Capitulo I
Es llevado a un juez de instrucción e interrogado. No había escogido abogado, ja que otra vez daba muestras de total indiferencia, por lo tanto le envían un letrado de oficio. El abogado decide ayudarlo, pero Meursault, absolutamente sincero le afirma que perdíó la costumbre de interrogarse, de reflexionar. Su abogado le pregunta si sintió dolor el día del entierro de su madre.
Los instructores saben de las muestras de insensibilidad de ese día y harán hincapié en ello el día del juicio. El abogado no logró convencerlo de decir que ese día había reprimido sus sentimientos naturales. Al poco tiempo, compadece nuevamente ante el juez. El juez buscaba el arrepentimiento de él, pero ni siquiera ante el crucifijo, se conmovíó. Afirma no creer y más que culpable o arrepentido se confiesa aburrido. El juez resultaba ser una persona muy exaltada y preocupada por la pasividad de Meursault. Las visitas del juez continuaron, pero él no le prestaba atención, estaba cansado de contar siempre lo mismo.
Capitulo II
María lo visita por primera y única vez ya que se lo prohibían por no ser su mujer. Allí comienza a sentir que está prisionero.Aquí describe las sensaciones que siente en la prisión: la falta de una mujer, la prohibición de fumar, la falta de libertad. Reflexiona sobre el paso del tiempo estando encerrado. Por primera vez, algo parece importarle. Es el castigo, pero, confiesa no sentirse desgraciado. El único problema era matar el tiempo y para ello comenzó a recordar. Así terminó por no aburrirse. Confiesa que con las horas de sueño, los recuerdos, la lectura de una historia seca y la alternancia de la luz y la sombra discurríó el tiempo. Habían pasado cinco meses.
Capitulo III
Comienza su juicio. El abogado le informa que no es el más importante porque hay otro caso: homicidio (este caso ha atraído a muchos periodistas, Meursault hace referencia a el ambiente de desparpajo y normalidad que hay entre los periodistas.) Este último concentró la atención de los periodistas, por ello hay mucha gente. Al entrar al juzgado le da la sensación de estar en un club. Todos se conocen, se saludan; él se siente un intruso, pero está tranquilo. Hasta que escucha los nombres de los testigos: el director y el conserje del asilo, Raymond, Massou, Salamano, María. Comienza a ser interrogado por el fiscal que hace hincapié en el tema de la madre, porque la llevó al asilo. Luego toma testimonio al director y al conserje del asilo. Ambos hablaron de su negación a ver el cuerpo, que no lloró, que se fue inmediatamente después del entierro sin recogerse ante su tumba, ni siquiera sabía la edad de su madre. El fiscal ante estas respuestas experimentó una sensación de triunfo. Meursault se da cuenta de que las cosas no van resultando a su favor porque no solo se lo juzga por su crimen sino también por no haber sido un buen hijo. María, Massou, Raymond, testimoniaron destacando sus cualidades, pero el fiscal se mantuvo en la misma línea: para desacreditarlo ante el jurado.
Capitulo IV
Continúa el Juicio. El protagonista siente que se habla más de él que de su crimen. Se realizan los alegatos del fiscal y el abogado defensor. El fiscal insiste en que jamás lamentó haber asesinado al árabe. Meursault piensa que él jamás lamentó nada verdaderamente. Cuando el presidente del tribunal le pregunta si desea decir algo, expresa que no tuvo intención de matar al árabe, que todo fue por causa del sol. Todos rieron en la sala. El alegato del abogado defensor fue menos efusivo. El tribunal se retira de la sala. Delibera. Regresa y se da la sentencia: culpable de asesinato. Sería decapitado en una plaza pública y en nombre del pueblo francés.
Capitulo V
Por tercera vez se niega a recibir al capellán, no tiene deseos de hablar. Tan solo piensa en las posibilidades que se le presentan para volver a la libertad, pero se centra sobre todo en dos cosas: el alba y su petición de indulto. Paso sus noches esperando esa alba en la que lo ejecutarían. Cuando el amanecer pasaba y seguía vivo, reflexionaba sobre el indulto. Deseaba obtenerlo pero también se imaginaba que la petición era rechazada y todo volvía a comenzar. Finalmente el capellán entra en su celda e intenta explicarle porque necesita el consuelo de Dios. Él, sigue firme en su incredulidad y sostiene que todos estamos condenados a muerte, por lo que ese consuelo no tiene sentido, llega a molestarse mucho y a tomar al sacerdote por el cuello. Intervienen los guardias. El capellán lloró por él. Meursault recuperó la calma cuando éste se fue. Agotado, se durmió. En el límite de la noche, las sirenas sonaron. Anunciaban su ejecución. Por primera vez, pensó en su mamá y se abríó «a la tierra indiferencia del mundo». Deseaba la presencia de muchos espectadores que lo acogieran con gritos de odio.