TEATRO POSTERIOR A 1939
Tras la Guerra Civil española, durante la cual el teatro fue utilizado como herramienta propagandística por ambos bandos, se vivieron años duros con un panorama cultural desolador. Los escritores se enfrentaron a dos opciones: el exilio, como Alejandro Casona o Max Aub, o la adaptación a un país en receso cultural. En el género teatral, este panorama sombrío se acentuó especialmente por la falta de dramaturgos renovadores como Federico García Lorca. El teatro, que había sido el espectáculo más preciado por el público, mantuvo su relevancia hasta el auge de la televisión.
Años 40: Teatro de Evasión y Humor Intrascendente
Durante los años 40, aunque la actividad teatral fue boyante, presentó escaso interés cultural. Se desarrollaron dos vertientes principales:
- Teatro de evasión: Destaca la comedia burguesa, en la línea de la «Alta comedia» de Benavente, y un teatro ideológico conservador, afín al bando vencedor, con autores como Juan Ignacio Luca de Tena, José María Pemán, Edgar Neville o Joaquín Calvo Sotelo.
- Teatro humorístico: Generalmente intrascendente, a excepción de Miguel Mihura, cuyo lenguaje ingenioso lo convierte en un antecedente del teatro del absurdo. Su obra Tres sombreros de copa (1932), incomprendida en su momento, es un claro ejemplo. Enrique Jardiel Poncela también sobresale con un teatro intelectual e ingenioso, con rasgos vanguardistas e influencia del cine, como se aprecia en Usted tiene ojos de mujer, que basa su humor en lo inverosímil y lo absurdo.
Años 50: El Teatro Existencial y de Protesta
En los años 50, emerge un teatro existencial, de «protesta y denuncia», a partir de Historia de una escalera de Buero Vallejo (1949). Se abordan los problemas de la sociedad española, denunciando la injusticia, la búsqueda de la verdad, la ética y la lucha por la libertad, en contraposición al teatro de evasión anterior. Surgen dos posturas:
- Posibilismo: Defendido por Antonio Buero Vallejo, quien atenúa la crítica o la insinúa a través del simbolismo para superar la censura. Entre sus obras, modernas tragedias como En la ardiente oscuridad y El tragaluz, algunas de las cuales participan de la técnica de «inmersión».
- Imposibilismo: Abanderado por Alfonso Sastre, propone un teatro sin tapujos, agitador de conciencias y transformador de la realidad. Debido a su crítica manifiesta a la dictadura, sus obras apenas fueron representadas más allá del ámbito universitario. Destaca La mordaza.
Mediados de los 50 y Años 60: Auge del Teatro Social-Realista
A mediados de los 50 y en los 60, surge el teatro social-realista, que aborda temas como la injusticia social, la explotación y las precarias condiciones de vida de los trabajadores. Obras importantes de este periodo son La camisa de Lauro Olmo y Los inocentes de la Moncloa de José María Rodríguez Méndez.
Años 70: El Experimentalismo y el Teatro Subterráneo
Los años 70 están marcados por el experimentalismo. Aunque mantiene la crítica social, se define por su oposición al realismo, lo que dificulta su representación, denominándose teatro subterráneo. Se apoya en la escenografía, las técnicas audiovisuales y personajes de carácter simbólico. Autores destacados son:
- Francisco Nieva: Con su teatro de inspiración surrealista y valleinclanesca, y un lenguaje barroco, como en su «teatro furioso» de denuncia, Pelo de tormenta.
- Fernando Arrabal: Comienza con obras cercanas al teatro del absurdo, como Pic-nic, y evoluciona hacia el llamado «teatro pánico», que busca abarcarlo todo, como el dios Pan.
A finales de la década, surgen grupos teatrales independientes que rechazan el teatro comercial y estrenan en locales alternativos. El espectáculo, la luz, la danza, el gesto y la música priman sobre el texto, que suele ser de creación colectiva. Entre los más conocidos figuran Tábano y Els Joglars.
De la Transición a la Actualidad: Nuevas Tendencias y Consolidación
Con la llegada de la democracia, el teatro se vuelca en la representación de autores prohibidos y recibe un importante respaldo oficial, creándose instituciones como el Centro Dramático Nacional. Aparte de la labor de estas instituciones, en los 80 se advierte una tendencia al neorrealismo, abordando temas de actualidad con un nuevo costumbrismo de tono irónico. Destacan autores como José Luis Alonso de Santos con La estanquera de Vallecas y José Sanchís Sinesterra con ¡Ay, Carmela! y Ñaque.
Desde los 90, se aprecian diversas tendencias: un teatro de marcado signo intelectual y reflexivo, como el de Juan Mayorga; un teatro más narrativo, como el de García May; y un teatro vanguardista, como el de Rodrigo García. En general, se observa una cierta obsesión por mostrar las manifestaciones del mal en el mundo contemporáneo. Cada vez hay menos espacio para autores nuevos, ya que triunfan las obras comerciales y las adaptaciones.