Panorama de la Literatura Hispanoamericana y Española del Siglo XX: Autores, Obras Clave y Tendencias

Panorama de la Literatura Hispanoamericana y Española del Siglo XX

Se dice que la literatura de Hispanoamérica del siglo XX es comparable a la del Siglo de Oro español. La verdad es que la enorme cantidad de obras de alta calidad apoya esta afirmación, lo que hace que resumir la producción de estos 17 países en este breve espacio sea casi imposible. Sin embargo, intentaremos esbozar sus principales innovaciones y autores.

Lírica Hispanoamericana del Siglo XX

En cuanto a la lírica, después de los vanguardistas, experimentó un proceso de humanización y surgieron movimientos como la poesía negra, que denuncia la discriminación sufrida por esta raza (Nicolás Guillén, Poemas del son); y la poesía trascendentalista de estilo gongorino (Lezama Lima). Sin embargo, junto a estos, la literatura hispanoamericana nos ha brindado a tres de los más destacados poetas del siglo XX: César Vallejo, Pablo Neruda y Octavio Paz.

César Vallejo

César Vallejo, de Perú, tuvo que irse a Europa. Ahí conoció las vanguardias. Su poesía evolucionó hacia un compromiso político y social, como demuestra su obra póstuma Poemas humanos, que incluye 15 poemas dedicados a la Guerra Civil española.

Pablo Neruda

Pablo Neruda, chileno y ganador del Premio Nobel, escribió una de las obras más importantes en español: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, que tiene un tono romántico. También experimenta con el surrealismo en Residencia en la tierra, un conjunto de poemas de tono apocalíptico, y en sus últimos años se dirigirá hacia una poesía autobiográfica en Confieso que he vivido.

Octavio Paz

Octavio Paz, también laureado con el Nobel, es un poeta que no se puede encasillar. Sus obras reflejan una diversidad de influencias, desde el Modernismo y las vanguardias (Topoemas) hasta la filosofía oriental y el compromiso social. La segunda edición de Libertad bajo palabra se describe como un río que fluye a través de su obra poética.

A estos se suman poetas destacados como Borges, que explora la poesía existencialista, Nicanor Parra y su antipoesía, Gabriela Mistral, que representa la poesía íntima, y Benedetti, que se dedica a una poesía de compromiso.

Narrativa Hispanoamericana del Siglo XX

Por otro lado, la extensa producción narrativa también es inmensa. Durante los años 30, esta narrativa intentó liberarse de las influencias norteamericanas y europeas. Así nació la «novela regionalista» con sus diferentes variantes. La vorágine de José Eustasio Rivera es la obra más emblemática de la novela de la tierra, ya que la selva y la naturaleza son como un personaje adicional. También son esenciales Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y Don Segundo Sombra de Güiraldes. La novela indigenista, que tiene como protagonistas a los indígenas o a los esclavos de raza negra, tiene como obra más significativa Raza de bronce, del boliviano Alcides Arguedas. Por último, la novela de revolución, que se centra en dar voz a los conflictos sociales en sus países, está representada por Mariano Azuela y su obra Los de abajo.

En la década de los 40, comienza a gestarse una narrativa de alta calidad que alcanzará su máximo esplendor en los años 60. Este periodo es conocido como el BOOM de la narrativa hispanoamericana. No obstante, sus fundamentos se hallan en el REALISMO MÁGICO que se empieza a desarrollar en los años 40 y que coexiste con una novela de carácter metafísico (El Aleph, escrita por Borges) y otra de enfoque existencial (El túnel de Ernesto Sábato).

El Realismo Mágico

El REALISMO MÁGICO se caracteriza por una fusión excepcional de la esencia hispanoamericana y su entorno, junto con elementos indígenas y africanos. De esta forma, lo asombroso y lo mágico se entrelazan de manera natural con la vida diaria. Entre las obras más destacadas se encuentran la primera novela de Alejo Carpentier, El reino de este mundo; Leyendas de Guatemala, de Miguel Ángel Asturias, quien inició la novela de tiranos en Hispanoamérica con El señor presidente; y Pedro Páramo de Juan Rulfo, la única novela del autor que ocurre en el territorio de Comala, un símbolo del infierno.

Sin embargo, será en los años 60 cuando estos y otros escritores se conviertan en protagonistas del BOOM de la narrativa hispanoamericana, un fenómeno editorial que permitió que estas obras fueran traducidas a numerosos idiomas. Hay tres autores que sobresalen.

Gabriel García Márquez

El primero, Gabriel García Márquez, premio Nobel, logró unir su habilidad para contar historias con una imaginación extraordinaria. Su obra más reconocida, sin restar importancia a otras como El amor en los tiempos del cólera y El coronel no tiene quien le escriba, es Cien años de soledad. En esta novela, utilizando el realismo mágico, narra la vida de la familia Buendía a lo largo de un siglo en Macondo, un lugar ficticio que podría simbolizar cualquier parte de Latinoamérica.

