La novela en la Generación del 98
La novela es el género más importante de cuantos cultivaron los miembros de este grupo. Los temas que prefieren son España, las causas de la decadencia, la historia, los pueblos, las gentes… además de la reflexión sobre el hombre y su destino. Estos autores no se preocupan por la Historia de los grandes personajes, sino por lo que Unamuno denominó la intrahistoria, es decir, ‘la vida callada de miles de hombres sin historia’. Otro elemento fundamental en las novelas de la Generación del 98 es la descripción del paisaje como reflejo de un estado de ánimo determinado.
En cuanto a la forma, estos autores se basan en la simplicidad y la claridad. Huyen de la retórica vacía y de los largos periodos oracionales. Lo más importante es el argumento, el fondo, y la forma no debe ser un obstáculo para la comprensión del mensaje implícito en la novela.
Renuevan la técnica novelística respecto del narrador omnisciente del realismo, y el narrador pierde la infalibilidad omnisciente; el argumento se fragmenta o reduce ( escasa acción y mucha reflexión); ya no interesa retratar la realidad exterior sino las repercusiones de esta en las conciencias de los personajes, generalmente marcados por la falta de voluntad y los conflictos existenciales; la descripción de ambientes y personajes suele hacerse de forma impresionista y los diálogos manifiestan el desarrollo de las ideas de los personajes.
Entre los miembros de la Generación del 98, los principales novelistas son: Pío Baroja, R. Valle-Inclán, M. de Unamuno, Azorín y Ángel Ganivet
Pío Baroja: Verterá en sus novelas su pesimismo y su visión pesimista del hombre y de una sociedad donde sólo sobreviven los más fuertes (no olvidemos que fue médico). Los rasgos característicos de su novelística son:
- Estructura abierta: concibe la novela como sucesión de escenas hilvanadas por un personaje protagonista donde se acumulan ambientes, situaciones y personajes muy variados.
- Los espacios son muy diversos: País Vasco, Madrid, París, el levante español… con descripciones impresionistas y ambientes urbanos madrileños a modo naturalista y escéptico de personajes degradados y situaciones sórdidas ( trilogía La lucha por la vida).
- Narra el tiempo contemporáneo preocupándose por los pequeños hechos (intrahisto-ria) que causan grandes acontecimientos.
- Le importa la repercusión de la realidad en la conciencia, y muestra a sus personajes desde una perspectiva de pesimismo existencial.
Su estilo es preciso, claro y rápido, con frases cortas y párrafos breves
Unamuno. Proyecta en sus novelas su conflictivo pensamiento existencial. Sus novela están escritas en un estilo ágil no exento de cierta retórica (usa con frecuencia las paradojas y las antítesis propias de su pensamiento contradictorio). De escasa acción y pocas referencias concretas de espacio y tiempo, pues lo que le importa es el conflicto interior de los personajes, expresado en los abundantes diálogos cargados de ideas y monólogos interiores.
Comienza su producción novelística con Paz en la guerra (1897), intrahistoria sobre la última guerra carlista; Amor y pedagogía (1902) donde satiriza los excesos de la educación demasiado racionalista; Niebla (1914) donde se desarrolla el concepto de “nivola”, concepto que alude a la especial estructura de las novelas de Unamuno en las que se ahonda más en los conflictos interiores de los personajes que en la acción. Autor y personajes disputan por su ser y su existencia, en una analogía de la relación entre Dios y el hombre. Augusto Pérez, personaje de Niebla, le grita a Unamuno “¡Quiero vivir, quiero ser yo!”, ante las pretensiones del autor de hacerle morir. Abel Sánchez (1917, sobre el cainismo), La tía Tula (1921, la maternidad frustrada) y culmina con San Manuel, Bueno, mártir (1931), su mejor novela, donde expone el conflicto entre la verdad trágica (“la razón”) y la felicidad ilusoria (“la fe”) optando por esta.
Azorín: Mezcla la novela y el ensayo. Sus temas son la melancolía por el paso del tiempo y la búsqueda de lo permanente en lo fugaz (el eterno retorno nietzchiano). Su estilo es preciso, de frases breves y gran riqueza léxica, muy impresionista teñido de lirismo melancólico. Sus novelas más influyentes fueron: La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903), Las confesiones de un pequeño filósofo (1904). De escasa acción, basadas en las reflexiones del mismo protagonista- Azorín-. Su narrativa posterior reflexiona sobre mitos literarios (Don Juan, 1922, y Doña Inés, 1925).
Valle-Inclán: A medio camino entre el 98 y el Modernismo, cultivó una narrativa poco convencional, en la que evoluciona desde la prosa rítmica y de ambientación modernista y decadente de las Sonatas (1902-1905) –protagonizadas por el Marqués de Bradomín-, a la sátira esperpéntica de las dictaduras hispanoamericanas Tirano Banderas (1926) y las trilogías históricas de las Guerras carlistas (1908-1909) y El ruedo ibérico (1927-1932), sátira del reinado de Isabel II.