Panorama de la Narrativa Española Anterior a la Guerra Civil: Generaciones del 98 y 14

La Narrativa Anterior a la Guerra Civil

La narrativa anterior a 1939 se caracteriza, en líneas generales, por el enfrentamiento a la novela realista, la búsqueda de nuevas formas y la experimentación. Su trayectoria se define en dos generaciones sucesivas: la del 98 y la novecentista, o del 14.

La Novela de la Generación del 98

Con los novelistas de este grupo se inicia una tendencia innovadora que se desarrollará en las dos décadas siguientes. Sus características principales son:

  • Crítica de los males de España (el caciquismo, el hambre y la ignorancia) y pesimismo ante la situación histórica (crisis de 1898).
  • Influencia de la filosofía: frente al dogmatismo, aparecen los planteamientos existencialistas de Kierkegaard y Schopenhauer sobre la falta de sentido de la vida y el escepticismo.
  • El subjetivismo y el antirrealismo: no se persigue, como en la estética realista, la reproducción exacta de la realidad, sino la expresión de la realidad interior.
  • Renovación estética: se huye de las formas retóricas del siglo XIX, se busca la sobriedad, usando palabras tradicionales y castizas.

En esta tendencia innovadora, la novela se concibe como un género multiforme, en el que tienen cabida también la reflexión filosófica, el ensayo, el lirismo, etc.

Miguel de Unamuno (1864-1936)

La novela unamuniana escapa de los postulados tradicionales del género: prefiere ahondar en la psicología de los personajes y en su forma de ver el mundo que en la descripción ambiental. Tampoco le interesa la acción en sí misma, sino como mero pretexto para llevar a cabo dicha profundización en los personajes. Unamuno entendía que sus novelas eran muy poco comunes, y llegó a plantearse si podrían llamarse siquiera novelas. Por eso acuñó el término «nivolas».

A través de las nivolas, Unamuno pretende expresar sus ideas sobre la religión, la vida, la muerte y la propia conciencia. Para ello interviene en el relato, dialoga con sus personajes, los convierte en símbolos, interpela al lector…

Los planteamientos narrativos de Unamuno pueden observarse especialmente en dos de sus novelas más importantes: Niebla (1914) y San Manuel Bueno, mártir (1930).

  • En Niebla, Unamuno presenta el juego vida-literatura: Augusto Pérez, el protagonista de la novela, se enfrenta con su creador en un ambiente de confusión entre la verdad y la ficción, planteando el problema de la libertad del individuo frente a su creador.
  • En San Manuel Bueno, mártir aparecen todos los motivos habituales de Unamuno: la lucha agónica del individuo en el mundo, el creer y el aparentar creer, la soledad, los problemas de la fe, la vida como sueño… Cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero lo oculta ante sus feligreses para no crear dudas en ellos que pudiesen hacerles infelices.

Pío Baroja (1872-1956)

Las novelas de Baroja se caracterizan por estar centradas en un personaje activo y dominador, o pasivo y sin voluntad. Son abundantes la acción y los diálogos, aunque la presencia del narrador introduce muchas reflexiones. Las descripciones son breves e impresionistas, basadas en detalles. En cuanto al estilo, es sencillo y directo, rotundo y de escasa retórica. El objetivo primordial de Baroja es entretener al lector.

Su producción narrativa se organiza en trilogías que siguen un tema común surgido siempre de la observación de la realidad. Son muy numerosos sus relatos. Aquí destacaremos Zalacaín el aventurero y El árbol de la ciencia.

  • Zalacaín el aventurero forma parte de la trilogía La tierra vasca. Es una novela de aventuras y acción, que narra las andanzas de un personaje heroico, Martín Zalacaín: desde su infancia en el seno de una familia humilde, pasando por su madurez (contrabandista, luchador en las guerras carlistas, enamorado de una joven perteneciente a una familia rival de la suya), hasta su muerte violenta.
  • El árbol de la ciencia forma parte de la trilogía La raza. Es una novela de tintes filosóficos, cuyo protagonista, el médico Andrés Hurtado, plantea las reflexiones del propio Baroja sobre el sentido de la vida. El telón de fondo es la España decadente que tanto preocupa a todos los escritores del 98.

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)

Dos estilos definen la obra de Valle-Inclán: modernismo y esperpento. Los años iniciales están marcados por la tendencia modernista y representados por las cuatro Sonatas (Sonata de otoño, Sonata de Estío, Sonata de Primavera y Sonata de invierno). Son supuestas memorias del Marqués de Bradomín, una especie de donjuán, «feo, católico y sentimental». La vida de este peculiar caballero español aparece envuelta en un halo de misterio, aventuras, amores y provocación, en un ambiente de elegancia exquisita, pero decadente.

Entre las obras de influencia del esperpento, destaca Tirano Banderas (1926). La historia se centra en un imaginario dictador americano y no está localizada en un tiempo ni espacio concretos. En ella aparece una visión deforme y grotesca de los personajes. Merece destacarse el asombroso dominio de la lengua con la incorporación de giros y expresiones hispanoamericanas.

Azorín (1873-1967)

Las novelas de Azorín (José Martínez Ruiz) están muy cercanas al ensayo. Se trata de obras que utilizan el pretexto de la narración para componer paisajes de figuras y ambientes y hablar del paso del tiempo. Están llenas de profundo lirismo y melancolía. Destacamos aquí La voluntad (1902) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904).

La Novela Novecentista (Generación del 14)

Los principales narradores de este grupo son Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró, autores que superan los patrones o esquemas narrativos anteriores, aunque cada uno por un camino distinto: el lirismo, en el caso de Gabriel Miró, y el intelectualismo, en el caso de Pérez de Ayala.

Gabriel Miró (1879-1930)

Destacan sus obras Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), que forman un bloque. Transcurren en Oleza (trasunto de Orihuela), representación de un mundo nebuloso, casi desaparecido, que el autor pretende rescatar. La acción es mínima. Lo fundamental es la creación de ambientes y personajes. Miró aspira a captar la vida monótona y asfixiante de una comunidad cerrada. En la obra se desarrolla un enfrentamiento entre los que viven dominados por la idea del pecado y los que están abiertos a la felicidad y al disfrute humanos.

Ramón Pérez de Ayala (1888-1962)

Comienza escribiendo en una estética noventayochista para pasar después a la novela
«intelectual». Así, en el comienzo de su trayectoria, Pérez de Ayala adopta temas
semejantes a los de los autores del 98. Poco a poco, evoluciona hacia una narrativa en la
que desaparecen las reflexiones autobiográficas y ganan terreno las ideas. Su madurez
como escritor llega con obras como Belarmino y Apolonio, en la que la acción
disminuye y los personajes encarnan ideas o actitudes vitales.
LA NOVELA HACIA 1927
A finales de los años veinte la Generación poética del 27 alcanza grandes cotas de
calidad. Al mismo tiempo, el influjo del Surrealismo es enorme. Esto da lugar a que la
poesía y el teatro adquieran mayor notoriedad y quede la novela algo relegada. No
obstante, tenemos importantes novelistas que permanecerán posteriormente en la
historia de la literatura del siglo XX, como Max Aub o Francisco Ayala.

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