Mario Vargas Llosa

Junto a él, es importante mencionar a Mario Vargas Llosa, también Nobel, quien con su primera novela, La ciudad y los perros, dio inicio a este hito en la literatura.

Julio Cortázar

A su vez, Julio Cortázar, un autor de novelas y cuentos de calidad excepcional, aportó a sus obras una voz singular que le permitió experimentar con los límites de la narrativa. Así, su novela Rayuela, situada en París, permite su lectura en desorden, sin seguir la secuencia de capítulos tradicional.

Por último, no podemos olvidarnos de autores fundamentales como Onetti, Roberto Bolaño, Carlos Fuentes y Reynaldo Arenas, entre muchos otros que, por limitaciones de espacio, no hemos podido mencionar de manera más detallada.

La Narrativa Española Después de la Guerra Civil

La eliminación de las restricciones fronterizas y el levantamiento de la censura, tras el fallecimiento de Franco, dará paso a la llegada de obras de autores que se exiliaron, así como a la publicación de textos o secciones de novelas que habían sido censuradas, junto con otras escritas por autores de fuera del país.

La narrativa experimental parece estar perdiendo fuerza. Será la aparición de La verdad sobre el caso Savolta, escrita por Eduardo Mendoza en 1975, la que marcará este cambio de dirección al integrar elementos del género policíaco, centrándose en el misterio y el humor. Tres años antes, La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester ya había mostrado indicios de esta transformación.

Durante la época democrática, continúan trabajando algunos autores de décadas anteriores.

Autores de la Posguerra

Por un lado, están quienes forman parte de la primera generación de posguerra. Entre ellos destaca Miguel Delibes, conocido por novelas como Los santos inocentes, que retrata las severas desigualdades sociales, Señora de rojo sobre fondo gris, una obra autobiográfica dedicada a su esposa Ana, y El hereje, una novela histórica ubicada en el siglo XVI. Celia seguirá creando, con su obra Mazurca para dos muertos que se desarrolla en la Galicia rural. Torrente Ballester también sigue en su labor literaria con Crónica del rey pasmado. Además, los novelistas de las décadas de los 50 y 60 siguen activos, como Ana María Matute con Olvidado rey Gudú, una novela de geografía imaginaria, Carmen Martín Gaite con El cuadro de atrás, una novela metaliteraria, Juan Marsé con El embrujo de Shanghaí y Juan Benet.

En respuesta al experimentalismo anterior, se pide un regreso al arte de narrar y se le da prioridad a la trama. Desde este enfoque, surgen diversas corrientes literarias, de las cuales señalaremos tres:

Los Nuevos Realismos

Estos autores utilizan técnicas del siglo XIX para contar historias contemporáneas. En este grupo se encuentran Almudena Grandes con El corazón helado y La madre de Frankenstein, Luis Mateo Díez con La fuente de la edad y Luis Landero con Juegos de la edad tardía. Los dos últimos emplean un realismo que se inspira en Cervantes. También están los escritores de la Generación X, Lucía Etxebarría con Amor, curiosidad, prozac y dudas y José Ángel Mañas con Historias del Kronen, quienes también usan un enfoque realista.

Novela Policiaca

Este género experimenta un renacimiento y en ocasiones se utiliza como medio de denuncia. Su autor más destacado es Manuel Vázquez Montalbán.

Novela Histórica

Arturo Pérez Reverte es el principal escritor de esta categoría, que mezcla esta forma con aventuras. Esto se evidencia en El capitán Alatriste, establecida en el siglo XVI. Además, Fernando Aramburu con Patria, que aborda la convivencia en el País Vasco tras el conflicto etarra, Dulce Chacón con La voz dormida, que tiene lugar durante la Guerra Civil y está centrada en mujeres, Terenci Moix, Félix Arzúa y Antonio Orejudo también cultivarán este tipo de narrativa.

Por otro lado, nuestra narrativa reconoce la influencia de narradores de Europa y América del Norte. De estos autores obtienen nuevas tácticas como el autobiografismo, la autoficción, la metaficción y la mezcla de géneros.

Novela Autobiográfica

Su popularidad se presenta con la llegada de memorias (Carlos Castilla del Pino, Fernando Savater) o diarios (Andrés Trapiello). Los autores más destacados incluyen a Francisco Umbral, que recibió el premio Cervantes en 2000, cuyas obras están en el límite de lo lírico (Memorias de un niño de derechas), y a Jorge Semprún.

