El Teatro de Posguerra
Tras la Guerra Civil española, el panorama teatral, a diferencia de la novela y de la poesía, no se presenta muy prometedor. Las obras dramáticas de estos primeros años son de baja calidad artística y mediocres debido a:
- Las muertes de García Lorca, Miguel Hernández y Valle Inclán.
- El exilio de Max Aub, Rafael Alberti o Alejandro Casona, que aleja de los escenarios un teatro de calidad.
- La censura civil y eclesiástica recorta los temas tratados o impide la escenificación de ciertas obras. La censura también aisló a España de las innovaciones teatrales.
- La deficiente preparación de los actores, por falta de escuelas de arte dramático.
- El público, mayoritariamente burgués y acomodado, prefiere un teatro sencillo y tradicional.
- El interés económico de los empresarios, que solo buscan beneficios.
- El centralismo redujo el teatro representado en España a los teatros de Madrid y Barcelona.
- La competencia con el cine, provocando que muchos teatros se conviertan en cines.
De este modo, el teatro que se escribe y representa en estos años es comercial y conservador. Es un teatro de evasión, con el que el público desea olvidarse de la realidad que ha dejado el final de la guerra, con la finalidad de “hacer reír” al espectador. Durante estos años siguen escribiendo dramaturgos consagrados de preguerra como Benavente, Marquina y Arniches, pero hacen su aparición otros noveles que escriben en el marco del teatro burgués o bien, de un teatro cómico y de humor intelectual (dentro del cual siguen escribiendo Mihura y Jardiel Poncela).
Teatro Burgués
En él predomina el drama ideológico, la comedia benaventina o el sainete costumbrista, géneros que ya estaban consolidados antes de la guerra civil. Por ello se ha denominado también teatro de continuidad sin ruptura. Entre los autores que lo cultivan están Pemán, Luca de Tena y Joaquín Calvo Sotelo con su obra La muralla. Sus características son:
- Temática burguesa con una amable crítica de costumbres y defensa de los valores tradicionales.
- Personajes de clase media o alta (aristócratas) en ambientes confortables y con escenografía de lujo.
- Preocupación por la obra bien hecha (diálogos elaborados, hábil construcción de la trama y cuidado lenguaje literario).
Teatro Cómico o de Humor Intelectual
A primera vista, este teatro parece la continuación de la línea iniciada por Muñoz Seca con sus comedias de astracán, que buscaban provocar la risa fácil logrando la comicidad a través de un lenguaje lleno de equívocos, juegos de palabras y chistes. Hay también autores de comedias de humor amable como Edgar Neville (El baile) y Antonio Lara “Tono”.
Sin embargo, junto a este teatro cómico o de humor, está la obra de Jardiel Poncela y de Mihura. Ambos presentan facetas que se han considerado precedentes del teatro del absurdo, por la introducción de elementos de fantasía e inverosímiles y un humor disparatado y poético. Sin embargo, estos autores, después de sus primeros estrenos, deben adaptarse a las exigencias de un público que no los entiende y prefiere un humor más fácil.
Jardiel Poncela
Dramaturgo de un humor inteligente e irónico que se aleja del teatro cómico anterior. Sus obras, incomprendidas por el público y la crítica, combinan el humor del lenguaje y el de las situaciones. A veces se le achaca falta de profundidad.
Miguel Mihura
Pertenece a la renovación del teatro español de preguerra, pero no es conocido hasta después de la guerra, cuando estrena Tres sombreros de copa. Su trayectoria se puede dividir en dos etapas. En la primera, critica los convencionalismos sociales que ahogan a la persona y su felicidad, mediante el humor serio basado en la ruptura de lo lógico a través de la creación de situaciones absurdas o procedimientos lingüísticos; busca no solo entretener, sino también hacer reflexionar. A partir de 1953, sus obras son más convencionales, la trama y la acción tienen mayor importancia, el humor pierde su carga crítica y se adapta a los gustos del público.
Antonio Buero Vallejo
La obra de Antonio Buero Vallejo, Historia de una escalera (1949), marca el inicio de su carrera y de una nueva etapa del teatro español, por cuanto supone de ruptura con los escenarios burgueses y lujosos de las comedias de evasión y con la temática de un teatro alejado de la realidad española.
En su trayectoria se distinguen tres etapas: 1) la del realismo simbólico, 2) otra de teatro en la que se aprecia una evolución desde el tono existencial al de testimonio social, 3) la experimentación, aunque él mismo defiende la unidad de su teatro por los siguientes elementos constantes:
- Dimensión simbólica de los personajes y de los recursos escénicos.
- Los personajes encarnan actitudes opuestas en el modo de afrontar la realidad, con lo que el autor busca provocar la reflexión en el espectador.
- El efecto de inmersión al presentar la realidad de manera que el espectador observa la realidad como la vive el personaje y se identifica con él.
- La función catártica o de purificación: la misión del dramaturgo es conmover al individuo ante la tragedia para que asuma la realidad, tome conciencia de sus limitaciones y supere sus errores y su dolor, construyendo libremente su propio destino.
- El detallismo de las acotaciones que describen minuciosamente los escenarios y los gestos, los movimientos y las actitudes de los personajes, así como las explicaciones sobre los efectos especiales.
De lo anterior se deduce que el tema predominante en sus obras es la búsqueda de la verdad.