descontento y frustración de esos años.
Poco a poco, los escritores van a empezar a presentar más claramente las inquietudes sociales del momento. Es la novela que se da desde los años ’50. A esta línea de novelas se unen dos grandes relatos: «Tiempo de Silencio» de Martín Santos y «La colmena de Cela» se destaca el año 1954 como año inaugural de la novela social más estricta: es la generación de 1955 (Aldecoa, Ana Ma Matute, Sánchez Ferlosio). Se destacan los siguientes aspectos: solidaridad con los humildes, disconformidad con la sociedad española, anhelo de cambio social. Se siguen las ideas de Sartre (la novela debe ser social y denunciar los males de la sociedad como forma de compromiso), que desembocan en un nuevo realismo conducente al objetivismo. Es lo que se llama conductismo y el término procede de la psicología americana de Skinner: solamente podemos analizar conductas y no psicologías. El autor narra la conducta de los personajes y se limita a ella.
Las condiciones de vida de las gentes campesinas, el mundo de los obreros y el universo laboral, los ambientes urbanos y su miseria son los temas escogidos. Se destaca la pobreza técnica de muchos de estos relatos, debido a que el contenido social parece ser la prioridad ante todos los demás aspectos. La descripción es poco abundante y se refiere a ambientes, además de que la acción se narra de manera lineal. La acción suele darse en un corto espacio dé tiempo y el personaje central suele ser representativo de un grupo o de una clase social, si no es un personaje colectivo (al modo del de ‘.’La Colmena»). Se habla de la desaparición de la figura del autor por el conductismo u objetivismo. La voz del narrador toma un tono de crónica y se limita a narrar, siendo sencillo y directo. El diálogo representa el decorojie la época (no habla igual el señorito burgués que el obrero). Algunos escritores de esta época (Cela, A. M. Matute, Aldecoa) son grandes en el manejo del estilo.
Los primeros años del siglo XX ya cuentan con importantes renovadores como Kafka, pero hay que hablar también de Joyce y de Faulkner, o de autores como Proust. Proust es el creador de «En busca del tiempo perdido», obra extensa en quince volúmenes en que se practica la instrospección y el análisis, al explicar las cosas de manera minuciosa. Joyce parodia mitos al experimentar nuevas formas de narración que dejan de un lado la anécdota. En tanto, Eaulkner, de la generación perdida, y es un renovador que nos puede presentar muchas sorpresas como el autor que no se explica y que resulta con el lector poco condescendiente, al exigirle un constante esfuerzo. La nueva novela francesa o noveau román, en cambio, pretende escapar a las estructuras más tradicionales y consagradas de la novela.
Aunque no puede haber novela sin autor, se habla de este fenómeno en la narrativa más reciente. Esta desaparición del autor significa que el narrador de un relato renuncia a la omnisciencia. Sin narrador onmisciente, estamos ante dos posibilidades, que son el objetivismo y el perspectivismo. Es lo que sucede en algunas novelas donde el narrador debe presentar las conductas sin explicar nada más o bien en los relatos en los que se presenta el punto de vista de distintos personajes. Un antecedente de este fenómeno lo encontramos en «Troteras y danzaderas» de Pérez de Ayala, pero solamente en un fragmento. Además se habla de la destrucción del personaje (antipsicologismo conductista, personaje colectivo). Aparece, frente a las tradicionales primera y tercera, el relato en segunda persona. Aparecen la técnica del estilo indirecto libre y el relato de monólogo interior. Otras posibilidades son disgresiones del autor, acercando la novela al ensayo, se juega con las posibilidades de la frase y del lenguaje poético o con efectos tipográficos.
En torno a esta fecha se produce un cambio: el cansancio del realismo dominante. Esto afecta a unos autores cada vez más pendientes de las novedades que se dan en el extranjero. Tenemos que distinguir: 1-, Los viejos autores consagrados de las décadas anteriores que quieren entrar por este camino de renovación. 2-, Nuevos autores. En efecto, algunos de los viejos autores de estas tendencias realistas ya habían mostrado inquietudes y propensión a una novela más experimental, por encima del realismo reinante, y esto sucede con autores como Cela, Delibes o Martín Santos, Cunqueiro, Torrente Ballester… Y a ellos se une la generación de 1955, llamada también generación del nuevo siglo.
Pertenecen a la llamada generación del ’68. Siguen lejos del realismo, explorando lo onírico, lo imaginativo y haciendo experimentos insospechados. Pero esta efervescencia experimental los está llevando a un callejón sin salida. Sin renunciar a cuanto encuentran de atractivo en la experimentación, la moderarán, para volver en algunos aspectos a la novela tradicional. Es la época del retorno a la anécdota, al contenido del relato. Y con ellos se vuelve a lo tradicional Torrente Ballester.
