Novela simbólica

LA NOVELA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70
0. INTRODUCCIÓN
         La Guerra Civil supuso un profundo corte en la evolución literaria española debido a una serie de
razones:
a. La muerte de algunos de los grandes modelos de la novela española del Siglo XX (Unamuno, Valle-
Inclán).
b. El exilio obligado de otros autores que habían comenzado a destacar en la década de los treinta: Max
Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sénder, etc…
c. Las nuevas circunstancias políticas y la censura impiden que se siga con una tendencia de novela de
corte social que se venía haciendo desde la década de los treinta y hacen que pierda sentido otra de las
tendencias novelísticas anteriores a la Guerra, como es el caso de la novela deshumanizada y
vanguardista.
         Como consecuencia de las razones expuestas, la novela española en la década de los 40 debe,
prácticamente, comenzar de nuevo. En lo referente a la periodización de la novela que se inicia después
del año 1939, la crítica literaria ha señalado tres etapas sucesivas (POSGUERRA, Realismo SOCIAL y
RENOVACIÓN TÉCNICA) y varias generaciones de novelistas que se han ido incorporando a lo largo de
estos años.
1. LA NOVELA DE POSGUERRA (1939-1950)
         Por las razones arriba expuestas, los novelistas de estos primeros años, por tanto, tendrán que
buscar un nuevo camino, y ese hecho explica que nos encontremos en la década de los 40 con múltiples
tendencias novelísticas:
a. Novela triunfalista. Esta novela defiende los valores tradicionales (Dios, Patria, Familia) y justifica la
Guerra Civil y sus consecuencias, culpando de las mismas al bando perdedor. Es lo que hace, por ejemplo,
Agustín de Foxá en Madrid, de corte a checa.
b. Novela psicológica. Se basa en el análisis del carácter y del comportamiento de los personajes desde
unas técnicas tradicionales, es decir, realistas. Un autor importante será Ignacio Agustí con Mariona
Rebull.
c. Novela simbólica. Nos encontraremos con novelas en las que los personajes funcionan como símbolos
de ideas o conflictos. Sigue la línea, por tanto, de algunas novelas de Unamuno. Un autor significativo será
José Antonio Zunzunegui.
d. Tremendismo. Esta tendencia es iniciada por Camilo José Cela con La familia de Pascual Duarte en el
año 1942. Se ha hablado también de «tremendismo» para caracterizar a algunas novelas que presentan
un mundo rural de trágicos conflictos, con personajes de bajos instintos y taras físicas o psíquicas,
empleados para apoyar posturas moralistas. Estas ficciones revelan un malestar, una amargura que les
hace alcanzar cierto valor testimonial.
e. Novela existencial. Podríamos decir que se inicia con la novela Nada de Carmen Laforet en 1945, y
continuada en 1948 por Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada y Gonzalo Torrente
Ballester con Javier Mariño. Estas novelas reflejarán el tema de la angustia existencial, la tristeza y la
frustración de las vidas cotidianas.
         Temáticamente, las novelas de este período girarán en torno a la amargura de las vidas
cotidianas, la soledad, la inadaptación, la muerte y la frustración. Los personajes se adaptarán a estos
temas, de forma que los protagonistas serán seres marginados socialmente (Pascual Duarte, en la
novela de Cela, es un condenado a muerte), angustiados y desarraigados (la protagonista de Nada llega a
Barcelona para estudiar y allí se encuentra fuera de su ambiente, insegura y triste). Las causas de esta
amargura vital se encuentran en la sociedad de la España de los años cuarenta, marcada por la pobreza,
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la incultura, la violencia, la persecución política, la falta de libertades… Pero no encontraremos en
ninguna de estas novelas una crítica o denuncia directa. Para eso habrá que esperar a los años
cincuenta.
         Técnicamente, estas novelas se caracterizan por su sencillez y tradicionalidad: narración
cronológica lineal, narrador en tercera persona (mayoritariamente) y ausencia de saltos temporales.
2. SEGUNDA PROMOCIÓN. EL Realismo SOCIAL. TEMAS Y TÉCNICAS
         En los años cincuenta se produce un gran auge en la novela. En esta década la censura se
relaja y ese hecho permitirá la aparición de novelas en las que la denuncia de la pobreza, la persecución
y la injusticia sean los temas predominantes. A esta tendencia se le ha llamado novela social o Realismo
social.
