Panorama del teatro: de los 70 a la actualidad

Panorama general del teatro: de los 70 a la actualidad

El mercado marca la representación, la recepción, aceptación y crítica. Hoy, el dramaturgo tiene menos importancia que en la dictadura. Hay un teatro comercial, centros nacionales y empresas independientes. Hoy, la danza, la ópera, el circo, desbancan al teatro, pero también lo impregnan.
En la transición, el teatro se convierte en lugar de encuentro. Desaparece la censura, pero aún en 1977 se produce el juicio contra La torna, por atacar a las Fuerzas Armadas. Los teatros independientes se convierten en grupos estables. En el 78, se pone en marcha el CDN, y en el 85 el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música). El descenso de espectadores es una constante. Se recupera a los clásicos y a los modernos reconocidos (Valle, Lorca, Brecht, Ibsen, Pirandello). En los 80, con la política de subvenciones, el teatro recupera público y categoría. Tras la muerte del dictador, se estrenan obras de aquellos censurados o represaliados (Arrabal, Alberti, Olmo…). La escena de los 80 la constituyen tres grupos: autores con un destacado lugar anterior (Gala, Buero, Sastre; y la comedia burguesa: Diosdado); los que se revelaron en la transición (Nieva, Sanchís Sinisterra, Alonso de Santos, Amestoy, Fermín Cabal, Benet i Jornet); dramaturgos que han aparecido con la democracia consolidada (Ernesto Caballero, Paloma Pedrero, Sergi Belbel, García May, Juan Mayorga, Lluïsa Cunillé).

Autores de ayer en el teatro de la primera transición

Alberti (El adefesio, 76, o Noche de guerra en el Museo del Prado, 78) es todo un acontecimiento social. Buero continúa teniendo éxito. Sastre consigue estrenar sus obras. Las arrecogías del Beaterio de Santa María Egipcíaca (77), de Martín Recuerda, fue el mayor éxito del momento. Rodríguez Méndez y Carlos Muñiz también siguen estrenando. Antonio Gala continúa con su éxito, con su “trilogía de la libertad” entre el 80 y el 82. Asimismo, es el tiempo de Diosdado o Marsillach (Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, 81). Una grata sorpresa es Fernando Fernán Gómez: entre el realismo, la crítica y los recuerdos, entre el drama y la comedia, hace prevalecer el texto y el actor como las piezas claves del espectáculo. Con Las bicicletas son para el verano (1978; su obra más conocida, se centra en el verano de 1936, antes de comenzar la Guerra Civil; una familia vive los comienzos de ella con la criada y los vecinos del edificio; el hijo, Luisito, quiere que su padre le compre una bicicleta, pero la situación va a obligar a postergar la compra, indefinidamente, porque, como se dice al final de la obra, “no ha llegado la paz, ha llegado la victoria”, matiz esencial para el bando perdedor de la misma) o su adaptación del Lazarillo (90) se hace un hueco en la escena nacional. En un teatro más innovador, Nieva, síntesis de las vanguardias más diversas, estrena, aunque sin conseguir el apoyo masivo del público: Delirios del amor hostil (77), Coronada y el toro (82) o Te quiero zorra (88); se trata de una dramaturgia difícil de encasillar, diversa en la forma, compleja en la estructura. También Arrabal parecía que iba a conseguir un lugar, con el estreno en el 77 de El cementerio de automóviles o El arquitecto y el emperador de Asiria, pero no fue así. Comienzan Benet i Jornet, Matilla, López Mozo, Ruibal, Miralles, etc.

Nuevos autores y nuevas tendencias en los 80

La mayor novedad de los escenarios teatrales fue un teatro neocostumbrista y crítico, que a veces llegó al cine: Alonso de Santos, Fermín Cabal, Ignacio Amestoy, Ana Diosdado, Sanchís Sinisterra. La crisis de la escena y la subvención pública insistieron en montajes de obras clásicas. José Sanchís Sinisterra (40) es hombre de éxito ya con ¡Ay, Carmela! (86); crea el “teatro fronterizo”, que explora la escenificación de otros géneros, la implicación del espectador y los límites de la teatralidad y la narración, observador y crítico de la realidad; obras suyas son: Ñaque o El cerco de Leningrado. Otros autores son Ignacio Amestoy, Fermín Cabal (participó en Los Goliardos y Tábano; éxito con obras como Tú estás loco, Briones).