El cambio de lo existencial a lo social
Poco a poco, los escritores van a empezar a presentar más claramente las inquietudes sociales del momento. Es la novela que se da desde los años ’50. A esta línea de novelas se unen dos grandes relatos: «Tiempo de Silencio» de Martín Santos y «La colmena de Cela» se destaca el año 1954 como año inaugural de la novela social más estricta: es la generación de 1955 (Aldecoa, Ana Ma Matute, Sánchez Ferlosio). Se destacan los siguientes aspectos: solidaridad con los humildes, disconformidad con la sociedad española, anhelo de cambio social. Se siguen las ideas de Sartre (la novela debe ser social y denunciar los males de la sociedad como forma de compromiso), que desembocan en un nuevo realismo conducente al objetivismo. Es lo que se llama conductismo y el término procede de la psicología americana de Skinner: solamente podemos analizar conductas y no psicologías. El autor narra la conducta de los personajes y se limita a ella.
La sociedad española como tema de la narrativa. Técnicas
Las condiciones de vida de las gentes campesinas, el mundo de los obreros y el universo laboral, los ambientes urbanos y su miseria son los temas escogidos. Se destaca la pobreza técnica de muchos de estos relatos, debido a que el contenido social parece ser la prioridad ante todos los demás aspectos. La descripción es poco abundante y se refiere a ambientes, además de que la acción se narra de manera lineal. La acción suele darse en un corto espacio dé tiempo y el personaje central suele ser representativo de un grupo o de una clase social, si no es un personaje colectivo (al modo del de ‘.’La Colmena»). Se habla de la desaparición de la figura del autor por el conductismo u objetivismo. La voz del narrador toma un tono de crónica y se limita a narrar, siendo sencillo y directo. El diálogo representa el decorojie la época (no habla igual el señorito burgués que el obrero). Algunos escritores de esta época (Cela, A. M. Matute, Aldecoa) son grandes en el manejo del estilo.
La novela y su renovación fuera de España
Los primeros años del siglo XX ya cuentan con importantes renovadores como Kafka, pero hay que hablar también de Joyce y de Faulkner, o de autores como Proust. Proust es el creador de «En busca del tiempo perdido», obra extensa en quince volúmenes en que se practica la instrospección y el análisis, al explicar las cosas de manera minuciosa. Joyce parodia mitos al experimentar nuevas formas de narración que dejan de un lado la anécdota. En tanto, Eaulkner, de la generación perdida, y es un renovador que nos puede presentar muchas sorpresas como el autor que no se explica y que resulta con el lector poco condescendiente, al exigirle un constante esfuerzo. La nueva novela francesa o noveau román, en cambio, pretende escapar a las estructuras más tradicionales y consagradas de la novela.
Rasgos de la nueva narrativa no española
Aunque no puede haber novela sin autor, se habla de este fenómeno en la narrativa más reciente. Esta desaparición del autor significa que el narrador de un relato renuncia a la omnisciencia. Sin narrador onmisciente, estamos ante dos posibilidades, que son el objetivismo y el perspectivismo. Es lo que sucede en algunas novelas donde el narrador debe presentar las conductas sin explicar nada más o bien en los relatos en los que se presenta el punto de vista de distintos personajes. Un antecedente de este fenómeno lo encontramos en «Troteras y danzaderas» de Pérez de Ayala, pero solamente en un fragmento. Además se habla de la destrucción del personaje (antipsicologismo conductista, personaje colectivo). Aparece, frente a las tradicionales primera y tercera, el relato en segunda persona. Aparecen la técnica del estilo indirecto libre y el relato de monólogo interior. Otras posibilidades son disgresiones del autor, acercando la novela al ensayo, se juega con las posibilidades de la frase y del lenguaje poético o con efectos tipográficos.
Novela española posterior a 1962
En torno a esta fecha se produce un cambio: el cansancio del realismo dominante. Esto afecta a unos autores cada vez más pendientes de las novedades que se dan en el extranjero. Tenemos que distinguir: 1-, Los viejos autores consagrados de las décadas anteriores que quieren entrar por este camino de renovación. 2-, Nuevos autores. En efecto, algunos de los viejos autores de estas tendencias realistas ya habían mostrado inquietudes y propensión a una novela más experimental, por encima del realismo reinante, y esto sucede con autores como Cela, Delibes o Martín Santos, Cunqueiro, Torrente Ballester… Y a ellos se une la generación de 1955, llamada también generación del nuevo siglo.
Los autores de los años ’70
Pertenecen a la llamada generación del ’68. Siguen lejos del realismo, explorando lo onírico, lo imaginativo y haciendo experimentos insospechados. Pero esta efervescencia experimental los está llevando a un callejón sin salida. Sin renunciar a cuanto encuentran de atractivo en la experimentación, la moderarán, para volver en algunos aspectos a la novela tradicional. Es la época del retorno a la anécdota, al contenido del relato. Y con ellos se vuelve a lo tradicional Torrente Ballester.