         La novela social, como subgénero narrativo, con unos condicionamientos formales y temáticos
específicos, se da como fenómeno literario en la década que va de los cincuenta y tantos a los sesenta y
tantos. Los autores han sido denominados «Generación del 55» o «del medio siglo» y la componen,
entre otros: Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio,
Juan García Hortelano, Alfonso Grosso, Juan Goytisolo…
         Desde una posición ideológica, se proponen dar testimonio de la realidad histórica y social, y
así se desarrolla una
        Novela realista, de actitud crítica. Se denomina Realismo crítico: el novelista no acepta la
        realidad tal como es y pretende explicarla poniendo de relieve sus mecanismos profundos y
        denunciándola.
        De enfoque objetivista: el novelista se comporta como un observador de la realidad sin tomar
        partido ante ella.
        Entre el compromiso moral y una posición política explícita. Se habla de Realismo socialista.
        Esta tendencia pretende reflejar la realidad en su proceso revolucionario (la lucha de clases),
        reducíéndola a un enfrentamiento en entre opresores y oprimidos.
• Caracteres de la novela social son:
a) Su abandono de los aspectos técnicos y formales y esto es así porque su propósito es dar valor al
contenido, al argumento, y subordinar a él los procedimientos formales.
b) La estructura del relato es sencilla y se tiende a la narración lineal. No hay saltos al pasado ni
anticipaciones.
c) Condensación espacial y temporal. Los lugares donde se desarrollan las novelas suelen ser únicos o
cambiar muy poco. Además, la novela concentra su acción en un corto espacio de tiempo (El Jarama
(1956), de Rafael Sánchez Ferlosio, en algunas horas, o en Duelo en el paraíso (1955), de Juan
Goytisolo, en unos pocos días).
d) La preferencia por los personajes colectivos, desplazando al protagonista individual. El personaje
representa un grupo social. Pero no pretende abarcar toda una colectividad, se centran en grupos humanos
concretos.
e) Predominio del diálogo. Como pretenden, por su enfoque objetivista, que la figura del narrador
desaparezca o reducirla al mínimo, ceden la palabra a los personajes como manifestación directa de su
conducta y pensamientos. Por ello, existe un esfuerzo de reflejar los rasgos lingüísticos propios de
los distintos grupos sociales a los que se adscriben los personajes.
f) Persiguen la sencillez, la claridad, y emplean un lenguaje directo; la frase sencilla, los giros
coloquiales, las formas lingüísticas populares y los vulgarismos.
g) Los temas principales de la novela española del Realismo Social serán:
         La dureza de la vida en el campo (Dos días de Septiembre, Caballero Bonald o Los santos
         inocentes, de Miguel Delibes) ;
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         El mundo del trabajo urbano (Central Eléctrica, de Juan García Hortelano);
         La ciudad (La colmena, de Cela);
         Las clases trabajadoras (El Jarama, de Sánchez Ferlosio);
         La burguésía (Entre visillos, Carmen Martín Gaite);
         La Guerra Civil y sus consecuencias (Juan Marsé, Encerrados con un solo juguete).
3. TERCERA PROMOCIÓN. TIEMPO DE SILENCIO, DE MARTÍN SANTOS, COMO
HITO RENOVADOR.
En los años sesenta el Realismo social empieza a mostrar signos de agotamiento. Se manifiesta la
necesidad de una renovación formal. Era preciso trasladar a la novela española la experimentación
narrativa que habían aportado las grandes figuras europeas (Proust, Kafka, Joyce, el noveau Román
francés) y americanas (Faulkner, García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar…). Junto a
estas razones literarias no deben olvidarse otras de naturaleza socio-política: mayor desarrollo
económico (Planes de Desarrollo y la entrada de divisas por el turismo), la ley de prensa de 1966 que
permite una relajación del autoritarismo, una mayor difusión cultural (las series de libros de bolsillo)…
         Un hito de este período es Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos. El tema es la
 frustración, la impotencia y el desarraigo de un joven médico investigador. Es un fiel reflejo de una
 realidad nacional, de un estado socioeconómico, y en un marco social concreto: el Madrid de los
 años cincuenta. Los rasgos formales de esta novela se convertirán en los generales de la novela del
 período: el planteamiento subjetivista (el monólogo interior), personajes que funcionan como
 auténticos seres humanos en contraposición a los tipos o arquetipos de la novela realista. Se incorpora la
 segunda persona narrativa y se utiliza una prosa barroca, cargada de cultismos y términos
 científicos. La frase se alarga, y el discurso abunda en digresiones, en comentarios sobre literatura,
 arte, medicina, u otras fuentes del saber.
         Estas técnicas y otras, en diferentes grados, aparecen, en novelistas de diferentes generaciones,
desde 1996 hasta el final del franquismo (1975): Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé,
Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes, Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo o
Volverás a Regíón (1967) de Juan Benet.

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