Novela de Autoficción

En el primer tipo, se utilizan nombres o situaciones autobiográficas (Javier Cercas y Enrique Vila-Matas). En la metaficción, se medita sobre el proceso de la escritura (Juan José Millás, El desorden de tu nombre).

Fusión de Géneros

Esta mezcla de fronteras transforma la novela en un género variado. Rosa Montero aplica esta técnica en La ridícula idea de no volver a verte, dedicada a la figura de Marie Curie.

Además, Javier Cercas con El intruso o Antonio Muñoz Molina son ejemplos representativos.

Cuento

Este género también generó obras de gran calidad, como Mil cretinos de Quim Monzó o A los perros buenos no les pasan cosas malas de Elvira Sastre.

Para finalizar, es importante mencionar otras técnicas narrativas que han incorporado elementos del pop, los medios masivos o el cómic. La mayoría de ellas buscan una crítica social. Los pioneros de estas técnicas contemporáneas fueron los miembros de la Generación Nocilla, quienes, alrededor de 2008, se relacionaron con el afterpop (Isaac Rosa).

La Narrativa Española Durante el Franquismo (1939-1975)

La narrativa española desde el final de la Guerra Civil hasta 1975 presenta, al igual que otros géneros, los efectos de la guerra, la censura, la autocensura y la falta de autores que se exiliaron. Aunque las obras de estos escritores se desarrollan de manera autónoma, todas tienen en común reflexiones sobre la guerra, un sentido de pérdida por los amigos caídos y desilusión por no poder regresar. Ramón J. Sender resalta con su obra Réquiem por un campesino español, al igual que Max Aub y Francisco Ayala.

En España, además de una novela triunfalista de baja calidad que celebra el triunfo de los vencedores, también se encuentran obras de tipo fantástico (como El bosque animado de Wenceslao Fernández Flores) y existencialista. En este último grupo, sobresale Nada de Carmen Laforet, que cuenta la historia de una estudiante, Andrea, que llega ilusionada a Barcelona, pero se desilusiona al enfrentarse con el ambiente gris y opresivo de sus tíos y la ciudad tras la guerra. Otro ejemplo es La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes, cuyas temáticas principales incluyen la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte. Camilo José Cela, por su parte, introduce el Tremendismo en La familia de Pascual Duarte. En esta novela picaresca, el protagonista narra su vida en una carta desde la prisión. Además, incluye notas del editor que explican la necesidad de leer la obra para evitar repetir comportamientos destructivos. Cela revela la dura realidad en España, donde los protagonistas son más víctimas de las circunstancias que culpables de sus acciones.

En la década de los 50, la narrativa, resultado de un entorno socioeconómico y político muy complicado, empieza a enfocarse en lo social y lo colectivo. Este género se inicia con La colmena de Camilo José Cela, que se distingue por tener un protagonista colectivo, una narrativa condensada en el tiempo, una perspectiva pesimista y la intención clara de impactar al lector.

En estos años también se desarrolla el neorrealismo, cuya crítica no es tan evidente y se basa en mostrar la lucha cotidiana de los personajes desde el ángulo de la frustración. Un buen ejemplo de esto es El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio.

Finalmente, la novela de las décadas de los 60 y 70 está marcada por la influencia de la narrativa hispanoamericana (como Vargas Llosa y Gabriel García Márquez) y por los grandes innovadores de la literatura (como Kafka y Joyce). En este contexto, se presenta una novela con un narrador que cambia (perspectivismo narrativo), rompiendo con el orden cronológico, otorgando relevancia al monólogo interior y donde la trama carece de relevancia.

Algunas de las obras más significativas de este movimiento incluyen Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos, que, a pesar de tener una trama simple sobre un hombre que aspira a ser científico y no lo logra, se enriquece con las diversas técnicas narrativas empleadas; Cinco horas con Mario de Delibes, que narra en forma de monólogo la conversación llena de recriminaciones que Carmen sostiene con el cadáver de su esposo; Retahílas de Carmen Martín Gaite, que relata el viaje de una anciana a su casa familiar para fallecer y los diálogos entre su nieta, Eulalia, y su sobrino, estructurados en seis monólogos, en los que la tía busca establecer una relación distinta entre hombres y mujeres, alejada de los roles de género; Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, que critica la burguesía catalana usando técnicas narrativas experimentales; Volverás a Región de Juan Benet; y Señas de identidad de Juan Goytisolo, que explora la búsqueda de un propósito en la vida, entre otros.

El cierre de la novela experimental está estrechamente vinculado a la llegada de dos novelas: La saga/fuga de J. B. de Gonzalo Torrente Ballester, que aunque forma parte de la narrativa experimental, su tono irónico la establece como la primera gran parodia de este subgénero; y La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza, que retoma el interés por la narración al utilizar elementos de diversos subgéneros narrativos (intriga, aventuras, ironía, humor…).

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