Novecentismo y Vanguardismo en la Literatura Española
En los años 20, Europa experimentó un período de optimismo, modernidad y extravagancia. Tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, los jóvenes artistas europeos abogaron por un mundo nuevo y una expresión artística que rompiera con la tradición. En el arte europeo, el deseo de renovación fue tan intenso que los movimientos de vanguardia (también llamados «ismos») se sucedieron rápidamente: expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo…
Como explica el poeta Octavio Paz, las vanguardias buscaron la innovación a través de la transgresión de las convenciones morales, artísticas y gramaticales. Todos buscaban la originalidad por encima de todo y son importantes, aunque duren poco, porque pretenden romper de forma violenta con cualquier estética anterior. Sin embargo, según el filósofo Ortega y Gasset, tienen un defecto: “la deshumanización del arte”, es decir, la tendencia a alejarse de la expresión de los sentimientos y las preocupaciones verdaderamente humanas.
En España no se produjo la rápida sucesión de movimientos, pero el deseo de modernización y la voluntad de rebeldía se reflejaron en la obra de los autores novecentistas, en un movimiento propio como el ultraísmo y en la influencia que tuvo el surrealismo en varios poetas.
El Novecentismo
En el Novecentismo destacan el poeta Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, los novelistas Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró, así como el dramaturgo Jacinto Grau. En poesía, Juan Ramón Jiménez fue el gran maestro que guió la evolución de los nuevos poetas. Comenzó escribiendo poesía modernista, pero su Diario de un poeta recién casado marcó un cambio en su literatura. A partir de este libro, desarrolló una poesía muy personal: la poesía pura. Los poemas son breves, de aparente sencillez, pero muy densos. Con estos poemas desprovistos de adornos innecesarios, Juan Ramón Jiménez busca expresar lo esencial, persiguiendo «la belleza, el conocimiento y la eternidad». Sus innovaciones, entre ellas el uso del verso libre, influirán en los poetas posteriores, que le consideran un maestro.
En el género narrativo, podemos destacar a Ramón Pérez de Ayala, cuyas novelas más vanguardistas, como Tigre Juan, destacan por un llamativo uso del lenguaje, muy refinado, lleno de cultismos y citas encubiertas. A veces utiliza técnicas como el contrapunto y el perspectivismo: incluso llegó a dividir la página en dos columnas para contrastar puntos de vista.
Gabriel Miró, por su parte, ha sido calificado de «novelista lírico», debido a que en sus novelas se centra más en la expresión de sentimientos y sensaciones que en contar sucesos. En El libro de Sigüenza es el protagonista (su alter ego Sigüenza) el que da unidad a los fragmentos. En El obispo leproso analiza la sociedad de la ciudad levantina de Oleza, reflejo literario de Orihuela, donde vivió parte de su juventud.
Ramón Gómez de la Serna destaca entre los novecentistas por cultivar varios géneros y ser innovador en todos ellos. Es el creador de las greguerías. En narrativa, podemos citar Automoribundia, su interesante libro de memorias, y Seis falsas novelas, breves narraciones en las que se entrega al juego vanguardista. En el género dramático creó piezas insólitas, totalmente diferentes de lo que se podía ver en los escenarios de la época.
También Jacinto Grau fue un renovador del género teatral. Aunque en España no tuvo éxito, triunfó en el extranjero. Su mejor obra es El señor de Pigmalión (1921), de una gran carga existencial. En ella presenta a un artista creador de unos muñecos que, deseosos de tener su vida propia, se rebelarán contra él.
El Ultraísmo
Por otro lado, el ultraísmo fue el único movimiento español parecido a las vanguardias que aparecían y desaparecían con rapidez en Europa. Viene a ser una amalgama de todos los «ismos» europeos: como su nombre indica, pretende ir “más allá”. Entre sus características más llamativas están la eliminación de la rima y el uso de imágenes futuristas.
Pedro Garfias destaca entre los poetas ultraístas. Guillermo de la Torre empezó como poeta ultraísta, pero pronto abandonó la creación poética y se dedicó exclusivamente a su actividad como teorizador sobre el fenómeno de las vanguardias. Gerardo Diego, poeta de la Generación del 27, fue también poeta ultraísta en sus inicios.
La influencia del Surrealismo
El surrealismo tuvo su influencia en España. Para los surrealistas la creación debe ser totalmente libre, no debe estar sujeta a la razón: el lenguaje debe liberarse, las asociaciones más extrañas son posibles y se usa el verso libre. A diferencia de otros «ismos», no busca sólo la originalidad, sino destapar los sentimientos auténticos del ser humano, ocultos por el miedo y las convenciones sociales. De algunos escritores españoles, sobre todo de la Generación del 27, se puede decir que usan técnicas surrealistas, pero no son poetas surrealistas, pues no se pierde el hilo de la lógica en sus composiciones. Así ocurre en Poeta en Nueva York de Federico García Lorca y en alguna obra de Vicente Aleixandre.
En definitiva, la renovación literaria que se produjo en Europa durante los años 20 tuvo gran influencia en la literatura en español de ese momento y, aunque no hubo una veloz sucesión de movimientos literarios, nuestros creadores absorbieron los hallazgos europeos, compusieron obras de gran originalidad e incluso surgió un movimiento vanguardista propio, el Ultraísmo.