Narradores en los escenarios de los 80

Molina Foix, Mendoza, Torrente, Savater, Delibes (Cinco horas con Mario, desde el 79 se representa, hasta hoy), Tomeo, Martín Gaite o Vázquez Montalbán.

Autores más recientes

Ni hay cambio generacional ni estrenan demasiado, salvo en la escena independiente y en los teatros nacionales, con el tiempo. Aun así, en los 90 se afianzó el drama realista de Paloma Pedrero, la farsa de Ernesto Caballero, la provocación de Angélica Liddell y la dramaturgia reflexiva y comprometida de Mayorga. Entre estos nuevos autores, muchos son actores, y también hay una alta presencia de mujeres. Autores destacados son Paloma Pedrero (teatro comprometido, realista, de pensamiento: La llamada de Lauren, El color de agosto, La noche que ilumina, Caídos del cielo), Ernesto Caballero (Squash), Sergi Belbel (Caricias), Ignacio García May, Juan Mayorga (uno de los dramaturgos españoles contemporáneos más representados de la generación denominada Bradomín; su dramaturgia, profunda, comprometida y metódica, le ha permitido ser traducido y representado en los principales teatros europeos; es autor de obras como Hamelin, La tortuga de Darwin, Himmelweg. Camino del cielo o El cartógrafo), Angélica Liddell, Rodrigo García, Javier G. Yagüe/Yolanda Pallín/José Ramón Fernández (Trilogía de la juventud), etc.

La experimentación de las compañías independientes

Tenían, desde los 70, un matiz político, con la censura, que, progresivamente, creó ambientes simbólicos. En los 80, se produce la auténtica ruptura: transformación de lenguajes teatrales en formas escénicas concretas. Hay una nueva codificación de los lenguajes escénicos: se potencian elementos como la música y el decorado urbano, por la influencia del teatro de calle. Este teatro de calle obliga a que crezcan los medios de comunicación paraverbales, a que se cambie la obra según las circunstancias…Así, se elimina la narración lineal mediante palabras. El teatro de calle surge por el desgaste de los sistemas tradicionales de representación, la liberalización de las formas, la búsqueda de nuevas vías de expresión y la democratización de la cultura. Los ejemplos más representativos en cuanto a este teatro de calle (sólo nacido, puesto que pronto pasa a los circuitos comerciales) son La Fura dels Baus, Els Comediants o La Cubana; ligan la experimentación al teatro tradicional Dagoll-Dagom, Els Joglars o La Cuadra. Todos bucean en las nuevas formas de expresión, cuidando las producciones hasta el mínimo detalle. Un teatro estable importante que se crea en los 80 es el Lliure, de Barna, o La Abadía, en Madrid. Ya en el nuevo siglo, quizá el Matadero, dependiente del Teatro Español, sea la incorporación más destacada.
Els Comediants nacen en 1972, con gran influencia de la mímica; se trata de un teatro que tiene mucho que ver con la fiesta popular, con el teatro de calle; se acomodan al espacio. Se basan en la parodia (carnaval, rito, caricatura) y en la transgresión social.
La Cubana surge a principios de los 80. Se basan en la dramatización de la vida real; en obras como Cómeme el coco, negro, cuestionan la misma esencia de la profesión teatral: se desmontaba el decorado de una revista, para pasar a desmontar las vidas de los protagonistas. Su eficacia se basa en la participación del público y la sorpresa.
La Fura es lo más transgresor de las décadas de los 80 y 90. Cuestionan el término teatro: los elementos son tan (SIG. PÁGINA)

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