sexo concebirse delicadamente. Pero se puede tratar también de una sensualidad desbordada en la que el erotismo convive con la voluptuosidad refinada y, a veces, con lo obsceno, lo perverso y hasta con lo demoníaco. Y en este sentido se comprende la atracción hacia lo marginal, presente en toda esta literatura: prostitutas, bebedores, delincuentes…El rechazo por la vulgaridad se manifiesta por lo exótico, que se busca en las civilizaciones asiáticas, en el mundo musulmán y en las antiguas culturas. El cosmopolitismo, es el gusto por los viajes, por conocer gentes y lugares distintos. Ese deseo de saltar por encima de las fronteras une a modernistas, socialistas y anarquistas, al expresar su oposición a la sociedad burguesa: la patria. La insatisfacción con el mundo es también la causa de la angustia existencial que lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de lo aparente, búsqueda que se manifiesta en un espiritualismo torturado, en la identificación de Dios con la Naturaleza, panteísmo, en el interés por los fenómenos inconscientes o subconscientes y en la curiosa afición a las doctrinas esotéricas.
Este anhelo de trascendencia conduce a una nueva estética en la que se exalta la belleza como ideal prioritario. El artista siente que participa del poder creador del universo y que es capaz de penetrar en lo absoluto e infinito. El esteticismo es un culto casi religioso a la belleza. La poesía se considera el arte supremo. El poeta pretende aunar en sus textos el cromatismo de la pintura, la plasticidad de la escultura y los sonidos de la música. La poesía se concibe como búsqueda de la armonía, de lo absoluto, de la unidad.