Tendencias de la narrativa española contemporánea (desde 1970)
Es difícil, dada la cercanía temporal, delimitar corrientes de manera definitiva. Sin embargo, se pueden señalar una serie de tendencias representativas en la novela española desde 1970:
Novela negra
En 1970, con Yo maté a Kennedy, Manuel Vázquez Montalbán inicia una serie de novelas policíacas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho, marcando una ruptura en el género al aplicar técnicas y rasgos de estilo propios.
Otros autores seguirán este ejemplo, como Eduardo Mendoza (El misterio de la cripta embrujada), Juan José Millás (Visión del ahogado), Soledad Puértolas (Queda la noche), Juan Madrid o Jorge Martínez Reverte. La intriga sobre un hecho criminal se convierte en un elemento distintivo de muchas novelas de la Transición.
Novela realista
Se recupera el gusto por contar historias con una expresión realista. Luis Mateo Díez es un iniciador con novelas como La fuente de la edad, que refleja la vida de provincia. En esta línea profundiza Julio Llamazares con La lluvia amarilla, sobre el abandono de la vida rural.
El realismo también retrata el mundo juvenil en obras de Ray Loriga o José Ángel Mañas (Historias del Kronen), y de otra manera, en Luis Landero (Juegos de la edad tardía).
Novela histórica
El deseo de evasión de una realidad difícil impulsa la novela histórica, que recrea distintos periodos: la Edad Media (Urraca, de Lourdes Ortiz), la conquista de América (La orilla oscura, de José María Merino), la España del Siglo de Oro (la serie del capitán Alatriste, de Arturo Pérez Reverte) o el tránsito del siglo XIX al XX (Eduardo Mendoza: La ciudad de los prodigios).
La Guerra Civil y la posguerra son temas recurrentes: Luna de lobos (sobre el maquis leonés, de Julio Llamazares), Beatus Ille (de Muñoz Molina), Soldados de Salamina (Javier Cercas), El corazón helado (Almudena Grandes) o Enterrar a los muertos (Ignacio Martínez de Pisón). Estas obras, de estilos diversos, reivindican al bando perdedor.
Novela intimista
El intimismo es una corriente representativa, con obras centradas en individuos en situaciones difíciles. Ejemplos son El desorden de tu nombre o La soledad era esto, de Juan José Millás, que reflexionan sobre la soledad y la identidad en la sociedad contemporánea. En esta línea se encuentran Félix de Azúa, José María Guelbenzu o Jesús Ferrero.
Javier Marías destaca internacionalmente con Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, novelas que exploran la culpa, la verdad y la responsabilidad a través de protagonistas problemáticos y obsesivos.
Metaliteratura
Esta tendencia “ensayística” reflexiona sobre temas, motivos y figuras de la literatura. A veces se recrea una época, como hace Juan Manuel de Prada con el ambiente literario español de principios del siglo XX en Las máscaras del héroe. En otras, se inventa un personaje escritor rodeado de figuras reales (Antonio Muñoz Molina sobre la Generación del 27 en Beatus ille).
También hay obras donde el protagonista es un escritor y la novela es, en parte, el libro que escribe (El desorden de tu nombre, de Juan José Millás; o El hijo adoptivo, de Álvaro Pombo). Enrique Vila-Matas ha hecho de estos temas el eje de su obra: Historia abreviada de la literatura portátil o Bartleby y compañía.
Novela femenina
A partir de los años 70, la presencia de mujeres escritoras se hace más relevante: Rosa Montero, Almudena Grandes, Luisa Castro, entre otras.
En ocasiones, lo femenino adquiere una finalidad reivindicativa, como en Rosa Montero (Te trataré como una reina, Amado amo). Otras veces, una sensibilidad no masculina aporta nuevas perspectivas (Todos mienten, de Soledad Puértolas). La feminidad no impide la inclusión de temas universales, como en Belén Gopegui (La escala de los mapas, La conquista del aire).
Novela testimonial y autobiográfica
Se desarrolla una literatura del “yo”, con autores que publican memorias, diarios o recuerdos de infancia. La novela se impregna de elementos autobiográficos. En obras de Javier Cercas (Soldados de Salamina), Javier Marías (Todas las almas, Negra espalda del tiempo), Enrique Vila-Matas (El mal de Montano) o Julio Llamazares (Escenas de cine mudo) se combinan episodios de la vida del autor con elementos ficticios, dando lugar a la “autoficción”.
Además, se escriben novelas que testimonian las luchas antifranquistas, como Historia de un idiota contada por él mismo, de Félix de Azúa, o Autobiografía de Federico Sánchez, de Jorge Semprún.