El Novecentismo o Generación del 14
El Novecentismo (o Generación del 14) se conoce como un movimiento cultural formado por autores nacidos en los años 80, que buscan reafirmar lo propio del nuevo siglo XX rechazando lo característico del anterior: romanticismo, realismo e incluso el modernismo. Varios acontecimientos políticos, la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa; en España, el final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y el advenimiento de la Primera República. Junto a ello, se vive también un periodo de efervescencia cultural y artística agrupado con el nombre de Vanguardias, que inauguran una nueva forma de entender el arte: todos contribuyen a crear una nueva sensibilidad contemporánea.
Lo que caracteriza a los autores novecentistas es el gusto por un arte racional, riguroso y analítico. Defienden el arte puro, que Ortega llamará deshumanizado, desprovisto de sentimentalismo, autónomo, válido por sí mismo. Un arte dirigido a una élite que lo comprende y disfruta. Poseen un estilo cuidado, elegante, que busca la “obra bien hecha”, con un lenguaje pulcro y riguroso.
De este movimiento sobresale José Ortega y Gasset. Ensayos como “Meditaciones del Quijote” le dieron pronto fama y quizá es “La deshumanización del arte” su obra sobre estética más importante, donde describe el arte joven como un arte deliberadamente difícil, creador y no imitador, deshumanizado. Estas son características del arte de vanguardia. Su estilo elegante y claro, con frecuentes metáforas y otros recursos retóricos, han hecho ver en él antes a un escritor que a un filósofo.
Hay grandes novelistas en esta Generación. Hay que mencionar a Gabriel Miró, quien cultivó en títulos como “Nuestro padre San Damián” lo que se llamó novela lírica: obras en las que la trama cede terreno a una elaborada descripción de ambientes y a un exquisito tratamiento de la psicología de los personajes. Ramón Pérez de Ayala, cuyo afán innovador dio lugar a la llamada novela intelectual, como “Tigre Juan”, donde la acción no es lo más importante sino los diálogos y las ideas que en ellos se defienden, así como el carácter alegórico de sus personajes.
El gran poeta Juan Ramón Jiménez, que si bien por edad y por algunos rasgos puede pertenecer a este grupo, su obra es muy personal. Andaluz, hipersensible y volcado hacia la poesía en cuerpo y alma, su larga trayectoria suele dividirse en tres etapas:
- Cultivó un estilo próximo al Modernismo, de largos versos, sonoras y rimas y lenguaje lujoso, como en “Arias tristes”.
- Luego se inclinó hacia la poesía pura, más cerca del verso libre, de la austeridad de recursos y de las innovaciones vanguardistas, como en “Diario de un poeta recién casado”.
- A partir de la guerra y el exilio cultivó la que él llamó “poesía suficiente”, en títulos como “La estación total”, una poesía de carácter metafísico, hermética y personal, presidida por un Dios que a veces es la naturaleza y otras la conciencia del poeta.
La Narrativa Hispanoamericana de la Segunda Mitad del Siglo XX
La narrativa hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX abarca la enorme variedad de autores, corrientes y países que, en esta segunda mitad del siglo XX, han colocado al continente americano en la élite de la literatura universal. América, supo emanciparse a finales del XIX con el movimiento modernista, con unas Vanguardias vividas intensamente y con la vuelta al realismo en lo que se llamó “novela de la tierra”. En los años 40 comienza su verdadero esplendor.
Hay que empezar por el género fantástico, que vivió un gran desarrollo. Es importante Jorge Luis Borges con sus dos colecciones de relatos, “Ficciones” y “El Aleph”, donde el argumento puede deslizarse hacia mundos ficticios o fantásticos, poseen un desarrollo sujeto a unos principios narrativos muy rigurosos. Su objetivo es utilizar la literatura para mostrar la inconsistencia de la realidad.
El uruguayo Juan Carlos Onetti (“El pozo”, “La vida breve”) cultiva un tipo de novela denominada existencial con la que representan de modo más bien dramático el carácter radicalmente absurdo de la realidad. Son novelas urbanas, protagonizadas por hombres atormentados, que buscan inútilmente una salida a su angustia.
El Realismo Mágico
Lo iniciará el cubano Alejo Carpentier, que se concretó en novelas como “El reino de este mundo”. En ella descubrimos una naturaleza exuberante, el mestizaje de culturas, explicaciones míticas dentro de relatos verosímiles y realistas aunque desmesurados.
Una segunda generación de autores surge en los años 60 dentro del Realismo Mágico, cuya calidad les hizo desbordar los límites del continente americano. Quizá sea el colombiano Gabriel García Márquez, con un talento privilegiado para la narración y una imaginación prodigiosa, que han dado lugar a una serie de obras magníficas: “La hojarasca” culminó en 1967 con su obra definitiva, “Cien años de soledad”, que sirve tanto de paradigma como de cierre del ciclo del realismo mágico. Relatados con mano exquisita, asistimos a acontecimientos sobrenaturales con la mayor naturalidad, tiempos recurrentes, sagas que se multiplican, espacios asfixiantes…
Otra fórmula nueva es la denominada “novela de testimonio”, en un intento de mostrar la realidad suramericana excluyendo la intervención del autor: hechos desnudos con toda su crudeza. Un ejemplo es el chileno Roberto Bolaño.