MODERNISMO 98 Para una persona, como es el que suscribe estas líneas, que no considera primordial las denominaciones de los movimientos literarios y cree más, a pie juntillas, en qué aporta la obra literaria en cada momento o siempre, no entra en si el término “La Generación del 98” fue una invención de Azorín cuando escribió un artículo en el periódico ABC en 1913 o si Juan Ramón Jiménez la niega. Estas ideas deben estar superadas; lo mismo que los requisitos que el crítico alemán J. Petersen estableció para dicho rótulo.
Si nos referimos al Modernismo, quien mejor lo definió fue Juan Ramón Jiménez al catalogarlo como “movimiento de entusiasmo y de libertad hacia la belleza”. Pedro Salinas lo bautizó como “una literatura de los sentidos, trémula de atractivos sensuales, deslumbradora de cromatismo”. Estamos, por tanto, ante la consideración de la belleza y la forma como valores máximos estéticos, y, por consiguiente, como el arte de ruptura con el realismo, en el que observamos una profunda renovación del lenguaje poético, en este sobresale el adjetivo ornamental. Sin olvidarnos de lo sensorial, imágenes visuales, auditivas, táctiles.
A renglón seguido hay que decir que el Modernismo no fue tan novedoso ya que hunde sus raíces en distintas escuelas poéticas: desde el romanticismo de Victor Hugo hasta el parnasionismo (belleza sensible, arte de la palabra); pero sí hay que constatar que el impulso decisivo se debe a la venida a España Rubén Darío en 1892 y la publicación de sus obras Azul (1888), erotismo, musicalidad, huida. Prosa profanas (1896), cosmopolitas, políticas, evasivas, temas exóticos, además de un ligero matiz parnasiano. Cantos de vida y esperanza (1905)., preocupación por temas más humanos. Se suma al término existencialismo tan recurrente en todos los escritores.
Tampoco lo que se entiende por “generación del 98” fue algo nuevo, aunque sí un aldabonazo, en parte, de algunos intelectuales como consecuencia del declive de España. Pero, no seríamos justos si no hiciéramos referencia a los que primero exigieron una regeneración del país; destaquemos a Macías Picabea, Joaquín Costa ( con su lema “despensa y escuela”), Ganivet, y, sobre todo Galdós. Las ideas de estos fueron recogidas por los que, con el paso del tiempo, se les acuñará el marbete de “Generación del 98”.
El grupo de los tres-Azorín, Baroja y Maeztu- más Miguel de Unamuno al principio, profesaron ideas progresistas. Azorín y Maeztu se acercaron al anarquismo. Ramiro de Maeztu al socialismo (“en los anhelos socialistas está el único camino”). Miguel de Unamuno estuvo afiliado al partido socialista. Todos intentarán acercarse al problema de España. En palabras de Azorín “la apatía nos ata las manos”. Su entusiasmo radica en un interés por acercase al paisaje y a las gentes de los pueblos, deteniéndose, también, en la cultura y en la historia. Amor, dolor, solidaridad, el paisaje de Castilla, las costumbres van a ser evocadas como una constante que gravita. Es curioso cómo habiendo nacido todos fuera de Castilla la van a ver como la esencia de España.
El amor a España no será óbice para añorar la “europeización”. Hay que salir al resto de Europa para llevar lo nuestro y a la vez aprender otras culturas. “Tenemos que europeizarnos y chapuzarnos de pueblo”, escribirá Unamuno. Antonio Machado soñaba con una “España nueva, “con esa eterna juventud que se hace / del pasado macizo de la raza”. Y siempre bucear en la historia, lo que denominó Unamuno “intrahistoria”, la vida silenciosa de millones de personas sin historia, que son los que conforman la verdadera realidad.
A estas notas primordiales hay que aunar lo religioso, que en Azorín y Maeztu se muestra con fe inquebrantable; por el contrario, Baroja destacó por su radical escepticismo. Miguel de Unamuno en constante lucha entre la razón y la fe, nos dejó un impresionante libro poético: El Cristo de Velázquez; o la gran duda en San Manuel, Bueno Mártir.
Estilísticamente, el grupo formó escuela; la imitación estructural de sus artículos en Prensa, así como los demás géneros literarios son como una colmena. Abandonan todo retoricismo y se entregan a un estilo desnudo, exacto, preciso, rápido, a la búsqueda de la palabra. Unamuno incluso se atrevió a decir que “Filosofía es filología”. Ante una personalidad tan singular en cada uno, en el estilo también hallamos esa impronta, y, por tanto, diferenciado, subjetivo. Azorín destaca por su concisión tanto en sus artículos periodísticos como en sus obras La voluntad, Los pueblos, Confesiones de un pequeño filósofo, La ruta de Don Quijote.
