El Teatro Español Posterior a 1936
Comparado con el teatro extranjero, el teatro español tras la guerra presenta evidentes imitaciones debidas a los acontecimientos políticos y culturales de la época. Pese a todo, no han faltado dramaturgos que buscaran nuevas formas de expresión teatral. En los años 40 y parte de los 50 prevalece la continuación de las tendencias tradicionales, pero buscando otros caminos, entre los que destaca el **teatro existencial**. En la década de los 50 surgió el **teatro realista y social**. Avanzando hacia los años 60 y 70, se notará el cansancio del realismo social y se producirán intentos de experimentación, manteniendo la carga crítica.
Teatro de Posguerra
En este teatro se cumplen básicamente dos funciones: entretener y transmitir ideología. Se negaron las aportaciones más relevantes de la preguerra, como el teatro de Valle, Lorca o Alberti. Se estableció un férreo control sobre las obras, ocasionando autocensura de los dramaturgos. En toda esta producción cabe señalar las siguientes tendencias:
La comedia burguesa
En la línea del teatro de Benavente, cumple la función de entretener y educar mediante el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción y por su intrascendencia con dosis de humor y ternura. Sobresalen los temas de amor y la exaltación de la familia, con personajes mayoritariamente burgueses, como su público. Autores y obras son, además del propio Benavente: Joaquín Calvo Sotelo: Una muchacha de Valladolid; Juan Ignacio Luca de Tena: ¿Dónde vas, Alfonso XII?; Víctor Ruiz Iriarte: El puente de los suicidas; o Edgar Neville: El baile. Autores como Alfonso Paso y Álvaro de Laiglesia, sobre todo de comedias de gran éxito, además de un natural tono humorístico, destilan, a veces, una suave crítica social.
La comedia del disparate
Destacan dos autores: Enrique Jardiel Poncela, con sus comedias de humor inverosímil que representan una sociedad feliz cuyo objetivo son el amor y el dinero. Entremezclan en ellas el humor verbal (chistes…) y el de situación (hechos ilógicos, disparatados). Obras suyas: Los ladrones somos gente honrada. Y Miguel Mihura, cuyas comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana, la variedad de los tópicos y lo que impide al hombre ser feliz. Distorsiona la realidad por medio de la imaginación y la fantasía poética. Al igual que Poncela, se convierte en precedente del teatro del absurdo. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa o Melocotón en almíbar. Un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial. El estreno de Historia de una escalera de Buero Vallejo.
El teatro del exilio
Destacan tres autores: Rafael Alberti, Max Aub y Alejandro Casona. Alberti escribe en el exilio dos de sus mejores obras como dramaturgo: El adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado. Max Aub es detenido en Francia y lo acusan de ser comunista. Una de sus obras más representativas es Prohibido suicidarse en primavera. Su teatro se caracteriza por el conflicto entre fantasía y realidad, por la presencia de personajes alegóricos como el diablo en La barca sin pescador.
El teatro realista de protesta y denuncia
Las angustias existenciales y las preocupaciones sociales constituyen el teatro de estos años. El estreno de Historia de una escalera marca el comienzo de la producción teatral de Antonio Buero Vallejo, caracterizada por el compromiso con la realidad inmediata, el uso de personajes históricos, la presencia de elementos simbólicos y lo que se llama “efecto de inmersión”, a través del que se introduce al espectador en el drama. En la escena de la obra Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre, una tragedia antibelicista, fue prohibida tras tres representaciones. Tras ella, Sastre evoluciona hacia un teatro de agitación social y política en obras como La sangre y La ceniza, que trata de Miguel de Servet, y denuncia el abandono en el que viven los jóvenes de Madrid, empujados por el alcoholismo y la delincuencia.
Entre los dramaturgos cuyas obras pueden ser conocidas por el público (posibilismo), y con las que pretenden expresarse con toda libertad con riesgo de toparse con la censura (imposibilismo). Tratan temas como la intolerancia de las sociedades provincianas y la alienación de los hombres con un trabajo burocrático, como en El tintero.
Un autor de difícil clasificación inicia su trayectoria dramática en esta época: Antonio Gala. Durante los años 70, Gala goza del favor del público con obras como Los buenos días perdidos. Las obras de Gala se caracterizan por su tono poético, fácil simbología, presentación poética convencional y una cierta propensión por lo didáctico o moralizante.
La búsqueda de nuevas formas dramáticas
El deseo de experimentación formal y de encontrar cauces dramáticos diferentes da lugar a un teatro experimental que se diferenciará por su oposición estética a los realistas. Este teatro conecta con la tradición vanguardista teatral, primordialmente como un espectáculo en donde el texto literario es solo un ingrediente más. De ahí la importancia que adquieren los efectos especiales, el sonido, la luz… Asimismo, se pretende romper con la tradicional división entre el escenario y los espectadores, convirtiendo la escena en un espacio dinámico que puede invadir el lugar correspondiente a la sala e invitar al público a participar en la función e integrarse en ella. Otras veces se prefiere la farsa y el tono grotesco, con una influencia creciente de Valle Inclán. Entre los factores de esta corriente podemos señalar:
- Los vanguardistas: Fernando Arrabal, cuyas obras están entre el esperpento, el surrealismo y el teatro de lo absurdo: El cementerio de automóviles. Creó el “teatro del pánico”, presidido por la confusión, el humor y la búsqueda formal. Los temas más frecuentes en sus obras son la sexualidad, la religión, el amor, la política y la muerte. Francisco Nieva escribió tres tipos de teatro: furioso, de farsa y calamidad, y de crónica y estampa.
- Los simbolistas: se caracterizan por un pesimismo y simbología animal. Es frecuente en sus temas el poder opresor y emplear elementos provocadores como la presencia de la sexualidad, un lenguaje escatológico y agresor, y la violencia física y verbal.
Los grupos de teatro independiente, compañías que esta vez potencian el elemento coreográfico, plástico, musical, tanto como el literario, lo que disminuye la presencia del autor tradicional.