Novecentismo y Vanguardias
Entre 1914 y el comienzo de la Guerra Civil, alcanzó su esplendor un grupo de intelectuales (no solo escritores) agrupados bajo la denominación de Novecentismo o Generación del 14, porque en ese año sucedieron hechos decisivos en su formación (entre otros, la I Guerra Mundial).
Son intelectuales liberales que pretenden la modernización de la sociedad y el acercamiento a Europa. Los novecentistas, intelectuales, emplean la razón y huyen del sentimentalismo. Se preocupan por la europeización del país frente al tradicionalismo español. Están influidos por el ambiente de deshumanización tras la I Guerra Mundial, que afectará a toda Europa. Buscan, influidos por las vanguardias, un arte puro, cuya finalidad es el goce estético y presentan una gran preocupación por el cuidado del lenguaje. Con estos presupuestos, practican una literatura orientada a la serenidad clásica, con un lenguaje depurado y selectivo y un público minoritario. Se inclinan preferentemente por la prosa poética, la poesía y el ensayo. En este último género destaca Ortega y Gasset, filósofo, autor de La deshumanización del arte, donde expone las teorías estéticas que servirán de base a las vanguardias, un arte puro, alejado de la realidad y de las emociones humanas. Otros ensayistas destacados son Eugenio D´Ors, Manuel Azaña y Gregorio Marañón. En el terreno de la novela, los novecentistas llevan a cabo una renovación basada en la fusión de lo narrativo y lo ensayístico, la originalidad en el tratamiento de las estructuras y el lenguaje y la preferencia por la vida urbana y moderna. Destacan la novela intelectual de Ramón Pérez de Ayala (Belarmino y Apolonio, que practica el perspectivismo) y la novela lírica, con una prosa artística llena de sugerencias y sensaciones, de Gabriel Miró (Nuestro padre San Daniel). En poesía, los posmodernistas inician el camino hacia una poesía pura, desprovista de anécdota y de sentimentalismo y centrada en la perfección formal. Además de León Felipe, la gran figura es Juan Ramón Jiménez, quien plantea su poesía como una búsqueda de belleza y de eternidad. Él mismo distingue en su obra tres grandes etapas:
- Etapa sensitiva: pasa del postromanticismo becqueriano, intimista y simbolista (Arias tristes) a un modernismo más sensorial (La soledad sonora). Los temas son la naturaleza, la soledad, la muerte, siempre con un tono de melancolía.
- Etapa intelectual: su poesía reduce la adjetivación y las alusiones sensoriales, para volverse más breve y conceptual, en un intento de encontrar la esencia, el dios primordial que está en todo. Se abre con Diario de un poeta recién casado y se cierra con La estación total.
- Etapa suficiente: Canta en tono gozoso la identificación de la palabra poética con la divinidad que, al modo panteísta, se encuentra en todo lo creado. Destaca Dios deseado y deseante.
Las vanguardias europeas del periodo de entreguerras llegaron a España con su afán de romper con las tradiciones. Tras una primera fase optimista y marcada por la deshumanización del arte, en la que triunfan el Ultraísmo y el Creacionismo, se pasa por una rehumanización (vuelta a la expresión de contenidos humanos) marcada por el Surrealismo. Los vanguardistas buscan sobre todo originalidad, irracionalismo y nuevas técnicas expresivas. El futurismo nace en Italia, inspirado por Marinetti, haciendo hincapié en el poder de las máquinas, el cubismo propone la descomposición de la realidad (caligramas de Apollinaire) y el dadaísmo busca una expresión fuera de toda lógica.
Más importantes en España fueron el Ultraísmo, el Creacionismo y el Surrealismo. El primero recogía elementos de distintas vanguardias, pudiéndose considerar una mezcla de las mismas. El Creacionismo usa procedimientos similares, con la idea de que el poema debe ser “intraducible a la prosa” y debe juntar palabras que nunca antes hayan coincidido. Más tarde se introdujo el Surrealismo, con su idea de hacer aflorar, mediante imágenes irracionales, el mundo del subconsciente. Ramón Gómez de la Serna es el escritor vanguardista más importante, que además de escribir peculiares novelas, ensayos y obras teatrales, destaca por sus greguerías, piezas breves que él mismo definió como una mezcla de humor más metáfora. En ellas muestra perspectivas inéditas de la realidad, buscando la sorpresa y acercándose al absurdo. Un ejemplo: Roncar es tomar ruidosamente sopa de sueño.