Tanto escribieron que es muy difícil abarcarlo con la lectura. Pero, no podemos dejar de leer En torno al casticismo, Niebla, Vida de Don Quijote y Sancho, Del sentimiento trágico de la vida, Abel Sánchez de Miguel de Unamuno. De Pío Baroja, La lucha por la vida (La busca, Mala hierba, Aurora roja), El árbol de la ciencia, Zalacaín el aventurero Ciudad de la niebla. De R. de Maeztu, La crisis del humanismo, Hacia otra España, Defensa de la Hispanidad.
EL SI DE LAS El sí de las niñas se representó en el teatro de la Cruz el 24 de enero de 1806. Asistió el Príncipe de la Paz, y como sabemos fue novelado por Benito Pérez Galdós en el capítulo II de La corte de Carlos IV. Se hicieron cuatro ediciones ya en 1806, además de otras dos, al menos, en 1805. Es la más estimable si tenemos en cuenta que fue la más aplaudida por los espectadores. Incluso algunos la definen como una de las comedias inmortales y perfectas de la dramaturgia española. Fernández de Moratín (1760-1828) es un clásico que no solo fue autor sino también fue un estudioso del mismo. Se dice que incluso asistía a los ensayos de las representaciones teatrales. Quería que se entendiera la importancia de la educación de los jóvenes, capital para el progreso; de ahí su clara y manifiesta conciencia crítica al sistema educativo. El ataque a la obediencia plena de los jóvenes, que les impide rebelarse y los obliga a actuar hipócritamente en contra de sus sentimientos, se deja traslucir en toda la obra; así como, el abuso de autoridad tanto por padres como por tutores intransigentes. La obra como finalidad didáctica en la que sobresalgan la virtud y la verdad
Quizá en el mundo occidental resulta una trivialidad el tema que plantea, pero en su contexto histórico, tenemos que tener en cuenta que existía una conciencia social que concebía el matrimonio como un pacto de intereses. Moratín se opuso porque iba contra los principios morales; él prefería la honestidad, la rectitud. Su propósito: dar testimonio con esta obra. El autor planteó un problema que estaba en la sociedad, más allá del trono y del altar; algunos conservadores la juzgaron como subversiva, pero fue la más representada de su tiempo, en concreto durante 26 días.
Literarariamente, el neoclasicismo representó, frente a la grandiosidad del barroco, un nuevo modelo de escritura, otra actitud en la que las personas son el centro como sabedoras del conocimiento, como motor de la sociedad; precisamente en la obra se nos muestra la razón y la compasión como dualidad para conseguir el disfrute, inherente a los humanos.
En cuanto a la producción del autor, nos ha legado cinco comedias (El viejo y la niña, El Barón, El si de las niñas, La mojigata, La Comedia nueva); escritos sobre teatro (Orígenes del teatro español); Discurso preliminar, que antecede a sus comedias; obra en prosa: La derrota de los pedantes; Epistolario, Diario, Viaje de Italia. Su faceta poética, hoy olvidada encandiló a parte de la crítica, pero también fue denostada por otros. La hondura de su vena poética se circunscribe al gran poema “Elegía de las musas” en el que hace una reflexión de la poesía y del teatro, baluartes de su pensamiento. Para mí, su poesía fue de las más perfectas del siglo ilustrado o, al menos, a mí me lo parece.
El contexto histórico en el que se inserta, el autor, con la caída de Godoy, se pone al lado de los franceses. José Bonaparte lo nombró bibliotecario mayor de la Biblioteca Real(1811). Con la vuelta de Fernando VII, como los llamados afrancesados, tuvo que marcharse.
Me ha llamado la atención, aunque considero que la libertad es inherente a las personas, independiente del género, el hecho de que Moratín nos quisiera plasmar en su obra la importancia que tiene la mujer a la hora de elegir con quién quiere compartir su vida, que en ese tiempo estaba vedada, por lo que se opuso a la pragmática real. Una vez leída, mis pensamientos se sumergen en tantas mujeres que, hoy, tampoco son libres para decidir su vida en este sentido. De ahí que todavía tenga actualidad después de más de dos siglos de diferencia.